A propósito de su floración primaveral,
en la senectud de su
vida.
“El tilo es un árbol de buen porte, con
tupido follaje,
que da sombra impenetrable y fresca,
deshojado durante el invierno;
tiene hojas grandes […], de figura de
corazón,...”.
Pío Font Quer, farmacéutico leridano.
Palabras previas.
Si
bien en la senectud de su vida, el tilo de Los Callejones ha sido uno de los
árboles más significativos de Torrebaja, del que escribí hace ya algunos años
(1998-2000);[1] digo que ha
sido, aunque todavía existe, pero si preguntáramos a los niños de ahora, pocos
o ninguno sabría a qué árbol nos estamos refiriendo. Nada tiene ello de
extraordinario, pues tampoco sabrían decirnos dónde se halla la partida de Los
Callejones... Y es que, indefectiblemente, todo evoluciona y cambia, los
lugares y las cosas, incluso nosotros mismos; aunque de esto último no estoy
tan seguro.
Porque recuerdo haber leído en Alfred Adler (1870-1937), médico y
psicoterapeuta austriaco, alumno aventajado de Freud, del que se separó
tempranamente, fundador de la sicología individual, y precursor de la moderna
psicoterapia,[2] que el
carácter y las motivaciones vitales de las personas son siempre las mismas,
hasta el punto de poder representarse como la curvatura de un arco, afirmando
que lo que nos ha movido de niños nos moverá de mayores y de viejos, con muy
poca modulación. Yo no sé si esto será cierto o es sólo una hipótesis; en
cualquier caso he aprendido por la experiencia que las personas no mejoran
necesariamente con la edad... -quizá se halle todo ello relacionado con lo que decía aquel sabio historiador providencialista y clérigo francés, Jacques Benigne Bossuet (1627-1704), "siempre hay algo en nosotros que no acaba de madurar...-.
Calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), 2013. |
Pero
dejemos los vidriosos temas de la mente y volvamos al tilo... Decía que los
niños de la actual Torrebaja es probable que no sepan dónde se halla el tilo de
Los Callejones, porque su vida de hoy, juegos, sueños y afanes, son distintos
de los de antaño; y también su formación... Para los mayores, sin embargo,
tanto el tilo como el lugar donde vegeta constituyen una entidad emblemática.
El tilo era y es descomunal, majestuoso, omnipresente en la zona, siendo imposible
no advertir su presencia cuando se pasa a su vera. En cuanto al lugar donde se
halla, cabe decir que era y es una zona de huertos encarada al poniente,
dispuesta cual un mirador sobre el valle del río Ebrón a su paso por el
término. La situación de la partida era muy estimada, por ser perfecta para el
cultivo de las hortalizas, ya que tenía bastante buen riego mediante la acequia
vieja de Castielfabib y se hallaba protegida de los vientos del norte por el
propio caserío. Hace unos años fue zona urbanizable, pendiente de reparcelación, pero hoy vuelve a ser rural, aunque muchos de los huertos se hallan baldíos...
Detalle de la fachada modernista de la que fuera casa de doña Visita Navarro Ruescas y don Antonio Hernández Montesinos en Torrebaja (Valencia), 2013. |
Rememorando
el tilo de mi infancia.
Decía
que la partida de Los Callejones se halla al suroeste del caserío de Torrebaja,
encarada al valle del Ebrón... El nombre de “Callejones” le viene de que los
huertos que formaban la partida se hallaban protegidos al norte por una pared o
murete a modo de tapia, lo que hacía que el camino de acceso fuera estrecho,
cual un callizo. Si se accedía a la zona por la calle del Rosario y calle del
Sol, al llegar propiamente al camino, éste discurría por una senda, entre una
pared que sostenía el abancalamiento por la derecha, por cuya base discurría
una acequia y la mencionada tapia, por la izquierda.
Antaño,
quiero decir antes de la traída de las aguas potables y la colocación del
alcantarillado público, lo que tuvo lugar a principios de los años sesenta del
pasado siglo, los cursos de agua próximos al pueblo eran muy valorados, pues
servían de pilón, esto es, de lavadero, fregadero y desaguadero. En la citada
calle del Sol, que va de la calle del Rosario al camino de Los Callejones, hubo
una acequia que atravesaba la calle; estaba descubierta y servía de lavadero y
fregadero público por ambas márgenes. Al comienzo del camino de Los Callejones
había también un lavadero privado, al que solía acudir el vecindario con el
permiso de los dueños. Allí fregoteaban y enjuagaban las mujeres, pues entonces
era ésta una labor propia de las féminas, amas de casa y mozas. ¡Ver a un
hombre fregar o lavar en la acequia hubiera sido un penoso motivo de escándalo!
