A
propósito de los textos, imágenes y símbolos en las tumbas
de su
camposanto, "in memoriam" de los allí inhumados.
"La cultura se basa en el tratamiento que se da a los muertos.
La cultura se desvanece con la decadencia de las tumbas"
-Ernst Jünger (1895-1998),
escritor, filósofo e historiador alemán-.
"Tras la
defunción certificada por el facultativo,
se procedía al amortajamiento del difunto,
se procedía al amortajamiento del difunto,
trabajo para el que siempre había en el pueblo alguna persona
especializada,
pues requería de cierta habilidad y experiencia, como sucedía con los partos...
El amortajamiento del cadáver incluía el aseo corporal y el sellado de los orificios,
vestirlo y presentarlo para el último viaje mundano,
pues requería de cierta habilidad y experiencia, como sucedía con los partos...
El amortajamiento del cadáver incluía el aseo corporal y el sellado de los orificios,
vestirlo y presentarlo para el último viaje mundano,
camino de la eternidad".
I.-
Palabras previas.
El
objetivo de la presente entrada es realizar un estudio de los textos, imágenes
y símbolos de las “señalizaciones” o “memorias” de las lápidas correspondientes
a las inhumaciones realizadas en tierra (propiamente enterramientos) del
cementerio municipal de Torrebaja (Valencia), monografía que debe verse inserta
en una exposición previa del mismo título.[1]
Las
inhumaciones en tierra poseen un singular interés escatológico, pues cada tumba
comporta una identidad, incluso las anónimas y acrónicas. Como dice Philippe
Ariès (1983) al respecto de este tipo de tumbas, "la individualidad del
cuerpo se disuelve en el seno de la tierra sagrada: la del alma, en el seno de
Abraham" -debemos entender que esto sería para los creyentes, pues para
los no creyentes, ateos o agnósticos, aunque el cuerpo se halle sometido a la
misma ley física, el alma o espíritu vital, de existir, se disolvería en la
infinitud de la nada. Los enterramientos en nicho, por el contrario,
manifiestan de alguna forma el rechazo inconsciente del retorno a la tierra y el triunfo inevitable de la muerte
-como negando el "Memento mori, homo, quia pulvis eris et in pulverem reverteris" del miércoles de
ceniza, éste nos recuerda que para entrar en la otra vida hay que atravesar
ineludiblemente el dintel de la muerte-. En cualquier caso,
toda tumba señalizada, por ostentosa o humilde que sea, manifiesta el humano
deseo de perdurar -vanita vanitatis-, aunque sólo fuere en la inconsistente y perecedera memoria de los
vivos.
Vista de la fachada fronto-lateral izquierda del cementerio de Torrebaja (Valencia), 2004. |
La
necrópolis de Torrebaja se halla al noroeste de la población, en el paraje
denominado Los Llanos, junto al Parque Artesanal o polígono industrial local.
Su construcción es relativamente moderna, ya que data de finales la segunda
década del pasado siglo XX: se construyó sobre unos terrenos adquiridos por el
Ayuntamiento en una zona fuera de la población, entonces perteneciente al
término de Castielfabib, siendo alcalde don Román Sánchez Garrido (1916-20). Según conmemora una “señalización”
de pared situada al comienzo de los primeros nichos, “el primero que se enterró
en este cementerio” fue el vecino Antonio
Esparza Esparza -fallecido el 30 de abril de 1920-: se trata de una antigua lápida
en pizarra centrada por un “Cristo” al estilo de Velázquez, que contiene
también la “memoria” de la primera esposa del difunto, señora Blasa Gómez Asensio, fallecida en 1887, a los 53 años de su
edad. Ello significa que el enterramiento de ésta tuvo lugar en el viejo cementerio
de Santa Bárbara, que precedió al actual.[1] El acta de Defunción del señor Antonio Esparza Esparza (1839-1920), dice:
- «En el pueblo de Torrebaja, Provincia de Valencia,/ Diócesis de Segorbe a uno de Mayo del año mil nue-/ vecientos veinte: Yo el infrafirmado Cura de la igle-/ sia parroquial de Sta. Marina, mandé dar sepul-/ tura eclesiástica, transcurrido que fuese el tiempo le-/ gal, al cadáver de D. Antonio Esparza Esparza, casa-/ do en segundas nupcias con Da Domina Hernández/ de Casas=bajas, de ochenta y un años de edad na-/ tural, y domiciliado en esta parroquial, hijo legí-/ timo de D. Bernardo y Da Blasa, que falleció el día/ anterior a los quince horas, a consecuencia de Es-/ trechez mitral según relación facultativa. Reci-/ bio los Ss Sacramentos de Penitencia, viático y Extre-/ ma=Unción, que le fueron administrados por/ mí. No otorgó testamento. Recibió cristiana/ sepultura en el cementerio de esta parroquial, y se/ celebró en sufragio de su alma un funeral ordina-/ rio. En fe de lo cual firmo, lugar y fecha ut supra. Luis Tortajada Gómez, Pro., Cura». [Libro de Defunciones, Volumen VI, Año 1920, nº 642, fol. 138v-139r].
