Aportación al conocimiento de la
Guerra Civil (1936-39)
en el Rincón de Ademuz y Teruel.
en el Rincón de Ademuz y Teruel.
A
las señoras Maruja y Concha Tortajada Marqués,
hijas
del señor Ángel y la señora Isabel,
sin
cuyo testimonio hubiera sido imposible completar este trabajo.
Palabras
previas.
De
mi infancia en Torrebaja (Valencia), recuerdo a doña Isabel –me refiero a doña Isabel
Marqués Ibáñez (1891-1977)-, una señora mayor, de cuerpo menudo, callada y
silenciosa, siempre vestida de negro. Vivía en una casa de la calle Zaragoza,
una vía paralela al callejón de la Herrería, entre la calle de San Roque y la
del Rosario. Era la maestra de niñas de Torrebaja cuando yo era niño, la escuela que regentaba se
hallaba en la carretera, en el piso alto de la Fonda de las Lucías. Yo nunca
hablé con ella, pero la recuerdo muy bien...
Mi
interés por ella vino muchos años después de su fallecimiento, cuando me enteré
que era la viuda del señor Ángel Tortajada Gea (1901-36), natural de Torrebaja
y vecino de Las Minas de Libros (Teruel), donde regentaba una tienda de
ultramarinos. El señor Ángel (a) el Cirujano fue brutalmente asesinado el día
20 de octubre de 1936: digo “brutalmente”, pues su muerte fue innecesariamente
atroz y cruel. El presente trabajo debe verse como la reseña de un trabajo
previo, publicado en el III volumen de la serie Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz (Valencia, 2009).[1]
La
investigación del suceso resultó muy laboriosa, pues se trata de un acontecimiento
que fue muy comentado en su momento –en octubre próximo hará 77 años-, pero
del que no existía ninguna reseña ni recopilación bibliográfica hasta que comencé la pesquisa. De hecho no consta en la
Causa General de Teruel, ramo de Libros ni en la de Valencia, ramo de
Torrebaja: aunque debiera figurar en ambas, pues el asesinado era natural de
Torrebaja, aunque en el momento de su muerte se hallaba censado en Libros.
Algunos vecinos de Torrebaja recordaban el asunto, pero de una forma muy vaga,
inconcreta y superficial. Sin embargo, los datos inicialmente recopilados me
llevaron a hablar con los familiares del muerto, primero con unas sobrinas,
después con un yerno –el señor Manuel González Tregón (Torrebaja, 1926), alias
Varela- que reside esporádicamente en la localidad y finalmente con dos de las
tres hijas –las hermanas Maruja y Concha Tortajada Marqués (Libros, 1930 y
1932)- que todavía viven, cuñadas del anterior: para recoger su testimonio me
desplacé a Quart de Poblet (Valencia), donde ellas residen.
Consideraciones
históricas: contexto local y comarcal.
El asesinato de Ángel Tortajada
Gea no fue un hecho accidental ni aislado, sino premeditado, brutal y a
sangre fría; se dio en un contexto específico, cuyas coordenadas podrían
establecerse por el inicio de la Guerra Civil (1936), en el ámbito rural y
obrero del barrio de Las Minas de azufre de Libros, al sur de la capital
turolense. La provincia de Teruel y especialmente su zona meridional (en el
límite con la valenciana comarca del Rincón de Ademuz) ocupaba un lugar muy
secundario en el contexto nacional al comienzo de la contienda. La mayoría de
la población en la zona vivía de la agricultura y ganadería –con la excepción
de La Azufrera en Libros-, habitando zonas rurales y en núcleos más bien dispersos.[2]
Tanto la zona sur de Teruel como la propia comarca rinconademucense eran un
territorio escasamente desarrollado, dedicado a la práctica agrícola familiar y
de subsistencia, sin la menor conflictividad social aparente. Sin embargo, como
apunta Tuñón de Lara (1986), los
gobiernos republicanos de izquierda ya advirtieron la reiteración de sus
habitantes, “en otorgar mayoría electoral a los candidatos de derechas (1933 y
1936)”; no obstante, la falta de conflictividad era engañosa, pues el ambiente político
del último año de la república (1935-36) fue muy tenso y activo a nivel
nacional, y también local; así lo prueba el hecho del abanderamiento de los
locales públicos, como bailes, cafés y barberías, donde sólo asistían los de
unos u otros partidos políticos. Por lo demás, tras el levantamiento militar
derechista del 18 de julio contra el maltratado régimen republicano, los
ayuntamientos de derechas en la zona fueron apeados y sus miembros perseguidos.
