A propósito de un homenaje a
don Bernardo-Manuel Pérez
Gimeno (1919-2012),
su maestro de infancia.
"Yo era muy
tenaz, porque hay un dicho en el oficio que dice:
A mayor número de visitas
mayor probabilidad de venta..."
-Ramón Mañas Aguilar (Los Santos, 1946)-.
Palabras previas.
El otoño pasado recibí una
llamada telefónica de alguien que se identificó como Ramón Mañas Aguilar,
natural de Los Santos (Castielfabib), que me requería desde Palma de Mallorca.
No nos conocíamos -al menos yo no le recordaba-, pero él sabía de mí por algún libro mío que tenía;[1] y me
pidió si estaría dispuesto a entregar a don Manuel –me refiero a don Bernardo-Manuel
Pérez Gimeno (Torrebaja, 1919-2012)- una placa o diploma que proyectaban
hacerle sus alumnos de Los Santos.
La llamada en cuestión me
sorprendió, y en la misma medida me alegró, pues no deja de ser sorprendente y
agradable que unos alumnos pretendan homenajear a su maestro de infancia
después de tantos años. Y, todo hay que decirlo, también me enorgulleció que
alguien pensara en mí para tan noble propósito... La placa de homenaje que
pretendían entregase yo a don Manuel debía hacerse en el transcurso de una
comida en un restaurante de la localidad. Faltaba acordar el día, pues había
que reunir a varias personas que vivían en distintos lugares del país, y que yo
estuviera disponible. Aquella primera llamada se siguió de otras posteriores,
hasta que se acordó la fecha, pero lamentablemente yo no pude asistir, como
hubiera sido mi deseo. Además, don Manuel tampoco se encontraba en condiciones,
por sus muchos años y delicado estado de salud. No obstante, los antiguos
alumnos fueron a casa del maestro y le entregaron su diploma, se hicieron una
foto con él y después celebraron la comida. El propósito inicial se cumplió, el
maestro fue homenajeado como pretendía y los alumnos se reunieron para
rememorar los recuerdos de infancia en la escuela de su aldea.
El señor Ramón Mañas Aguilar (Los Santos-Castielfabib, 1946), durante la entrevista. |
Hace unos días recibí una nueva llamada del señor
Ramón, que me requería desde Los Santos, con la intención de vernos, pues nuestro trato para este asunto había sido siempre
por teléfono. Quedamos en Torrebaja para el día siguiente, con la idea de dar
una vuelta en bicicleta por la zona y llevarle a don Manuel una fotografía con
sus alumnos, en recuerdo de la entrega del diploma. Y eso hicimos, encontrarnos
en el punto acordado y pasear un par de horas por la orilla del Turia, desde
Torrebaja hasta Ademuz y volver. De nuevo en Torrebaja fuimos hasta la casa del
maestro y su sobrina nos llevó delante de don Manuel: le encontramos sentado en
un sofá, con su porte de siempre, pero muy cambiado desde la última vez que yo
le había visto. Ante nuestro saludo sonrió y aún sin poder tuvo la intención de
levantarse, pero su debilidad se lo impidió. Pienso que no nos conoció, aunque su
sobrina agradeció nuestra visita y la fotografía. Mi acompañante, el señor
Ramón, no pudo evitar emocionarse al estrecharle las manos en la despedida,
intuyendo era la última vez que veía a su maestro. Y así fue, pues al día
siguiente -9 de agosto de 2012-, don Manuel falleció: descanse en paz.
Durante nuestro paseo en bicicleta de esa mañana,
el señor Ramón me refirió algo de su vida -sus recuerdos de niño en la aldea,
su estancia en Barcelona y su establecimiento en Mallorca- lo que me llevó a
solicitarle se brindase a mantener una conversación más detenida conmigo, de
cara a una entrevista, pues me pareció el prototipo de inmigrante de estas
tierras al que le fue bien la aventura migratoria. Aunque le sorprendió
mi petición, estuvo conforme y quedamos en vernos un par de días después. La
entrevista la mantuvimos en la parte alta de mi casa, en una antigua cambra
habilitada como estudio. El señor Ramón es una persona educada, puntual y
detallista –además de experto en vinos y en la comercialización de te y otros
productos alimentarios-. Es de estatura media, lleva gafas y tiene el cabello
entrecano, abundante y bien conservado. Me trae una guía de Mallorca como
regalo, y una fotografía de las que se hicieron cuando el homenaje a don
Manuel. Acomodados frente a una mesa, pongo la grabadora en marcha y comenzamos
la conversación: no hace falta estimularle a hablar, pues mi entrevistado es
buen conversador.
Cuadro con diploma de agradecimiento de los alumnos de Los Santos-Castielfabib (Valencia), al que fuera su maestro, don Bernardo Manuel Pérez Gimeno (1919-2012), año 2011. |
Don Bernardo-Manuel Pérez Gimeno (1919-2012), en su casa de Torrebaja, durante el acto de homenaje que le brindaron sus alumnos de Los Santos-Castielfabib (Valencia), año 2011. |
Contenido de la entrevista.
Comencemos por el principio, ¿cuál es tu nombre
completo, qué año naciste, quiénes eran tus padres?
- Mi nombre completo es Ramón Mañas Aguilar y nací en Los Santos el día 18 de febrero de 1946... Según contaban mis padres, ese día hubo una nevada de medio metro; ya sabes que en aquella época llovía y nevaba mucho más que ahora. Yo recuerdo haber ido una semana entera a la escuela con los chupones de hielo colgando de las canaleras de los tejados; y para eso hace falta que haga mucho frío. Mi familia vivía en la parte alta de una casa que era el centro social de la aldea, llamada La Sociedad; allí nací yo. Mi padre era sastre, todavía conservo su máquina de coser, una “Singer” profesional muy buena... Mi padre era Ramón Mañas Tortajada y mi madre Pilar Aguilar Villalba, ambos de Los Santos. Soy hijo único, pero antes que yo mis padres tuvieron trillizos, pero los tres fallecieron por las condiciones de entonces: nacieron en época de frío y no pudieron tener los cuidados que hoy tendrían, incubadoras y eso... En mi casa hay un baúl donde aún se conserva toda su ropita, la guardaba mi madre. Allí está, no la he querido tirar. Recuerdo que mi padre era muy aficionado a los pájaros, le entusiasmaban, y yo heredé parte de aquella afición. Contaba una anécdota, confirmada por otras personas, referente a los pájaros... Resulta que en cierta ocasión, siendo él un muchacho, una tarde-noche se subió a un árbol muy alto de la ribera, seguramente un chopo, a coger un nido. Cuando alcanzó el nido cogió los parajillos y se los puso entre la camisa y comenzó a bajar. Pero ya te digo que el árbol era muy alto y difícil de escalar, hasta el punto que no pudo descender más, y tuvo que quedarse a dormir en el chopo... Lo descubrió de madrugada alguien que pasaba por allí y con las cuerdas de las samugas lo bajaron, no sin dificultad... Puedes imaginarte la noche que pasó, y la preocupación de sus padres, mis abuelos, al ver que no llegaba a casa a dormir. Sí, yo heredé aquella afición... Entonces era costumbre ir por nidos de cardelinas o jilgueros, cogíamos el nido y lo poníamos dentro de una jaula, de forma que los padres pudieran seguir alimentando a los pajarillos. Una vez fui a ver una de estas jaulas que tenía en un árbol y cuál no sería mi sorpresa cuando vi que los pajaritos se habían convertido en una culebra... Claro, la culebra entró en la jaula, se comió los pajarillos y luego, con el vientre hinchado, no pudo salir entre los barrotes... ¡Al ver la culebra me llevé un susto de muerte!
