Aproximación a
la vida diaria de un cura de pueblo
en el Rincón de
Ademuz.
“Conoces lo que tu vocación pesa en ti.
Y si la traicionas, es a ti a quien desfiguras;
pero sabes que tu verdad se hará lentamente,
porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula”.
pero sabes que tu verdad se hará lentamente,
porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula”.
-Antoine de Saint-Exupery (1900-1944)-,
escritor francés.
escritor francés.
Durante todo el primer tercio del siglo XX los curas de estas parroquias pasaban décadas con nosotros –igual que sucedía con los maestros y otros funcionarios-, hasta hacerse connaturales a la localidad: conocían nuestros nombres, las relaciones familiares que nos unían, los problemas que nos afectaban y hacia donde sesgaba cada uno. Su conocimiento se hacía extensivo a las partidas del término, a la historia local y a las peculiaridades de cada municipio. Esta situación se alargó hasta los años sesenta y setenta, en que la estadía se alargaba hasta una década, quizá más; pero ahora, dada la escasez de vocaciones, los sacerdotes rurales pasan cada vez menos tiempo en estas feligresías: uno, dos, tres años, hasta el punto de haberse convertido en un bien escaso.
Porque habremos de
convenir que los curas son un bien –un bien escaso, decía-: basta preguntárselo
a los vecinos de los pueblos o aldeas que lo han perdido. Porque los curas, con
sus caseras o familiares con los que convivían o les atendían, eran unos
vecinos más, con la peculiaridad de que estaba íntegramente al servicio de los
demás, siempre dispuestos a escuchar un problema, a dar un consejo, a visitar a
un enfermo, a atender cualquier necesidad. Al menos esta es mi experiencia, y
aunque siempre hay excepciones, el que tenga otra que lo diga...
Desde hace algunos años
los pueblos del Rincón de Ademuz están atendidos por dos curas que forman el
equipo arciprestal: uno reside en Ademuz, sede del Arciprestazgo, y otro en
Torrebaja; y entre ambos se reparten la totalidad de pueblos y aldeas
comarcanos -desde Arroyo Cerezo hasta Puebla de San Miguel y desde Mas de Jacinto hasta
Casasbajas-.
Recientemente ha venido a
Torrebaja un nuevo cura, por haberse marchado el anterior, que había solicitado
otro destino por asuntos familiares. Apenas estuvo un año entre nosotros y no
le dio tiempo para conocernos, ni para que le conociéramos. Es por ello que
pensé en hacerle una entrevista al nuevo cura, para conocerle y darle a conocer
como persona y como párroco, aun consciente de que su estancia entre nosotros
será necesariamente corta. En cierta ocasión, con motivo de una visita a Ademuz
de don Agustín, el difunto Cardenal García-Gasco, le pregunté por
qué los sacerdotes estaban tan poco tiempo en estos pueblos. Cariñosamente me
respondió: “El obispo tiene sus razones...” –y con eso me quedé-. Sin
duda él conocía la política diocesana y sabía mejor que nadie lo que tenía que
hacer; a nosotros sólo nos cabe reconocer el privilegio de que nos envíe algún
cura, y gracias.
El nuevo cura de
Torrebaja -don José Antonio Durá Bataller- tomó posesión de su cargo en
esta parroquia el sábado, 15 de octubre de 2011, a las 19:30 horas. Llegó
acompañado del Vicario episcopal (don Arturo
Pablo Ros Murgadas) y del
párroco de Santa Catalina (don Paco), además de por sus padres y
hermanas, y de otros familiares y amigos. La iglesia estaba a rebosar de feligreses
y visitantes, y después de la misa, tras agradecer tan cálida acogida, hubo en
la plaza de la Iglesia un tentempié de bienvenida, preparado por la parroquia.