Así las cosas, los partidos de izquierda se organizaron de inmediato, tomando
el poder mediante Comités e instaurando Gestoras o Consejos Municipales. El
Comité Revolucionario del coto minero de Libros fue formado por el socialista y miembro de UGT señor Casto
Licer Casinos (1893-1937), natural de Ademuz y avecinado en Torrebaja,
donde regentaba una pequeña tienda de ultramarinos en la calle san Roque.[3] Dicho señor Casto intervino también en la destitución del Ayuntamiento constitucional (derechista) de Puebla de San Miguel (Valencia), cuyo consistorio fue sustituido por otro socialista.[4]
Mapa de la zona meridional de la provincia de Teruel en su límite con el Rincón de Ademuz (Valencia), con detalle del barrio de Las Minas de Libros (Teruel). |
Testimonios
vecinales y familiares: comentario a los mismos.
Una de las primeras referencias escritas acerca del asesinato del señor Ángel puede encontrarse como
nota marginal en un texto mío, relativo al coto minero de La Azufrera, donde se
dice:
-
Doña Isabel Marqués Ibáñez era de Torrebaja y fue maestra interina en el poblado minero de Las Minas de Libros antes de la Guerra Civil (1936-39). Esposa de Ángel Tortajada Gea (a) el Cirujano, que fue detenido por un grupo de milicianos: “Lo hallaron muerto en el barranco del Esparto...” -presuntamente despeñado, según la opinión más difundida-. Como beneficiada de guerra por el asesinato de su esposo, “doña Isabel estuvo muchos años de maestra de niñas en Torrebaja, cuya escuela estaba encima del café de Las Lucías” -según manifiesta Aurora Sánchez Fortea (Torrebaja, 1926)-.[5]
Acceso a la carretera que conduce a Riodeva (Teruel), desde la nacional 330-420 -vía el barrio de Las Minas-, con detalle del almacén de La Azufrera (2009). |
Sirva
el punto para corregir la procedencia, pues doña Isabel Marqués Ibáñez no era natural de Torrebaja, sino de
Aldehuela, población turolense en el entorno de Castralvo, Cubla y Villaespesa
(Teruel), aunque estuvo muchos años viviendo y ejerciendo como maestra de niñas
en Torrebaja, el pueblo de su difunto marido. Respecto a la expresión “como
beneficiada de guerra”, sólo cabe decir que se trata de un juicio de valor poco
afortunado, pues no tenemos constancia de que su situación –viuda por el
asesinato de su esposo- la favoreciera específicamente para conseguir trabajo
como docente. De hecho, su hija Maruja, en carta manuscrita de fecha 1 de
febrero de 2009, me escribió señalando:
- A mí papá lo mataron cuando tenía 36 años en Las Minas y nos dejó huérfanas a cuatro niñas: Carmen, Isabel, Maruja y Conchita. Mi mamá rezó y trabajó mucho para sacarnos adelante, hasta tuvo que hacer las oposiciones a Magisterio para poder tener un sueldo fijo, después de la guerra y a su edad. Estudiando de noche y en la escuela todo el día… Luego nos dio carrera de magisterio a nosotras dos y casó a las mayores.[6]
En todo caso,
si el estado de viuda le hubiera favorecido para conseguir un trabajo, habría
que reconocer que bien lo merecía..., pues su situación personal y familiar
tras el asesinato de su marido condicionó el resto de su existencia. Por lo
demás, de la serie de testimonios recogidos para el trabajo inicial, en esta
reseña sólo utilizaremos los correspondientes al señor Manuel González Tregón,
yerno del difunto y los de las hermanas Maruja y Concha Tortajada Marqués,
hijas del muerto, toda vez que son los más próximos y fidedignos.