Respecto a la edad del difunto, hay
una diferencia de dos años entre la reseñada en el acta (81 años) y la que se
grafía en la lápida (83 años).
Detalle de lápida, tipo "señalización de pared" en el cementerio de Torrebaja (Valencia), correspondiente al primer inhumado en este cementerio -fallecido el 30 de abril de 1920- (2013). |
II.- Material, método y marco teórico.
Para
el estudio que se propone se han utilizado exclusivamente las lápidas del
camposanto, clasificadas como “señalización de pared”, “tumba-cruz” y
“tumba-lápida horizontal” –según se definen en la exposición de
referencia-.
Con
el fin de conseguir una mejor localización espacial de las sepulturas se ha
distribuido el terreno cementerial según viene repartido por el
entrecruzamiento del pasillo central y los laterales, de forma que se obtienen
cuatro cuadrantes o cuartes: I, II, III y IV. A estos se ha añadido una sección
virtual, correspondientes a la fosas comunes de la Guerra Civil
(1936-39), pues hubo varias: dos en el interior del camposanto y otra fuera.
Los
textos de algunas lápidas o cruces se hallan prácticamente borrados por efecto
de la intemperie y el tiempo transcurrido, siendo en estos casos cuando hemos
buscado el apoyo del archivo parroquial (libros de Defunción). La apoyatura de
los registros documentales resulta siempre fundamental, en especial cuando la
lápida sólo contiene el primer apellido o faltan otros datos de interés, aunque
se ha observado que no siempre coinciden las fechas registradas en los
documentos con los de las losas. En estos casos siempre hemos respetado la
contenida en las lápidas, puesto que el estudio iconográfico y textual se basa
en las “señalizaciones”, y la diferencia no suele ser mayor de un año.
Detalle de lápida, tipo "señalización de pared" en el cementerio de Torrebaja (Valencia), correspondiente a uno de los primeros inhumados en este cementerio -fallecido el 10 de marzo de 1921- (2013). |
Detalle de "busto femenino con la cabeza cubierta y sin halo", imagen grafiada en la lápida de unos de los primeros inhumados en el cementerio de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Tabla
1: Distribución del terreno cementerial del camposanto de Torrebaja (Valencia).
CUARTELES |
SITUACIÓN |
I |
Zona de cabecera, superior izquierda.
|
II
|
Zona de cabecera, superior derecha.
|
III
|
Zona de los pies (entrada), inferior
derecha.
|
IV
|
Zona de los pies (entrada), inferior
izquierda
|
V
|
Fosa común de la Guerra Civil
(1936-39).
|
Elaboración propia (2013).
La
siguiente tabla se refiere a los tipos de enterramiento en que hemos
clasificado los existentes en el cementerio, y su definición.
Tabla
2: Clasificación de las “señalizaciones” o “memorias” del cementerio de
Torrebaja (Valencia).
