viernes, 1 de febrero de 2013

A JOSÉ CORTÉS VALERO (a) el Campero, “IN MEMORIAM” (y II).

Aportación al conocimiento de la Guerra Civil (1936-39) 
en el Rincón de Ademuz y Teruel.











De lo sucedido tras la muerte de Aurelio Cortés Soriano.
Según el informante, tras el asesinato de su padre la familia regresó a su casa de El Campo. La madre, Benita, enfermó, no podía ni levantarse de la cama y él tuvo que encargarse de ella y sus hermanos, Aurelio y Lucinio de 12 y 5 años respectivamente. Además, estaban en plena faena de la trilla... Las tierras las tenía abandonadas, pues los milicianos le hacían ir a labrar –con dos machos y una burra que todavía tenía- a los campos de una Colectividad que habían creado:
  • <Claro, yo tenía que aviar a mis hermanos y a mi madre: Lavarla de arriba abajo, hacer la comida y todo lo que me decía, porque ella estaba en todo, con la cabeza bien clara, pero sin poder hacer nada por la debilidad, por la depresión o por lo que fuera que tuviera. Además, criábamos alguna gallina en el corral y cuando llegó el verano del 37 comenzamos a cultivar un huertecillo con verduras y hortalizas frente a la casa, pero el invierno y la primavera fueron terribles... No teníamos de nada, sólo lo que nos traían los vecinos. Por si fuera poco lo que nos ocurría, mi madre empeoró de lo suyo, por lo que tuve que ir a buscar al practicante de Tramacastiel, le llamaban don Enrique: Recuerdo que vino de noche, por miedo a que le vieran, pues parece que nadie podía acercarse a nuestra casa sin peligro... El practicante, después de mirarla le mandó algunos medicamentos, que yo mismo le administraba, incluso inyecciones... Hasta que un día, en vista de que no mejoraba, me dijo: Yo no llego más, esto es cosa de médico... -y me mandó buscar a don Casimiro, el médico de Casasbajas-. Don Casimiro era el padre de don Antonio, el boticario que hubo en Torrebaja años después de la guerra...>[1]
El señor José Cortés Valero (1918-2012), muestra el retrato de sus padres, los señores Aurelio Cortés Soriano y Benita Valero Julián, 2006.

Se nombra aquí a don Casimiro –se refiere a don Casimiro Villanueva Mateo- médico de Casasbajas, padre de don Antonio el boticario –se refiere a don Antonio Villanueva Garrido (1913-1959)-, que estuvo de farmacéutico en Torrebaja años después de la guerra. Es por ello que el relator tenía que bajar de noche en su bicicleta hasta Casasbajas. Al llegar a Torrebaja tomaba el atajo de la huerta, continuando después por el Camino de las Vueltas, en dirección a Ademuz, Casasaltas y Casasbajas. Allí buscaba a don Casimiro y le contaba lo que le pasaba a su madre y el médico le hacía una receta, diciéndole que fuera por el medicamento a casa de don Felipe Navarro Ruescas, el médico de Ademuz. Ninguno de los dos le cobró nunca nada –ni por las consultas ni por los medicamentos-, aunque fueron varias las visitas. El tiempo iba pasando y la guerra seguía su curso, manteniéndose lejos de estos pueblos hasta mediados de noviembre de 1937, fecha en la que comenzó a prepararse una de las fuerzas de maniobra para la toma de Teruel por el ejército frentepopulista.[2] Pero el señor José tenía otro frente de guerra y su batalla diaria en la propia casa, con su madre enferma, que no mejoraba y sus hermanos pequeños. Algunos de los vecinos de la aldea y de Libros seguían llevándoles comida de noche, gente que les apreciaban y sabían de su situación, pero les faltaba de todo. Un día, la señora Benita dijo a su hijo:
  • <En Cascante tenemos unos amigos de tu padre y míos que te darán lo que tengan, cuando les cuentes lo que nos pasa... Mi madre me dio las señas precisas de la casa de sus amigos y una noche me marché por los caminos del monte hasta aquel pueblo... Encontré la dirección sin problema y llamé. Ya eran las tantas de la noche y temía que no quisieran abrirme, pero me abrieron; y cuando les dije quién era y a qué venía no sabían qué hacerse conmigo: me colmaron de todo lo que podía traer, desde una gallina y medio jamón hasta pan y alubias... Me despedí de ellos y llegué a mi casa antes que se hiciera de día, procurando que nadie me viera...>[3]
                