Fachada principal y única de la iglesia subterránea de Santa Bárbara, en el barrio de Las Minas-Libros (Teruel), 1999. |
Interior de la iglesia subterránea de Santa Bárbara, en el barrio de Las Minas-Libros (Teruel), 2008. |
1]
Manuel González Tregón, alias Varela (Torrebaja, 1928), hijo de Daniel y
Justa, viudo de la señora Isabel Tortajada Marqués, a la sazón hija mayor de
Ángel e Isabel. La información aportada por éste informante procede,
básicamente, de lo que le contaba su esposa y su suegra:
- Mi suegra –se refiere a doña Isabel Marqués Ibáñez- fue maestra en Las Minas y vivía con su marido y sus hijas en el barrio minero; mi suegro tenía el economato. Sus hijas, Isabel, Carmen y Concha nacieron allí y las bautizaron en la iglesia del poblado. Isabel, la mayor, que sería después mi mujer, nació en el mismo año que yo –en 1928-. Contaba mi suegra que había allí un señor al que llamaban el Alemán, ingeniero, el cual le dijo a mi suegro y al administrador: ¡Vámonos, que esto lleva mala marcha..., la Guardia Civil se ha marchado y aquí no estamos seguros...! Sí, claro, el ingeniero, mi suegro y el contable vivían allí, en unos chalets que había... El contable era un hombre alto que andaba algo cojo y estaba casado con una señora de Torrealta... El caso es que mi suegro no quería dejar solo el economato, con toda la mercancía que tenía dentro y dijo: Yo no me marcho, ¿por qué me voy a marchar si no he hecho nada malo...? Pero, finalmente, convencido por mi suegra, se marchó, llevándose a la mujer y a las cuatro hijas a Aldehuela, de donde era ella. Pero estando allí, no sé si una madrugada, al hacerse de día, llamó alguien a la puerta y se asomó una hija, no sé si sería la mayor, Carmen o Isabel, la que le seguía -Carmen tenía entonces 11 años e Isabel unos 9 años-, y los que llamaban preguntaron: ¿Está tu padre...? -sí, dijo ella-. ¡Dile que baje...! -contestaron-. La chica fue donde estaba su padre: Papá, unos hombres que preguntan por ti, que bajes... Pero mi suegro, en vez de escaparse por detrás de la casa, por los tejaos o por donde fuera, bajó y abrió: ¡Venga, Ángel, vístete que te vienes con nosotros...! -dijeron los que le buscaban-. Él se fue con ellos y andando por el monte llegaron hasta Las Minas y de allí le llevaron hacia el barranco del Esparto, que arrima a la rambla de Riodeva. Cuando llegaron, después de hacerle padecer por el camino, lo metieron en un bidón metálico y lo echaron por el barranco...; y fue dando tumbos, hasta que llegó abajo. Y luego le pegaron cuatro tiros con las escopetas que llevaban... Eso contaba mi suegra que dijo un pastor de la zona: ¡Sí, yo vi como bajaba el bidón por el barranco, pero no pensé que fuera nadie dentro...!.[7]
Sigue
diciendo:
- Lo mataron y lo dejaron en el llano... Parece que estuvo allí muerto algunos días y como ya olía alguien lo enterró, cavando alguna fosa ligera, de apenas dos palmos. Allí estuvo hasta que terminó la guerra, en que fueron a buscarle y le trajeron a Torrebaja, para enterrarlo en el cementerio. Pero primero fueron al Juez de Libros, para que autorizara el traslado, y el juez les dijo: ¡Vayan por él, desentiérrenlo y lo bajan...! Fue su hermano, Paco el Estanquero y algún otro... Yo me acuerdo cuando lo trajeron, venía en un cajón y lo dejaron donde la casa de Paco el Caldillos. Fue mucha gente del pueblo, que acudió a verlo; nada, sólo estaban los huesos secos del hombre... Y lo enterraron en el cementerio..., sí, está en tierra y no tiene lápida.[8]