Don José Antonio Durá Bataller (Adzaneta de Albaida, 1973), nuevo cura párroco de Torrebaja (Valencia), durante la entrevista. |
Cuando le planteé al
nuevo cura mi deseo de hacerle una entrevista, él no puso objeción; es más, se
ofreció para hacerla en cualquier momento. Quedamos para tal día, pero me llamó
diciendo que lo dejáramos para más adelante, pues había recibido la noticia del
fallecimiento de una niña, hija de unos amigos y no se encontraba dispuesto.
Establecimos otra fecha, pero se presentó en mi casa el día anterior al
previsto, alegando que por cuestiones de agenda le venía mejor en ese momento.
Así fue como formalizamos la entrevista, comenzando yo por exponerle lo motivos
y beneficios que veía en realizarla, basados en el conocimiento público de su
persona, como individuo y como párroco. La entrevista fue más bien una
conversación, donde don José Antonio –él prefiere que le llame José o
José Antonio, pero a los efectos prefiero nombrarle así- comenzó por darme
datos de sus orígenes:
- <Mi nombre es José Antonio Durá Bataller, y nací en Adzaneta de Albaida, provincia de Valencia, el 8 de marzo de 1973: Adzaneta es un pueblo de montaña, de unos 1.200 habitantes, situado en el valle de Albaida, cerca de Onteniente... Sí, en la sierra de Agullent-Benicadell, lo que llaman la parte de la solana. Aquello es zona de influencia valenciana, y mi lengua materna es el valenciano, claro, mis padres y hermanos todos lo hablan. A mi padre le dicen Vicente y a mi madre Teresa, y somos cuatro hermanos: dos chicos y dos chicas, y yo soy el tercero... Me crié en el pueblo; allí estuve hasta los 8 años, en que por cuestiones laborales de mi padre nos trasladamos a un pueblo de la sierra de Guadarrama llamado Collado Mediano (Madrid), en el entorno de Alpedrete y El Escorial... Allí estuvimos unos diez años, toda mi adolescencia, hasta que cumplí los 18 años... Bueno, primero fui al colegio y luego al instituto de Guadarrama...>
¿Qué
recuerdos tienes de aquella época en Collado Mediano?
- <Yo era un niño algo retraído, de pocos amigos, y lo que más me gustaba era el deporte... Tengo buen recuerdo de mi estancia en Collado, pero no de mi adolescencia... No me gustaba salir de fiesta, me molestaba mucho el humo (en los bares o discotecas) y lo que más me ayudó en aquella época fue el deporte, me encantaba el deporte, era como mi salvavidas: Collado era un pueblo de unos tres mil habitantes, allí había pabellón deportivo y mucho ambiente... Claro, era una zona de urbanizaciones de gente de Madrid, y la población se duplicaba en verano... Nosotros vivíamos en una zona de campo, porque mis padres se encargaban del cuidado de una finca, donde había animales de corral, caballos, jardines y eso... Junto a esta casona había otra de Carlos Saura, el director de cine: mi padre se relacionaba con él en la taberna, adonde iba para charlar o tomar una copa. Sí, tuvimos algo de relación... Ya sabes que Saura se casó primero con Geraldine, una hija de Charles Chaplin, de la que se divorció; luego se casó con otra mujer, de la que tuvo dos hijos, pues uno de ellos, el chico, tuvo leucemia, y mi hermana mayor -Tere- iba a cuidarle..., de ahí viene la relación. Fíjate, cuando yo tenía sobre 16 años Carlos Saura le dijo a mi padre que me dejara ir con él a Republica Dominicana, donde iban a rodar una película, para ayudar en el transporte y eso, como ayudante, claro, pero mi padre no me dejó... Sí, me hubiera gustado ir, para ver cómo se rueda una película y eso..., pero mi padre no consintió. También tenía vivienda por allí el futbolista “Michel” y el periodista Jesús Hermida...>.
