La floración de los almendros,
inequívoco anuncio de primavera y metáfora mística.
“No he visto en el Rincón almendros, y debiera tentarse su cultivo...”
Cavanilles, Observaciones (Madrid, 1797).
Hace poco más de dos siglos, cuando Antonio Josef Cavanilles (1745-1804) pasó por el Rincón de Ademuz (septiembre de 1792),[1] no observó almendros (Prunus amygdalus Stokes); sin embargo, hoy hay aquí cientos, miles de estos árboles en las planicies del secano, y ascendiendo por las laderas abancaladas de estos montes –si bien es cierto que muchos de ellos están ya abandonados. El hecho de que el botánico no les observara no quiere decir que no hubiera alguno, de la misma forma que habría cerezos, ciruelos, melocotoneros y otras variedades de prunus, puestos en los márgenes de las fincas, como capricho de algún cultivador: él se refiere a que no los vio cultivados...
De facto, el cultivo del almendro en la comarca comenzó a generalizarse allá por los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, al tiempo que empezaba a despoblarse la zona; en este sentido, su producción debe verse como un intento de mantener los campos del secano activos, con árboles que –relativamente- necesitan pocos cuidados: labrar el suelo para que retenga el agua, podar las ramas secas y algún abono. Aunque llegaron a censarse hasta un millón de estos árboles, lo cierto, sin embargo, es que su producción, por causa de las tardías heladas, ha sido limitada, hasta el punto que, como media, solo una de cada tres cosechas resulta rentable.
Almendro en flor (Prunus dulcis) en La Dehesa de Torrebaja, término de Ademuz (Valencia). |
El almendro es un árbol extraordinario –sólo falta seguir su progreso anual para comprobarlo-: su floración resulta prodigiosa, por su sencilla belleza, y anuncia la primavera cuando el paisaje es todavía invernal; no en vano sus yemas florales ya están formadas en otoño, dispuestas para estallar con fuerza incontenible a mediados de febrero, principios de marzo, que es la época en que florece por estas zonas, entre los seiscientos y los mil metros de altitud... En sus Anotaciones al Dioscórides (1566), Andrés Laguna (1499-1559)[2] –un médico segoviano de origen judío que llegó a ser médico del Papa Julio III (1550-1555)- dice que “El almendro produze primero la flor, que las hojas: lo qual a ninguna otra planta acontece”.[3]
Por lo demás, sus florecillas son inconfundibles: “blancas o rosadas, con el cáliz corto y ancho, muy abierto, sostenidas por un cabillo corto, solitarias y acopladas, con los estambres en número de 15 a 30” –así lo recoge el ilustre farmacéutico leridano, Pío Font Quer (1888-1964), en su célebre tratado sobre plantas medicinales.[4] Por el mismo autor vemos que el tronco del almendro es muy característico, de corteza fina cuando es joven y rugosa y agrietada de viejo; su altura es regular, entre 4 ó 5 metros, aunque aquí en el Rincón de Ademuz tenemos ejemplares que sobrepasan los 10 metros, especialmente los más añosos, que han proliferado en tierras frondosas.
Almendros en flor (Prunus dulcis) en el Otro Lado, frente a Torrebaja, término de Ademuz (Valencia). |
Característicamente, las hojas del almendro nacen bastante después de las flores, siendo su forma “entre elíptica y lanceolada”, de forma que “cuando salen de la yema están plegadas a lo largo de la vena principal”. Entre los de su género, su fruto madura lentamente:
- A medida que avanza su maduración, la parte carnosa del fruto, ya de sí delgada, va desjugándose poco a poco, se endurece, se vuelve correosa, y acaba regañando y desprendiéndose del hueso. [...] El hueso del fruto, finalmente al descubierto, es muy duro o tan blando que se quiebra con la sola presión de los dedos –según la variedad-, redondeado en la base y un poco agudo en su extremo, por lo regular comprimido, y con un borde casi recto y el otro arqueado, con hoyuelos y estrías irregulares en la superficie. Dentro de él se halla la semilla, la almendra, protegida por una piel de color pardusco rojizo cuando está bien madura.[5]
Volviendo al médico segoviano, el doctor Lagunas distingue entre las almendras dulces y las amargas. Respecto a las amargas, indica:
- Son las Almendras amargas muy mas calientes y dessecativas, que no las dulces: y á esta causa mas incisivas. Por donde ansi comidas, como aplicadas, tienen mas eficacia, para adelgazar y purgar los humores gruesos del pecho, y para abrir las opilaciones del baço, del higado, y de las venas.[6]
Según vemos, las almendras, tanto ingeridas como puestas en emplasto, poseen propiedades depurativas –emolientes o purgantes: ayudan eliminar las secreciones de bronquios y pulmones-, a la vez que favorecen la expulsión de flujos y secreciones de otros órganos –bazo e hígado- y sistemas.