TIPO DE ENTERRAMIENTO
|
DEFINICIÓN
|
Señalización de pared |
Se refiere a las lápidas situadas en la pared del
cementerio, conmemoran al difunto sin hacer referencia al lugar exacto de
enterramiento.
|
Tumba-cruz
|
Inhumación en tierra, señalizada mediante una
lápida o losa en forma de cruz sobre la fosa.
|
Tumba-lápida horizontal
|
Inhumación en tierra, señalizada mediante una
lápida horizontal sobre la fosa, con o sin placa o cruz en la
cabecera.
|
Lápida de nicho
|
Inhumación en nicho, señalizada mediante una
lápida en la parte anterior del hueco.
|
Elaboración propia (2013).
Detalle de la ubicación de las dos primeras "señalizaciones de pared" del cementerio de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Vista del pasillo central del cementerio de Torrebaja (Valencia), desde el atrio interior, con detalle de los nichos del fondo (2013). |
Vista del pasillo central del cementerio de Torrebaja (Valencia), desde la cabecera, con detalle del atrio interior al fondo (2013). |
Vista del pasillo lateral derecho del cementerio de Torrebaja (Valencia), con detalle de los nuevos nichos fondo (2013). |
III.- El
cementerio de Torrebaja en la bibliografía.
Desde
su construcción –en 1920- el cementerio de Los Llanos de Torrebaja no había
sido objeto de ningún tipo de encuesta o averiguación, hasta que le dediqué un suelto con motivo de su ampliación y remodelación del entorno (2008).[3] Pero fue realmente con motivo de la Guerra Civil
(1936-39) cuando comenzó a generar datos de interés para la historiografía.
1]
Roque Tortajada Gimeno (Torrebaja, 1925), hijo de Roque y Carmen, dice:
- «Los que se morían [en el Hospital de Sangre que hubo en Torrebaja cuando la guerra] los ponían en un depósito que había en la parte de atrás de la casa, donde nosotros guardábamos antes el trigo; allí los tenían hasta la noche. Y de allí los llevaban en un furgón hasta el cementerio. El chofer del coche de muertos era uno de los hermanos Mosquito, Cayetano le decían, que era el pequeño de ellos. Sí, a enterrar los llevaban preferentemente por la noche, para que no se viera tanto.../ Al principio iban los propios vecinos, que los del Ayuntamiento llamaban de concejada –puede que fueran casi todos los del pueblo, cada uno cuando le tocaba-; pero después iban sólo los soldados. Claro, iba el conductor y los ayudantes, para descargar los muertos, porque el chofer no les tocaba./ Recuerdo que alguna vez me fui con Cayetano, montado a su lado, para ver cómo los enterraban. Los camilleros los sacaban por detrás y los echaban en la fosa. Sí, con respeto, claro... Los cogían entre dos y los echaban al hoyo... Pero a veces no ponían mucho cuidado, porque llevaban varios muertos o se les hacía tarde. Los muertos iban envueltos en sábanas, no sé que llevasen ropa interior... Los iban echando y luego los tapaban con tierra. Una de las veces que fui, recuerdo que venían los hijos del tío Garroso: los mellizos, y otro que era sordomudo (de nombre Marcial). No sé bien qué pasó, pero parece le gastaron (al mudo) una broma con un muerto y salió pitando del cementerio, corriendo sin parar hasta el pueblo, y ya no quiso volver más...».[4]
2]
Armando León Valero (Vallanca, 1925), hijo de Justo y Vicenta, dice:
- «No, yo nunca entré ni subí al Hospital, a los niños no les dejaban entrar... Recuerdo, sin embargo, que a los que morían en el centro los llevaban al cementerio en una camioneta que conducía Cayetano el Mosquito. Para enterrarlos llamaban a gente del pueblo, a tu abuelo Román [Sánchez Garrido], a mi padre, al tío Aurelio [Casino Argilés], al tío Vicente el Risicas..., todos gente de derechas. Primero los llamaban de concejada, para hacer la zanja y luego para enterrarlos... Los muchachos íbamos al cementerio, a ver cómo los enterraban. Teníamos la idea de ver si llevaban guantes de piel, para quitárselos... Porque aquí había soldados rusos que vestían de cuero, y los muchachos íbamos a ver si los muertos llevaban guantes, ¡fíjate...! Los enterraban envueltos con una sábana, y una vez fuimos a verlos. Al destapar uno comprobé que tenía la cara morada y los ojos abiertos, y me miraba... Me llevé tal impresión que ya no volví por allí, ni quise guantes ni nada... Por entonces habían hecho una zanja a la derecha de la entrada, junto a la tapia, allí los echaban y los cubrían con un palmo de tierra. Después, cuando se llenó, abrieron una fosa mayor en la parte de fuera del cementerio, junto a la tapia del barranco... Los enterraban por la noche, llevarían algún farol de carburo para alumbrase, no sé.».[5]