Vista parcial del barrio de Las Minas-Libros (Teruel), desde la iglesia subterránea de Santa Bárbara, con detalle de la espadaña (2008). |
Añade:
- Ya te digo que mi suegro tenía el economato de Las Minas y vendía un poco de todo a los mineros y la gente que trabajaba allí, sobre todo cosa de comida. Como los trabajadores cobraban cada semana o cada quince días, él les adelantaba el género y luego le pagaban. Pero había quienes le adeudaban meses, incluso hasta un año... Mi suegra decía que entre los mineros que le mataron había algunos que le debían dinero...[9]
Pregunto
a mi interlocutor qué fue de su suegra y de las niñas, tras el asesinato de su
suegro:
- Del economato desapareció todo..., no dejaron nada... Tras la muerte del marido y el padre, ellas, la viuda y sus hijas se quedaron en Aldehuela algún tiempo, y luego vinieron a Torrebaja. Desde Aldehuela, con las cuatro hijas pequeñas, mi suegra se vino para Torrebaja andando: Carmen tenía 11 años, Isabel 9, Maruja 6 y Concha 4 añicos. Bajaron por la cuesta de La Palanca y antes de llegar al puente, en un barranco que hay a la izquierda, se encontraron con el tío Constantino –se refiera a al señor Constantino Aparicio Aparicio (1907-92)-, que tenía por allí algo de viña. Esto me lo contó el tío Constantino, padre de Daniel y Julio Aparicio Sánchez de Torrebaja. Al verlo, dice mi suegra que se le acercó llorando y le dijo: ¡Ay Constantino! ¿No tendrás un poco de agua para las muchachas...? Él les dio agua de una garrafa que llevaba y mientras bebían mi suegra le contó la peripecia del viaje: venía sola con las niñas, atravesando los montes... Comentaba que iba muy cargada, pues llevaba una caja metálica muy pesada... Y era verdad, pues también me lo había contado mi suegra. Era una caja redonda de hojalata, que tenía una cadenita con una palanca para abrir la tapa, donde llevaba unos cinco kilos de monedas, producto del negocio de la tienda... Cuando llegaron a Torrebaja dejó la caja en casa de su cuñado, Paco el Estanquero. Y siempre contaba: ¡Cuando me devolvió la caja el hermano no faltaba ni una moneda ni media...! Y gracias a eso pudieron ir tirando en los primeros momentos...[10]
Continúa diciendo:
- Al tiempo de terminar la guerra parece que cogieron a los que habían matado a mi suegro, menos a uno que se escapó para Francia. Y la mujer de uno de ellos –al que llamaban el Tuerto- venía luego a casa de mi suegra, a pedirle un aval para su marido. Sí, venía con sus hijas y le rogaba: ¡Ay, doña Isabel, a ver si puede usted hacerme un aval para que suelten a mi marido, que tengo estas niñas pequeñas...! Y añadía: Dice mi marido que él no hizo nada, que les había mandado el tío Fulano... Pero mi suegra le replicaba: ¡Sí, a mí también me dejaron con cuatro niñas, y he pasado mucho...! Nadie obligó a tu marido a matar al mío, y menos a despeñarlo en un bidón por un barranco y todo lo demás que le hicieron... La mujer del Tuerto vino varias veces por el aval, cuatro o cinco veces, siempre con la misma canción, hasta que finalmente mi suegra le firmó el aval: Te lo firmaré porque soy cristiana, y Cristo también perdonó, por eso yo también perdono a tu marido... ¡Pero no vuelvas más por aquí! –le dijo-.[11]
Vista lateral de la fachada de la iglesia subterránea de Santa Bárbara, con detalle de la espadaña, en barrio de Las Minas-Libros (Teruel), 2008. |
En el párrafo anterior se
nombra al “tío Fulano”, aludiendo a cierta persona que el informante me pidió no mencionara por su nombre y