Ciertamente, el director Carlos
Saura Atarés (Huesca, 1932) tuvo un proyecto de rodar una película sobre la
música caribeña en Santo Domingo y otros países de la zona, como Cuba, del
estilo de Sevillanas (1991). La película debía llamarse “Caribe”, y contaba
con la participación de artistas como Rubén Blades, Celia Cruz, Tito Puente,
Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y el mismo Juan Luis Guerra como director
musical. Previsiblemente, el film debía comenzar a rodarse a mediados de 1994,
aunque desconozco si llegó a rodarse, ya que no figura en la filmografía del
director oscense (FilmAffinity). Respecto del futbolista “Michel”, se refiere a
José Miguel González Martín del Campo (Madrid, 1963), ex jugador del Real Madrid y entrenador español. En cuanto a Jesús Hermida Pineda (1937-2015),
se trata del célebre periodista español de peculiar estilo, que se dio a conocer del gran público
como corresponsal de Televisión Española en Nueva York.
¿Cómo
llevaron tus padres la estancia en Collado Mediano?
- <Pues mal, en especial mi madre, que añoraba el pueblo... Además, estaba con nosotros mi abuela, que ya tenía 88 años, y apenas hablaba castellano... Recuerdo que de pequeño yo dormía con ella y después de rezar el rosario ella siempre le pedía al Señor morir en su casa del pueblo: y el Señor la escuchó, pues falleció en Adzaneta. Porque ya te digo, nosotros vivíamos algo alejados del pueblo, como un kilómetro o poco más; estábamos en una casita pequeña –dos habitaciones, un servicio, la cocina y el comedor-, junto a la casona de la finca: vivíamos algo apretados, pues éramos siete y durante años mis padres siempre durmieron con uno o dos de nosotros, puedes imaginar>.
Don José Antonio Durá Bataller (Adzaneta de Albaida, 1973), nuevo cura párroco de Torrebaja (Valencia), durante la entrevista. |
Le comento a
don José Antonio que la situación que describe, aunque de lejos, me recuerda la
película de Mario Camus -Los santos inocentes (1984)- basada en una
novela de Miguel Delibes.
- <Sí, bueno, algo parecido –se ríe-, pero eran otros tiempos y aquella gente, los dueños de la finca donde servían mis padres –doña Luisa y don Francisco- eran buenas personas y se portaron muy bien con nosotros... Respecto a lo que te decía de la situación de la casa y el pueblo: recuerdo que los domingos acompañaba a mi abuela a la iglesia, para que asistiera a misa; y me quedaba con ella... Sí, mi familia era religiosa, especialmente la abuela, que era muy creyente, aunque su marido, mi abuelo materno, había sido muy republicano, ya sabes... Pero sí, la vena religiosa provenía de mi abuela...>
¿Cómo fue lo
de dejar la finca de Collado Mediano y regresar a Adzaneta?
- <Fue por cuestiones diversas, y porque cambiaron las circunstancias: primero regresé yo y luego los demás, menos mi hermano mayor. Al principio estuve trabajando de marmolista en una empresa de mi tío, eso fue a comienzo de los noventa, en el noventa y uno o noventa y dos. Mi trabajo en la marmolistería era pulir y abujardar piedra para cocinas y fachadas, chimeneas, labrar lápidas y eso... Por esa época comencé de nuevo a estudiar, pues me había quedado en segundo de bachiller: por el día trabajaba y por la noche iba al instituto de Albaida. También le propuse al párroco hacer un equipo de fútbol sala, pues como te decía yo jugaba a este deporte en Collado, donde teníamos un buen equipo... Bueno, primero se lo ofrecí al Ayuntamiento (lo de formar un equipo) pero finalmente lo hicimos en la parroquia, y llegamos al Provincial: íbamos muy bien, porque estábamos muy preparados, pero en la final del Provincial nos eliminaron los Maristas..., los de siempre. Pero fue una experiencia bonita...>
¿Cómo fue lo
de entrar en la vía religiosa?