Cuando le pregunté por aquella familia de Cascante del Río (Teruel), me hizo saber que después de la guerra intentó ponerse en contacto, pero ya nunca más supo de ellos. Ignora si murieron o se marcharon a otro lugar, el caso es que ya no pudo agradecerles de mayor lo mucho que le dieron y el caldo tan bueno que salió de aquella gallina que tan generosamente le regalaron; sobre todo por su madre... Pero la historia no termina todavía, ni tampoco los padecimientos del relator:
  • <Mi madre no mejoraba, pese a las medicinas que me había mandado don Casimiro, ni con la comida de nuestros amigos y la gente que nos quería... Así que como se pusiera peor y yo me negara a ir a trabajar a los campos de la Colectividad que tenían los milicianos, éstos vinieron un día a nuestra casa, amenazándome con que si no iba a trabajar “me picarían como a mi padre...”. Yo les dije que mi madre estaba enferma y que en esos días no podía ir, pero que cuando mejorara iría y haría mi trabajo acumulado o más. El caso es que se marcharon con sus bicicletas, y como yo no me fiaba de lo que pudieran decir a sus jefes les seguí hasta Villel; pretendía dar parte al Comisario, cuya oficina estaba en el edificio que hoy ocupa el “Bar Pedro”, junto a la carretera>.[4]
Sigue diciendo:
  • <Los milicianos entraron en las oficinas del Comisariado y comenzaron a dar su versión de lo que ocurría conmigo. Estaban en esto cuando entré yo sin llamar y el comisario Uribe, me pregunto: Y tú, ¿quién eres...? -le contesté que era José Cortés, el hijo de Aurelio el del Campo, y a qué venía-: ¡Vengo a contarle lo que realmente me pasa! -y  le conté todo lo que me pasaba y más-. Y estaba contándole al comisario todo aquello cuando entró en el despacho un tal Gundemaro, uno del pueblo que se había pasado de la zona Nacional y que mi padre conocía de llevarle el trigo para moler, pues era molinero; aquel mismo día lo habían nombrado alcalde de Villel...>.[5]
Calle de El Campo-Villel (Teruel), con detalle del piso de tierra y casas abandonadas (2013).


Fachadas de casas en Libros (Teruel), 2013.


Se nombra aquí al Alto Comisariado, refiriéndose al comandante militar y al jefe político de la Columna Eixea-Uribe... El coronel don Manuel Eixea Vilar fue comandante supremo del Estado Mayor de XIXº Cuerpo de Ejército hasta principios o mediados de noviembre de 1937: su Estado Mayor se hallaba en Torrebaja (Valencia).[6] Fue sustituido al mando del citado Cuerpo de Ejército por el teniente coronel don Joaquín Vidal Munárriz, jefe del Estado Mayor hasta finalizar la guerra: don Joaquín fue fusilado en Bilbao después de la guerra –el 4 de agosto de 1939-.[7] Cuando dice de Uribe, se refiere a don José Mª Uribe Pastor, maestro nacional de profesión, que fue Comisario Político durante el periodo histórico. Asimismo, se cita a un tal Gundemaro –refiriéndose a Gundemaro Calvé Concepción (1908-2002)-, nombrado alcalde de Villel en los primeros meses de la guerra.

Del señor Gundemaro, comenta el relator que era un “hombre de izquierdas, idealista y persona de corazón”; éste oyó todo lo que el joven José denunció ante el Comisario, y cuando acabó dijo delante de todos:
  • <¡Si nos cargamos a los hombres de verdad, a los que trabajan, esto no va a funcionar! Aurelio era un hombre honrado y trabajador y os lo habéis cargado. Por otra parte, aunque hubiera sido de otra forma, su hijo no tiene nada que pagar por él, así que, ¡ya está bien...! Y desde aquel momento cambió la suerte de mi familia, pues aquel mismo día Gundemaro mandó cargar leche, pan y otras cosas de comer, y nos lo llevó en una ambulancia a nuestra casa en El Campo>.[8]
Y continúa diciendo:
  • <Vino él mismo y cuando vio que mi madre dormía en el suelo, sobre un jergón de farfollas, pues los milicianos nos lo habían quitado todo, mandó inmediatamente traer del almacén de intendencia una cama con colchón y somier, y otras cosas de la casa>.[9]
Detalle de cartel en una calle de Libros (Teruel), 2013.
Cruce de calles en Libros (Teruel), 2013.