Almendros en flor (Prunus dulcis) en Los Altos de Vallanca (Valencia). |
Respecto a las dulces, anota:
- Las almendras dulces son mas molificativas que las amargas, y por dulces que sean, debaxo de su dulçura tienen algun amargor, el qual con el tiempo se manifiesta. El azeyte de almendras dulces acabado de sacar, y dado á bever de un golpe, en quantidad de vj. onzas, notablemente relaxa el vientre, y es convenientissimo en el dolor de costado, y en el de ijada y riñones, en lugar de otro qualquier solitivo.[7]
Además de su capacidad modificativa, el aceite de almendras dulces es laxante, sirve como analgésico en el dolor de costado y también en el de “ijada y riñones”, esto es, en los cólicos de este sistema excretor. Asimismo, de ambas variedades, añade:
- Las almendras amargas se vuelven dulces, si se barrena el tronco del árbol hasta el meollo, en la parte mas baxa que confina con las raíces, y después se dexa destilar el humor. Por el contrario las dulces se tornan amargas, si quando los almendros son nuevos, acontece que sean pacidos de algún ganado.[8]
Almendros en flor (Prunus dulcis) en Los Llanos de Landete (Cuenca). |
Almendros en flor (Prunus dulcis) en Los Llanos de Landete (Cuenca). |
Aquí aconseja un sencillo método para convertir los almendros que producen frutos amargos en dulces, barrenando su tronco a la altura de las raíces y dejándolo drenar; por el contrario, para que un almendro dulce no se convierta en amargo, hay que evitar que los ganados pazcan los árboles jóvenes. Proceso similar a lo que sucede con las guías de los pepinos tiernos, que si se pisan amargan... algo sabido por todos los cultivadores.
En cuanto a las propiedades farmacológicas o medicinales, expresa:
- De comer las almendras amargas, no solamente suelen morir las raposas, empero tambien los gatos, como consta por la experiencia. Las quales (almendras amargas) comidas, matan las lombrices del vientre. La lexia que se haze con ceniza de almendro, es muy buena para enruviar.[9]
Entre otras características, destaca la utilidad de las almendras amargas como veneno para zorras y felinos domésticos, así como antiparasitario intestinal. Asimismo, aunque Dioscórides “no desdeña los consejos de tocador ni las ayudas de alcoba” diciendo incluso de ciertas sustancias curiosas “para encender afectos” –digamos erotógenas, afrodisíacas o estimulantes de la libido-. El doctor Laguna omite muchas de ellas, considerando que pertenecen más al ámbito de la hechicería y las alcahuetas que a los médicos; sin embargo, dice que la lejía hecha con ceniza de almendro sirve para “enrruviar”, esto es, para aclarar el color del cabello (y embellecerlo). Y continua diciendo:
- Digerense con dificultad las almendras dulces en los estomagos flacos, y echan siempre ciertos humores vaporosos á la cabeça: por donde son dignos de reprehension todos aquellos medicos, que en qualquiera enfermedad y complexión, luego ordenan una almendrada al enfermo, la qual es mantenimiento pesado, y si no se tiempla con la leche de pepitas de melon, ó de calabaças, y con la simiente de dormideras, fácilmente se inflama.[10]
Las almendras comestibles (dulces) son difíciles de digerir, singularmente para los estómagos débiles, de ahí que reprenda a los médicos que las recetan sin tener en cuenta la enfermedad y complexión del paciente. En todo caso, para evitar la inflamación del estómago –digamos la gastritis- aconseja calentarlo previamente con la leche de pepitas de melón, calabaza y simiente de adormideras.