- <Bueno, ya te digo, primero tomé contacto con la parroquia, donde formamos el equipo de fútbol sala, pero también me gustaba tocar la guitarra y acompañaba en las celebraciones, sin especial devoción: no rezaba ni sabía cuando tenía que levantarme, arrodillarme o sentarme, sólo tocaba. Yo no tenía especial vocación religiosa, era un chico normal de entonces, sólo que me gustaba la guitarra. Sí, mi familia era religiosa, ya te digo, pero influyó también mi hermano, que había estado en el seminario de Madrid: cuando los seminaristas estaban en pisos. Después lo dejó y estudió pedagogía. Mi hermano era muy inquieto, cuando estuvo en el pueblo montó con otros un grupo de rock que llamaron “Kamikaze” y tocaron en el seminario...>
Tras unas sonoras risas, pues don José Antonio es muy risueño, sigue comentando:
- <Estando en el pueblo, cuando me tocó hacer el servicio militar hice la objeción de conciencia y en vez de ir a la mili hacía trabajos sociales en el Ayuntamiento: allí atendía la biblioteca, y por esa época terminé tercero de bachiller, a la vez que trabajada con mi tío en la marmolistería, por horas, pero sólo de vez en cuando. Estando en la biblioteca, durante la época en que hice la objeción en el Ayuntamiento, me aficioné a leer, pues tomé contacto con la persona que la llevaba, un profesor de filosofía que ahora está en Muro de Alcoy: él me indicaba las lecturas que pensaba me convenían, pues cuando estuve en Collado le cogí odio a la lectura: no podía leer en público, me sudaban las manos y comenzaba a tartamudear... Pero estando en la biblioteca y por influencia de esta persona que te nombro me aficioné a la lectura y leí muchos libros. Sí, ya te digo que yo era entonces muy introvertido y me refugiaba en el deporte y la lectura... Donde mejor me lo pasaba era en los campamentos, ya en la época de Collado: primero como acampado y luego como monitor, pues llegué a sacarme el título de monitor en Madrid: yo allí me sentía feliz, en mi ambiente... Allí conocí Jorge Mariano Huesca, hermano de Alberto, el cámara que murió en Alaska junto con el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente (1928-80) y otros... Sí, allí hice mucha amistad con Jorge y con su esposa, los dos eran profesores: fue como un padre para mí, pues se portó estupendamente conmigo, ayudándome siempre en todo; yo le tenía en un pedestal, como un modelo en aquella época difícil de mi adolescencia>.
Entrada de don José Antonio Durá Bataller en la iglesia de Torrebaja (Valencia), acompañado del Vicario Episcopal - don Arturo Pablo Ros Murgadas-. |
¿Y cómo fue
lo de entrar en el seminario, acaso comenzó a surgir en ti el tema de la
vocación por entonces?
- <No, yo no tenía ninguna vocación, lo de entrar en el seminario fue para poder cursar los estudios, pero entonces no pensaba para nada en hacerme sacerdote... Eso vino después. Inicialmente, lo que yo quería era salir del pueblo, pues no quería acabar como marmolista... No sabía muy bien lo que quería, pero quedarme en el pueblo de cantero tenía claro que no. Por no saber muy bien lo que quería pasé una época mala, con mucha ansiedad, ya que estaba desorientado. También quería ver mundo... Porque mi hermano mayor, desde los 18 años ha sido un trotamundos: a esa edad ya se marchó en tren con un primo por toda Europa y tras regresar a Madrid se fue a hacer un proyecto a Guatemala y El Salvador, con los indígenas. Después viajó desde Ushuaia hasta Santiago de Chile en bicicleta: y como se le rompiera la bici cogió un avión y se marchó a Buenos Aires. Allí estuvo en "Avellanada", un barrio muy conflictivo de la capital porteña, donde había muchos niños de la calle. Estando allí también tuvo mucha relación con las "Madres" de la plaza de Mayo –ya sabes, las de los desaparecidos durante la dictadura-. De allí se marchó a África y estuvo en Ruanda cuando el genocidio: allí estuvo en un campo de refugiados unos seis meses, eso fue cuando mataron a aquellos sanitarios de "Médicos sin Fronteras". Él trabajaba con niños. Después estuvo en la India, ya te digo, un trotamundos, hasta que encontró una chica y se casó: ahora está casado y con hijos y vive en Madrid. Es el único de la familia que se quedó por allá... Claro, mi hermano ha influido en mi vida, porque yo le tenía como un modelo a seguir, aunque los modelos a veces pueden ser peligrosos, porque al colocarlos en un pedestal pueden quedar fuera de la realidad>.