Al decir del informante, el señor Gundemaro se portó muy bien con ellos, pero la historia es cambiante y también el destino y la fortuna. De hecho, después de la guerra tuvo la oportunidad de devolverle el favor al alcalde de Villel. Pero no adelantemos acontecimientos, pues aún quedan asuntos por decir... Parece que las cosas iban mejor para la atribulada familia de José, pero la madre empeoró. Por este motivo aceptaron la invitación que les hicieron para trasladarse Torrebaja; de esta forma tendrían más cerca al médico de Casasbajas y en todo caso podrían cuidar mejor a la madre. Pues el hijo, aunque ponía todo su cariño y buena voluntad en atenderla, no llegaba hasta donde puede llegar una mujer. El caso es que aceptaron, y allí pasaron una temporada:
  • <Sí, en casa de la tía Enriqueta de Torrebaja, amiga de mi madre, permanecimos cosa de un mes. Ella la cuidaba y teníamos más cerca a don Casimiro, el médico. Estuvimos todos muy bien allí, pues era muy buena mujer y se portó extraordinariamente con nosotros… Al cabo de poco tiempo mi madre comenzó a mejorar, y como se encontrara con más ánimo decidimos marcharnos a Libros, donde teníamos la casa que mis padres habían construido antes de la guerra…>[10]


Cuando dice “de la tía Enriqueta de Torrebaja”, se refiere a la señora Enriqueta Miguel Mañas (1903-76), natural de Mas de Jacinto (Castielfabib), de la familia de Los Peteques. Todo fue que con la mejoría de la madre volvieron a Libros... Pero cuando llegaron a Libros vieron que la casa la habían ocupado miembros de la Guardia Nacional de la República. Ya se veían en la calle, cuando el que les mandaba dijo que podían quedarse, que les dejarían alguna habitación:
  • <Vivíamos en una habitación de nuestra propia casa, gracias a la generosidad de los Guardias Nacionales. No nos molestaban y yo podía afeitar y cortar el pelo a los vecinos y a los guardias: así me ganaba alguna perra y podíamos ir tirando. También llegué a afeitar a Enrique Turiel, comandante de la 41ª División del XIXº Cuerpo de Ejército. El tal Turiel estaba casado con Mercedes, una hermana de Tonina, ambas de Torrebaja…>.[11]
Vista parcial del caserío de Libros (Teruel), con detalle de la Carretera Nacional 330-420 y el río Turia a su paso por la localidad (2011).
Vista parcial del caserío de Libros (Teruel), con detalle de la Carretera Nacional 330-420 y el pretil del río Turia a su paso por la localidad (2013).

Al respecto, sabemos que en Torrebaja estuvo instalado el Alto Comisario del XIX Cuerpo de Ejército, un tal Carlos Sanz Asensio (de la CNT), que vivió en una casa de la calle del Rosario, propiedad de los padres de Amalia Martínez Garrido (1913-1972). Con anterioridad parece que hubo otro comisario, el señor Juan-Antonio Turiel Jurenal, natural de Micereces de Tera (Zamora), al que se recuerda como “un tipo guapo y templado, que se casó con Mercedes Gómez Gimeno, una hija de la tía Concha, hermana de Tonina y Teresa. Cuando terminó la guerra se marchó a Francia y creo que ya no le vieron más...”.[12] En el Archivo Histórico Parroquial de Torrebaja se conserva la Partida de bautismo correspondiente a la señora Mercedes Turiel Gómez, hija de Juan Antonio y de Mercedes, nacida el 21 de diciembre de 1938.[13]

 Los recuerdos se le agolpan, rememorando aquellos lejanos días de la juventud en su casa de Libros, después de tantas desgracias y tristezas como había pasado la familia. Pero la salud de su madre estaba definitivamente quebrada y el médico ya le había advertido que no tardaría en morir. Él estaba preparado y esperaba el momento:
  • <Un día le pinché a mi madre en la vena, como solía hacer cada dos o tres días, y no le salió sangre... Yo ya me lo temía, porque me lo había dicho don Casimiro. Y mi madre pareció darse cuenta de ello; me dijo que ya sabía que se iba a morir… Yo le contesté que no, lo que pasaba era que no le había pinchado bien y entonces le pinché en el otro brazo, pero tampoco le salió sangre. Mientras, mi madre me miraba, como sabiendo lo que iba a pasar... Yo le dije: Ya está madre, ya le he pinchado... -pero no era verdad-. Ella me hizo prometer que cuidaría de sus hijos, de mis hermanos, que no les abandonara nunca pasara lo que pasara… Se lo prometí de todo corazón, pero no pude contener las lágrimas…>.[14]
Interior del Cementerio Municipal de Libros (Teruel), donde yacen los restos de la señora Benita Valero Julián -fallecida el 13 de septiembre de 1937- (2009).
            