Hacer la colada ha sido una de las faenas más desagradecidas del hogar, hasta
el punto de que la lavadora automática fue de los inventos más estimados,
después de la rueda, la escalera, la bicicleta y el huevo frito..., por ejemplo.
Detalle de la acequia, en el camino de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Detalle de la acequia y restos de las antiguas tapias, en el camino de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), 2013. |
La colada era especialmente ingrata en invierno, cuando se tenía que lavar en la acequia o el río, sin guantes. En el lavadero que les decía se fregaban los cacharros de cocina y lavaba la ropa, pero en la acequia, dado su estrecho cauce sólo era posible fregar. De ahí la frecuencia en que podía verse a mozas y mujeres con sus gavetas y gamellas, arrodilladas en el margen de la acequia, frotando los pucheros y sartenes con el estropajo y la tierra, o lavando alguna prenda pequeña de ropa; las piezas de tela se colocaban en la propia tapia o sobre la hierba, pues es sabido que el sol se come las manchas, cual la lejía. Claro, en aquel tiempo el agua de las acequias estaba muy limpia, aunque no era bebible, porque todo el mundo era consciente de que no se podía tirar cualquier cosa... Por otra parte, el camino de Los Callejones era muy agradable de transitar por lo tranquilo y sombreado, ya que en ambas márgenes crecían distintas variedades de árboles, cerezos, nogales, higueras, parrales..., incluso arbustos de saúco común (Sambucus nigra), cuyas flores recogían las mujeres por sus benéficas propiedades anticatarrales.[3] Pocos son hoy los que usan de aquellos eficientes remedios caseros, la mayoría prefieren medicamentos específicos de la farmacia...
Detalle del camino de Los Callejones en Torrebaja (Valencia), con el tilo al fondo (2013). |
Vista general del tilo (Tilia platyphyllos) de Los Callejones en Torrebaja (Valencia), 2013. |
El
tilo de Los Callejones, también conocido como de Doña Visita, pues su dueña era
doña Visitación Navarro Ruescas (+1971), hija de don Felipe Navarro Artigot,
célebre médico de Ademuz. Doña Visita estaba casada con don Antonio
Hernández Montesinos (1882-1945), médico titular de Torrebaja en los años veinte y
treinta del pasado siglo. El monumental tilo se halla al final de la partida,
en un huerto amplio y bien encarado, circundado en la parte del camino por un
muro de piedra y tapia, al que se accedía por una cancela de madera. El lugar era
cruce de caminos, allí confluían el de Los Callejones con el de La Hoya y
otro que iba hacia Bajo las Nogueras. Desde este punto la vista del valle es
magnífica, con la vega a nuestros pies y La Loma y El Montecillo al frente,
cerrando el horizonte por el suroeste...
Yo
conocía muy bien el tilo, hasta haber tenido con él una relación de amistad, en
la medida en que los humanos podemos hacer amistad con un árbol o un animal.
Quiero decir que le conocía mucho, que me era muy familiar y querido, pues mis
padres tenían un huerto próximo al del tilo. Este huerto y otro en la partida
de Bajo las Nogueras, lo adquirieron mis padres junto con la casa de la calle
del Rosario donde mi hermano y yo crecimos. Se la compraron a don Paco, me
refiero a don Íñigo-Francisco García Monferrer (Mosqueruela, 1895), el farmacéutico que hubo
en Torrebaja cuando la Guerra Civil (1936-39). Don Paco era torolense, abrió
oficina de farmacia en el pueblo y se casó -en 1926- con Antonia Gómez Sánchez, la única hija de
Francisco Gómez Muñoz (a) el Pachicho y Virginia Sánchez Esparza. La esposa del boticario murió de tisis -el 24 de septiembre de 1942, a los 37 años-, y el farmacéutico,
viudo y sin hijos, se quedó al cuidado de los suegros; cuando éstos fallecieron -ella en 1945 y él en 1952-
traspasó la farmacia, vendió todo lo que tenía aquí y se marchó a Valencia...