El señor Ramón Mañas Tortajada (1908- 1976) y su esposa, la señora Pilar Aguilar Villalba (1912-1989), padres del señor Ramón, en Los Santos-Castielfabib (Valencia). |
Se nombra aquí a los padres del entrevistado: el señor Ramón Mañas Tortajada (1908-1976) y la señora Pilar Aguilar Villalba 1912-1989), ambos naturales de Los Santos (Castielfabib).
¿Qué más recuerdas de los años
de tu infancia en la aldea, cómo se vivía entonces?
- En la época de mi infancia, años cuarenta y cincuenta, en Los Santos, aldea de Castielfabib (Valencia), habría unas setecientas personas y la vida era muy distinta de la de ahora. Entonces había mucha más relación y comunicación entre el vecindario, todo era más cercano: la gente se saludaba al salir de casa, decía dónde iba o te preguntaba lo que fuera... No es que ahora no se saluden, pero era distinto, ya que había más intimidad y confianza. A veces he oído que algunos llegaron a pasar hambre, pero no fue mi caso, pues mis padres se desvivían para que no faltara de nada en casa. Mi madre se iba los inviernos a Barcelona, a lo que llamaban “servir”, para ganar algún dinero para la casa, y nos quedábamos mi padre y yo solos en la aldea. Sí, ella se iba los tres meses de invierno, aprovechando que allí teníamos familia, unas hermanas de ellos. Mi padre cosía durante el invierno, pues en esa época no había tanta faena en el campo. Cosía lo que le encargaban, sobre todo pantalones y trajes de pana con chaleco. Yo venía aquí a Torrebaja, a la tienda de Los Ritos a buscar lo que necesitaba: tela de forro de tal color, hebillas, botones, hilo... Claro, él me daba una muestra y yo iba a buscarlo. Mi padre tenía crédito en el comercio y yo, con una hoja donde me apuntaba el material que necesitaba, bajaba a comprarlo. Bajaba con la bicicleta o andando y compraba lo que le hacía falta a mi padre. Recuerdo al dependiente que me atendía, al que llamaban Luis... De cortar y coser unos pantalones, poner el hilo y los botones cobraba unas 15 pesetas. Esto sin contar la pana, que se la aportaba el cliente: mi padre le decía los metros que necesitaba y el consumidor la traía del color que le gustaba, generalmente negra o marrón. Para que te hagas una idea del precio de la vida de entonces, un litro de aceite valía sobre 13 pesetas: yo recuerdo haber ido a la tienda de Albina, que estaba en la plaza, mandado por mi madre con una botella y la tendera me la llenaba con aquel sistema de bombeo que había desde el barril... Ya te digo, yo le repartía la faena a mi padre, llevando los trabajos a El Cuervo (Teruel), Cuesta del Rato y Castielfabib, que eran los pueblos donde más clientes tenía; sí, mi padre era un sastre muy conocido. Iba en bicicleta, en una bicicleta que había comprado de segunda mano a uno de Tramacastiel (Teruel), creo que por setecientas pesetas. Era una bici mala, muy mala, en la que los frenos apenas iban y tenías que frenar con el pie, poniendo la suela sobre la rueda de atrás...
Se menciona aquí al señor Luis Gómez Martínez
(Torrebaja, 1926-2009), dependiente de El Pequeño Siglo, célebre tienda de
los Ritos en Torrebaja.[2]
¿Cómo eras de niño, te gustaba la escuela,
ayudabas en casa?
- Yo de niño era muy activo, y lo sigo siendo. A los cinco años empecé la escuela, que estaba delante de mi casa, separada de la iglesia por un callejón. Las clases se daban en la planta baja, en un lado los chicos y en otro las chicas. En la planta alta vivía el maestro. Mi primer maestro fue don José Ibáñez, de Valencia. Era muy de Franco y nos llevaba como militarizados. Apenas fui un año y medio con él y aprendí muy poco, pues lo que más hacía era llevarnos de excursión a La Central, donde la fábrica de luz... Después tuve otro, que era de Ademuz, don Felipe le llamaban, y también estuvo poco tiempo. Ninguno de ellos mostraba demasiado interés por los alumnos... De esta época, cuando contaba unos cinco años tengo una anécdota triste, por lo que me sucedió... Resulta que durante un matacerdo mi madre estaba picando las carnes para hacer el embutido y yo me puse a jugar en la máquina, tratando de impedir con los dedos que salieran los chorritos de carne picada, con tan mala fortuna que se me metió un dedito dentro y al accionar la manivela el mecanismo me lo cortó, sí, por eso me falta una falange del segundo dedo de la mano izquierda. Mi madre notó el chasquido al crujir el hueso y se dio un susto de miedo: en la vida había visto ni vi nunca después a mi madre tan compungida, pobrecilla... Enseguida me vendaron el dedo y me subieron con una caballería al médico de Castiel, pero no pudo atenderme. Sí, salió su mujer y dijo que no podía atenderme..., porque estaba durmiendo la mona de la borrachera de la noche anterior, pues era muy bebedor y juerguista... Así que mis padres me llevaron al médico de Ademuz, uno que tenía la consulta en la plaza del Ayuntamiento: a Ademuz llegamos a las cinco de la tarde. El médico que me atendió dijo que había que cortar la parte del dedo que llevaba colgando, porque había pasado mucho tiempo desde el accidente y corría peligro de gangrenarse. Así que me cortó el colgajo y me quedé sin la última falange...