La señora Benita Valero Julián, hija de Pantaleón y Eulalia, falleció en su casa de la calle del Molino a los pocos días –el 13 de septiembre de 1937-, un año y cinco días después del asesinato de su marido; murió de tisis... Sus restos mortales yacen en el cementerio municipal de Libros.[15] Tras la muerte de la madre, Pepe, Aurelio y Lucinio quedaron huérfanos y completamente solos. Nuevamente, la tragedia parecía apoderarse de la familia. No obstante, José todavía permaneció algún tiempo en Libros:
  • <A todo esto, Gundemaro Calvé, el molinero y alcalde de Villel, me dijo: José, alístate en el ejército como voluntario, porque si no esta gente te acabará “picando”… -por eso fue de alistarme. Me enrolé en el Cuerpo de Automovilismo de la 41ª División, gracias a un carné de las Juventudes Comunistas que me proporcionó el propio Gundemaro. Mi primer destino fue en Casas Nuevas, cerca de Salvacañete, en Cuenca>.[16]
De aquellos días, recuerda:
  • <Yo estaba en la Plana Mayor y allí afeitaba a los demás, y me iba bien, porque estaba rebajado de servicio, excepto cuando faltaba gente para las guardias. Sólo entonces tenía que coger el mosquetón... Recuerdo a un teniente, de nombre Antonio, y a un sargento que llamábamos Morales, buena persona, con el que hice mucha amistad; así como a un capitán de la compañía, al que llamaban Navarro, de nombre Antonio. Mi única preocupación entonces eran mis hermanos pequeños, que se habían quedado solos en Libros...>.[17]



Vista parcial de Casas Nuevas-Salvacañete (Cuenca), junto a la carretera nacional 420 de Cuenca a Teruel, vía el Rincón de Ademuz (Valencia), 2013.
Vista parcial de Casas Nuevas-Salvacañete (Cuenca), junto a la carretera nacional 420 de Cuenca a Teruel, vía el Rincón de Ademuz (Valencia), 2013.


Final de la guerra, en un campo de concentración.
Anduvo después por otros frentes, siempre en el XIXº Cuerpo de Ejército de Levante; el final de la guerra le cogió en Extremadura.
  • <Un día dijeron que la guerra había terminado… Así que nos metieron en un campo de Concentración que abrieron en una finca que llamaban “La Boticaria”, de Herrera del Duque, en Badajoz. Allí permanecí durante tres meses, padeciendo hambre y miseria… Al entrar en el campo unos requetés que controlaban aquello me limpiaron 700 pesetas que había ahorrado durante los últimos meses de guerra, afeitando. Dormíamos amontonados, pasando más hambre que el perro de un titiritero: a cada uno nos daban una lata de conserva que contenía tres miserables sardinas; esto para toda la semana. Nos juntábamos ocho y con hierbas del campo y lo que pillábamos, hacíamos un puchero de rancho para todos: cada día poníamos el contenido de una lata de sardinas, para darle algún sabor al cocimiento. Y de miseria que te voy a contar…>[18]


En el campo de concentración de Herrera del Duque estuvo poco más de tres meses. Durante este tiempo escribió una carta al alcalde de Libros, contándole su situación, para que le mandara un aval. Escribió otra al comandante del puesto de la Guardia Civil, con la intención de que vigilaran a sus hermanos, aconsejándoles a éstos que no hicieran ninguna tontería, que esperaran a que fuera él; que entonces ya harían lo que tenían que hacer:
  • <Sí, yo tenía miedo de que mis hermanos hicieran alguna barbaridad al acabar la guerra, en venganza por todo lo que nos habían hecho padecer durante nuestra estancia en El Campo, por lo de mi padre en Villel y todo lo demás… Por esto escribí la carta, que por cierto fue leída por el comandante del puesto de la Guardia Civil a la salida de misa a todo el pueblo de Libros, pues no hablaba de venganza ni de revanchas, sino de todo lo contrario. Aquel hombre dijo que si todo el que volvía de la guerra pensara así, él podría colgar el tricornio… Así fue y así me lo dijeron>.[19]
Plaza Mayor de Libros (Teruel), con la iglesia parroquial -San Juan Bautista- al fondo (2011).