Las historias de este tipo siempre me conmueven; además, creo que el boticario
nunca más regresó a Torrebaja, ni siquiera a poner un ramo de flores en la
tumba de su esposa y de sus suegros. Desconozco el motivo por el que no volvió
más por aquí, pero comprendo que haya gente que se niegue a mirar atrás... ¡En
cualquier caso, sus motivos tendría! No, el hombre tampoco volvió a casarse y
falleció hace ya muchos años. Yo le conocí en Valencia, en el
Centro Aragonés, cuando tenía su local en la calle Barcas. Don Paco era un
anciano alto y bien plantado, de rostro amable. De ahí viene mi relación con el
tilo, porque como decía se halla junto al huerto de mis padres.
Vista general del tilo de Los Callejones en Torrebaja (Valencia), con detalle de los restos de la tapia que circundaba el huerto (2013). |
Vista general del tilo de Los Callejones en Torrebaja (Valencia), con detalle de los restos de la tapia que circundaba el huerto (2013). |
Vista parcial del tilo de Los Callejones en Torrebaja (Valencia), con detalle de los restos de la tapia que circundaba el huerto (2013). |
El
tilero era enorme -todavía lo es-; monumental, grandioso, señorial... Se hallaba a
la izquierda de la entrada, junto a la tapia que cierra el huerto. En la actualidad
está en el mismo sitio, pues, naturalmente, no se ha movido; pero la cancela y
el muro de tapial prácticamente han desaparecido... Aunque los tilos alcanzan
una alta longevidad, el de Los Callejones ha envejecido prematuramente, quizá
por la falta de riego, pues tiene muchas ramas secas y muestra amplios clareos
en la disposición de su ramaje, por eso lo han desmochado en sus ramas más
altas, con el propósito de revitalizarlo; pero en su época de esplendor, allá
por los años cincuenta y sesenta, cuando el huerto donde se halla se cultivaba,
era esplendoroso. Su oscuro y denso follaje sombreaba la tapia, el camino y
gran parte del huerto, siendo en verano fresco cobijo para cientos de
pajarillos que anidaban en sus ramas. Al atardecer, cuando el calor del estío
menguaba, el alegre piar de las avecillas se hacía ensordecedor, eran
cientos o miles las que pernoctaban al amparo del ramaje.
Detalle de hojas, ramas y tronco del tilo de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Pero
el tilo, con ser el mismo, cambiaba de porte con cada estación... En invierno
mostraba los brazos poderosos de sus ramas desnudas, desafiando al cierzo, la lluvia y la
nieve, impertérrito y distinguido, cual un altivo señorón de antaño. Durante la
primavera, conforme le brotaban sus hojillas, flores y frutillos, recobraba la
vitalidad de la juventud, siendo visitado en junio y julio por el tropel de
abejas que buscan sus aromáticas flores, para fabricar la miel el polen. En
verano maduraba, ennegreciendo sus hojas y mostrando todo el vigor, al
tiempo que ofrecía generosamente su sombraje, siempre amigable y protector.
Pero era sin duda en otoño cuando se mostraba en toda su magnificencia,
singularmente al atardecer, cuando los últimos rayos del sol poniente hacían
fulgurar sus hojas de oro... ¡Una imagen de inefable belleza que tengo grabada en lo más hondo de mi ser, y que
inevitablemente me evoca los orígenes, esto es, los dorados años de mi niñez y primera juventud! No en vano "la primera patria de todo hombre es su infancia" -así entendía la edad de la inocencia el gran poeta austrohúngaro, Rainer María Rilke (1875-1926)-.
Vista general del tilo de Los Callejones en Torrebaja (Valencia), en otoño, con detalle de la cancela y tapias que antiguamente circundaban el huerto donde se halla (1998). |
Vista general del tilo de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), desde poniente (2013). |
En
cualquier caso, se trata de un árbol majestuoso y que he fotografiado muchas
veces, pues su imagen en muy atrayente y distinguida.
El
tilo, en la botánica y la farmacopea.
Dicen
los botánicos que los tilos son difíciles de clasificar, pues existen múltiples
variedades híbridas, espontáneas y artificiales, lo que entorpece su taxonomía.