El niño Ramón Mañas Aguilar (Los Santos, 1946) y su padre, el señor Ramón Mañas Tortajada (1908- 1976), en el puente sobre el Ebrón en Los Santos-Castielfabib (Valencia). |
Se nombra aquí al médico de Ademuz que tenía la
consulta en una casa frente a la plaza del Ayuntamiento, refiriéndose probablemente al doctor
don Joaquín-Tomás Teruel Eslava. Sigue diciendo:
- Cuando yo tenía sobre 8 años vino un nuevo maestro, don Manuel Pérez Gimeno, que vivía en Torrebaja y subía con una moto “Guzzi” que tenía. Muchas veces se le estropeaba a medio camino y tenía que continuar andando. Don Manuel fue mi mejor maestro y con él alcanzamos muchos de nosotros nuestro desarrollo. Él fue quien me hizo la Cartilla de Escolaridad, que todavía conservo con cariño... Un compañero mío, Luis Novella y yo éramos los primeros de la clase. Sí, yo con él subí como la espuma, teníamos muy buena relación y aprendimos mucho, todo lo que se podía aprender entonces en la escuela. Estudiábamos con aquellos libros de la Enciclopedia Álvarez, de los que había tres grados, y los ejercicios los hacíamos en unas libretas que comprábamos en la tienda. Entonces se escribía con pluma que se mojaba en un tintero que había en el pupitre, los bolígrafos no existían. En aquellas libretas hacíamos los ejercicios y don Manuel se las bajaba a Torrebaja para corregirlos, luego te ponía bien, mal o regular. Los lápices, gomas y plumas los llevábamos en un plumier. Yo tenía una cartera de cuero como no había otra en la aldea, una cartera que me había mandado alguna de mis tías de Barcelona. Nosotros les enviábamos manzanas y ellas nos correspondían con otras cosas, y un año fue la cartera que te digo, entre otras cosas. Cuando yo me marché a Barcelona la cartera se la regalé a Vicente el Faldetos, cada vez que nos encontramos me lo recuerda... Cuando ya fui mayorcito vino don Manuel varias veces a mi casa, para tratar de convencer a mis padres y que me enviaran a un instituto, pues decía que yo valía para el estudio; pero mis padres eran gente muy humilde y no hubo manera...
¿Qué otros recuerdos tienes de la escuela de tu infancia?
- Recuerdo que, periódicamente, los mayores de la escuela subíamos con un mulo a Castielfabib para recoger los sacos de leche y queso de la ayuda americana que llegaba a las Escuelas Nacionales de la España de entonces... Alguna vez subí con Luis Novella, pero otras veces iban otros. Los sacos de leche en polvo, que pesaban unos cincuenta kilos, los cargábamos en los cujones del serón, junto con unos bidones donde venía el queso... Don Manuel iba sacando el queso, que venía como embutido y lo cortaba a tajadas, para después trocearlo en forma de triángulo; el queso tenía un color entre anaranjado y amarillo, y lo comíamos por la tarde como merienda... Por aquella época decidieron reformar las escuelas viejas -el edificio estaba junto a la cabecera de la iglesia-; el tiempo que estuvieron obrando en las escuelas trasladaron todo el material a una casa del tío Avelino que hay a la entrada de la aldea, una que tiene la fachada de ladrillo... En el segundo piso se habilitó la escuela, y es ahí donde se hacía lo de la leche y el queso que te cuento... Para hacer la leche bajábamos a la acequia por agua y la subíamos con un cubo: El agua se echaba en una olla que poníamos sobre la estufa y cuando estaba caliente se le añadía la leche en polvo necesaria para hacer la leche, y se la batía para deshacer los grumos... Claro, los chicos llevábamos un tazoncito para poner la leche y un trozo de pan para hacer sopas; no sé si llevaríamos también azúcar, eso no lo recuerdo... Ya te digo que la leche se hacía sobre la estufa, pero los chicos no llevábamos un tarugo de leña tal en otros lugares. Como en Los Santos había una serrería, utilizábamos como combustible el serrín que se producía al cortar las maderas... Para recogerlo bajábamos a la fábrica un par de chicos mayores con un mulo, como en el caso de la leche a Castiel, llenábamos varios sacos y los subíamos a la escuela: La estufa era redonda, como de un metro de alta y con cuatro patas, para cargarla utilizábamos un cilindro que poníamos en el centro y el serrín alrededor, bien apretado... Después se sacaba el rulo con cuidado y se la daba fuego a través de la mirilla, prendiéndola por abajo. El serrín bien prieto ardía sin llama y producía mucho calor, suficiente para caldear el aula y calentar la olla de la leche... De todo lo referente a la estufa y a la leche nos encargábamos los alumnos mayores: Claro, era el sistema de calefacción de entonces, ecológico y barato; porque en la serrería no nos cobraban nada.
El niño Ramón Mañas Aguilar (Los Santos, 1946), durante su estancia en las escuelas de la aldea, curso 1950-51. |
Cartilla de Escolaridad del niño Ramón Mañas Aguilar, portada. |
Cartilla de Escolaridad del niño Ramón Mañas Aguilar, interior [La fecha de nacimiento es incorrecta, pues el entrevistado nació el 18 de febrero de 1946]. |
Y continúa:
- Y claro, ayudaba en casa lo que podía... Tú sabes que en aquella época los recursos eran escasos y la gente aprovechaba todo lo que había para mantenerse. Cuando salía de la escuela iba a casa, dejaba la cartera y me iba a ayudar a mi padre, que ya me había dicho dónde estaría... Entonces las puertas de las casas estaban abiertas, con las llaves puestas o detrás de la gatera. Y nunca hubo ningún problema de robo y eso... A veces, cuando había mucha demanda de embalajes en la fábrica –se refiere a la serrería de Lucio Hernández Marín en Los Santos- algunos chicos íbamos a clavar cajones, nos paganas cinco, seis o siete céntimos por cada cajón que montábamos. Como quien dice, para ganar cien pesetas tenías que clavar mil cajones... Claro, entonces había mucha demanda, pues cada semana salían varias cargas de cajones en aquel camión “Pegaso” que tenían en la serrería –matrícula de Valencia 26.544-: todavía recuerdo el número, pues siempre he tenido mucha memoria... Aquello estaba preparado como una cadena de montaje moderna, con todas las tablas que se necesitaban perfectamente dispuestas: primero se hacían los costados, luego se iban ensamblando las tablas y finalmente había que clavarles la base... Yo les daba a mis padres parte del dinero que ganaba, pero otra la ahorraba. Con aquel dinero me compré un reloj “Tisot” en Teruel: eso fue cuando yo tenía sobre 14 ó 15 años. Cogí el coche de línea y me fui solo a Teruel, esa fue la primera vez que salí de la aldea... Llegué a la plaza del Torico y en una relojería que llamaban “Tena” o “Polo” me lo compré: me costó mil pesetas justas. De esta misma época o poco antes, tengo otra anécdota, que nos sucedió a mi padre y a mí yendo a recoger espliego a la parte de Tóvedas; esto sería en verano, seguramente en agosto, una vez terminadas las labores de la siega, el acarreo y la trilla. Resulta que mi madre nos preparó la comida para los días que íbamos a estar en el monte -cosa del frito, varios panes de aquellos de estrella y una torta dulce-: todo metido en un saco de talega, para que los panes se conservaran tiernos. El caso fue que poco antes de llegar al Colladillo mi padre vio un rodal de matas de espliego y no puedo evitar pararse a segarlo. Para ello atamos el mulo en alguna rama y fuimos a segar las matas, de forma que cuando volvimos donde habíamos dejado atado el animal, éste se había comido todo el pan que llevábamos. Sí, parece que percibió el olorcillo del pan tierno y comenzó a mordisquear el saco, hasta que lo rompió; sólo nos dejó la torta dulce; sí, de aquellas que se hacían con chichorritas y azúcar... Toda la semana estuvimos comiendo sin pan, con un trocito de torta como postre. Lo de recoger el espliego era una forma de conseguir algún dinero extra... Cuando llegábamos al tajo, mi padre subía al monte a segar las matas, que iba colocando en haces y atándolo. Se subía a lo más alto, pese a la dificultad que tenía para andar, pues iba algo cojo por una malformación que tenía en un pie. Luego lo cargaba en el mulo y yo me ocupaba de llevarlo hasta Tóvedas de Abajo, donde lo pesaban y me daban una nota con el monto de la carga. Así un viaje tras otro, y un día tras otro, hasta que se acababa el espliego. Luego bajábamos a Ademuz a cobrar el importe, a 10 ó 12 céntimos el kilo. Recuerdo que la empresa era de Castellón y se llamaba Destilerías Adrián & Klein. Sí, lo destilaban allí mismo en Tóvedas, mediante unas calderas que tenían... Dormíamos en un corral que había en la propia masía: abajo en la cuadra el animal y nosotros en la planta de arriba, sobre la paja.