apellidos, toda vez que ya no existe ni puede defenderse de esta acusación. Y continúa:
- Mi suegra, como estaba sola y no podía mantener a tantas hijas puso a las dos pequeñas en un convento que hay en Quart de Poblet, la mayor marchó con la familia de su madre, la primera mujer de mi suegro y se quedó con Isabel, la que luego sería mi mujer. Las que metió en el convento fueron religiosas, estudiaron y se hicieron maestras. Después estuvieron trabajando en varios pueblos, en Villargordo del Júcar (Albacete), Cocentaina y otros. Sí, claro, debieron hacer oposiciones... Pero para entrar en el convento aún tuvieron que poner cierto dinero –unas diez mil pesetas de entonces- y algo de ropa, lo que llamaban la dote. Entrarían en el 42 ó 43, a los tres o cuatro años de terminar la guerra y tendrían unos 12 ó 14 añicos. Ella –se refiere a doña Isabel- estuvo (de maestra) en Casasbajas, luego en Los Santos (Castielfabib) y finalmente en Torrebaja, donde se jubiló... Mi suegra era una buena mujer, y muy creyente. Pasó mucho padecimiento con la muerte de su marido y la crianza de las hijas. Aunque se pudo mantener con el sueldo de maestra, que entonces era pequeño, ya sabes el dicho: ¡Pasas más hambre que un maestro de escuela...! También cogían algo del campo, de un huerto que tenía, además de los animales del corral... Y parece que todavía le daba para dejar dinero, pues hace poco aún rompí yo algunos pagarés de lo que ella tenía prestado: “Fulana de tal me debe 10 pesetas y me lo devolverá en fecha de tal...” -pero parece que algunas no se lo devolvieron nunca-.[12]
Como colofón al relato, indica el informante:
- Hace unos años, estaba yo con Julián el de Tonica la Estanquera –se refiere al señor Julián Manzano Morales, guardia civil retirado- tomando una cerveza en Casa Domingo, en Ademuz. Estando allí me dice Julián: ¡Mira, ésa es de Las Minas, la hija del Tuerto...! Era una mujer de unos setenta años y estaba con otras personas en la barra del bar, hablando de la guerra. Decía ella: Pues nosotros en la guerra no pasamos hambre..., a mi padre le llamaban el Tuerto; cultivábamos unas fincas y cogíamos un trigo muy bueno... Y Julián se metió en la tertulia, diciendo: Pues a un tío de mi mujer le mataron en Las Minas de Libros..., él tenía el economato... Ella replicó: Sí, creo que he oído hablar de eso..., fue porque los mineros le decían que fuera a picar a las minas, y como el capataz no le mandaba, pues lo mataron... Pero Julián no quiso continuar la conversación...[13]
Vista parcial de la iglesia subterránea de Santa Bárbara en el barrio de Las Minas-Libros (Teruel), con detalle de la fuente y pilón que hubo en la plaza principal del coto minero (2008). |
El
testimonio del señor Manuel González Tregón contiene la información básica del
suceso que estamos exponiendo. Según manifiesta, el argumento de la noticia
proviene de tres fuentes básicas: de su suegra, doña Isabel, que le contó el
grueso del acontecimiento, del señor Constantino Aparicio, que le relató el
momento en que doña Isabel bajaba por la cuesta de La Palanca con sus hijas: asunto que coincide con lo que ella misma le contara, y de lo que el propio
señor Manuel observó cuando trajeron los restos del asesinado para inhumarlos
en el cementerio municipal de Torrebaja. Se trata de un relato lineal con tres
informantes, y perfectamente creíble. Contiene, sin embargo, algunas lagunas,
cuyo contenido revela y explica el argumento de sus cuñadas, las señoras Maruja y
Concha Tortajada Marqués, hijas del difunto señor Ángel Tortajada Gea.