El de Torrebaja pertenece a las variedades europeas (Tilia platyphyllos), siendo un género de árbol de la familia de las
malváceas. En
cualquier caso, este tipo de árboles posee buen porte, pudiendo llegar hasta
los 40 metros de altura: el fuste de su tronco puede medir un metro de diámetro
y lograr una vida pluricentenaria. Pío Font Quer, farmacéutico leridano, en su
libro Plantas Medicinales (Barcelona, 1993), subtitulado El
Dioscórides renovado, dice:
- El tilo es un árbol de buen porte, con tupido follaje, que da sombra impenetrable y fresca, deshojado durante el invierno; tiene hojas grandes […], de figura de corazón, con los lados desiguales en la base y el ápice puntiagudo, de bordes irregularmente dentados y festoneados, de un verde oscuro y lampiñas en la haz, más pálidas y menudamente vellosas en la cara inferior… […] tienen sabor herbáceo algo aromático, agradable, y sueltan cierto mucílago parecido al de las malvas;…[4]
Detalle de las hojas del tilo de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Además,
al caerse al suelo, las hojas lo enriquecen, pues al descomponerse proporcionan
un humus de alto contenido en nutrientes, lo que colabora a mejorar las tierras
pobres. Respecto
de las flores, comenta:
- […] nacen al lado del pezón de la hoja, sostenidas por un largo cabillo que se dilata y forma a modo de una hoja larga y angosta, de un verde pálido, un poco coriácea, la mitad de la cual queda libre y suelta en la parte superior; en el extremo del prolongado cabillo, nacen de tres a cinco flores sobre cabillejos más cortos… […] despiden suave aroma, y acuden a ellas las abejas.[5]
Detalle de las hojas, florecillas y lengüetas brácteas del tilo de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), 2013. |
- […] es también velloso, ovoidal, y muestra cinco costillas longitudinales en resalto; es seco en la madurez, y no se abre jamás.
El
tilo de Los Callejones fue plantado como árbol ornamental, bien para aprovechar
sus flores o por simple capricho, pero en su medio natural crece en el bosque,
junto a otros árboles amantes de la sombra –hayas, arces, serbales…-: así puede
verse desde los Pirineos hasta los montes Cantábricos, no siendo infrecuente
verlo en la serranía de Cuenca, pero siempre entre los mil y mil quinientos
metros de altitud. En
cuanto a la recolección de sus flores, el farmacéutico leridano aconseja:
- Las flores del tilo se recolectan cuando se acaban de abrir […] Hay que subirse al árbol y trepar por sus ramas, o contentarse con las que se pueden coger desde el suelo valiéndose de un cayado que permita arquear y hacer descender las ramas inferiores, que no deben cortarse. Si la recolectáis para utilizar la droga vosotros mismos […], separad las flores una a una y recogedlas sueltas, sin aquella lengüeta o bráctea inútil que trae el ramillete; el cual, siendo la flor para venderla a los droguistas lleva en sí como la señal de garantía del fármaco, y, por otra parte saldréis beneficiados en el precio, porque con menos trabajo obtendréis mayor peso, y os la estimarán en más, porque da mayor satisfacción al público indocto y rutinario./ Sea como fuere, procurad que las flores se sequen rápidamente, colectadas en un día de sol y aire seco.[6]
Resulta
curiosa la advertencia, respecto de la “lengüeta o bráctea inútil que trae el
ramillete” de la flor del tilo, pues ésta no aporta ningún beneficio
apreciable, razón por la que puede desecharse. De sus virtudes, señala:
- La más importante se refiere a su facultad de calmar la excitación nerviosa. Todos cuantos se exaltan con una taza de café, y, en consecuencia, no pueden dormir, recobran la calma con una taza de tila, que es sedante y apaciguadora. Probadla, sobre todo, como queda dicho: preparada exclusivamente con flores bien conservadas, al abrigo del polvo y de la luz.[7]
La
facultad medicinal más aceptada de la flor del tilo es la nervina, por lo que
se sugiere para las personas excitables a las que les cuesta coger el sueño o
mantenerlo, ya que la infusión es manifiestamente lenitiva y pacificadora.