Tras un inciso, sigue relatando:
- <Como te decía, en el seminario menor yo sólo quería sacarme el COU y el Selectivo, pero no sabía si quería seguir como cura. Por eso comencé a sentirme mal, porque pensaba que los demás querían que continuara pero yo no tenía intención. Así que fui a hablar con el Rector, para sincerarme con él: le expliqué lo que me pasaba pero él me dijo que siguiera, que no me preocupara, que ya se vería lo que tenía que ser... Así que seguí, terminé estudiando y entré en el Seminario Mayor, para continuar los estudios. Y así hasta que me ordené de sacerdote en 2004: sí, yo estaba ilusionado con el ministerio, pero percibía que me faltaba algo... El caso es que mi primer destino fue Benilloba y Benasau, sí en el condado de Cocentaina (Alicante). Allí estuve de sacerdote durante cuatro años; y todo muy bien como persona, pero como sacerdote la cosa no iba tan bien... Llegó un momento en que el sacerdocio me pesaba como una losa insoportable: tanto es así que pedí un cambio y cuando ya tenía el nombramiento como vicario en Algemesí (Valencia), el día antes de ir le dije al arzobispo que no iba, que me marchaba a casa. El arzobispo era entonces don Agustín –se refiere a don Agustín, el cardenal García-Gasco (1931-2011)-, y tengo que decir que se portó muy bien conmigo, como un padre, y la Iglesia como una madre. Don Agustín me dijo que no me precipitase, que me calmase, y me ofreció poder seguir estudiando. Y como me gustaba la cosa del deporte comencé a estudiar magisterio de educación física en Edetania (Godella): durante este tiempo he estado situando mi vida, reflexionando sobre lo que quería hacer como persona, como cristiano y como sacerdote. Conté con la ayuda de otros curas, de los profesores de la universidad y de los propios compañeros de magisterio, que conocían mi situación y me respetaban, por eso les doy las gracias. Pero aunque he contado con la ayuda de mucha gente, el que más me ha ayudado ha sido el Señor: de pronto recibí la gracia de darme cuenta que pese a toda la oscuridad, detrás estaba Él: siempre me he sentido como un privilegiado del Señor, que me ha tratado con mucho amor, con mucha delicadeza, con mucha misericordia...>.
Con fecha 24 de septiembre de
2004, el neosacerdote don José Antonio Durá Bataller fue nombrado párroco
de la Natividad de Nuestra Señora, de Benilloba y de San Pedro Apóstol,
de Benasau (BOA, Época VI, Vol. 17, Año 2004, Agosto-septiembre, Nº 3.271).
En la iglesia parroquial -Santa Marina de Jerusalén- de Torrebaja (Valencia), durante la misa de toma de posesión de don José Antonio Durá Bataller. |
¿Y qué sucedió
cuando terminaste los estudios de magisterio?
- <Bueno, cuando terminé los estudios en junio de 2011 pedí irme de ejercicios, pues yo ya llevaba como un año pensando en volver al ministerio... Y me concedieron ir a Loyola, allí estuve haciendo ejercicios personalizados durante un mes: los ejercicios de San Ignacio de Loyola son típicos de la Compañía de Jesús; pues los jesuitas están especializados en ejercicios espirituales. Son muy completos, ya te digo que tienen una duración máxima de un mes: se comienza por el Principio y fundamento, mediante el que uno va profundizando en su propia experiencia de fe. Continua en la segunda semana con la Experiencia de pecado y redención; luego sigue con la Contemplación del misterio de Jesús de Nazaret como hijo de Dios, siempre a través de uno mismo; y la última semana se hace la Contemplación en el amor, esto es, la práctica del amor de Dios llevada a tu vida diaria. En suma, había cinco horas de oración, dos por la mañana, dos por la tarde y una por la noche, en las que uno va meditando sobre los puntos que te propone el director: estos puntos varían, según el estado y la evolución de cada uno, claro>.
