miércoles, 15 de octubre de 2025

CARTAS DESDE MI RINCÓN (XI).


A un amigo de la infancia, con el que tantos recuerdos comparto.


«Me veo en el deber de referir lo que se me cuenta,

pero no a creérmelo todo a rajatabla.

Esta afirmación es aplicable a la totalidad de mi obra»

-Heródoto de Halicarnaso (484-425 a.C.), Historias (VII, 151, 3)-.


«En todas las cosas humanas,

cuando se examinan de cerca,

se demuestra que no pueden apartarse los obstáculos sin que de ellos surjan otros»

-Nicolás Maquiavelo (1469-1527),

considerado el padre de la filosofía política moderna y de la ciencia política,

una figura relevante del Renacimiento italiano-.


«La mayor parte de los hombres son capaces

más bien de grandes acciones que de buenas acciones»

-Montesquieu (1689-1755), filósofo y jurista francés-.


«Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano»

-George Orwel (1903-1950), escritor y periodista británico-.


«Cuando tus nietos te pregunten,

¿abuelo, tú que hiciste mientras occidente colapsaba?

-Defendí mi rincón del mundo:

la comunidad local, el pueblo, la familia, las tradiciones, el orden, la belleza...»

-Roger Vernon Scruton (1944-2020),

filósofo y escritor británico, defensor del tradicionalismo político-.




Definición del subgénero epístola:

«Epístola es sinónimo de carta y hace referencia a un tipo de texto que busca establecer un canal de comunicación a través de la forma escrita, siendo el medio de notificación más usado en toda la historia de la humanidad. A menudo la carta es usada con la intención de expresar ideas, pensamientos, sentimientos, deseos, etc.»


Querido amigo,

han pasado varios meses desde mi última carta, prácticamente una estación, el verano. Ya va siendo hora de recuperar nuestra correspondencia; y ningún momento mejor que este en que iniciamos el otoño con días de cielo parcialmente cubierto y humedad en el ambiente que nos retiene más tiempo en casa. En su obra La calle estrecha, Josep Pla escribe:

En verano la inteligencia se entorpece y la sensibilidad se deteriora. Horacio hablaba de la luz rabiosa del verano; Mallarmé, del lúcido invierno.

Como bien sabes, Pla es uno de mis autores preferidos, te lo he citado muchas veces y lo seguiré haciendo, tal vez porque me admira esa capacidad suya para observar el mundo físico y moral que le rodea, por su aptitud para condensar su percepción del mundo -en este caso el mundo mediterráneo-, y de su habilidad para trascender de lo local a lo universal: visto así, su texto viene a decirnos que el clima de cada estación, en cualquier lugar donde nos encontremos, afecta al pensamiento y al sentir. No le falta razón. Que la luz o su intensidad influye en nuestro ánimo es cosa sabida. Un exceso de luz suele fatigar el cuerpo y embotar los sentidos, quizá por el bochorno que implican los días veraniegos y el sopor que imponen a la hora de la siesta, así como por la extensión y la lentitud física con que pasan los días. La fatiga del cuerpo y el embotamiento de los sentidos influyen también en la ralentización de la mente. Cuerpo y mente no son cosas aisladas. Parece contradictorio, pero es así; lejos de inspirar lucidez, la luz del verano deslumbra -como lo hacen los faros de un coche por la noche- y el deslumbramiento nos impide ver con claridad. Asimismo, el bullicio y el ocio más o menos forzado imponen cierta vulgaridad ruidosa al verano; no debe extrañarnos, pues, que en estas condiciones la inteligencia pierda agudeza y se enturbie, ello la hace torpe y saturada. Cuando algo es demasiado brillante pierde los matices. Para señalar la contraposición entre el verano y el invierno, Pla enfrenta dos tradiciones estéticas: la de Horacio, hombre latino por excelencia, que representa el mundo cálido mediterráneo, donde impera la luz rabiosa, agresiva, vitalista. Y la del simbolista francés Mallarmé, arquetipo de la claridad fría y el pensamiento cristalino, lo que nos lleva al recogimiento invernal, donde la mente puede concentrarse mejor y ver el interior con mayor nitidez. Pla es así de ocurrente, puede pasar del brasero de la mesa camilla a la mundanalidad más extrema, de la misma forma que puede salirnos por peteneras.


Paisaje rural del Rincón de Ademuz:
vista suroriental de Torrebaja (Valencia), desde El Rento (2025).


Este año dicen que ha venido mucha gente al pueblo,

me refiero a los pueblos del Rincón de Ademuz. Siempre sucede lo mismo, unos dicen que ha venido más gente, otros que menos. Carecemos de estadísticas, así que se trata de una impresión subjetiva. Los que mejor lo saben son los comerciantes: tenderos -carnicerías, panaderías, supermercados-, bares, restaurantes… el consumo y las ventas suelen ir en proporción directa al número de personas y la marcha del negocio. César Gómez Mínguez, de grata memoria, sí el de la gasolinera de Mas de Jacinto, me decía lo mismo en relación con los contenedores de la basura: En verano están a rebosar de bolsas mientras que en invierno apenas se llenan -era su forma de evaluar la cantidad de personas que había en la aldea-. César era una persona encantadora, al parecer, su padre, el tío Caseto, también lo fue. Siempre atento y servicial, nunca una mala cara ni un reproche cuando le “molestabas” para poner combustible. César no solía cenar, su mejor comida era el almuerzo. A veces tenía que hacerlo en varios tramos, pues se ponía a la mesa y venía un cliente, salía, le atendía y cuando estaba de nuevo frente al plato o bocadillo venía otro cliente... En fin, era su trabajo y se lo tomaba con paciencia. De haber sido filósofo, que también lo era a ratos, tal vez hubiera sido un estoico. Pero lo que te decía, nunca le vi una mala cara, un gesto de disgusto. Su único “defecto”, por decirlo de alguna forma, es que era muy pesimista. Al menos en sus últimos años, cuando ya le rondaba la enfermedad. No le veía futuro a la comarca, cuando no era una cosa era otra; pero casi siempre pesimista. Yo lo achaco a que la amaba demasiado y el verla estancada y cada vez más vacía le hacía sufrir. En su juventud fue cazador y conocía cada rincón, cada trocha, cerro y cañada de esta tierra. También era un gran cultivador -frutas, hortalizas, almendras...-, un apasionado a tiempo completo de esta tierra y su paisaje. Fue muy popular en vida, como también su padre el tío Caseto, todo el mundo le conocía y para todos tenía una palabra amable. Un gran tipo, sin duda. Como persona amante de su tierra, conocía muchas historias, anécdotas que el sabía contar con gracia. Cuando yo iba a repostar -lo hacía con frecuencia, pues ya sabes que he trabajado muchos años en Teruel- y le veía desocupado le pedía que me contara algo de la aldea, alguna curiosidad o suceso que conociera de su infancia o juventud. Me solía hablar de las Minas de Libros, de cuando jugaban los domingos con las vagonetas que hacían el trayecto del Almacén de la ribera hasta el poblado, aprovechando que el encargado, el tío Pitorro, no estaba. Otras veces le pedía me contara la historieta de cuando Primo de Rivera pasó por la zona, y siempre me la contaba igual, aunque a veces añadía o quitaba algún detalle. Sí, el general don Primo de Rivera pasó por Mas de Jacinto en 1927, el puente sobre la carretera N-330 (entonces era la 420), no estaba construido todavía y un carro se había atascado en el lecho de la rambla tras una tormenta. El dictador y su comitiva tuvieron que esperar varias horas hasta que desatascaron el carro… Si quieres conocer la historia completa te remito a la publicación que hice en su momento, tiene su interés.1


Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
vista de la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia),
con detalle de gato callejero subido a un árbol (2025)


Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
vista de la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia),
con detalle de gato callejero al sol (2025)


Cuando nosotros decidimos venir a vivir al pueblo -esto fue a finales de los ochenta- había tres tiendas,

la de Luis el Rito en la calle del Rosario, heredera del Pequeño Siglo y otras dos en la carretera de Cuenca-Teruel: una frente a la oficina de farmacia, fundada por Justiniano Hernández, de los Cesáreos y otra frente al supermercado de Verónica, la de Ceferino Gómez, regentada entonces por su esposa, la tía Consuelo. Todas cerraron hace años y de ellas solo queda el recuerdo; un recuerdo vago que cada cual evoca a su manera. La de los Ritos era una tienda de ultramarinos que fue célebre en la comarca, aunque allí vendían casi de todo: aperos agrícolas, alpargatas de veta, cuerdas para samugas...; cosa de ferretería: clavos, tornillería, bisagras...; productos de mercería-paquetería y librería: lápices, libretas y material escolar, así como de alimentación: latas de sardinas y botes de melocotones en almíbar, bacalao, azúcar, chocolates, garbanzos, aceite a granel… Mientras que la de Justiniano era más bien de comestibles y embutidos donde servían también bebidas -vinos y licores-; tenía además el correo. El buzón estaba en la fachada, junto a la puerta de entrada. La cosa postal estaba en un cuartito del fondo a la derecha -en el hueco de una correa de escalera-: tenía una ventanilla de cristal con cerrojito metálico y repisa de madera. Entonces la gente se comunicaba por carta y había mucha correspondencia. Algunos vecinos se acercaban hasta la oficina casi cada día, en espera de noticias de amigos o familiares. También se hacían y recibían certificados y notificaciones oficiales. A la mano izquierda de la entrada y al fondo lucían unos mostradores de madera donde sobresalía una balanza antigua para el peso de los productos. A la derecha había una nevera donde guardaban los helados. Los helados llegaron al pueblo a principios de los sesenta: había cortes de nata, chocolate, vainilla, que se colocaban entre galletas, el precio estaba en relación con el grosor del corte… y los populares polos, simples tozos de hielo hechos con agua, colorantes y edulcorantes. Para los niños de entonces los polos eran los helados más accesibles , no sé si costaban una peseta, palo incluido… Justiniano era hermano de César, Emilio, Paco, Antonio… hijos de Cesáreo Hernández y Emilia García, alias los Cesáreos, gente emprendedora y laboriosa. Justiniano estaba casado con Manuela Rubio, de los Paticortos de Ademuz, y tuvieron dos hijos: Justiniano y Cesáreo. Pero cuando nosotros vinimos a vivir al pueblo, en el 88, la tienda de Justiniano la regentaba Silvia, mujer de Tinoco, del herrero del pueblo y se había modernizado. Quiero decir que ya no era lo que había sido...


Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
detalle de la fachada de una casa en la carretera,
 donde estuvo la antigua Tienda de Justiniano en Torrebaja (Valencia), 2025.

Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
detalle de la fachada de una casa en la carretera,
 donde estuvo la antigua Tienda de CEFERINO GÓMEZ: VINOS Y LICORES en Torrebaja (Valencia),
junto al rehabilitado CINE-TEATRO RESMAN (2025).


En la tienda de Ceferino vendían básicamente vinos y licores,

al menos eso decía en un cartel que lucía en la fachada: CEFERINO GÓMEZ: VINOS Y LICORES. Lo cierto, sin embargo, es que allí se vendían también verduras de la estación, juguetes para Reyes, mariposas para la Virgen, tabaco de picadura y cigarrillos, mecheros de mecha, encendedores de gasolina… recuerdo un aparto fijado a la pared donde se recargaban los encendedores con gasolina y que funcionaba con monedas de a chavo, y también piedras de mechero que el tío Ceferino guardaba en una cajita metálica. Después vinieron los de gas, que también se recargaban con un artilugio especial. Lo cierto es que tenían un sinfín de cosas, pero lo principal del comercio eran las bebidas. La reina de las bebidas era el vino, “los chatos y los palmeros”, acompañados invariablemente por cacahuetes, altramuces -que nosotros tramusos-, y sardinas saladas de las de barril. La cerveza no se bebía allí, sino en los bares. La tienda tenía un alto mostrador a la derecha y mesas con sillas a la izquierda. Sobre la pared de la izquierda había estanterías con multitud de cachivaches. Era frecuentada mayormente por varones: hombres y mozos. Digamos que era propiamente una tasca. Lo más particular eran los reservados del fondo, especie de sancta sanctorum donde solo entraban los iniciados, sobre todos los domingos y festivos, y donde los usuarios pasaban las tardes hablando de todo lo humano y lo divino; esto es, sobre los chismes del pueblo, los problemas del campo, las cosechas... y de la forma de arreglar el mundo. Claro, en España, como en cualquier otra parte hay moralistas sin acción, opinadores sin consecuencia. Me refiero a los que pretenden cambiar el mundo sin levantarse del taburete. Técnicamente les llamaríamos arbitristas de café, en este caso de tasca. Pero de política no se solía hablar, y de hacerlo era en círculos muy cerrados y siempre bajando la voz. Recuerda que estábamos en el medio franquismo, donde había restricciones en asuntos de política, pero no en otros campos. La dictadura de Franco, comparada con el estalinismo en la Unión Soviética o el maoísmo en China, la española era un juego de niños… Al respecto, me viene a la memoria la entrevista que José María Íñigo de hizo en Televisión Española a Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), el 20 de marzo de 1976 -apenas unos meses después de la muerte del general Franco-, en la que sorprendió a los espectadores con sus declaraciones, relativas a la facilidad de la vida que encontró en España. Se refería a la posibilidad de viajar por el país -y al extranjero- sin necesidad de permisos, a la venta de prensa internacional en los kioscos, a poder hacer una fotocopia en cualquier papelería sin más requisitos que pagar su precio… La prensa de izquierdas criticó fuertemente las declaraciones del autor de Archipiélago Gulag y Premio Nobel de la Literatura (1970). Sin ir más lejos, el energúmeno Jean Benet (1927-1993) escribió en Cuadernos para el Diálogo:

Creo firmemente que mientras existan personas como Solzhenitsyn, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir.2

Hay que ser mostrenco y fanático para escribir semejantes palabras, dirigidas precisamente al que había sufrido en sus carnes el infierno comunista.


Recorte de prensa, relativo a premio Nobel de Literatura (1970),
 Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008).


Pero volvamos al hilo,

te decía que lo más característico del establecimiento de Ceferino era el reservado, pero también el tendero que la regentaba. Pero qué voy a contarte, tú lo recordarás igual que yo. Aunque no podemos fiarnos de la memoria; seguro que las cosas que tú recuerdas de él y de su tienda son distintas de las que recuerdo yo. Lo cierto es que la memoria es caprichosa y tiende a gastarnos bromas. Mi evocación alcanza a verle detrás del mostrador -con un guardapolvo gris que solía usar-: el hombre era alto y bien plantado y lucía un bigotito fino típico de su juventud. Era un hombre amigo de la broma, aunque claro, no todos los días mostraba el mismo humor; ni con todo el mundo. Como nos pasa a todos. Le encantaban los niños, a los que solía regalar algún dulce, confites y cosas así. Fue hijo de Tomás el Rito, fundador de la tienda El pequeño siglo, y del Cine local -después, CINE RESMAN-, un hombre emprendedor donde los hubiera. El tío Tomás senior tuvo 18 hijos con tres mujeres, lo que no es ninguna broma; esto da idea del tipo de persona que fue: no solo emprendedor, además era muy laborioso. El tío Ceferino fue represaliado después de la guerra -aunque sin consecuencias graves-, pues cuando le llegó la edad militar se había presentado voluntario por la República para ir a la Unión Soviética a aprender a pilotar aviones. Estuvo por la parte de Kiev, Ucrania. Lo cierto es que llegó a pilotar, pues la guerra terminó antes: eso le salvó de males mayores. Tras la cárcel anduvo trapicheando por las aldeas de la comarca, vendiendo género de la tienda de sus hermanos a los aldeanos -telas de popelín para camisas, pana gruesa para trajes...-: primero con una bicicleta y un carrito, después con un mulo. Finalmente montó la tienda de “Vinos y Licores” en un local junto al cine, en el bajo de una finca construida por su padre, el tío Tomás el Rito.3 Y así pasó la vida, hasta su fin y acabamiento. Casó con Consuelo, una moza de la familia de las Ritas con la que tuvo tres hijos: Ceferino, Teodoro y Aurora. Ceferino junior, el mayor, después de la mili emigró a América y nunca más regresó: primero estuvo en Toronto (Canadá), allí se casó con una enfermera filipina con la que tuvo un hijo. Pero esto fue ya en California (USA), adonde marchó la pareja desde Toronto. El matrimonio se divorció y Ceferino marchó al este, concretamente a Nueva York, donde falleció. Según la familia en accidente de tráfico: en octubre de este año cumpliría los 80 años. Lo cierto, sin embargo, es que conocemos muy poco de la vida de Ceferino hijo en América. Apenas los cuatro trazos esbozados. Su muerte me impresionó mucho, pues le conocí de niño, aunque le recuerdo vagamente. Cuando marchó para América, en la segunda mitad de los cincuenta, yo apenas tenía seis u ocho años. Pero el hecho de que sus padres ya no le volvieran a ver tras su marcha (aunque creo que su padre le visitó una vez en Nueva York), me producía cierto desasosiego, y una gran tristeza -todavía me la produce hoy-, sobre todo por sus padres -particularmente por la madre, que siempre le llamó “Nin”, de Ceferinín-; también por sus hermanos, claro. Ceferino junior fue inhumado en Nueva York, pero en la lapida del cementerio de Torrebaja, donde está enterrado su padre, figura también su epitafio y una fotografía. Lo recuerdo bien, porque su nicho está próximo al de mis padres. Su foto me recuerda siempre la del actor James Dean, una curiosa analogía. Teodoro, el hijo mediano, emigró también a Toronto (Canadá), y allí sigue todavía. Tras jubilarse parece que tuvo la intención de regresar a España, pero al enviudar decidió quedarse en Canadá, y allí sigue todavía. No tuvo hijos. Aurora, la hija pequeña, a la que conocemos como Aurorita, es soltera y vive en Torrebaja. Desde el punto de vista sociológico, una de las cuestiones más azarosas y enigmáticas que cabe observar en las personas es la evolución y el destino de las familias: mientras unas florecen y se multiplican, otras se extinguen o se desvanecen. Podrá parecer un tópico, y seguramente lo es, pero creo y pienso que mientras recordamos a las personas fallecidas estas siguen viviendo.


Paisaje humano del Rincón de Ademuz:
detalle de la lápida de Ceferino Gómez Martínez (1915-1981)
y de su hijo Ceferino Gómez Arnalte (1946-1985).

En suma,

la de Los Ritos, la de Ceferino y la de Justiniano fueron las tiendas de nuestra infancia en el pueblo y su recuerdo está envuelto en un aura de melancolía. Hubo otra tienda, la del Estanco, situada a media calle de la del Rosario -próxima al callejón del Horno y la calle Zaragoza-; pero de esta tienda apenas tengo recuerdos. De hecho no sé si llegué a entrar alguna vez, y tampoco podría decirte con seguridad qué vendían en ella: me dicen que era un ultramarinos parecido al de los Ritos pero de menor envergadura, más sencillo y menos variado. Tenía una puerta de madera plegable a la entrada, y escaparates con grandes cristaleras a los lados. Los escaparates los hizo un gran ebanista ocal, José Garzón Casino, como los del Pequeño Siglo: los recuerdo bien porque en Navidad exponían un belén en el de abajo y juguetes en el de arriba: los niños pequeños nos pasábamos horas mirando las figuras del nacimiento, la cueva con el Niño Jesús hecha con ramas de pino y las montañas con corcho espolvoreadas de harina figurando nieve, por donde iban los camellos de los Magos con sus pajes, y el castillo de Herodes. Tenía multitud de otras figuritas, pastores con haces de leña, ovejas blancas y negras, leñadores cargados con haces de ramas,… y un río hecho con un espejo rodeado de musgo de alguna acequia donde lavaban la ropa algunas mujeres. En el de arriba se exponían los juguetes que habían de traer los Reyes: cochecitos de madera, patinetes, pelotas de goma, muñecas… los niños más pequeños nos subíamos a un escalón de ladrillo que había bajo el escaparate y allí pasábamos las horas, con la nariz pegada al cristal, mirando fijamente lo que nos íbamos a pedir. Al recinto de la tienda se accedía bajando un par de escalones de madera, al frente había un mostrador corrido y el piso era de tablas. Al fondo lucían unas estanterías con los productos de venta, y quiero recordar que había también un pozo con brocal y garrucha en un lado. Pero aunque a la tienda se la llamaba Estanco, allí no se vendían tabacos, sellos ni productos propios de este tipo de establecimientos. El estanco debió tenerlo en épocas anteriores, si es que lo hubo. Estoy evocando los finales años cincuenta, cuando el Rincón de Ademuz estaba poblado por unos 9.362 habitantes de los que 983 censaban en Torrebaja. Podría decirse que el pueblo bullía de gente entonces, era difícil salir a la calle y no encontrarse a alguien, con caballerías arriba y abajo y multitud de niños jugando por las calles, y en la plaza. La tienda del Estanco la regentaba la señora Carmen, mujer del tío Paco; el matrimonio tuvo dos hijos: un chico, Paco y una chica, Tonica: ambos compartían el sobrenombre de Estanqueros: Paco el Estanquero y Tonica la Estanquera. No tenían pérdida ni había confusión posible. La madre, Carmen, pertenecía a la familia de los Peperrojos por parte de madre y a la de los Sebastianos por parte del padre, y era hermana de Amparo la Jesusa; y el padre, Paco, a la de los Cirujanos. El tío Paco, que era quinto de mi padre y del tío José el Chullas, tenía pues dos sobrenombre: unos le nombraban como el Estanquero y otros como el Cirujano. Pacos había muchos entonces, pero este no tenía confusión. Cosas de los pueblos, donde casi todas las familias tenía apodo. El tío Paco sobrevivió muchos años a su esposa, la señora Carmen y tenía un burro muy peculiar. El animal era muy vistoso, grandote y tozudo, de esos que cuando les dices que paren, arrean y cuando les dices que arreen, paran. Yendo por la calle del Rosario arriba pasaba por delante de la casa de mis padres, y a veces el animal se paraba un poco más arriba, por donde ahora vive Maricarmen, la de Antonio Reyes -a esa altura había entonces unas tapias de las que sobresalían unas frondosas higueras-; pues eso, que el burro del tío Paco se paraba allí y por más estacazos que le daba el animal no daba un paso. Ya te digo que el animal era muy desobediente y tozudo. El tío Paco el Cirujano -el sobrenombre le venía de algún antecesor que había sido barbero-cirujano-, era hermano gemelo de María, mujer de Evaristo el Fino. Estos eran hermanos a su vez de Ángel Tortajada Gea (1901-1936), que estaba casado con doña Isabel Marqués Ibáñez (1891-1977), una maestra de escuela natural de Aldehuela (Teruel). Ella fue la maestra de la escuela de Niñas de Torrebaja ya siendo viuda, pero cuando la guerra lo había sido de la del barrio minero de La Azufrera en Libros: allí el marido regentaba una tienda de ultramarinos. Al señor Ángel lo asesinaron en los primeros meses de la guerra. Lo detuvieron en Aldehuela, donde se había refugiado el matrimonio con sus cuatro hijas, y le llevaron preso de regreso al barrio minero. Allí le tuvieron encerrado unos días en la escuela, hasta que lo mataron. Tuvo una muerte cruel: lo metieron en un bidón y lo echaron a rodar barranco del Esparto abajo, y allí le remataron a tiros. No pretendo herir sensibilidades, pero es lo que sucedió. Lo enterraron allí mismo, junto a la rambla, apenas tapado con un montón de piedras; y allí estuvo hasta que acabó la guerra. Su caso no lo recoge la Causa General, pero yo pude documentarlo a través de su yerno, Manolo el Varela, y de sus hijas.4


Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), a la altura de la antigua Tienda del Estanco (2025).

Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), con detalle de la antigua Tienda del Estanco (2025).


En la ventanilla de la secretaría del Ayuntamiento de Torrebaja encontré un periódico de difusión gratuita,

El periódico de aquí: La Serranía/ Rincón de Ademuz. Desconocía la existencia de este medio, pero cogí un ejemplar por un artículo que aparecía en primera plana: Crece el riesgo de pobreza en el Rincón de Ademuz.5 Duele encontrar artículos como este, porque dicen de nuestra tierra, algo que uno lleva dentro, y por ser el lugar que uno ama. Para amar un territorio no basta haber nacido en él, hay que haber crecido y descubierto cosas esenciales de la vida en su paisaje. Se ha dicho que “uno es de donde hizo el bachiller” -la frase se atribuye a Max Aub, pero podría ser de otros-; aunque no es más que una metáfora para indicar que se es de donde uno ha iniciado su despertar al conocimiento y la experiencia intelectual. Quiero creer que es así, pero tampoco podría aseverarlo. Estoy hablándote de sentimientos, algo difícil de explicar y que proviene de lo más profundo de uno mismo. Josep Pla lo describe bien con una frase de su novela arriba citada: “Para vivir, el agua es tan importante como los sentimientos”. Es sabido que los seres vivos no podemos vivir sin agua, porque el agua es un elemento básico para la vida, y en gran parte somos agua; lo que no resulta tan comprensible es el hecho de que tampoco podamos vivir sin sentimientos. Comparados con el agua, los sentimientos son lo que mantienen viva el alma, dado que contienen el sentido de vivir. Podría decirse que sin agua el cuerpo se deshidrata y muere; de la misma forma, sin sentimientos, la vida del ama se vacía, convirtiéndose en pura supervivencia biológica: vivir sin sentimientos es como secarse uno por dentro. Pero, ¿qué son los sentimientos, cómo los definimos? De los sentimientos se ha dicho que son algo así como las “resonancias internas de nuestras emociones”, una especie de “eco más duradero y reflexivo de lo que sentimos de forma inmediata”. Valga un ejemplo meteorológico: La emoción es el relámpago (ira, alegría, miedo, sorpresa…). El sentimiento es la luz que queda después: afecto, tristeza, gratitud, amor, resentimiento… en última instancia, se trata del resultado de combinar lo biológico (reacciones químicas del cerebro), lo sicológico (memoria, pensamiento) con lo social (cultura, formación, educación). Más allá de la metáfora, se trata de una verdad antropológica: el agua sostiene el cuerpo, los sentimientos el alma. Sin agua morimos, sin sentimientos dejamos de ser humanos. Al respecto, Orwell decía: “Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano”.


Página de El periódico: La Serranía | El Rincón de Ademuz con el artículo de Judith Celma:
"Aumenta el riesgo de pobreza en el Rincón de Ademuz" (2025).


Pero volvamos al hilo de lo que te decía,

el artículo de Judith Celma se refiere al aumento del riesgo de pobreza en la comarca, esto según el último informe del Instituto Valenciano de Estadística (IVE), que lo sitúa en el 18,9% (2024), un punto por encima del año anterior. Podría considerarse un consuelo, pues aún así estamos por debajo de la media de la Comunidad Valenciana. Pobre consuelo, ciertamente. Pero, ¿realmente corremos riesgo de pobreza, nos estamos empobreciendo en la comarca? El riesgo de pobreza de un territorio se mide por la Tasa AROPE, que mide el porcentaje de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, teniendo en cuenta varios parámetros: los ingresos, la carencia material y social severa, y la baja intensidad laboral de sus vecinos, residentes o moradores. Por carencia material cabe entender pagar la calefacción, hacer una comida con carne o pescado cada dos días, poder hacer frente a imprevistos económicos, vacaciones, etc. En suma, una persona se considera en riesgo de pobreza o exclusión si cumple al menos una de estas tres condiciones expuestas. Si la tasa sube significa que hay más población empobrecida o socialmente excluida. Si la tasa baja, significa que hay mejor cohesión social y menor vulnerabilidad. Para hacer una lectura correcta de la tasa citada hay que tener el cuenta la situación geográfica de la comarca, la despoblación, la baja tasa de nacimientos el envejecimiento de la población, la actividad económica principal y los salarios, las comunicaciones… Sin embargo, pese a todos los factores negativos que puedan sumarse, la calidad de vida y los servicios de que disponemos hoy los vecinos, son relativamente buenos, incomparablemente mejores que décadas atrás. Nunca se ha vivido mejor en los pueblos del Rincón de Ademuz que ahora, me refiero a los servicios, al urbanismo, a la calidad y comodidad de las viviendas. Es cierto que han desaparecido muchas tiendas, antaño había varias en cada municipio, mientras que hoy solo hay en Ademuz y Torrebaja. Pero han aparecido otras formas de comercio y negocios como el servicio a domicilio de frutas y verduras, y de alimentos en general. Ha surgido el servicio bancario móvil, persisten algunos mercadillos semanales, con congelados, ropa, calzado… que aunque bajo mínimos, cumplen su misión. La mayor parte de los ingresos provienen de las pensiones de jubilación, y no es lo mismo vivir con una pensión de viudedad o no contributiva que con la pensión máxima de los jubilados que cotizaron como profesiones liberales o funcionarios de primer nivel. No obstante, según indican los números y las estadísticas, el riesgo de pobreza en la comarca aumenta; pero, paradójicamente, nunca se había vivido tan bien. Como sueles decir tú: En la ciudad tenemos de todo, pero vivimos peor...


Paisaje rural del Rincón de Ademuz:
pienso embolsado para el ganado en El Rento de Torrebaja (Valencia), 2025.


Del verano no tengo mucho que contarte,

las mañanas las suelo pasar en el huerto y por las tardes -cuando el calor baja- salimos a pasear por los caminos de las riberas. A principios de verano hubo unos días de muchos mosquitos, pero enseguida desaparecieron. El huerto me ocupa mucho tiempo, aunque como todo va por momentos, según avanza la estación y la producción de la hortalizas. Tengo también algunos frutales, un par de membrilleros, un cerezo temprano, un ciruelo, dos higueras (de higos blancos y negros), dos nogales Franquette, un peral de invierno (peras de Roma que dicen aquí), un caqui de la variedad Rojo Brillante… y oliveras Picual. Cuando ya no pueda hacer el huerto, las oliveras tirarán igual, pues necesitan pocos cuidados. También tengo parras (de uvas blancas y negras), un tilo, un castaño borde y dos cipreses: árboles de sombra y adorno. Una vez en marcha hay que seguir la rutina de riegos, sulfatos y abonos. No me gusta sulfatar con productos químicos, pero si no lo haces la producción se resiente mucho. Esta temporada he utilizados un producto casero para sulfatar, basado en agua (9 litros), leche entera (1 litro), bicarbonato (2 cucharadas), aceite de girasol (50 ml). El producto es más bien preventivo de plagas, pero creo ha sido efectivo. Me ha evitado los químicos contra orugas, pulgones, hongos… También he utilizado trampas para los insectos, que han dado estupendo rendimiento a contar por el número de bichos capturados. Utilizo botellas de plástico a las que hago varios orificios del tamaño de un bolígrafo en la parte central, atadas por el cuello con una cuerda y puestas entre los tomates y verduras, en cuyo interior se pone una mezcla de agua, vinagre de vino y lavavajillas. Las botellas hay que ir rellenándolas como el producto se evapora. Hay quien utiliza solo agua y detergente o vinagre y agua. Las más efectivas son las que contienen vinagre. Parece que el fuerte olor del ácido acético atrae a los insectos. Los insectos entran en la botella por los orificios y después no saben salir; agotados, caen al fondo y se ahogan. Una lástima, porque no dejan de ser seres vivos, y da pena verlos revolotear hasta el agotamiento; pero no hay forma de ahuyentarlos y estropean las frutas y hortalizas. Deben entrar los insectos más tontos; una vez observé el aleteo de una avispa, que consiguió salir...


Paisaje urbano del Rincón de Ademuz:
calle Fuente en Torrebaja (Valencia),
con detalle del cartel que anuncia la XI Feria de la Manzana Esperiega de este año (2025).


Me preguntabas por la Feria de la Manzana Esperiega,

si se iba a celebrar este año. Pues sí, ya está en marcha, he visto banderines anunciando el XI evento comarcal, que tendrá lugar en Casas Altas, los días 14, 15 y 16 de noviembre, Dios mediante. Esta fiesta tiene cierto arraigo y podría considerarse heredera de las Ferias de Otoño que se celebraron en los años noventa. Su preparación conlleva mucho trabajo, pero vale la pena; los lugareños la esperan con gran ilusión, y si el tiempo acompaña es de esperar que venga mucha gente forastera. Lo más llamativo, sin embargo, es que cada año hay menos manzanas. Al paso que vamos, si la celebración se extingue será por falta de cultivadores y de manzanas. Yo tengo la impresión de que si no cambia la dinámica, nuestra generación verá desaparecer los manzanos de la zona. Dios quiera que me equivoque…


Tengo que dejarte,

ya sé que te gusta recibir noticias del pueblo con mis reflexiones, pero tampoco quiero abusar. Ya conoces el dicho: Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Recibe un fuerte abrazo desde Torrebaja, y recuerdos para todos. Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).


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1 SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Don Miguel Primo de Rivera, de paso por el Rincón de Ademuz, en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del jueves, 1 de marzo de 2012.

2 CERVERA, César. Las duras críticas de la izquierda española al premio Nobel que denunció los gulag soviéticos, en diario ABC del 11 de diciembre de 2018, actualizado el 9 del agosto de 2022. 

3 ID (2009). Luis Gómez Martínez, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 201-207.

4 ID (2009). Acerca del asesinato de Ángel Tortajada Gea (1901-1936), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 451-463. ID. Acerca del asesinato de Ángel Tortajada Gea (1901-1936), comerciante de Torrebaja en el barrio de Las Minas de Libros (I y II), en el sito web Desde el Rincón de Ademuz, martes 19 de febrero de 2013.

5 CELMA, Judith. Aumenta el riesgo de pobreza en el Rincón de Ademuz en el último año, en El periódico de aquí: La Serranía/ Rincón de Ademuz, de agosto/septiembre de 2025, p. 10.