Finalmente, aconseja sobre su uso y la forma de tomarla:
- Pesad 1 onza de flores y distribuidla en doce partes; cada parte, envolvedla en un papel blanco, bien limpio, y guardadla así. Con las flores de cada uno de estos paquetitos podréis preparar una taza de tila, echando las flores en el agua hirviendo, tapando el cacharro y retirándolo inmediatamente de la lumbre. La tila se toma endulzada con azúcar o miel. Hay quien, para realzar su acción, añade a esta tisana una cucharadita de agua de azahar.[8]
Detalle del cuerpo central del tilo de Los Callejones de Torrebaja (Valencia), 2013. |
No
está mal el consejo del papelito y el agua de azahar, obtenido ésta por destilado en
corriente de vapor de la infusión de pétalos de naranjo amargo (Citrus
auranticum); en realidad basta con guardar las flores en botes de cristal o
metal, siempre que estén bien secas y preservadas de la luz, que quita el color
y resta propiedades. Asimismo, conviene evitar que la infusión hierva, pues
entonces se convertiría en cocción y perdería cualidades. Conviene echar las flores
en agua hirviente, retirar del fuego y tapar el receptáculo durante unos
minutos. Mi consejo es edulcorarla con azúcar moreno de caña, pero también
puede hacerse con miel, singularmente si es de flores de tilo…
Según
Font Quer, los antiguos conocieron el tilo, pero ignoraron la principal de las
virtudes que hoy le atribuimos, esto es, la nervina, sedativa y tranquilizadora
en el estado de nervios. Respecto de otras bondades, dice citando al célebre judío segoviano, que fue médico personal del Papa Julio III, Andrés
Laguna (1566):
- La corteza de la Tilia, maxcada y puesta en forma de emplastro, suelda las frescas heridas. Sus hojas, majadas, resuelven las hinchazones, hazen renacerlos cabellos e impiden que no se caigan. El çumo de sus hojas es dulce, y su fructo no suele ser jamás de ningún animal tocado. Su madera asimesmo no se come jamás de carcoma.[9]
Con
todo, desaconsejamos la aplicación de la mencionada cataplasma de corteza de
tilo mascada en caso de heridas recientes; mejor acudir al centro de
salud más próximo... Asimismo cabría proceder en caso de inflamaciones. Tocante a la
calvicie, cabe decir que ésta tiene orígenes distintos, y que resulta dudoso
que pueda tratarse con hojas de tilo majadas; de ser cierto habría menos calvos.
Pero sí lo es que las hojas masticadas tienen un sabor agradable, lo digo
porque las he probado; y que la madera del tilo no es atacada por la carcoma,
siendo poco sensible a larvas y termitas. Además, es muy apreciada para la
talla, la escultura y el torneado, merced a la homogeneidad de su fino grano.
Vista de los Puntales del Mediero en Los Molares de Ademuz (Valencia), desde el tilo de Los Callejones (2013). |
El
tilo, en la mitología.
La
historia del tilo nace en la antigua Grecia, de la mano de la mitología. Según
esta saga pagana, el centauro Quirón fue concebido por Cronos (el Saturno
romano), el cual, previamente convertido en caballo, tuvo una relación con la
oceánide Filira (Philyra); ésta al, al ver el monstruo que había parido,
suplicó a los dioses que no la dejasen entre los mortales; es por esta razón
que fue convertida en un árbol, el tilo.[10]
Existen, sin embargo, variantes de esta legendaria y terrible historia, como lo
son la mayoría de las mitológicas; pero esencialmente se resume en lo dicho.
Cabe decir que al centauro Quirón se le representa como una figura mixta, del
ombligo para arriba tiene forma humana, mientras que el resto de su cuerpo es
el de un caballo. Quirón es sabio, inteligente y posee buen carácter, siendo
padre de Ocírroe, fruto de su relación con Cariclo. Vivía en una cueva del
monte Pelión en Tesalia, y era diestro en diversas artes y ciencias (música,
caza, moral, medicina y cirugía), además de tutor de varios célebres héroes.[11]
Desconozco
la enseñanza que pueda sacarse del relato mitológico, si es que tiene alguna;
quizá que de las relaciones desiguales y engañosas, aparentemente, no puede
salir nada bueno… Pero a veces surge, pues el centauro Quirón, pese a su forma
monstruosa, tiene muchas cualidades, “es sabio, inteligente y posee buen
carácter”. Para la mentalidad griega debía ser normal el caprichoso proceder de
los dioses y semidioses de su panteón, sus gustos y pasiones, por otra parte
tan humanos; aunque para la comprensión actual, supuestamente, carece de
sentido. Cronos, dios del tiempo, que corresponde al Saturno romano,
transformado en caballo para no ser descubierto por su esposa, sedujo a Filira
(también llamada Felgre), de cuya
relación nació el centauro Quirón, mitad hombre mitad caballo.