Detalle del molino y monumental noguera (Juglans regia) existente a la entrada de la aldea de Los Santos-Castielfabib (Valencia), 2012. |
El niño Ramón Mañas Aguilar (Los Santos, 1946), con su madre, la señora Pilar Aguilar Villalba (1912-1989). |
Me contabas que por esa misma
época te aficionaste a la música, ¿qué puedes decirme de esta inclinación, cómo
nació?
- No sé como nació esa afición, pues en mi familia no había ningún músico... Sí recuerdo que frente a la casa de mis abuelos había una familia de músicos, uno de ellos era ciego y tocaba el violín, otro la guitarra otro el saxofón. Y los domingos, en un salón contiguo al bar de Elvira hacían música para bailar... En ese mismo local, durante la época de la fruta, se escogían las manzanas, y también se celebraban bodas: recuerdo que allí asistí a la de Carmen y Miguel el de la serrería; para la boda vine de Barcelona con un primo mío en un "Seat 600" que me había comprado. Yo tenía entonces sobre 21 años más o menos, esto sería el año sesenta y seis o sesenta y siete. Para aprender música bajaba a Torrebaja, donde Justi –se refiere a Justiniano Hernández Rubio-, que me enseñaba a tocar el acordeón. Él tenía un acordeón bueno, marca “Frontalini”, de 41 teclados por 120 bajos, que es un modelo de acordeón. La mía era más sencilla. Claro, para aprender y practicar necesitaba una y me la compré. Primero bajaba andando a Torrebaja y luego en bicicleta. El solfeo lo aprendí con el padre Pinazo, que nos daba clase por las tardes a varios de Torrebaja y a mí... La clase se hacía en su casa, un chalecito que se hizo en la carretera a su regreso de América... Y cuando le trasladaron a Vallanca, pues yo subía hasta allí en bicicleta, portando el acordeón en una caja atada al portamaletas. Entonces la carretera no estaba asfaltada y el piso era de gravilla, en cuanto te descuidabas en una curva te caías. Sí, me caí un par de veces, una de ellas se rompió el amarre del acordeón y tuve que cargarlo a la espalda... El acordeón me lo compré con lo que ganaba clavando cajones en la serrería, y cogiendo manzanas, pues también bajaba a coger manzanas para las Jacintas en una finca que tenían en Guerrero. Yo iba con Tomas el Primitivo -se refiere al vecino Tomás Martínez Casasús-, y anteriormente había bajado mi padre... Todavía conservo una fotografía suya con Armando -se refiere al señor Armando León Valero (Torrebaja, 1924-2019)-, ambos subidos a un manzano... El acordeón me costó veinticuatro mil pesetas: pagué la mitad en efectivo y el resto en letras a doce meses: todavía guardo los recibos... Yo tendría entonces sobre 16 años. Sí, yo era -y lo sigo siendo- muy activo. Y en 1963, cuando cumplí los 17 años me marché a Barcelona.
Se nombra aquí a don Guillermo Pinazo Martínez C.M.
(1901-73), sacerdote paúl natural de Torrebaja, que fue superior y párroco en la iglesia de "La Milagrosa" y "La Santa Agonía" en Manhattan (Nueva York, USA), donde falleció después
de haber estado de cura en varias parroquias del Rincón de Ademuz en los años cincuenta-sesenta (1955-65).[3]
El señor Ramón Mañas Tortajada (1908-1976), cogiendo manzanas en Torrebaja (Valencia), año 1950. |
Don Guillermo Pinazo Martínez C.M. (Torrebaja, 1901-Nueva York, 1973), sacerdote paúl y maestro de música del niño Ramón Mañas Aguilar (Los Santos, 1946). |
¿Cómo fue lo de marcharte a Barcelona?
- Lo de marcharme a Barcelona fue por una cuestión familiar... Resulta que una tía mía que regentaba una portería se había separado, y como en la portería tenía que haber un hombre y una mujer -no importaba la relación familiar que tuvieran-, pues al quedarse sola podían echarla... Claro, había trabajos, como bajar la basura de los pisos, que sólo podía hacer un hombre, porque se necesitaba fuerza. Por eso fue de ir yo con mi tía, para que ella pudiera continuar en la portería. No, ella no tenía hijos y era mi madrina... Pero la cosa no fue sencilla, porque mis padres no me dejaban ir, costó Dios y ayuda hasta que se convencieron. La más reacia a que me marchara era mi madre, pensaba que si me iba me perdería como hijo... Claro, yo estaba esperando aquel viaje con mucha ilusión, pues todos mis compañeros se habían ido ya y cuando volvían al cabo de uno o dos años ya tenían otra pinta.
¿Qué te pareció la Barcelona de los años sesenta?