Continúa su relato:
- <Los ejercicios me fueron estupendamente, porque allí se habló también de discernimiento: yo fui con la sospecha de regresar al ministerio y tuve un encuentro personal con el Señor Jesús, lo que me reafirmó en mi deseo de volver al ministerio. Al regresar de Loyola asenté esta experiencia con un compañero sacerdote y me reafirmé en ello, pues me di cuenta que mi vida estaba ahí, en el ministerio sacerdotal: por eso fue de ir a hablar con don Carlos, -se refiere a don Carlos Osoro Sierra, el actual Arzobispo de Valencia- para plantearle mi deseo y voluntad de volver. Y aquí estoy...>.
Le planteo a
don José Antonio los problemas y dificultades que –desde la óptica de un laico-
conlleva la vida consagrada: la renuncia a formar una familia, la soledad de
muchos momentos...
- <Sí, es cierto, antes los curas tenían casera, alguien que les atendía en las necesidades primarias, el cuidado de la casa, guisar, hacer la colada, etcétera. Y sobre todo el sentimiento afectivo, la llegar a un pueblo con gente que no conoces..., cuando eso de desordena es muy duro para un sacerdote: pero cuando uno tiene claro su fundamento, todo lo demás se convierte en secundario, se vive con cierta indiferencia. Porque sabes cuál es el objetivo: mi misión aquí en Torrebaja no es pasarlo bien y hacer amigos –que también- sino anunciar el Evangelio, la palabra de Dios y mostrar mi disponibilidad a todos: a los de misa, a los de no-misa, a los indiferentes y contrarios. Pero siempre “en tanto en cuanto” –que decían san Ignacio-, para gloria de Dios y no para gloria de Jóse. Sin demasiado apego a nada y a nadie –sin rechazar el afecto y la amistad de la gente, claro, porque somos humanos y esto no se puede ni se debe rechazar- pero siempre sabiendo cuál es tu misión y fundamento: desde la experiencia profunda del amor de Dios. Para el sacerdote tampoco es fácil, porque él debe hacerse respetar en sus tiempos, momentos y espacios y eso hay personas que no lo entienden...>
¿Cómo ven o
han visto tus familiares –padres y hermanos- y amigos tu vocación sacerdotal?
- <Bueno, ahora bien... Mis padres siempre lo vieron bien, pero mis hermanos no tanto, porque me veían sufrir por mi desorientación; pero ahora bien..., ya que me ven seguro, feliz y contento. Mis padres vinieron a mi toma de posesión en Torrebaja, también una tía y mis dos hermanas>.
Para
concluir la entrevista pido a don José Antonio que me haga el relato de un día
cualquiera de su vida en Torrebaja: desde que se levanta hasta que se acuesta.