Otra
versión afirma que fue ella –Filira- la que se transformó en yegua, para
intentar huir del requerimiento del dios. ¡Vaya usted a saber lo que realmente
pasó! Todo fue que nació
Quirón y ante la vista del monstruo, la madre, triste y desolada, imploró a los
dioses que la transformaran en planta; compadecidos por su sufrimiento -cosa rara, pues los inmortales solían ser bastante crueles-, la
convirtieron en un tilero.[12]
Decía que Filira era una Oceánide, hija de Océano y Tetis: a estas ninfas se
las asociaba a las fuentes, estanques o lagos, y eran hermanas de los Oceánidas
(o Potamoi), los dioses de los ríos.
A Filira se la relaciona con el perfume, la salud y la belleza, cualidades que
también vemos en el árbol del tilo, además de ser considerada la deidad de la
escritura, pues parece que enseñó a los hombres el arte y la ciencia de la
fabricación del papel.[13]
Representación de las Oceánides, hijas de Océano y Tetis, entre las que se hallaba la ninfa Filira: Las Oceánides, Gustavo Doré, 1860 [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre]. |
El centauro Quirón, hijo del dios Crono y la ninfa Filira:
La educación de Aquiles,
por Delacroix (fresco de Palacio Borbón de París)
[Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre]. |
Palabras
finales.
Hace ya
unos años, con motivo del cincuentenario de la “Farmacia Villanueva” de
Torrebaja (1943-1998), los boticarios ofrecieron a los clientes el detalle de un tarro
cuadrangular de cristal, con tapón de corcho, conteniendo flores y brácteas del
tilo de Los Callejones, que fue el de doña Visita: doña Visita Navarro Ruescas fue esposa de don
Antonio Hernández Montesinos, médico de Torrebaja, de cuyo matrimonio nacieron Isabel y Joaquín. Isabel casó con un hijo de don Casimiro Villanueva Mateo, médico
de Casas Bajas -don Antonio Villanueva Garrido (1913-1959)-: que fue quien abrió la oficina de farmacia en esta localidad
(1943). Del matrimonio de don Antonio con Isabel nacieron cuatro hijos: Mª
Isabel, Mª del Carmen, Antonio y Joaquín Villanueva Hernández. Este último es el
actual farmacéutico de Torrebaja, heredero del huerto de Los Callejones y del
célebre tilo, al que deseamos larga vida para que pueda seguir cuidando del árbol.
Soy
consciente de que estas líneas carecen de importancia, pero son mis recuerdos y
también los de otros; aunque intrascendentes, las ofrezco a modo de homenaje al
secular tilo de Los Callejones, que fue el de mi niñez. Decía el gran escritor
británico, Gilbert Keith Chesterton (1874-1936): Lo maravilloso de la
infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla... –como asombroso
es el árbol y la magia que le rodea-. Vale.
[1] La presente
entrada constituye la revisión y ampliación de un artículo previo del mismo
título, publicado primero en el Diario de Teruel, del jueves 13 de
agosto de 1998, y después en mi primer libro Desde el Rincón de Ademuz,
Valencia, 2000, pp. 226-228.
[2] Cf. Wikipedia, voz Alfred
Adler.
[3] Cf. Wikipedia, voz Sambucus.
[4] FONT QUER, Pío. Plantas
medicinales. El Dioscórides renovado, Editorial Labor, S.A., Barcelona,
1993, tomo II, p. 408.
[5] Ibídem, p.
409.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem, p.
410.
[8] Ibídem.
[9] Cf. PEDACIO DIOSCORIDES ANAZARBEO, Acerca de la Materia Medicinal, y de los Venenos Mortiferos, Traduzido de lengua Griega, en la vulgar Castellana&illustrado con claras y substantiales Annotaciones, y con las figuras de innumerables plantas exquisitas y raras, por el Doctor Andres de Laguna, Medico de Iulio III., Pont. Maxi./ En Salamanca Por Mathias Gast. Año 1566/ Barcelona, 1994, tomo I, p.87.
[10] FONT QUER (1993), p. 410.
[11] Cf. Wikipedia, voz Quirón.
[12] Cf. Wikipedia, voz Filira
(oceánide).
[13] Cf. Wikipedia, voz Oceánide.
Los Callejones de Torrebaja ofrecen una naturaleza fascinante con plantas únicas. Estudiarlas permite investigar sus raíces y comprender la colonización micorrícica, un proceso esencial para reconocer, usar e interpretar la relación entre plantas y hongos. ¡Un mundo verde por descubrir!
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