- Bueno, puedes imaginar, aquello era otro mundo difícil de concebir desde Los Santos... Ya te digo que eso fue en el año 63, cuando yo tenía 17 años. Mi tío Francisco era guardia municipal en el barrio de San Gervasio, y residíamos en la plaza Fernando Soler 6; él conocía todos los negocios que había por allí. Como te digo, mi tío era guardia municipal, pero también trabajaba de barbero en la peluquería de uno de Vallanca, que estaba en la plaza de Lesseps. Él fue quien me introdujo en el mundo laboral... Primero trabajé en un taller mecánico que había en el propio barrio. Me contrataron por 150 pesetas a la semana, entonces se pagaba los sábados. Al terminar la semana el dueño me pagó 200 pesetas, pero ya no volví. Porque a mí no me gustaba estar debajo de los coches con las manos sucias, llenas de grasa. El segundo trabajo fue en una fábrica de plásticos que estaba en la misma finca donde vivíamos. Allí hacían diversos artículos para la “SEAT”, tubos para la gasolina, gomas para las puertas, y todo tipo de plásticos inducidos: aquel fue mi segundo trabajo. Pero aquello tampoco me gustó, porque también era muy sucio, con mucho polvo y polución en el ambiente... Sí, ganaba bastante dinero, pero no me gustaba, por lo del polvo que te digo y porque tenía que estar todo el día encerrado. Entonces había mucho trabajo en Barcelona, así que le dije a mi tío que me buscara otro trabajo y al otro día ya tenía trabajo nuevo. Mi tercer trabajo fue en una empresa donde se fabricaban componentes electrónicos para radios y televisiones... Luego trabajé en una fábrica de radios y televisiones, Mundial Radio le decían, en la calle Escuelas Pías, esto ya en Sarriá, aunque bastante cerca de casa, pues iba y venía andando. Allí estuve alrededor de un año, este trabajo me duró algo más, hasta que me marché a una empresa del grupo Cedipsa, que comercializaban productos de belleza de la marca Eugène... Esto en la calle Balmes, cerca del paseo de la Bonanova. Allí estuve de ayudante de repartidor en una furgoneta DKV: ello me ayudó mucho para conocer el callejero de Barcelona.
Se nombra aquí el "barrio de San Gervasio", sito en el antiguo
municipio de San Gervasio de Cassolas, el cual fue anexionado
a Barcelona a finales del siglo XIX -en 1897-: se extendía por una buena parte
del antiguo distrito III, al noroeste de la ciudad, entre los municipios, antes
también independientes, de Sarrià, Les Corts de Sarrià, Gracia y Horta.[4]
El señor Ramón Mañas Aguilar (Los Santos-Castielfabib, 1946), durante la entrevista (2012). |
¿Cómo continuó tu vida laboral, encontraste algo
que te gustase, te afincaste finalmente en algún trabajo?
- Bueno, este trabajo como repartidor fue el último que tuve por influencia de mi tío, porque yo aspiraba a algo más y quería ver si era capaz de buscarme la vida por mí mismo... De hecho continué estudiando en una academia que había en la plaza Universidad, donde daban cultura general, allí iba por la tarde y por la noche, después de trabajar. También estuve en otra haciendo un curso en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE); todavía tengo en casa el diploma que me dieron. A todo esto me hice vendedor... Sí, encontré un anuncio en el periódico donde buscaban vendedores y me presenté. Nos hicieron una entrevista y de 25 ó 30 que nos presentaron seleccionaron a cinco. A mí me asignaron una buena zona de la ciudad, de la Diagonal para arriba, hacia el paseo de la Bonanova, donde había más poder adquisitivo. Yo llevaba una maleta con los productos alimenticios que se comercializaban -té, especias, quesos, güisqui, mostaza francesa...- pues se trataba de introducir marcas de alimentación poco conocidas en España. Barcelona ha sido mi escuela ética y profesional en este oficio... Si eras vendedor, tenías que aprender lo que la calle tenía que enseñarte. Yo era muy tenaz, porque hay un dicho en el oficio que dice: A mayor número de visitas mayor probabilidad de venta... Iba a las tiendas de alimentación de los barrios y a los restaurantes con mi maleta, donde llevaba las muestras de los productos, los listados con los precios y los albaranes, etc. Era una empresa de Albacete y se llamaba José Valeriano González, S.A.: la mayor empresa exportadora de ajos y azafrán de España. Los almacenes estaban en el Turó Park -distrito de Sarrià y San Gervasi-, allí tenían los productos y las oficinas. Pero en Albacete también tenían industria, allí hacían la manufactura de las bolsitas del té...
Se nombra aquí a la Escuela Superior de Administración
y Dirección de Empresas (ESADE), una institución académica privada de educación
superior, que actualmente pertenece a la Universidad Ramón Llull, y que incluye
una Escuela de Negocios y una Facultad Universitaria de Derecho.[5]
Entonces, ¿ese fue tu trabajo definitivo?
- No, allí estuve unos dos años, pero quise probar otra cosa y, sin dejar definitivamente la empresa de alimentación, me fui a una agencia inmobiliaria, donde vendían terrenos, pisos y todo eso en las mejores zonas de Cataluña: Playa de Aro, Lloret de Mar, Cambrils, Reus, etc. Esta empresa inmobiliaria estaba en la calle Muntaner 270, tercera planta: allí me dieron un despacho, cuando tenía yo sobre veintiún años... Entonces la gente tenía dinero y quería invertir, había mucho afán por comprar. Trabajábamos a comisión -un dos o tres por ciento de la operación-, sin sueldo base, pero había meses en que me sacaba cincuenta, sesenta y setenta mil pesetas. En cierta ocasión llegué a vender una parcela por la noche, a la luz de los faros del coche. Esto fue a mediados de los años sesenta... Todas las mañanas llegábamos a las oficinas y allí despachábamos con el encargado, que nos daba los listados de la gente interesada en informarse. Claro, entonces se trabajaba así. La empresa insertaba un anuncio en el periódico sobre un terreno, finca, solar o lo que fuera, indicando una dirección para más información. Los interesados enviaban una cartita solicitando la información y esa carta es la que nos daban a nosotros, para concertar una visita con el presunto comprador. Cada día nos daban varias de estas cartas, porque no podíamos ir a ciegas... En esa época gané mucho dinero, porque el sector estaba en auge, y de haberme quedado en la inmobiliaria hoy sería probablemente multimillonario. Pero ya te digo, aunque se ganaba dinero yo no quería quedarme allí y como tenía mucha amistad con el hijo del contable de la empresa de alimentación de que te hablaba, pues volví a la empresa, porque pensaba que la cosa alimentaria nunca fallaría... Por eso fue de retornar a la alimentación; entonces tenía yo una “Lambretta” y con ella me desplazaba a todas partes. Con esta moto viene varias veces a Los Santos a ver a mis padres, con una maleta detrás. Una de estas veces, al llegar a Castellón vi un cartel anunciando Teruel a ciento y pico de kilómetros. Yo sabía que tenía que bajar hasta Sagunto y luego coger la de Teruel; pero como tenía tantas ganas de llegar tomé esta carretera. Antes de meterme, no obstante, pregunté a un guardia si estaba asfaltada hasta Teruel y me dijo que sí. Así que me metí... Pero a los 30 kilómetros se acabó el asfalto y comenzó la pista de tierra, puedes imaginarte el viaje que tuve. Total que de tantas piedras y baches que había, como aquella moto era dura de suspensión, se soltó el amarre del portamaletas y tuve que continuar con la maleta atada a la espalda... El viaje fue fatal, pero la ilusión de ver a mis padres superaba todas las penalidades.