3]
Manuel González Tregón (Torrebaja, 1928), hijo de Daniel y Justa, dice:
- «Los muchachos íbamos a veces al cementerio, a ver cómo enterraban a los soldados muertos... Las tapias eran algo más bajas que las de ahora y los muchachos nos subíamos uno encima de otro y veíamos cómo los enterraban. Los que los sepultaban nos decían: ¡Chavales, venga, fuera de ahí...! -y nos tiraban lo que pillaban, una piedra o un terrón-; nosotros nos íbamos, pero volvíamos otra vez... Los enterraban en unas zanjas que habían abierto junto a las tapias de un lado y otro de la entrada. Luego hicieron una fosa mayor detrás, fuera del cementerio; sí, junto a la tapia que mira el polígono y allí los echaban... Los agarraban entre dos, uno de los pies y otro de los hombros y adentro: ¡Vaya, cuánto pesa éste...! -decían bromeando-. Ponían los muertos y luego les echaban una capa de tierra, como de palmo y volvían a poner otra tongada de muertos.../ Me acuerdo también cuando enterraron al tío Casto, uno de los dirigentes socialistas o comunistas de aquí, no sé qué sería. Este hombre era alto y bien parecido; tenía una tienda en un bajo de la calle san Roque, por debajo de la posada de la Cayetana. Cierto, Albina se casó con su hijo Pepe Casto, [...] En la tienda tenía imágenes de santos -debía ser muy religioso- y tenía el techo de la tienda forrado con tela pintada. ¡Vaya si me acuerdo! Comentaron que lo habían matado los propios suyos..., por ahí, donde el frente de Cubla y Valacloche, por encima de Villel... Decía la gente: ¡Vamos al cementerio, que han matado al tío Casto y lo van a enterrar...! -y todos los muchachos fuimos a verlo-.Cuando lo enterraron, en el momento de meter el cajón en el nicho, los soldados hicieron una descarga de honor: ¡Carguen armas, apunten, fuego...! -y dispararon al aire-. Sí, allí mismo en el cementerio, junto al nicho... Eran unos soldados que llamaban de Etapas y estaban acuartelados en [la Casa de] Los Picos. Claro, los militares iban uniformados, y los muchachos acudíamos a alcahuetear».[6]
La Guerra Civil
(1936-39) produjo aquí gran cantidad de muertos, procedentes, en su mayoría,
del Hospital de Sangre que hubo en Torrebaja (asimismo sede del Estado Mayor
del XIXº Cuerpo de Ejército de Levante), adonde llegaban los heridos y pacientes
de los frentes próximos (Teruel). El comandante de aquel cuerpo de ejército
asentado en Torrebaja fue el coronel don Joaquín
Vidal Munárriz.[7] Al principio se sepultaban
en zanjas dentro del cementerio, abiertas junto a las tapias norte y de
levante; cuando aquellas se llenaron, se abrió una gran fosa fuera afuera,
contigua al muro norte: allí los cadáveres “se enterraban, cubriéndoles de cal
y tierra” conforme los iban trayendo. Se inhumaban deficientemente, como lo
prueba el hecho de que “los perros se acercaban a las fosas, para roer las
canillas de algún muerto que asomaba...” -según testimonio del señor Francisco
Marco Cañizares (1928-2005), que lo recuerda de su infancia en Torrebaja-.[8]
De
las inhumaciones en el cementerio local durante el período histórico sólo han
quedado los que se refieren a civiles, vecinos de la localidad y refugiados de
guerra. Pero no hay ni rastro de los militares, cuyo control debía llevarse
desde el Hospital de Sangre; los libros de registro que necesariamente debió haber
(me refiero a los ingresos, altas y defunciones), desparecieron, se perdieron o
fueron destruidos.
