De la participación de las parroquias del Rincón de Ademuz
en el Septenario moyano.
“La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”
-Platón (427-347 a.C.), filósofo griego-.
El sábado
pasado -24 de septiembre de 2011- estuve en Moya (Cuenca) con el Coro Interparroquial
del Rincón de Ademuz, que fue para cantar una misa en honor de la Virgen de Tejeda, “perla
del Marquesado”. La idea de ir en peregrinación a Moya para visitar a la Virgen surgió en una
reunión de la Cofradía
de Santerón (Vallanca). Sin embargo, la invitación al coro la cursó el
párroco de Moya -don Daniel Jiménez- al arcipreste de Ademuz -don Eduardo
Rengel Albert-: convidando así a las gentes de este arciprestazgo valenciano
a participar en los actos del LIV septenario moyano.
El Coro
Interparroquial está formado por los coros de las distintas parroquias
rinconademucenses -Ademuz, Casas Altas, Casas Bajas, Vallanca y Torrebaja- y lo
componen básicamente mujeres y unos pocos hombres, además del director -Abel
Muñoz Sánchez (Casas Altas, 1944)- y el organista -Daniel Aparicio Sánchez (Torrebaja, 1941)-: de alguna forma, las voces uncidas por la música del órgano
representaron por un momento a las gentes que habitan el Rincón de Ademuz,
comarca que siempre ha profesado gran fervor por la Virgen de Tejeda.
Detalle del cartel anunciador del LIV Septenario de Moya (Cuenca), en El Arrabal (2011). |
Zona de aparcamiento en El Arrabal de Moya (Cuenca), 2011. |
Para llegar a
Moya desde nuestra comarca el mejor trayecto es por la nueva carretera de
Manzaneruela (Cuenca) a Torrebaja: arribados al “Pinar Llano” hay que estar
atentos, para tomar un desvío que aparece enseguida a la derecha, en dirección
Pedro Izquierdo, lugarcillo desde el que ya se divisa el imponente cerro sobre
el que se asientan las ruinas de la antigua Moya, capital del marquesado de su
nombre: la vista es espléndida, pues el cerro coronado por las murallas de la
fortaleza es singularmente hermoso, con el sol iluminando la vertiente
meridional.
El trayecto es
corto, lo hacemos en coches particulares que ponen los propios miembros del
coro y sus acompañantes. Rápidamente llegamos a Santo Domingo, para seguir por
la izquierda la carreterita que viene del norte, procedente de Algarra y Casas
de Garcimolina, en dirección a Huertos de Moya y Landete. En pocos minutos arribamos
a un desvío que aparece a la derecha, una trocha polvorienta que asciende hasta
El Arrabal, el caserío que se asienta a los pies del castillo de Moya. Los del
lugar han levantado un arco de bienvenida para la Virgen, y las humildes
casas están engalanadas de banderitas multicolores, con colchas y banderas de
España rodeando los balcones. Aparcamos en unas rastrojeras que hay a ambos
lados del camino, para llegar andando al punto donde se halla la parada de
microbuses que han dispuesto al efecto, para trasladar a los peregrinos hasta
la entrada de la fortaleza.
Interior de la iglesia de Santa María la Mayor en Moya (Cuenca), antes de la celebración (2011). |
Cuando
llegamos a la parada ya hay gente esperando, pese a ser varios los vehículos
que realizan la subida. Montamos en el microbús, pagando un euro por persona,
pero el precio es sólo por la subida, para bajar hay que pagar otro tanto, o
bajar andando. Según me explica el joven conductor, han tenido una semana muy
ajetreada, baste decir que el sábado anterior, 17 de septiembre, día siguiente
de la arribada de la Virgen
a Moya, recaudaron más de cinco mil euros, según demostraban los billetes
expedidos.
Desde el punto
de parada hasta la iglesia de Moya hay un trecho asfaltado y otro de tierra y
mal empedrado; entramos en la fortaleza atravesando las ruinosas murallas de
almenas desdentadas, imaginando lo hermosas que serían en tiempos de su mayor
esplendor. La imagen de la
Virgen de Tejeda lleva tres siglos largos atravesando estas
mismas murallas, camino de “su casa”, en la iglesia de Santa María -a la que se
denomina “la mayor de Moya”-. Salió de Garaballa en la madrugada del día 16,
para llegar a Moya al atardecer, tras 18 kilómetros de
viaje con paradas, portada sobre los hombros de las devotas gentes de los
términos que atraviesa: Garaballa, Landete y Moya, y yendo precedida por ocho
danzantes que no paran de bailar en todo el trayecto.
Al arribar a
la iglesia de Moya lo primero que llama la atención es el arco vegetal que hay
dispuesto a la entrada, se trata de un arco de bienvenida basado en una
estructura de madera forrada con ramas de sabina o ciprés, conformando cuatro
arcos de medio punto y cúpula, que luce banderitas en las esquinas: bajo dicho
arco pasa la imagen de la
Virgen antes de entrar en “su casa” de Moya, y también al
salir. La entrada del templo es singular, posee un atrio porticado y una
escalera con dos tramos. Lo primero es acercarnos para saludar a la Virgen y al Niño, que se
hallan junto al presbiterio, lado del evangelio: llegó con manto rojo, pero hoy
porta uno morado y sus andas se hallan ricamente adornadas de preciosas flores
naturales.
En tanto
comienza la celebración, unos aprovechan para fotografiarse junto a la virgen
con amigos y familiares, mientras otros visitan el templo. Se trata de un edificio
con planta rectangular, una sola nave y arcadas apuntadas de ladrillo: la
techumbre posee artesonado de madera a dos aguas, en cuyo presbiterio luce un
retablo barroco, con coro alto a los pies. Al coro se accede por una escalerita
de caracol que hay junto a la puerta meridional, la misma escala continua hasta
el piso de campanas, donde también se halla un antiguo reloj de principios del
siglo XVIII, restaurado en Barcelona hace unos años. La torre es de tipo
espadaña, con dos ojos para los bronces.
El Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz (Valencia), durante su actuación (2011). |
El templo se
va llenando rápidamente: mientras la feligresía toma asiento, el organista
armoniza los tonos del instrumento y los miembros del coro ocupan su lugar.
Todo está ya dispuesto, salen los clérigos y el organista arranca con un canto
de entrada: “Hija de Sión”, que es un himno a la Virgen en castellano,
aunque se va a cantar la misa de san Pió X –el gran reformador de la
música litúrgica- que es toda el latín. Continua con el “Kyrie”
otro cántico que eriza el vello y sigue con el “Gloria”, que
emociona por su magnificencia y excelsitud; el “Credo” no se
canta, por su extensión; viene después el “Sanctus” y el “Benedictus”,
estupendamente entonados, en los que se reconoce la santidad y majestad del
Señor como Dios del universo: hermosos cantos que demuestran las bellezas de la
religión cristiana, como ya reconocía en El genio del cristianismo (1802) el fundador del romanticismo en la literatura francesa, François-René de Chateaubriand (1768-1848).
En el coro
predominan las voces femeninas, aunque las pocas masculinas son muy recias, lo
que favorece el contraste. Los cantos de Entrada, los salmos, el Ofertorio, el
Aleluya y las letras de comunión son también en castellano, y no tienen que ver
con esta misa, pero enriquecen el conjunto. La celebración concluye con un
canto final, el “Himno a Nuestra Señora de Tejeda”, bella
composición que refleja la fe de los devotos: “Porque eres de mi terruño/
todo su orgullo, su tradición;/ tesoro de mis mayores/ y es nuestra herencia tu
devoción”. El coro, director y organista, están satisfechos con el
resultado, corroborando las palabras de san Pío X, cuando dice: “Ni hay que
cantar, ni hay que rezar durante la misa; hay que cantar y rezar la misa”.[1]
El Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz (Valencia), durante su actuación (2011). |
Tras la celebración, la
feligresía va desalojando la iglesia, saliendo por ambas puertas del templo.
Sorprende la cantidad y variedad de gentes que se han dado cita en este día,
próximo a concluir el LIV Septenario de Moya. De facto pueden verse vecinos de
casi todos los pueblos del marquesado, del Rincón de Ademuz y otros pueblos del
entorno, demostrando –como bien ha dicho el párroco de Moya- que la fe no tiene
lindes, pues la festividad de la
Virgen de Tejeda sobrepasa las fronteras físicas, políticas y
culturales establecidas por la historia, uniendo a los creyentes en una misma
devoción. Pedimos a la Virgen
por nuestros familiares, amigos, vecinos y conocidos, para que interceda por nosotros
y nos guarde hasta el próximo septenario, prefiriendo no pensar en los años que
tendremos para entonces.
Pórtico de la iglesia de Santa María la Mayor de Moya (Cuenca), 2011. |
Los miembros
del coro también se despiden y dispersan, yendo cada uno para su lugar. Un
grupo de ellos ha reservado mesa en un restaurante de Landete, donde quedan
para comer: después de cantar y celebrar a la Virgen también hay que comer, pues –como diría el
clásico-: Sin condumio no hay fiesta que valga... Vale.
De la Real Academia de Cultura
Valenciana (RACV).
NOTA:
[1] El Papa san Pío X (1903-14), siendo Patriarca de Venecia, el 1 de mayo de 1895 publicó una carta pastoral acerca del canto y la música de Iglesia: “El canto y la música sacra por su melodía deben excitar a los fieles a la devoción, disponiéndolos a recibir más fácilmente los frutos de la gracia que acompañan a todos los santos misterios celebrados con solemnidad. [...] la música sacra debe por esto mismo armonizarse con el texto y presentar las cualidades sin las cuales no sería más que un entremés: en particular, la santidad, la perfección del arte y la universalidad”.
Miembros del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz, a la salida del restaurante en Landete (Cuenca), 2011. |
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