¿Cómo fue el regreso a la empresa de alimentación?
- Pues fue muy bien, porque yo estaba más seguro de lo que quería hacer y estaba más maduro como persona y como profesional; de hecho a partir de entonces yo ya hacía operaciones millonarias. Y a los dos o tres años de estar allí, el hijo pequeño de la familia me propuso marcharme a las Baleares, para abrir una sucursal en Mallorca. El caso es que la empresa ya tenía allí un representante, pero vendía muy poco en relación con el mercado existente. Por eso fue de enviarme a mí, para abrir un almacén con mercancía física en la isla, con una administrativa en la oficina, vendedores y repartidores. Inicialmente fuimos cuatro vendedores y nos repartimos la isla: yo me ocupaba de Ibiza y de la parte occidental de Mallorca. Otros dos se repartieron la otra mitad de Mallorca y un cuarto hacía Menorca. Así empezamos a funcionar... Entonces era un momento idóneo para expandirse comercialmente por las islas, había muchas posibilidades para todo, y el que quería trabajar no le faltaba trabajo. Yo entonces tendría sobre 23 años, y ya me fui con coche, un Seat 600 que me había comprado –B 526.347-: me costó ochenta y tres mil pesetas, que pagué por anticipado en una oficina del Banesto que había en la Travesera de Gracia. Al cabo de once meses me lo dieron... Bueno, yo me marché a Baleares con la intención de hacer una temporada y ver cómo me iba, porque me gustaba conocer lugares nuevos y cambiar de aires. Pero con la idea de volver, pues la parte de Barcelona que yo tenía asignada era la mejor para los productos de importación que comercializaba mi empresa. No, entonces yo estaba todavía soltero, tenía amigas, pero no salía formalmente con ninguna... Para mí, lo primero era el trabajo. De Barcelona a Mallorca fui en un barco de la Transmediterránea que me pagó la empresa. Yo llevaba una maleta con mis cosas personales y otra con el material de trabajo, folletos y demás. Después de instalarme, lo primero que hice fue ponerme en contacto con un administrador de fincas, para alquilar unas naves en nombre de mi empresa. Ese fue el comienzo de la delegación en Mallorca. Enseguida comenzaron a llegar los productos de Barcelona o de Albacete, pues el té creo recordar lo mandaban directamente de Albacete. Al mismo tiempo busqué gente para que colaborara conmigo en la venta... Yo le puse mucho entusiasmo al trabajo y pronto conseguimos hacer clientes en todas las cadenas hoteleras de la isla: el producto estrella era el té.
¿Cómo evolucionaron las cosas en Mallorca?
- Pues muy bien... Ya te digo que pronto conseguimos hacernos con un mercado en las islas, ya que nuestros productos eran de alta calidad y muy apreciados. Yo salí de Barcelona con un sueldo mensual de 4.500 pesetas, más 250 pesetas diarias como dieta más un 3% de comisión de todo lo que vendía. Con la dieta pagaba la pensión donde me hospedaba –125 pesetas diarias- y aún me sobraba dinero; el resto, esto es, el sueldo base y la comisión lo ahorraba. Ello me suponía unas cincuenta mil pesetas mensuales, lo que era un buen sueldo, mejor que el de muchos profesionales. Ello fue la causa de envidias en la central de Barcelona, pues el jefe de ventas no ganaba más de veinticinco mil pesetas... El resultado de aquello fue que noté una pérdida de confianza en la empresa y como yo no sabía trabajar sin la confianza de los jefes, pues me marché. Sí, se lo dije claramente y me marche, estableciéndome por mi cuenta...
Podría decirse que, a partir de ese momento, al
hacerte autónomo, comenzó una nueva fase de tu vida profesional.
- Sí, así fue... Claro, yo no comenzaba de cero, pues conocía muy bien el mercado en Mallorca, estaba muy bien relacionado y tenía muchos contactos. Lo primero que hice fue ir a Londres, a ponerme en contacto con la segunda marca más conocida de té que había entonces. La primera era Brooke Bond P.G. y la segunda Typhoo Tea, propiedad de Cadbury Schweppes. Mi propósito era solicitarles me dieran la distribución de su producto para Mallorca. Claro, yo era buen conocedor del mercado en las islas y estas eran mis credenciales... No, yo no sabía inglés, pero lo chapurreaba un poco, lo suficiente para entenderme en asuntos de mi trabajo. Me presenté a ellos directamente en la sede central, aquello era como entrar en un ministerio... Hablé con ellos y me dijeron que ya tenían un distribuidor para España, que me pusiera en contacto con él, que estaba en Vilasar de Mar en Barcelona. Se trataba de la empresa "Barrosan", propiedad de Eloy Barros Sanmillán y de Daniel Sánchez Simón; posteriormente, el primero vendió su parte de empresa al segundo, que era el padre de los hermanos José y Daniel. Bueno, esta empresa ya tenía un distribuidor de Typhoo para Mallorca, aunque vendía muy poco. Resumiendo, los importadores y distribuidores de esta marca en España estaban en Vilasar y eran los hermanos José y Daniel Sánchez Libre, el primero era un político de CiU y el segundo presidente del Español. Me presenté a ellos y les dije quién era yo y que era capaz de vender la Biblia en verso..., esto es, que era un buen vendedor. Ellos me dijeron que habría que verlo... El caso es que el primer envío de mercancía que me hicieron a Mallorca tuve que pagárselo por anticipado, porque como no me conocían tampoco podían fiarse de mí... Les hice una transferencia por doscientas mil pesetas y enseguida me llegó el producto. El caso fue que en la primera semana vendí más té que el vendedor que tenían en un año. Desde ese momento que nuestra relación continuó e hicimos mucha amistad, pues su padre los enviaba de vez en cuando a Mallorca, para que aprendieran conmigo esta faceta del negocio y mi sistema de venta. Hasta tal punto hicimos amistad que estuve en la boda de ambos... Desde que me establecí por mi cuenta empecé con el té, pero antes del Typhoo yo vendía otras marcas de infusión, además de varios productos alimenticios, especias y bebidas. Por ejemplo, había una empresa de Madrid llamada Compañía Hispana que distribuía productos muy elitistas, como el güisqui Watts 69, que venía en una botella de diseño muy peculiar, etc. Tenía multitud de clientes y podía servirles muchos productos distintos y de gran calidad. Todo fue que con aquel té y los demás productos yo alcancé el máximo en mi profesión... Bueno, ya te digo que vendía mucho, pero llegó un momento que la delegación de Typhoo en Madrid me quitó la distribución, pues la tenía de palabra. De pronto me vi sin el té y con una gran cartera de clientes a los que no podía servir. Para poder atenderles estuve vendiendo otras marcas, pero con la idea de hacer la mía propia, para dejar de depender de los demás. Claro, esto es algo muy laborioso, lo primero era acudir a una casa que se dedicara al registro de marcas y patentes. Yo les mandé varios nombres pero todos me venían rechazados, alegando que tenían parecido con tal o cual otra marca existente. Hasta que encontré el nombre adecuado -Tewhis- combinando "té" con "whisky", como si se tratara de un carajillo de café y coñac. Mi marca es muy popular en Alicante y Murcia-: yo importaba contenedores de té de Ceilán, lo envasaba y distribuía, para lo cual me compré una compleja máquina envasadora. Después había que preparar el diseño de los envases, hacer la publicidad, etc. Compré también una nave para el negocio, y todo esto lo simultaneaba con la venta de otros productos de alimentación que ya comercializaba, y abrí una delegación en Ibiza, donde tenía un empleado para la distribución. De esta forma, con cuatro empleados llegué a facturar alrededor de 150 millones de pesetas anuales. y este fue el momento de máxima expansión de mi negocio. En distintas épocas me traje a Mallorca algunos chicos de Los Santos, con la intención de sacarlos de la aldea y proporcionarles un trabajo; incluso los tuve en casa, les mantuve y di dinero, pero no dieron resultado. En otro momento me traje a uno de Ademuz, que tampoco resultó para el negocio pero que ahora es subdirector de un importante hotel de lujo. ¿Quieres creerte que pese a lo mucho que les ayudé nunca he vuelto a saber de ellos? ¡Nunca me han llamado para darme las gracias ni para interesarse por mi! En este punto se complicó mi vida con asuntos personales...