2]
Maruja Tortajada Marqués (Libros, 1930) y Concha Tortajada Marqués
(Libros, 1932), hijas del señor Ángel Tortajada Gea y la señora Isabel Marqués
Ibáñez, ambas naturales del barrio de Las Minas de Libros (Teruel). Cierta
tarde de principios de septiembre decidimos ir a Quart de Poblet, para conocer
y entrevistar a las hermanas Tortajada Marqués, que viven en una residencia. El
centro donde habitan se denomina “El Amparo” ubicado en la calle Hernán
Cortés, junto a la iglesia parroquial del lugar. Preguntamos en recepción por
las residentes, que en cuestión de minutos bajaron de su habitación. Ellas
esperaban a sus sobrinos, pero se encontraron con mi esposa y conmigo, dos
visitantes desconocidos procedentes de Torrebaja. Tras las presentaciones les expuse
el motivo de nuestra visita, conocerlas y entrevistarlas, con motivo de cierta
investigación que pretendía, referente a su vida en el barrio minero de Libros
(Teruel) y la muerte de su padre. Accedieron encantadas y pasamos a un
tranquilo patio interior, lleno de plantas y enredaderas, sentándonos bajo los
soportales.
Las hermanas Tortajada Marqués -Concha (Libros, 1932) y Maruja (Libros, 1930)- durante la entrevista mantenida con el autor en Quart de Poblet-Valencia (2009). |
La
señora Maruja, la mayor de las dos hermanas, se muestra sonriente, habladora y
complacida. La menor, Concha, es más reservada, tal vez por la dolencia que la
afecta, pues padece la enfermedad de Parkinson y camina con dificultad; aunque
también está sonriente, incluso alegre, durante la visita. Nos disponemos en
torno de una mesa y aceptan que grabe la conversación. De facto, parecen
contentas por nuestro interés; también por la oportunidad de dejar testimonio
de las circunstancias de su vida en el barrio minero, y de hablar de un asunto
tan lejano en el tiempo, como es la vida y muerte de su padre, al que siempre
llevan consigo en el recuerdo. Las manifestaciones siguientes constituyen el
resultado de la conversación mantenida, en la que intervinieron ambas hermanas,
aunque con predominio de la mayor:
- Cuando empezó la Guerra Civil, nosotras estábamos en Las Minas de Libros: mi padre tenía el economato y mi mamá era maestra. Recuerdo que hubo un tiroteo y mucho jaleo, y nos metimos todos en la trastienda, rezando al Señor delante de un crucifijo que teníamos allí: ¡Señor, misericordia, Señor misericordia...! -para que no muriera nadie, que no pasara nada-. Sí, nosotras también estábamos allí: la mayor, Carmen, era hija de mi padre y de su primera esposa, que murió –pasó mucho tiempo antes de que nos enteráramos que sólo éramos hermanas de padre, pues entre nosotras nunca hubo distinciones- y nosotras tres: Isabel, ya fallecida, Maruja, que soy yo, y Concha, que es ella, la pequeña.[14]
Retrato de juventud de doña Isabel Marqués Ibáñez (Aldehuela-Teruel, 1891-Mislata-Valencia, 1977) [Foto procedente del archivo familiar de las hermanas Tortajada Marqués]. |
Se
alude aquí a “un tiroteo y mucho jaleo” que hubo en el barrio minero al
comienzo de la guerra: la mención no resulta baladí, pues a dicho
acontecimiento se refieren otros testimonios directos, como el que anotamos al
pie.[15] Valga el punto para contar cierta anécdota que la señora Concha refiere en
relación con su hermana Carmen:
- Antes de la guerra, estando en Las Minas, Carmen iba a la escuela con nuestra madre y siempre estaba diciendo: ¡Mamá, mamá..., mamá...! y alguna niña de la escuela le dijo: ¡Pero si ésa no es tu mama...! Claro, enseguida fue a decírselo a nuestra madre y ella le respondió: ¿Cómo que no soy tu mama..., quién te da de comer, quién te viste, en qué casa vives...? Entonces Carmen dijo: Si me das de comer, me vistes y vivo en tu casa, pues tú eres mi mamá... ¡Claro que soy tu mamá...! -contestó nuestra madre-. Esto fue estando en Las Minas de Libros, pero años después, estando ya en Casasaltas, sucedió que una señora, hablando con mi mamá, le preguntó: Entonces, ¿cuál de las niñas es sólo de su difunto marido? -y mi mamá contesto que Carmen-. Yo estaba por allí y lo oí, y enseguida fui a decírselo a mis hermanas, que andaban jugando. Al enterarse, mi mamá nos reunió y nos dijo: ¡Carmen es tan hija mía como vosotras, sois cuatro mis hijas y yo soy la mamá de todas...!. Añade la señora Maruja: Mi mamá siempre distinguió a Carmen para mejor. Cuando la mandaba con los abuelos a Torrebaja para las fiestas, siempre le ponía en la maleta varios vestiditos sin estrenar. Y una vez que no encontraron leche de vaca para ella, la abuela compró un bote de condensada para preparársela y Carmen, que siempre fue muy espabilada, exclamó: ¡De ésa, de ésa, y bien grande..., como la que me prepara mi mamá...! -demostrando así el cariño y la preocupación de mi mamá por Carmen, aunque no era su hija biológica-. De hecho crecimos con la idea de tener dos mamás: la “mamá Nieves”, que para nosotras era una mamá que estaba fuera y la “mamá Isabel”, que era la mamá de aquí.[16]
Volviendo al
hilo de los acontecimientos, señala:
- Después del tiroteo y los bombazos comenzaron a oírse voces por la plaza, diciendo: ¡Fuera todo el mundo, fuera..., que van a bombardear...! -y todos salimos a la plaza-. Mi padre era muy religioso, muy católico..., y desde el primer momento estuvo muy asustando, pensando que lo habían de matar: ¡A mí me matarán, a mí me matarán...! -opinaba él-. Era muy religioso, todos los días iba a misa. Sí, allí había una iglesia, que estaba en la parte alta, bajo tierra... Enfrente había una placeta, donde estaban las escuelas. No, nosotras no vivíamos en las escuelas ni en la tienda, sino en un chalet de dos plantas de la compañía minera que había más abajo, donde estaban don Joaquín y doña Asunción, que eran los administradores, con los que nuestros padres se llevaban muy bien. Ellos ocupaban la planta baja y nosotros la de arriba. La casa era muy bonita, con maceteros de flores alrededor... Mi mamá criaba palomos, y era muy amiga de la esposa del ingeniero jefe, don Guillermo: ambos eran alemanes y tenían dos hijas, Ruth y Gela...[17]
Ruinas de antiguos edificios del barrio de Las Minas-Libros (Teruel), 2008. |
Se cita aquí al administrador de
la empresa minera y a su esposa, nombrándolos como don Joaquín y doña
Asunción... Cabría pensar que se trata de un lapsus en la evocación de las entrevistadas,
pues según testimonio: "El administrador que durante muchos años
llevó la contabilidad de Las Minas de Libros (Teruel) era Francisco Luis
Pastor, un hombre alto al que le faltaba una pierna, por eso andaba cojo;
estaba casado con una mujer de Torrealta, Luisa Giménez Durbán, hija de la tía
Cafetera, nieta de la tía Hereja de Castiel…" -según refiere el señor Francisco Provencio Garrido (Torrealta,
1924)-.[18] Sin embargo, a tenor de la edad del señor
Francisco y la señora Luisa, cuando comienza la guerra éstos tenían 15 y 12 años respectivamente -luego el mencionado don Joaquín y su esposa debieron residir en Las Minas antes de la Guerra Civil (1936-39); esto es, con anterioridad al señor Francisco y la señora Luisa. Con todo, el nombre del administrador
carece de relevancia en este contexto, lo significativo es que en el coto minero
había un contable o gerente, con el que la familia Tortajada Marqués
mantenía una buena relación.