- <Bueno, me levanto sobre las ocho de la mañana y tras asearme me voy a la capilla del Sagrario, y allí estoy con el Señor entre media hora y una hora, depende. Es lo más importante que hago en el día y me sirve para dar sentido a todo lo demás... Después vuelvo a casa y desayuno algo: café con leche con magdalenas y un zumo, no olvides que soy de la tierra de las naranjas y cuando hay mi padre siempre me trae. Los miércoles (todo el día) y los jueves (sólo por la mañana) doy clases de religión en el colegio de Ademuz. Sí, me resulta muy satisfactorio, porque me permite conocer a los jóvenes de todos los pueblos. Doy clases a primero, segundo y tercero de la ESO. Podría dar a chicos de cuarto y primero de bachiller, pero no tengo alumnos. Conforme se hacen mayores dejan de optar por las clases de religión. Con los profesores también tengo buena relación. Normalmente como en el comedor del colegio, otras veces quedo con don Eduardo para comer en "Casa Domingo". Y también en "Casa Emilio", cuando no tengo nada preparado en casa. Si, me manejo bien en la cocina, hago lentejas, macarrones, espaguetis, y eso. No, comidas más elaboradas, no... En cuanto a la actividad pastoral, los martes y jueves visito a los enfermos; atiendo las situaciones inesperadas que van surgiendo, las consultas de la gente, etc. Después de comer suelo descansar un rato; y ya por la tarde (los miércoles y viernes) voy a Casasbajas. También llevo las parroquias de Torrealta, Mas de Jacinto, Los Santos, Cuesta del Rato, Arroyo Cerezo y Sesga. Atiendo la catequesis de infancia y confirmación, y lo que va surgiendo: sí, la gente viene a casa y plantea problemas de todo tipo, cuestiones personales, situaciones varias, de "Cáritas". Después están las hermanas -se refiere a sor Ana y sor Verónica, de la orden de Reparadoras-: donde no llego yo llegan ellas, que me hacen saber las necesidades de todo tipo que van encontrando... Tengo que hablar con el encargado de servicios sociales, para coordinarnos, pues donde no llega él ni yo, llegan las hermanas... Los martes, jueves y sábados compro el periódico, me gusta leer “El País”, pero también leo por internet otros diarios digitales... No, en casa no tengo televisión, pero sí ordenador: después de cenar -un hervido, un huevo frito, un trozo de carne, una ensalada, cualquier cosa- miro el correo y lo contesto; y me acuesto sobre las 22:30 horas. Me gusta leer en la cama, ahora estoy leyendo a Grüm –se refiere a Anselm Grüm (Junkershausen, 1945)- un teólogo y monje benedictino que me gusta mucho; pero también utilizo lecturas espirituales y piadosas, vidas de santos... y con esas lecturas me duermo. No, todavía no he leído la vida de Santa Marina...>.
Cuando se dice de la “Orden de
Reparadoras”, nos referimos a la Fraternidad Reparadora en el Corazón de
Cristo Sacerdote, una orden religiosa femenina fundada por el jesuita Luis
María Mendizábal, en 1977. Dicha orden, con fecha 2 de octubre de 1992, fue declarada
“instituto religioso” por el arzobispo de Toledo, cardenal Marcelo González
Martín (1918-2004). Su principal actividad es “ayudar a las parroquias en su
labor apostólica y acompañar a los enfermos”. Los miembros de esta orden,
popularmente conocidas como “monjas azules” por el color de sus hábitos, resultan
también muy polémicas por sus estrictas normas de vida -además de los tres votos canónicos clásicos: obediencia, pobreza y castidad-: se levantan al alba, se duchan con agua fría, visten las mismas ropas y calzan las mismas zapatillas (en verano y en invierno), carecen de despensa,
viven de la caridad de lo que les dan cada día -y si les dan más de lo que precisan, lo tiran-, cuando no tiene qué comer, ayunan (además de los días preceptivos, y una vez por semana), no aceptan invitaciones a comer en las casas particulares,
duermen en el suelo, sobre tablas o esterillas (sin colchón), carecen de radio, televisión, internet, etc.
Durante los últimos años ha habido varias de estas monjas ayudando a los párrocos del
equipo arciprestal del Rincón de Ademuz -desplazándose en coche por todos los pueblos y aldeas de la comarca-: Ayudan en las celebraciones (en ausencia de sacristán o monaguillos), en la catequesis de primera comunión y confirmación, haciendo "oratorios" con los niños, visitando enfermos y personas ancianas que viven solas, colaborando en Cáritas, detectando situaciones sociales y personales de necesidad, etc. Sin embargo, cuando les propuse a las hermanas sor Ana y sor Verónica una entrevista como ésta de don José Antonio, para dar a conocer su labor en la comarca, su espiritualidad y motivos para tan espartano sistema de vida, se negaron, arguyendo que tenían prohibidas las entrevistas... Por lo demás, nada que reprochar, además de que han sido y son muy apreciadas por el común de los vecindarios parroquiales del arciprestazgo.
Los clérigos, tras la celebración de toma de posesión del nuevo párroco, en la capilla de Santa Marina. |
Palabras
finales, a modo de epílogo.