Se nombra aquí a la empresa Cadbury
Schweppes, una famosa empresa multinacional de alimentación.[6]
En relación con esta célebre empresa, merece la pena decir que el actual
alcalde de Torrebaja –don Octavio Gómez Luis (Torrebaja, 1946)- estuvo
trabajando como ayudante de jardinero en la mansión que míster Peter Cadbury poseía en Ascot, una elegante localidad al oeste de Londres.[7]
Asimismo, se menciona a Josep Sánchez i Llibre (Vilassar de Mar, 1949),
político y economista catalán y a su hermano Daniel (Vilassar de Mar,
1950), empresario catalán que fue presidente del RCD Español.[8]-[9]
El entrevistado tomó contacto con la empresa del padre de ellos, para hacerse con la distribución del
té Typhoo en Baleares, cosa que consiguió. Dejamos en este punto el tema
profesional y laboral de nuestro entrevistado, para pasar a otros aspectos de
su vida.
Logotipo de Tewhis, s.a., marca comercial creada por el señor Ramón Mañas Aguilar (Los Santos, 1946) en Palma de Mallorca. |
Bien, y de tu vida personal y familiar, ¿qué
puedes contarme?
- En cuanto a mi vida personal, puedo decirte que tuve muchas amigas y algunas medio-novias... Con una de Los Santos, a la que conocía desde niño, hubiera podido casarme, porque ya tuvimos relación familiar; pero la cosa no cuajó. A mi primera mujer la conocí en Barcelona, durante una sesión de trabajo en la empresa, pues ella estaba en la sección de relaciones internacionales, lo que era la importación y exportación. Y estando en Mallorca, durante uno de los viajes que hacía a Barcelona por cuestión de trabajo, pues la conocí... Sí, resulta que habíamos tenido una reunión y después nos invitaron a tomar algo, y se hizo muy tarde. Entonces el jefe de personal me pidió acompañara a aquella chica hasta una zona de Barcelona que llaman La Verneda; la acompañé y al día siguiente quedamos... Ella era nacida en Argel, pero de padres españoles... Total, que la relación continuó y de cara a casarnos ella se pidió el traslado a Mallorca, donde yo estaba. Nos casamos en la iglesia de San Marcos en Los Santos, el cura que nos casó fue don Jesús –se refiere a don Jesús Calvo Martínez (Torrebaja, 1903)-. Una vez casados nos pusimos a vivir en un piso alquilado y luego compramos una casa en una zona residencial de Mallorca –en Costa d´en Blanes (Calviá)-, y todo fue muy bien hasta que su madre vino a vivir con nosotros. Ella le dio tantas alas a su madre que mi suegra acabó haciéndose la dueña de la casa, eso pasó... Y conforme nuestro nivel de vida creció, pues las relaciones entre nosotros empeoraron. Sólo te diré que cuando daban un partido de fútbol por la tele me tenía que bajar a algún bar del barrio para verlo... Pero lo que colmó el vaso fue lo de mi madre. Bueno, mi padre ya había fallecido, le dio un infarto estando en el campo y entre que le subieron al pueblo y vino el médico, falleció. Mi madre se quedó sola y yo quise llevármela a Palma, pero de ninguna manera quería salir ella de su casa, pues era una mujer de pueblo y estaba muy arraigada a la tierra. Pero llegó un momento en que se hizo mayor y ya no podía estar sola, pues se le fue algo la cabeza... Te diré que mi madre era la hija mayor de varios hermanos y su padre, mi abuelo Ramón Aguilar Blasco, que era de Ademuz, se portó muy mal con ellos: con su mujer, mi abuela, que dicen eran una santa y con sus hijos. Durante la guerra había sido miliciano... Sí, maltrataba a su familia y según contaba, siendo ella de apenas 14 años, le arreaba cada zurriagazo de miedo, porque no podía cargar los mulos, ya que le exigía como si fuera una persona mayor. Sus hermanos, aborrecidos, se marcharon a Barcelona, pero mi madre tuvo que quedarse con mi abuelo... Sí, mi madre contaba barbaridades de él, cosas que me estremecían, como que tenía en un cuarto bajo llave todo lo de la matanza, el frito, los jamones y lo demás del cerdo, todo era para él, sólo para él: ninguno de la familia probaba nada del cerdo, sólo él... Sí, claro, yo todavía conocí a mi abuelo, recuerdo que le tenía terror... A veces me quería atraer con una rodaja de jamón, mientras con la otra mano pretendía sujetarme, pero yo me zafaba corriendo...
Boda de un primo del señor Ramón Mañas Aguilar (primero por la derecha, arrodillado) en Zaragoza, con los recién casados rodeados de varios vecinos y amigos de Torrebaja (Valencia). |
¿Qué me querías decir de tu
madre?