En cualquier caso, las almendras amargas poseen más utilidad farmacológica que las dulces, cuyo mayor provecho es el alimenticio. Por otra parte, antes de su utilización como remedio, Font Quer aconseja pelar las almendras: para ello, lo mejor en ponerlas en remojo con agua fría durante una noche. Después de remojadas o escaldadas, que para el caso es lo mismo, “basta comprimir un poco la piel con el dedo pulgar y el índice para que la almendra salga de su cubierta.[11] Receta práctica que ya conocíamos por nuestras sabias abuelas y madres...
Monumental ejemplar de almendro en flor (Prunus dulcis) en Los Llanos de Landete (Cuenca). |
- Levantose Jocob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel –que significa Casa de Dios-, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz (Génesis, 28:19).
Justificadamente, Casiodoro de Reina (1520-1594),[13] contemporáneo de Andrés Laguna y redactor de la primera Biblia castellana, directamente traducida del hebreo y el griego, transcribe el antiguo nombre de Beit-El por Luz, que el mismo autor dice significar Almendro. Pero no queda ahí la cosa, pues esta misma manifestación de lo sagrado en los elementos cotidianos -lo que el filósofo, historiador y novelista rumano Mircea Eliade (1907-1986) denomina "hierofanía"- reaparece en la menorá (lámpara de aceite: símbolo del espíritu divino), el candelabro de los siete brazos de la liturgia judía, que representa los arbustos de zarza que Moisés vio arder sin consumirse en el Monte Sinaí (Éxodo, 25). Betzalet, por mandato de Moisés, construyó una lámpara de siete brazos, siguiendo el modelo dado:
- Harás también un candelabro de oro puro. Harás de oro macizo el candelabro, su pie y su tallo. Sus cálices –corolas y flores- formarán un cuerpo con él. Saldrán seis brazos de sus lados: tres brazos de un lado y tres del otro. El primer brazo tendrá tres cálices en forma de flor de almendro, con corola y flor: también el segundo brazo tendrá tres cálices en forma de flor de almendro, con corola y flor; y así los seis brazos que salen del candelabro. En el mismo candelabro habrá cuatro cálices en forma de flor de almendro, con sus corolas y sus flores: una corola debajo de los dos primeros brazos que forman cuerpo con el candelabro: una corola debajo de los dos siguiente, y una corola debajo de los dos últimos brazos: así con los seis brazos que salen del candelabro. Las corolas y los brazos formarán un cuerpo con el candelabro. Todo ello formará un cuerpo de oro puro macizo (Éxodo 25:31-37).