Poco más tarde el alcalde de Libros -lo era Ramón Gimeno-, interesado por su situación, le mandó dos avales, uno detrás de otro. El primero no llegó, pero sí el segundo. Al leerlo, los falangistas que entonces estaban al cargo del Campo de Concentración se sorprendieron de que estuviera allí y le dijeron que no sabían lo que hacía en aquel lugar ni había motivo para seguir retenido. Lo cierto era que los requetés que lo concentraron, no le tomaron ningún tipo de declaración, ni abrieron expediente alguno sobre su persona y las circunstancias por las que estaba retenido. Estaba allí, como tantos otros, vegetando y padeciendo hambre y miseria. Lo soltaron enseguida, presentándose en pocos días en Libros; su única ilusión era volver a casa con sus hermanos:
  • <Cuando llegué al pueblo, vi que la casa de mis padres la había hundido la aviación nacional durante los bombardeos que sufrió la población… A mi padre lo mataron los milicianos, mi madre había muerto y para colmo estábamos sin casa: nos quedamos solos y en la calle, pero contentos de estar vivos y juntos los tres hermanos, pensando que en nosotros viviría para siempre la memoria de nuestros padres>.[20]
            
Al poco de llegar a Libros le ofrecieron la Jefatura Local de Falange y una pistola, pero rechazó ambas cosas: no quería saber de política y menos de armas. Además, viéndose con un arma en la mano, tenía miedo de hacer algo irremediable, luego de todo lo que había pasado.

                
Entre la justicia y el perdón.
Al poco de haber vuelto del campo de concentración, se le acercó un vecino de Libros, de nombre Martín, y le dijo:
  • <Sí, era el tío Martín el Gachas, uno que tenía un vozarrón muy fuerte, y me dijo: Parece mentira que seas hijo de Aurelio... ¡Con los cojones que tenía tu padre…! Entonces le pregunté: ¿Por qué me dice usted eso, tío Martín? -a lo que me respondió-: Porque ése que hay bajo el olmo de la fuente -se refería a un tal Eliseo- fue el que le dio el tiro de gracia a tu padre en Villel…>.[21]
         
Sin decir más, se fue al puesto de la Guardia Civil y pidió hablar con el capitán Merino, el comandante del puesto:
  • <Claro, nada más oír lo que me había dicho el tío Martín me fui al cuartel para decírselo comandante: ¿Qué pasa, Camperito...? -dijo al verme-. El capitán me llamaba así, y parece que me apreciaba; de hecho ya me conocía por la carta que le había mandado desde el campo de concentración, la misma que había leído en la puerta de la iglesia de Libros. Le conté lo que me había ocurrido con el tío Martín, y sin más le mandó buscar. Cuando llegó el Gachas ordenó al escribiente que se pusiera a la máquina y él mismo comenzó a dictarle lo que yo le había contado y lo que sabíamos todos que había ocurrido. Al terminar la denuncia, el Gachas había cambiado de color y tenía el rostro blanco. Entonces, el capitán le pidió que firmara el escrito, pero el hombre se había derrumbado y no quiso de ninguna manera, alegando que él lo había oído, pero que no lo sabía de cierto… Al oírle decir esto, me levanté y le di semejante bofetada, que yo mismo me sorprendí de la rabia con que se la había dado… A todo esto, el capitán Merino rompió el escrito de denuncia y le dijo al Gachas que se marchara, echándole del cuartelillo de un puntapié…>[22]
            