- Sí, todo fue que llegó el momento en que mi madre ya no podía estar sola en el pueblo y tuve que traérmela a Palma y habilitarle una habitación en mi casa -antes había intentado que estuviese en una residencia en Landete (Cuenca), pero aquello no le probaba-. Cuál no sería mi sorpresa cuando mi mujer y mi suegra no me la dejaron tener en mi propia casa. Yo tuve que aguantar a mi suegra, que me hizo la vida imposible durante años, y luego no pude tener a mi madre... Claro, mi madre era mi madre y tenía que caber en mi casa: esa fue la causa principal de que nuestro matrimonio comenzara a resquebrajarse. Mi madre estuvo sólo una noche en mi casa y tuve que llevármela a una residencia. Eso me supuso una enfermedad, porque perdí las ganas de seguir trabajando, hasta el punto de tener que vender el negocio... Durante un año estuve con depresión, pero poco a poco me fui encarrilando de nuevo, porque tenía mucha voluntad y amistades que me estimulaban. Claro, yo tenía mucho patrimonio y la separación que tuve que forzar para casarme con mi actual mujer -una chica mallorquina estupenda y de buena familia-, me costó todo el dinero efectivo que poseía, quedándome con los almacenes, las deudas y demás. Todo aquello fue terrible, lo peor que me ha sucedido en la vida, además de la muerte de mis padres...
Para terminar, ¿has tenido
hijos?
- Sí, de mi primera mujer tuve tres hijas preciosas –Silvia (1970), Cristina (1972) y Sandra (1974)-, a las que quiero mucho y de las que estoy muy orgulloso, pues han sido muy buenas chicas y muy inteligentes, realmente brillantes. Estudiaron el bachiller en Mallorca pero los estudios universitarios los hicieron en Estados Unidos, licenciándose con muy buenas notas... Silvia fue la séptima de su promoción, estudió ingeniería en telecomunicaciones y la llamaron de una planta de Coca Cola en Atlanta (Georgia, USA) para trabajar en un programa informático. Luego se casó con un chico americano, hijo de una familia fabricantes de maquinaria agrícola en Carolina del Sur, donde vive con su marido y sus dos hijos. Cristina estudió económicas y también está casada; vive con su marido y una niña que tienen en Inglaterra (Reino Unido). Sandra estudió igualmente económicas y está en Mallorca (Baleares, España), asimismo casada con un chico estupendo, hijo de unos empresarios que fabrican maquinaria para la construcción y la agricultura, y tiene dos niñas. Sandra se dedica a la fotografía, retratando eventos sociales de gente famosa, bodas y eso, y le va muy bien... No, de mi segunda mujer no tengo hijos.
Ramón, ¿quieres pronunciarte
en temas ideológicos o de creencias?
- Bueno, no tengo inconveniente... Soy del Partido Popular (PP) y voto a la derecha, y en cuestiones religiosas, soy católico, aunque poco practicante.
El señor Ramón Mañas Aguilar (Los Santos-Castielfabib, 1946), sentado en un banco de la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia), tras de la entrevista (2012). |
Palabras finales.
La
vida del señor Ramón Mañas Aguilar constituye el paradigma de tantos
naturales del Rincón de Ademuz que tuvieron que salir de aquí a buscar otros
horizontes para su vida. Hijo de un sencillo sastre y de una mujer buena de Los
Santos (Castielfabib), le hemos visto sufrir de muy niño un accidente que pudo
haber sido grave, siempre ayudando en casa, llevando a los clientes la faena
que cosía su padre y haciendo mandados para su madre.
Fue
a la escuela de la aldea, donde tuvo la suerte de conocer a don Bernardo-Manuel
Pérez Gimeno (1919-2012), su maestro inolvidable recientemente fallecido,
al que muchos años después tuvo la posibilidad de homenajear, junto con los
compañeros de su clase. Le hemos visto en la serrería del lugar clavando
cajones de manzanas para ganar algún dinero: con sus ahorros se compró un reloj
de pulsera, y luego una acordeón. A los 15 años fue a Teruel, siendo esta la
primera vez que salió de su aldea. Aprendió a tocar el instrumento con un
músico de Torrebaja y solfeo con el padre Guillermo Pinazo Martínez C.M. (Torrebaja, 1901-Nueva York, 1973), sacerdote paúl del Rincón de Ademuz (Valencia). Cogió manzanas, replegó espliego y realizó cuantas faenas requerían
los campos de sus padres, hasta que marchó a Barcelona.
En
la gran ciudad tuvo varios oficios, hallando su camino como vendedor de
productos de alimentación e inmobiliarios. Como era habitual entonces, se
compro una “Lambretta” y luego un "Seat 600", el vehículo estrella de los
trabajadores españoles en los años sesenta. Luego marchó a Baleares, donde
montó una sucursal para la empresa que trabajaba, y fue un gran vendedor, lo
que le llevó a establecerse por su cuenta y crear su propia marca de té.
Afortunado en los negocios, no tanto en el amor, al menos inicialmente, tuvo tres hijas de las que se
siente muy orgulloso y que le han dado cinco nietos.
En
suma: el señor Ramón se reconoce una persona de palabra, amigo de sus
amigos, puntual, detallista y trabajador. Además de sensible, vitalista y muy
locuaz. Hijo orgulloso de esta tierra humilde, cuando no desamparada, cuya
presencia lleva enraizada en lo más hondo de su corazón, pues, además de
esconder los más gratos recuerdos de su infancia, constituye para él un lugar
santificado; no en vano contiene los venerables huesos de sus muertos. Vale.
[1] Puntualizando el hecho, aunque carece de importancia, el señor Ramón me hace saber a posteriori que él a mí sí me conocía, pues había asistido a la presentación que hice en la Casa de Cultura de Ademuz de un libro de poemas de Ricardo Fombuena Vidal -Mis huellas por el Rincón de Ademuz (Valencia, 2008)-, editado por el Ayuntamiento de Ademuz.
[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). Luis Gómez Martínez (Torrebaja, 1926), la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz,
Valencia, vol. III, pp.
201-207.
[3] ID. El padre Guillermo Pinazo Martínez C.M. (1901-1973), un torrebajero universal, en la web Desde el Rincón de Ademuz, del lunes, 27 de febrero de 2023.
[4] Cf. Wikipedia, voz Sant Gervasi de Cassoles.
[5] Cf. Wikipedia, voz Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas.
[6] Cf. Wikipedia, voz Cadbury plc.
[7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Don Octavio Gómez Luis (Torrebaja, 1946), alcalde de Torrebaja (Valencia), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz,
del martes 28 de febrero de 2012.
[8] Cf. Wikpedia, voz Josep Sánchez i Llibre.
[9] Cf. Wikipedia, voz Daniel Sánchez Llibre.
Iglesia de San Marcos en la aldea de Los Santos-Castielfabib (Valencia), con detalle de la imagen del santo durante la celebración del patrón (2012). |
Feligreses durante la celebración de la misa de San Marcos en la aldea de Los Santos-Castielfabib (Valencia), 2012. |
Detalle de la imagen de san Marcos sobre sus andas durante la procesión por las calles de la aldea de Los Santos-Castielfabib (Valencia), 2012. |
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