Durante la
toma de posesión de don José Antonio Durá Bataller como párroco de
Torrebaja me senté en un banco de la iglesia donde había varias personas,
amigos y vecinos suyos de Adzaneta de Albaida, y hablamos de varias cuestiones
en relación con el nuevo cura; y también coincidimos durante el picoteo de
bienvenida que hubo después.
Al
despedirnos, sin embargo, uno de ellos me dijo con discreción: “Pero
vigilen que don José Antonio coma todos los días, porque a veces se enfrasca
tanto en las cosas de los demás que se le olvida comer...”. Habrá que
vigilar, pues, que nuestro nuevo cura coma a diario y se encuentre a gusto
entre nosotros, porque la salud y el bienestar físico son esenciales para la
paz espiritual: mens sana in corpore sano –que diría el clásico-; no en
vano el cuerpo es templo del Espíritu Santo. ¡Sé bienvenido al Rincón de
Ademuz, don José Antonio, y gracias por tu generosidad y solicitud!
Vale.
De la Real Academia de Cultura
Valenciana (RACV).
Adenda: lunes, 4 de julio de 2106.
Don José Antonio Durá Bataller
(Adzaneta de Albaida, 1973), ordenado sacerdote en Valencia en 2004, fue
miembro del equipo arciprestal en el valenciano Rincón de Ademuz (2011-2015),
llevando varias parroquias de la zona: Inmaculada Concepción de Sesga
(Ademuz), María Inmaculada de Cuesta del Rato (Castielfabib),[1]
San Joaquín y Santa Bárbara de Arroyo Cerezo (Castielfabib),[2]
San Marcos de Los Santos (Castielfabib), San Salvador de
Casasbajas, Santa Ana de Torrealta (Torrebaja),[3]
y Santa Marina Virgen de Torrebaja (Valencia).[4]
Entre los nombramientos del
arzobispo de Valencia (en 2015) consta el de don José Antonio Durá Bataller, al
que se envía a la Misión ad Gentes.[5] Tras marcharse del Rincón de Ademuz, don José Antonio ha estado durante un año en Madrid, formándose en el Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME): una sociedad de vida apostólica de sacerdotes seculares diocesanos, asociados entre sí para dedicarse a la actividad misionera de la Iglesia. El pasado domingo,
día 3 de julio de 2016, en el curso de una eucaristía en la Catedral de
Valencia (12:00 horas), el cardenal arzobispo de Valencia, don Antonio
Cañizares Llovera (Utiel, 1945), le envió como misionero a Honduras. Muchos vecinos, amigos y feligreses de sus antiguas parroquias asistieron a la celebración de despedida. Don
José Antonio permanecerá en el país centroamericano durante un año, para
aprender el misquito (lengua de la familia de las misumalpas, hablada por los
pueblos indígenas de la región), para posteriormente dirigirse a Nicaragua,
“donde estará anunciando la Palabra a los más pobres”.[6]
[1] SÁNCHEZ GARZÓN,
Alfredo. La ermita de María Inmaculada en Cuesta del Rato (Castielfabib),
del martes 1 de mayo de 2012.
[2] ID. La iglesia de San Joaquín y Santa Bárbara en Arroyo Cerezo, Castielfabib
(Valencia), del domingo 12 de mayo de 2013.
[3] ID. La iglesia de Santa Ana en Torrealta, Torrebaja (Valencia),
del miércoles 1 de mayo de 2013.
[4] ID. Nuevas pinturas en el presbiterio de la parroquial de Torrebaja
(Valencia), del jueves 20 de octubre de 2011.
[5] Iglesia en Valencia:
PARAULA: El
Cardenal nombre 80 nuevos cargos para la diócesis de Valencia,
del miércoles 29 de julio de 2015.
[6] Archidiócesis de
Valencia: El cardenal Cañizares envía al sacerdote valenciano José Antonio Durá
como misionero a Honduras, del sábado 2 de julio de 2016.
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