El mismo Satz asocia la menorá con los siete grandes planetas venerados en la antigüedad, armonizando así la luz natural (de los planetas) con la luz artificial del candelabro judío... Pero no concluye aquí la coincidencia entre el nombre bíblico de Beit-El y la palabra Luz, que en la sinonimia de Casiodoro de Reina[13] significa Almendro: correctamente, Satz observa otra hermosa hierofanía en un sencillo y bellísimo haiku, forma de poesía tradicional japonesa, compuesta por el griego Nikos Kazantzakis (1883-1957),[14] referido a la floración del almendro:
“Háblame de Dios,
le dije al almendro,
y el árbol floreció”
Flores de almendro (Prunus dulcis), año 2012. |
Desde que descubrí este sencillo poema, la flor del almendro se convirtió para mí en mi imagen de Dios;[15] y el escritor griego en uno de mis preferidos. Yo ya conocía, sin embargo, la obra de Kazantzakis, pero sólo a través de sus novelas llevadas al cine –Alexis Zorba (1946), estrenada con el nombre de Zorba (Michael Cacoyannis, 1964) y La última tentación de Cristo (1951), adaptada con el mismo título por Martín Scorsese (1988)-. Posteriormente leí Cristo de nuevo crucificado (1948), asimismo llevada al cine bajo el título de El que debe morir (Jules Dassin, 1957), y un relato de viajes –Viajando, España ¡Viva la muerte! –donde nos descubre sus impresiones sobre España durante la Guerra Civil (1936-39). La segunda vez que estuve en Creta, esto fue hace un par de años, después de ver las ruinas de Cnosos que ya conocía, fui directamente a visitar la tumba de Kazantzakis, que se halla en la muralla de Heraklion –pues la iglesia ortodoxa, seguramente por sus antecedentes ideológicos y escritos, no consistió enterrarlo en el cementerio-: se trata de un sencillo monumento en piedra con una humilde cruz de madera. Su epitafio, en griego, reza:
Δεν ελπίζω τίποτα./ Δε φοβούμαι τίποτα./ Είμαι λεύτερος
"Nada espero./ Nada temo./ Soy libre"
Una de las cuestiones que más me han llamado la atención en este gran escritor griego -además de sus preocupaciones existenciales y metafísicas, que tan bien plasma en sus novelas-, ha sido su interés y continuada devoción por la figura de Cristo, a la vez que su paradójica adscripción filocomunista. Bien es cierto que en los años treinta, un momento de crisis económica mundial y de horas bajas para la democracia en Europa, el comunismo y el fascismo constituían los extremos de un mismo segmento ideológico totalitario en que se habían polarizado las ansias revolucionarias y de justicia social de una gran parte de la población europea: por entonces, Hitler no había desencadenado todavía el holocausto, pero Stalin ya había comenzado su reinado del terror -prueba de ellos son las purgas y los GULAG de triste recuerdo, que segaron cruelmente la vida de millones de rusos-; aunque, aparentemente, nada se sabía de ello y Rusia se presentaba ante el mundo y la historia como el paraíso del proletariado. Por ello me siento confundido al saber que personajes de trayectoria personal, humana y artística presuntamente admirable (Miguel Hernández, Neruda, Picasso, Kazantzakis...) hayan podido tener un atisbo de simpatía por alguna de estas nefastas ideologías, y los personajes que las representaron. La pregunta es, ¿cómo pudo el laureado poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973), el autor de Veinte poemas de amor una canción desesperada (1924) y del grandioso Canto General (1950) escribir una Oda a Stalin (1953), uno de los dictadores más repugnantes de la historia de la humanidad? Con todo, mi admiración por el poeta cretense llega hasta haber pensado en “copiar” su epitafio para la lápida de mi tumba, aunque con una variante, pues el mío diría: Espero en Cristo/ Nada temo/ Soy libre… -aunque esto es tan solo una idea. Una recomendación: si alguna vez van a Creta no dejen de acercarse a la tumba de Kazantzakis en Heraklion: la vista de la ciudad desde la muralla, con el Mediterráneo al fondo, es espléndida…
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Vista posterior de la sencilla tumba de Kazantzakis (1883-1957) sobre la muralla de Heraklion en Creta (Grecia). |
Detalle de la sencilla tumba de Kazantzakis (1883-1957) sobre la muralla de Heraklion en Creta (Grecia), con el texto de su epitafio en griego. |
Siguiendo el eco de las resonancias espirituales de Mario Satz, cabe destacar esa coincidencia de experiencias simbólicas vividas por personajes tan distintos, y alejados en el tiempo, como fueron Jacob, Moisés y Betzalet, y el griego Kazantzakis, en los que se funden el árbol místico del almendro, la luz de su nombre y una escalera de ángeles subiendo hasta el cielo...
Finalmente, el escritor argentino acopia de la mitología el hecho del nacimiento de Atis, parido por una virgen a partir de una almendra... El historiador y geógrafo griego del siglo II –Pausanias- en su Descripción de Grecia recoge, además de monumentos antiguos, leyendas relacionadas con ellos. Justamente, se hace eco del nacimiento de Atis, al que relaciona con un sueño de Zeus:
- [...], en una ocasión Zeus -padre de los dioses, en el panteón griego-, sin darse cuenta, esto es, durante una polución nocturna, engendró en la Tierra un ser sobrehumano, que era a la vez hombre y mujer (hermafrodita), y fue llamado Agdistis.[16]
- Los dioses tuvieron miedo de Agdistis, amenazador ser multi-género, razón por lo que Dionisio, mandado por otros Dioses, puso un somnífero en la bebida de Agdistis para dormirla/o y posteriormente matarla/o. Después de beber la poción, Agdistis se durmió y Dionisios, con una cuerda, le ató por los pies a sus órganos genitales. Cuando despertó Agdistis, al intentar levantarse, se castró a sí mismo/a. La sangre de sus genitales cortados fertilizó la tierra, y en ese lugar creció un almendro.[17]
En realidad, más que una castración fue una emasculación, expresión que indica la ablación conjunta de los genitales externos (testículos y pene incluido). Y continua:
- [En cierta ocasión], cuando Nana, hija del dios-río Sangario, estaba recogiendo el fruto de este árbol, se puso algunas almendras en su seno y vientre; pero las almendras desaparecieron, quedando embarazada y pariendo a Atis. En otras versiones, Atis nace directamente de la almendra.[18]
Cristo en Majestad en una mandorla -almendra mística-, miniatura en manuscrito medieval [Foto tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre]. |
Virgen en Majestad en una mandorla -almendra mística-. Parte de un retablo en alabastro, Museo Nacional de la Edad Media, Cluny [Foto tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre]. . |
Variedad de almendra con cáscara [Foto tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre]. |
Según Satz, la maravillosa concatenación místico-mitológica continua, hecho que a su modo recoge la tradición cristiana, estableciendo una semejanza entre la figura de Cristo y el fruto del almendro, del que la Virgen María sería la cáscara. Es más que probable que todo esto les parezca exagerado, producto de una contingencia febril. Pero, ¿acaso no han oído nunca ustedes hablar de la mandorla o almendra mística,[19] que en los Tetramorfos románicos encierra al Cristo en Majestad, y también a la Virgen María, su madre? De esta forma, “hijo y madre, flor y fruto, luz y matriz, renuevan todavía hoy la alianza ecológica que -a pesar de nuestra irresponsabilidad- nos une al universo”.
En suma: sea como fuere, llegado febrero, el estiramiento del día se hace más patente, a lo que metafóricamente contribuye la luz de los miles de almendros que por este tiempo florecen en el Rincón de Ademuz: no en vano el almendro en flor es un renovado milagro de la naturaleza... Vale.
De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).
[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz visto por el botánico Cavanilles (I y II), en Desde el Rincón de Ademuz, del jueves 15 de marzo de 2012.
[2] Cf. Wikipedia, voz Andrés Laguna.
[3] LAGUNA, Andrés de (1566). Pedacio Dioscorides anazarbeo, acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, Salamanca, tomo I, libro I, Cap. CXXXIX, pp. 112-113.
[4] FONT QUER, Pío (1993). El Dioscórides renovado, Editorial Labor, S.A., Barcelona, tomo II, pp. 346-378.
[5] FONT QUER (1993), p. 348.
[6] LAGUNA (1566), p. 112.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem, pp. 112-113.
[9] Ibídem, p. 113.
[10] Ibídem.
[11] FONT QUER (1993), p. 348.
[12] SATZ, Mario (1988). El arte de la Naturaleza, Edita Integral, Barcelona, p. 41.
[13] Cf. Wikipedia, voz Casiodoro de Reina.
[15] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2022). Mi imagen de Dios, que hace a la flor del almendro en el Rincón de Ademuz, en Desde el Rincón de Ademuz, segunda edición Valencia, pp. 61-63.
[17] Ibídem.
[18] Ibídem.
Monumental ejemplar de almendro en flor (Prunus dulcis) en Los Llanos de Landete (Cuenca). |
Extraordinario trabajo amigo Alfredo con muchas referencias históricas.He disfrutado mucho con su lectura.Mi más cordial enhorabuena.
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