Poco más tarde recibió la visita de unos familiares del señor Gundemaro -el antiguo molinero y alcalde de Villel-, comunicándole que éste se encontraba en la cárcel de Teruel, represaliado. Fueron a ver si mi informante quería hacerles un aval para que saliera. Él no tuvo inconveniente en firmar la fianza que le pedían y gracias al documento salió de la prisión. Pero al poco volvieron a encarcelarle:
  • <Sí, les firmé el aval que me pedían y le dejaron libre, pero al poco tiempo volvieron a encarcelarle. Entonces tuvimos que hacer un escrito más extenso, contando lo que había sucedido con mi padre y las palabras que dijo delante del comisario Uribe, así como lo bien que se había portado con mi familia, estando mi madre enferma… Con este nuevo documento lo soltaron y no volvieron a molestarle más. Gundemaro marchó a Teruel y allí creo que vive todavía, así que bien te puede confirmar lo que digo...>
            
No puede localizar al señor Gundemaro en aquel momento, lo cual fue una lástima, pues hubiera podido aportar valiosa información acerca del suceso en particular, y del momento histórico en general... Posteriomente supe  que en el Registro Civil de Villel (Teruel) figura un tal Gundemaro Calvé Concepción, natural de Villel, nacido el día 20 de enero de 1908, y fallecido en Teruel el día 11 de agosto de 2002 -a los 94 años-.

Lápida en el Cementerio Municipal de Villel (Teruel), "In memoriam" de los asesinados en este mismo camposanto el 8 de septiembre de 1936. La placa incluye el nombre de Nicasio Pérez Monleón (1886-1936), albañil de profesión, concejal derechista del Ayuntamiento constitucional de Villel cuando estalló la guerra, cuyo cuerpo apareció muerto por herida de bala en la ermita "Virgen del Carmen" de esta localidad.

El señor Manuel-Aurelio Cortés Soriano, cuyo nombre figura entre los asesinados en el Cementerio Municipal de Villel (Teruel), junto a cuatro vecinos más, el 8 de septiembre de 1936 [Foto del Archivo familiar Cortés-Valero].


Palabras finales.
La que fuera alegre aldea de El Campo (Villel) es hoy un lugar despoblado, ruinoso y triste, pero en los tiempos de nuestro relato vivían allí medio centenar de personas. Las casas hace tiempo que comenzaron a hundirse y las calles se hallan llenas de piedras, escombros y hierbajos. Incluso el bello edificio de las escuelas ha comenzado a resquebrajarse -los pupitres todavía se hallaban en su lugar la primera vez que visité el lugar en 2001, aunque descompuestos y podridos, al igual que las pizarras de encerados desconchados: como si hubieran tomado conciencia de que jamás volverán a ser útiles. Hoy están completamente desmanteladas. Sólo el humilde ermitorio de San Jorge se ha conservado, evidenciando los cuidados de manos caritativas en el lugar.

La casa que fuera de Aurelio y Benita es una de las pocas que se ha conservado en  buen estado; posee tapial de piedra y patio interior, donde crecen higueras y parrales sombreando la fachada. Después de la guerra, José y sus hermanos vendieron la morada familiar, incluidas las fincas de sus padres, sin haber vuelto por allí desde entonces. Hasta hace pocos meses, la vivienda de Abel Belenguer todavía podía verse, bajo la poderosa mole de piedra frente al puente del Turia. Sus antiguos amos marcharon a Torrebaja, donde continuaron su vida. Asimismo podría decirse de la masía de Viñuelas Altas, cuyas casas parcialmente arruinadas se asoman sobre la vega desde el alto de la ladera.

            Los señores Aurelio, Ignacio, Manuel y Tomás, se hallan inhumados en el cementerio municipal de Villel. Tras la guerra, los familiares levantaron un humilde panteón conjunto, “in memoriam” de sus seres queridos. El monumento estuvo allí hasta la última remodelación del camposanto, llevada a cabo a mediados de los años setenta; en la actualidad hay en su lugar una lápida con sus nombres, recordando su muerte. 

Retrato de boda del señor José Cortés Valero y su esposa, la señora Teresa Tortajada Gimeno [Foto del Archivo Familiar Cortés-Valero].

El señor José Cortés Valero casó con Teresa Tortajada Gimeno (1923-2005), hija de Roque (a) el Manzanero y vivió en Torrebaja hasta el fin de sus días. Su primera juventud estuvo marcada por la guerra, pero fue siempre un hombre sensato y campechano, incluso jovial, respetado y apreciado por los vecinos del pueblo que adoptó como suyo. Aquí nacieron sus hijos, José, María Teresa y Aurelio Cortés Tortajada. Siempre trabajó como transportista, fue Presidente de la Comisión de fiestas de Torrebaja durante muchos años, y Juez de Paz del municipio. Sus hermanos -Aurelio y Lucinio- se quedaron en Libros, donde el mediano vivió hasta su fallecimiento -el 4 de febrero de 2004, cuando contaba 78 años-.