De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).
Continúa en:
ACERCA DEL ASESINATO DE ÁNGEL TORTAJADA GEA (1901-1936), COMERCIANTE DE TORREBAJA EN “LAS MINAS” DE LIBROS (y II).
[1]
SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). Acerca del asesinato de Ángel Tortajada Gea(1901-1936), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz,
Valencia, vol. III, pp. 450-463.
[2] TUÑÓN DE LARA, M (1986). La batalla de Teruel,
Zaragoza, p. 4. La población de Teruel, según el padrón de 1930,
censaba 13.584 habitantes y Alcañiz 9.000 habitantes. Por ese mismo tiempo, en
el Rincón de Ademuz [Ademuz, Casas Altas, Casas Bajas, Castielfabib, Puebla de
San Miguel, Torrebaja y Vallanca] moraban unas 10.582 almas. Fuente: Instituto
Nacional de Estadística (INE).
[3] <El tío Casto –me refiero al
señor Casto Licer Casinos (1893-1937)-, hijo de José y de Josefa, él de Alobras
(Teruel) y ella de Torrebaja (Valencia), nació en Ademuz –el 3 de julio de
1893-, pero se asentó en Torrebaja, donde casó. Su esposa fue la señora Clotilde
Esparza Gómez (a) la Ricarda, con la que tuvo dos hijos –Pepe y Marina-, y
murió en el hospital Provincial de Valencia –el 3 de enero de 1937-: víctima
"de una bala perdida" que recibió en el frente de Villel... -al menos
eso se comentó->. Cf. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Obituario rinconademucense (I y II), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 7 de enero de 2013.
[4] SÁNCHEZ GARZÓN, A (2011). Ayuntamientos, Juntas Gestoras y Comités constituidos en Puebla de San Miguel durante la revolución, en Del
paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. IV, pp. 337-346
[5] SÁNCHEZ GARZÓN, A (2008). El barrio minero y LaAzufrera de Libros (Teruel), una visita guiada (I y II), en Del
paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, p. 491. SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p.
452.
[6] SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 452.
[7] Ibídem, p.
457.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem, p. 458.
[10] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 459.
[15] Dice el testimonio: <Recuerdo que los primeros signos de la guerra
que vimos ocurrieron en Las Minas de Libros (Teruel), donde teníamos nosotros
unas paradas de cereal, que estaban a la entrada del barrio minero. Estábamos
allí segando toda la familia, cuando llegó un camión de la Guardia Civil, de
aquellos verdes que tenían. Y nada más tomar la curva que hacía la carretera
para entrar en el poblado, empezaron a disparar con las ametralladoras.
Pensamos que para asustar a la gente. Como allí había muchos trabajadores,
habían organizado un sindicato, no sé de qué signo. Y se llevaron a varios
mineros a Teruel, no sé lo que sería de ellos. Ocurrió también que a los pocos
meses de comenzar la guerra mataron al hermano de Paco el Estanquero de
Torrebaja, Ángel Tortajada Gea se llamaba, y era el que tenía el economato,
marido de doña Isabel [Marqués Ibáñez], la maestra. Se dijo que todo fue
consecuencia de que había algunos deudores que dijeron: ¡Lo matamos y se
acabó la deuda...! No, él no tenía ningún cargo político que yo sepa, era
comerciante y se dedicaba a lo suyo, vender y suministrar... Lo cogieron y lo
llevaron hacia la rambla de Riodeva, donde el barranco del Esparto, y allí
mismo lo mataron. Conozco bien la zona, porque nosotros teníamos allí unas
tablas...> –según refiere el señor Miguel Sánchez Calvete (Torrealta,
1925)-. Vid SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 171.
[18] SÁNCHEZ
GARZÓN, Alfredo. Iconografía funeraria en el cementerio de Torrealta (Torrebaja), [y II], en la web Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 31 de marzo de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario