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lunes, 7 de noviembre de 2011

EL CEMENTERIO VIEJO DE “SANTA BÁRBARA” EN TORREBAJA (VALENCIA).

   Breve reseña historiográfica del lugar, 
como propuesta para la recuperación urbana de su solar.



“Incierto es el lugar donde la muerte te espera; 
espérala, pues, en todo lugar
-Lucio Anneo Séneca (2 a.C-65 d.C),
filósofo latino-.

"La cultura se basa en el tratamiento que se da a los muertos.
La cultura se desvanece con la decadencia de las tumbas"
-Ernst Jünger (1895-1998),
escritor, filósofo e historiador alemán-.





Palabras previas.

Desconocemos cuál fuera el primer cementerio de Torrebaja (Valencia), pero si nos remontamos en la historia local veremos que cuando el obispo de Segorbe -don Gaspar Jofre de Borja (1530-56)- gira la Santa Visita Pastoral a la diócesis (en 1534) ya había aquí una iglesia bajo la advocación de Santa María, entonces Torrebaja ere conocida como La Torre Hondonera.1

La Visita del prelado segobricense a Torrebaja confirma la existencia de una iglesia parroquial en la localidad –seguramente de fundación patronal-: ésta agruparía una pequeña comunidad, con un cementerio anejo al templo. Tampoco existen referencias acerca del lugar donde se ubicara la iglesia y el cementerio de entonces, pero es de suponer que fuera en el mismo solar donde se halla la actual.

Siguiendo la cronología histórica vemos que a principios del siguiente siglo (XVII), el testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque, señor del lugar de Torrebaja (1638) recoge algunas referencias a la iglesia, donde pidió ser enterrado a su fallecimiento (1643): “Primeramente quiero y es mi voluntad que mi cuerpo sea llevado á la iglesia de este dicho lugar y enterrado y sepultado dentro de la Capilla Mayor, junto al Santísimo Sacramento”.2 No podemos aseverar que la iglesia del lugar de Torrebaja a que se refiere el informe del obispo Jofre de Borja (1534) sea la misma que menciona don Diego en su testamento (1638), pero es muy probable que lo fuera. Don Diego fue inhumado dentro de la iglesia, pero el común de los habitantes, renteros y aparceros que moraban en el Lugar, lo serían en algún cementerio anexo. Por otra parte, la iglesia que el señor de Torrebaja menciona en su testamento no era la que conocieron nuestros padres y abuelos, pues esta iglesia, aunque de pequeñas dimensiones, era demasiado grande para ser la misma de principios del siglo XVII, cuando el Lugar fuera una alquería formada por unas treinta casas en la jurisdicción de Castielfabib (Valencia). De hecho, la bibliografía dice:

Por los años 1678 a 1686 se llevó a cabo la construcción de la iglesia de nuestros padres y algunos de nosotros todavía hemos conocido y que hoy se encuentra derruida porque amenazaba ruina.3

La cita reseñada carece de referencias (documentales y bibliográficas); pero, a tenor de lo dicho arriba, es razonable pensar que así fuera. Al respecto, tenemos noticia de la “destrucción de la iglesia parroquia de Santa Marina de Torrebaja por un aparatoso incendio”, tras el cual “don Jaime (Ruiz de Castellblanch) promovió la labra del nuevo templo a principios de la década de 1660".4 Admitiendo la cita como cierta, la reconstrucción de esta iglesia en los años sesenta del siglo XVII debió hacerse sobre el mismo solar y cementerio anexo de la anterior: en todo caso dicha iglesia se orientaba de este (pies) a oeste (cabecera), con la puerta principal abierta en la fachada este (donde La Replaceta: actual plaza rey don Jaime), aunque su entrada habitual era por una puerta abierta en la fachada meridional, a la que se accedía a través de un patio enlosado. Como prueba de la existencia de un cementerio en dicho lugar hay un texto manuscrito en el Libro de Actas del Ayuntamiento de Torrebaja, datado el 19 de agosto de 1906, que dice:

[...], que estando en mal estado el patio de esta iglesia y con el fin de evitar que se vean los restos de nuestros antepasados se enlose el expresado patio para los efectos indicados.5

Del texto de referencia se deduce que a principios del siglo XX (1906) este cementerio anexo a la iglesia (de nuestros padres y abuelos) ya no estaba en uso, aunque debería haber otro, como ciertamente lo había. Precisamente, a mediados del siglo XIX (1849) encontramos una referencia a la iglesia y el cementerio de Torrebaja, que dice:

TORRE BAJA: con ayunt.to al que está agregado el de Torre Alta [...] Tiene 100 CASAS de mediana fáb.; escuela de niños dotada con 1.100 rs.; igl., parr. (Sta. Marina) de primer ascenso, servida por un cura de patronato del señor territorial [...], y un sacristán que nombra el párroco, y un cementerio.6

El cementerio al que se alude en el párrafo precedente era con toda seguridad el antiguo cementerio de Santa Bárbara, actualmente desaparecido.


Vista nor-occidental del viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia), 1956-57
[Fotografía procedente del archivo familiar de  Luis B. Lluch Garín (1907-1986)].


Aproximación descriptiva al viejo cementerio.

Del cementerio de Santa Bárbara conservo algunos recuerdos, pues durante mi infancia en Torrebaja –años cincuenta y primeros sesenta del siglo XX- los niños solíamos frecuentar el lugar, de paso hacia La Presa, nuestro lugar de baño preferido.

El viejo campo santo –ya abandonado por entonces- se hallaba en la partida de Santa Bárbara, ubicándose a la izquierda del camino que bajaba desde la carretera N-420 al río Ebrón: tenía forma cuadrangular, rodeado de tapial y piedra arenisca, con tejas en la parte alta. La entrada, apenas un portón de tablas, quedaba en la fachada de levante, junto al camino que descendía hacia La Hoya; por la parte que tocaba al camino de La Presa corría una acequia de riego, mientras que por el suroeste aparecía rodeado de huertas.

Su interior estaba poblado de malas hierbas y raquíticos cipreses; no había nichos, pues todos los difuntos estaban inhumados en tierra. Sin embargo, en las tapias había algunas lápidas a modo de señalizaciones mortuorias, cuyos ladrillos cerámicos contenían curiosas inscripciones y dibujos coloreados. No obstante, lo que mejor recuerdo del lugar es una pequeña estancia, a modo de panteón, que había junto a la tapia de entrada: los niños más atrevidos trepábamos por el muro hasta el tejado del mausoleo, ya muy deteriorado por entonces; a su través podía verse una caja de muertos forrada con tela negra, elevada sobre unos pilones de obra con tablillas. La tapa del féretro estaba desplazada -quizá alguno de los chicos mayores la había removido-; en su interior se veían los restos de un cadáver, vestido con ropaje clerical, que todavía conservaba los zapatos y el bonete puestos... Según parece, dicho enterramiento correspondía a un antiguo párroco y virtuoso varón de Torrebaja: don Antonio Valero Arnau –del que dice la bibliografía-:

Sabios y virtuosos varones dió nuestro pueblo, entre ellos don Antonio Valero Arnau, cuyo panteón se conserva en el cementerio viejo.7


La escritora y periodista valenciana Mª Ángeles Arazo (Valencia, 1930), durante una estancia en el Rincón de Ademuz recogió sus impresiones del cementerio viejo de Torrebaja, plasmándolas con poéticas palabras en su entrañable libro –Gente del Rincón (Valencia, 1966)-:

Desde la carretera no se ve ni una cruz, ni una lápida; sólo sus cipreses de cúpula muy alta y puntiaguda./ [...] El cementerio está rodeado de huertas, y corre entre ellas una acequia casi cubierta por las zarzamoras y las campanillas silvestres./ No hay puerta, no hay verja. El muro está hendido con invitación, como abrazo, como boca. Y dentro se mece un campo de espigas que borraron las fosas, los nombres, las fechas. Las espigas han brotado con fuerza, con la savia alimentada de raíces hondas, humanas, nuestras./ Ni tristeza ni muerte; paz en esa vida vegetal, cálida, de las espigas, de las higueras nacidas en una esquina, de los cipreses que miran erguidos hacia el cielo y el sol./ Hace muchos años que Torrebaja dejó su viejo cementerio. Muchos años que nadie lleva flores, que nadie se hinca de rodillas, que nadie llora, que nadie murmura una plegaria. Y el cementerio es del polen, de la simiente, de los pájaros, de los lagartos./ Las espigas crujen dulcemente si se tronchan, pero la mayoría, después de nuestros pasos, se levantan de nuevo y siguen como alfombra; mejor dicho, como colcha amorosa de un pasado hundido en la tierra./ Unos pocos nichos en la pared de la sombra, donde no han salido plantas ni los lagartos duermen su siesta dorada.8


Recogió también el texto de algunas de aquellas lápidas -la negrita es mía-:


Aquí murió de 23 años

Ramón Cañizares Arnalte,

a consecuencia de una pedrada

que le tiró Guillermo Cortés,

estando en su finca, en 1917.

Recuerdo de su padre.


La inscripción resulta conmovedora por la sencillez con que relata los hechos, recogiendo el desconsuelo del padre, que quiso dejar constancia de su sufrimiento grabando en los ladrillos el nombre del homicida de su hijo... La investigación del hecho me llevó a los libros de defunción de la parroquia, donde pude comprobar su veracidad, inquiriendo también entre los vecinos, para averiguar algo más del matador y del muerto. La vecina Trinidad Martínez Arnalte (Torrebaja, 1941), hija de Gregorio y Josefina me refirió:

Había aquí (en Torrebaja) una familia ya desaparecida, a la que llamaban los Corteses, entre los que se hallaba el tío Marino Cortés. Este hombre, algo cargadito de espaldas, era de la quinta de mi padre –se refiere a Gregorio Martínez Gómez (1895-1986)-; después de la guerra todavía coció pan en el horno viejo... Resulta que la madre del tío Marino murió siendo él niño; y al enviudar el padre, al que llamaban Guillermo, se casó con una tal Leonor, hija de la “tía Cuentas”, que vivía en Las Eras. De este matrimonio nacieron varios hijos... Uno de ellos, el “que tenía los dientes muy salidos”, estaba cuidando algún animal, una oveja o lo que fuera, en esa parte de la huerta que llaman Los Escaños, y otro mozo que estaba trabajando en otra finca vecina parece que lo despachó de allí por alguna razón. Entonces el crío fue llorando a su casa, quejándose de que fulano lo había echado de malas maneras... La madre, tras escuchar las quejas del hijo, indicó al marido: Si no vas y lo matas no eres hombre... La frase da entender que probablemente ya existía alguna desavenencia entre ambas familias. Sin embargo, sus palabras debieron ser sólo una expresión, porque seguramente lo que había ocurrido con el hijo no era para tanto. El caso es que el tío Guillermo fue al sitio y después de algunas palabras con el otro se acaloró, cogió una piedra y se la tiró al mozo que había echado a su hijo, con tal mala fortuna que le arreó en la cabeza y lo mató... El mozo muerto se llamaba Ramón, tenía veinte y pocos años y era hermano de José Cañizares Arnalte, alias el Zapatos, padre de Ramón (1919-2003), Daniel (1923-2007), José (1926-93) y Blas Cañizares González (1933-2009).


El contenido textual de la lápida del desaparecido cementerio de Santa Bárbara parece indicar que el finado murió en la misma finca donde recibió la pedrada, pero el acta de defunción dice que falleció “a consecuencia de/ un absceso del cerebro y probable meningo-encefalitis aguda consecutiva”. Ello nos permite deducir que la pedrada debió recibirla en la cabeza, produciéndole una herida, probablemente abierta, la cual evolucionó hacia un absceso o infección que afectó las meninges y en encéfalo, esto es, las coberturas de la masa encefálica y el propio cerebro, siendo esta la causa inmediata de la muerte del joven, que tendría lugar días o semanas después de la pedrada.9


La inscripción de otra lápida, dice -la negrita es mía-:


Aquí yace Blasa Gómez Asensio 

murió día 11 de diciembre el año/ 1887 a los [53 años de] edad.

Le dedican este recuerdo sus ijus.

Quristianos si en el cementerio entráis

de nosotros acordaros y rezar un padrenuestro

porque de penas salgamos.


Según vemos, la difunta Blasa Gómez Asensio (1834-1887) está enterrada en el cementerio viejo de Santa Bárbara, pero su nombre aparece en la lápida de su esposo –Antonio Esparza Esparza (1837-1920)- que falleció a los 83 años, el 30 de abril de 1920, siendo el primero que se enterró en el cementerio nuevo de Los Llanos.


En la última lápida puede leerse -la negrita es mía-:


Aquí yace José Gómez y Gómez.

Falleció el día 5 de junio/ de 1898 a los 56 años de edad.

Adiós esposa eijos que me boiades

cansar que Dios del cielo me llama

adiós ala eternidad.


La periodista se despide manifestando sus impresiones del lugar:

La tarde, con el rumor de la acequia, con el piar de los pájaros, con el olor a monte, a hierbas, es como un canto de vida en el pequeño cementerio de Torrebaja./ Las espigas, los cipreses, las enredaderas; todo crece con libertad, como en un campo virgen donde el aire dejara el polen, donde la tierra se abriera en surcos para acunar su simiente. Una tierra que alimenta sus raíces, que son hondas, humanas, nuestras.10


Recuerdo que frente al viejo cementerio de Santa Bárbara, adosada al talud de la carretera, había un pilón de obra cobijando en su hornacina unos ladrillos cerámicos con la figura multicolor de Santa Lucía, portando en una mano la palma, símbolo de su martirio, mientras con la otra “sostiene el plato donde descansan sus ojos” –según refiere la periodista-.

Los cementerios suelen estar rodeados de leyendas, ensueños y supersticiones. Quiero evocar al respecto una anécdota que me contara la arriba citada, señora Trinidad Martínez Arnalte (Torrebaja, 1941), que dice:

Me contaba el tío Vidal –se refiere a Vidal Gómez Muñoz-, hermano de la tía Dolores “la Tietea”, que siendo él un chaval de catorce o quince años, lo mandó su padre a regar un huerto que tenían en la zona de Santa Bárbara, inmediato a las tapias del cementerio viejo... El huerto tenía un mangrano que crecía en el talud, entre la acequia y el camino. El muchacho se resistía a ir, porque tenía miedo del campo santo, pero el padre insistía en que fuera: “¡Vidal, arrea a regar el huerto... y no me acalores!”. Pero la madre le señalaba al marido: “¡Mira que si le pasa algo al muchacho, tú tendrás la culpa...!” El caso es que el muchacho tuvo que ir a regar, aunque ya era boca noche. Explicaba el tío Vidal: “Al primer azadazo que doy siento un ruido en el cementerio, me giro y cátate que veo un bulto negro en la tapia, y después otro ruido... Tiré la azada y eché a correr carretera adelante, y hasta que llegué a la casa del Mingo no me giré...”. Cuando llegó a su casa la madre se sobresaltó de ver al muchacho tan espantado, que no podía ni respirar... Por eso la madre le decía al padre: “¡Como le pase algo al chiquillo te acuerdas...!”. Al muchacho no le pasó nada, excepto un gran susto... [La explicación del suceso está en que] Por esa época había fallecido el padre de la tía Julia –se refiere a Julia Gimeno Luis (1902-85), alias “la Perica”-, cuya familia vivía en el callejón de la Talega. Y parece que la esposa se perturbó algo con la muerte del marido... Un día la encontraron en el cementerio, desenterrando al marido con las manos. Cuando la encontraron llevaba la fosa a mitad, y por poco lo saca fuera... El bulto que el joven Vidal vio saltar la tapia del cementerio era el de la pobre viuda, que buscaba desesperadamente al amado esposo fallecido...


Según los datos obrantes en el Archivo Histórico Municipal de Torrebaja, el viejo cementerio de Santa Bárbara, se había quedado obsoleto, especialmente desde la mortandad habida a mediados de los años ochenta del siglo XIX (1885), por efecto del cólera que tan gravemente afectó a la población y las epidemias de gripe de principios del siglo XX.11 Ello fue la causa de que el Ayuntamiento solicitara permiso administrativo para la construcción de un nuevo campo santo en Los Llanos –entonces término de Castielfabib-, que admitió su primer enterramiento el 30 de abril de 1920. Con todo, el último que se enterró en el cementerio viejo de Santa Bárbara fue Pedro Tortajada Barba, de 23 años, fallecido el 5 de febrero de 1920. Su acta de defunción dice:

En el pueblo de Torrebaja, Provincia de Valen-/ cia, Diócesis de Segorbe y día seis de febrero/ del año mil nuevecientos veinte: Yo el infra-/ firmado Cura parroco de la iglesia parroquial/ de Sta. Marina, mandé dar sepultura eclesiás-/ tica, transcurrido que fue el tiempo legal al/ cadáver de D. Pedro Tortajada Barba, soltero/ de veintitrés años de edad, natural y domi-/ ciliado en esta parroquia, hijo legítimo de/ D. Antonio y Da. Isabel, que falleció el día/ anterior a los ocho horas a consecuencia/ de Tuberculosis pulmonar según relación/ facultativa, recibió los Santos Sacramentos/ de Penitencia, Viático y Extrema=Unción, que/ le fueron administrados por mí, no otorgó/ testamento. Recibió cristiana sepultura en/ el cementerio de esta parroquia y se celebró en/ sufragio de su alma medio funeral. En fe de/ lo cual lo firmo, lugar y fecha ut supra./ Luis Tortajada Gómez, Pbro. Cura.12


Llamativamente, en el libro de Defunciones de la parroquial no hay ninguna reseña ni señal que indique el cambio de cementerio.


Vista noroccidental del viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia), 1956-57
[Fotografía procedente del archivo familiar de  Luis B. Lluch Garín (1907-1986),
publicada por el autor en el diario Las Provincias, el martes 20 de septiembre de 1966].

Una propuesta final, a modo de epílogo.

Por razones de urbanismo –en realidad para instar en su subsuelo una depuradora- el viejo cementerio de Santa Bárbara fue desmantelado por el Ayuntamiento. Sin duda, fue una disposición poco meditada; en todo caso, debería haberse conservado el espacio como santuario –capilla o templete-, documentándolo previamente con fotografías y recogiendo las lápidas e inscripciones para la posteridad. Pero los dirigentes municipales de entonces no tuvieron esa sensibilidad.

De esta época -principios de los años setenta, siendo yo un joven estudiante de medicina- recuerdo que paseando por el lugar advertí que el cementerio había desaparecido y la tierra del entorno estaba removida, con variedad de huesos humanos aflorando en la heredad –fragmentos de cráneo, mandíbulas, costillas, omóplatos, vértebras, fémures...-: seleccioné algunos y los guardé para mi estudio; piezas anatómicas que todavía conservo, como recuerdo del cementerio y de mi época de estudiante.

Como desagravio al viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia), y también por consideración a nuestros ancestros, sería bueno que dicho solar se recuperase como el lugar sagrado que fue –y que sigue siendo, pese al olvido negligente en que se le tiene- disponiendo algún tipo de conmemoración al respecto: una zona verde con una placa alusiva, árboles de sombra y asiento, a la vez que se recobra el antiguo pilón de Santa Lucía con su imagen; pues, como decía del lugar la escritora valenciana, “una tierra que alimenta las raíces, que son hondas, humanas, nuestras” bien lo merece... Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).


___________________________________________

1 AGUILAR, Francisco de Asís (1890). Noticias de Segorbe y de su obispado por un sacerdote de la diócesis, Segorbe, tomo I, párrafo 222, pp. 216-217. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Iglesias y ermitas del Rincón de Ademuz: origen y desarrollo histórico, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 145-152.

3 BADIA MARÍN, Vicente y PÉREZ TARÍN, José Alejandro (1953). Torre Baja, mi pueblo, Edita Ayuntamiento de Torrebaja, Valencia, p. 79.

4 ESLAVA BLASCO, Raúl. Bandolerismo en el Rincón de Ademuz durante el siglo XVIII: el caso de don Jaime Ruiz de Castellblanch, señor de Torrebaja, en revista Ababol 60 (2009), p. 20 (11-24). La información relativa a la destrucción de la iglesia de Torrebaja por un incendio y su posterior reconstrucción, carece de cifrado documental o bibliográfico.

5 Archivo Histórico Municipal de Torrebaja [AHMTb], Libro de Actas, 1906-abril 8-1908, mayo 14. Como Alcalde y Presidente de la Junta Municipal de Asociados consta don José Gimeno Esparza (1906-1909).

6 MADOZ, Pascual (1849). Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, tomo XV, p. 72.

7 BADIA MARÍN, Vicente y PÉREZ TARÍN, José Alejandro (1953). Torre Baja, mi pueblo, Edita Ayuntamiento de Torrebaja, Valencia, p. 19. En el informe de la Santa Vista al Lugar de Torrebaja de 1878, siendo obispo don Mariano Miguel Gómez (1876-1880), consta la existencia de un cura en Torrebaja –don Pedro Antonio Valero y Soriano (1816-1867)-, que poseyó este curato durante cincuenta y un año (1816-1867). En relación con la familia Valero Arnau: consta la existencia de un tal Juan Valero Arnau, Capitán carlista, de 40 años, natural de Castielfabib (Valencia), propietario: su nombre se halla en la relación de prisioneros carlistas que se rindieron en el Castillo del Collado (Alpuente); al parecer, "El capitán carlista D. Juan Valero (Arnau), comprendido en esta relación, murió en Liria (Valencia)". Sin embargo, otra nota dice que "murió asesinado en Silla (Valencia), cuando su caballo cayó muerto, en desesperada carrera". En todo caso, el capitán Valero sirvió en el ejército del Centro, mandando la compañía fija del Collado (1875). Cf. HERRERO HERNÁNDEZ, Valeriano (1993). La villa de Alpuente, aportación al conocimiento de un pueblo con historia, Castellón, 2ª Edición, p. 219 y Apéndice IV, pp. 437-444.

8 ARAZO, Mª Ángeles (1966). Gente del Rincón, Ediciones Prometeo, Valencia, pp. 113-115.

9 SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Anecdotario rinconademucense (III), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del miércoles, 3 de julio de 2013. ID (2022). Anecdotario rinconademucense (III), en en Desde el Rincón de Ademuz (II), autopublicación Kindle Direct Publishing (Amazon), primera edición, pp. 25-26.

10 ARAZO (1966), p. 115.

12 Archivo Histórico Parroquial de Torrebaja [AHPTb], Libro de Defunciones, Volumen VI, Año 1920, nº 641, fol. 138v.


GALERÍA FOTOGRÁFICA:
Vecinos de Torrebaja (Valencia) a su paso por la carretera de Cuenca-Teruel,
con los cipreses del viejo cementerio de Santa Bárbara al fondo.

Vista parcial de Torrebaja (Valencia),
 desde el puente del Ebrón (años sesenta, principios).


Vista parcial del viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia),
foto de Luis Vidal (años sesenta, mediados).




Lápida en el cementerio de Casas Bajas (Valencia),
similar a las que hubo en el cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia).

Paseo de la Presa, donde se hallaba el viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia).


Antigua bajada al cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia),
desde la carretera N-420.

Detalle del solar del viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia).

Detalle del solar del viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia).


Detalle del muro que sustentaba la tapia del viejo cementerio de Santa Bárbara
en Torrebaja (Valencia).

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