Lápida en el Cementerio Municipal de Libros (Teruel), correspondiente al nicho donde yacen los restos del señor Aurelio Cortés Valero (1926-2004).

Lápida en el Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia), correspondiente al nicho donde yacen los restos del señor José Cortés Valero (1918-12), junto a los de su esposa, la señora Teresa Tortajada Gimeno (1923-2005).

En suma: nuestro informante falleció en un hospital de Teruel, nonagenario... Los sufrimientos de la guerra, lejos de hacerle duro de corazón y resentido, le maduraron y pulieron. En nuestras conversaciones, muchas veces me confesó: Hace ya mucho tiempo que perdoné a los asesinos de mis padres... Pues aprendió que sin perdón sólo nos quedan a las personas -y a los pueblos- dos caminos, la crueldad o la indiferencia. ¡Descansa en paz, amigo Pepe, y que la tierra te sea leve...! Vale.



Addenda:
Durante la investigación llevada a cabo para elaborar el presente trabajo envié sendas cartas a la parroquia y juzgado del Ayuntamiento de Villel (Teruel), incluyendo copia de mi Tarjeta Nacional de Investigador, expedido por el Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro -esto fue en diciembre de 2006-: para verificar si existía constancia documental del enterramiento de los cuatro asesinados que aquí se mencionan. Sin embargo, ni el párroco ni el secretario del juzgado de paz se dignaron contestar mis misivas, por lo que me resulta imposible agradecerles desde aquí su colaboración, cual hubiera sido mi deseo. La documentación que buscaba la hallé años después en la Causa General, del Archivo Histórico Nacional de Madrid.

Con todo, esto no es una lección de historia, ni lo pretende... Pero si algún día un historiador desea elaborarla con el método propio de esta disciplina, tendrá que contar con los testimonios y observaciones que aquí se exponen, lo cual sería imposible de no haberlos recopilado en su momento.



[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Contra las tapias del cementerio de Villel (Teruel), en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, p. 430.
[2] Las zonas de concentración del XVIIIº Cuerpo de Ejercito para la toma de Teruel estuvieron en Torrebaja, Ademuz y Castielfabib, que acogió a la 34ª División, mientras que la División 64ª se ubicó en Tormón y Alobras. Entre las fuerzas de reserva cabe destacar la División 70ª, que se situó en Tramacastiel y Libros. Vid MARTÍNEZ BANDE, J.M., La batalla de Teruel, Monografías de la Guerra de España, nº 10, Editorial San Martín, S.L., Madrid, 1990, p. 55.
[3] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 430.
[4] Ibídem, p. 431.
[5] Ibídem.
[6] TUÑÓN DE LARA, M., La batalla de Teruel, Instituto de Estudios turolenses-Diputación Provincial de Teruel, Cartillas turolenses 2, número extraordinario, Teruel, 1986, p. 5. MARTÍNEZ BANDE, J M., La batalla de Teruel,..., Madrid, 1990, pp. 35-99. SÁNCHEZ GARZÓN, A., Desde el Rincón de Ademuz, Valencia, 2000, pp. 207-208.
[7] <Destinado a la zona Centro, el 15 de noviembre de 1937 fue nombrado Jefe del XIX Cuerpo de Ejército en Levante, siendo dicho nombramiento el que le vincula con el frente de Teruel y su estancia en Torrebaja (Valencia), donde se dispuso el Mando de este Cuerpo de Ejército. [...] Presuntamente, un hermano suyo -el Coronel Enrique Vidal Munárriz, compañero de promoción de Franco y gobernador militar en el País Vasco-, intercedió para salvar su vida, sin conseguirlo, pues el 4 de agosto de 1939 fue ejecutado en Bilbao mediante fusilamiento>. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Don Joaquín Vidal Munárriz, un coronel republicano en Torrebaja (Valencia), del miércoles 14 de diciembre de 2011.
[8] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 431.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem, p. 432.
[12] SÁNCHEZ GARZÓN (2009), pp. 86, 88-89.
[13] Ibídem, p. 513.
[14] Ibídem.
[15] Ibídem, p. 510.
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Ibídem, p. 432.
[19] Ibídem, p. 433.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem.

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