Vista del Cuartel III (inferior derecha) del cementerio de Torrebaja (Valencia), reservado tradicionalmente para párvulos y niños (2013). |
Vista del Cuartel IV (inferior izquierda), en el cementerio de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Valga
como colofón de este apartado testimonial el mi propio... Nací en Torrebaja
(Valencia) en mayo de 1952, hijo de Alfredo y Paquita, y en mi infancia fui
monaguillo en esta parroquia: primero con don Pedro-Manuel Miguel Benedicto
(1958-60), luego con don Salvador Plá Álvarez (1960-62) y finalmente con
don Gabriel Sáncho Marín (1962-73). Estos fueron los curas de mi
infancia en Torrebaja, muy distintos en su personalidad y proceder, pero que
dejaron una impronta en mi carácter, singularmente el último. Respecto de la
escatología particular o postmortuoria, la que se ocupa del estado del
ser humano después de su muerte,[9]
quiero evocar los ritos funerarios y las misas de difuntos que se realizaban
durante la época en que fui acólito. Cuando alguien fallecía se anunciaba al
vecindario mediante el tradicional toque, en el que se alternaban dos campanas
con un corto intervalo. En épocas anteriores, mediante ciertos signos en los
toques se hacía saber si el fallecido era hombre, mujer o infante... Tras la
defunción certificada por el facultativo, se procedía al amortajamiento del
difunto, trabajo para el que siempre había en el pueblo alguna persona
especializada, pues requería de cierta habilidad y experiencia, como sucedía
con los partos...
El amortajamiento del cadáver incluía el aseo corporal y el sellado de
los orificios, vestirlo y presentarlo para el último viaje mundano, camino de la eternidad. Para que el
rigor mortis no cogiese al cadáver en
una postura inconveniente o que dificultara su manipulación, había que amortajarlo rápido: una vez compuesto
se le sujetaba la mandíbula inferior con un pañuelo atado a la cabeza, los párpados bajados, las
manos unidas sobre el pecho y enlazadas con un rosario, en actitud durmiente y reposada, los pies atados para
evitar se separasen. Se trata de la posición tradicional del yacente medieval. La utilización del rosario entrelazando las manos del muerto es una devoción pos-tridentina muy difundida, que todavía persiste en nuestros días. La utilización del rosario (y el escapulario de san Simón Stock) se relacionan con las almas del Purgatorio y la buena muerte (Ariès, 1984). Sin duda, la función del amortajador, ingrata pero
necesaria, se halla emparentada con la de los antiguos embalsamadores...
Para su
velatorio, el cadáver solía exponerse en la propia habitación o alcoba del
difunto, directamente sobre la cama o en el propio féretro, con al menos dos cirios encendidos en la cabecera. En la tradición cristiana dichos cirios representan a Cristo Jesús, luz del mundo, iluminando el alma de muerto que camina entre tinieblas. Durante la vela se
rezaba un rosario -nuevamente vemos la vinculación de éste con la muerte y el Purgatorio, se trata pues de creencias populares asociadas a dogmas, que por otra parte no aparecen en el imaginario común hasta el siglo XVII (Ariés, 1984)-, y los familiares ofrecían a los asistentes algún tipo de
refrigerio, café de malta o achicoria, pastas y alguna bebida espirituosa (anís para las mujeres, cazalla para los varones) para soportar la velada.
Las conversaciones de aquellas fúnebres tertulias solían versar sobre las
cualidades o virtudes del muerto, propias de este “día de las alabanzas”, acerca de su
proceso de enfermedad o causa de la muerte, sobre la situación o estado en que
quedaban los familiares y otras circunstancias concurrentes.
En tiempos
pretéritos la muerte provocaba frecuentes dramas familiares: muertes por
sobrepartos, fallecimientos de madres o padres jóvenes, que dejaban niños
huérfanos, viudos y viudas a edades muy tempranas..., todo ello sin más
cobertura que la familiar y vecinal. Llegada la hora del entierro, para lo cual
había que dejar transcurrir un día, de ahí la necesidad del velatorio, el
cadáver había que bajarlo de la alcoba a la entrada. Como las escaleras de
las casas solían ser muy estrechas, había que transportar al muerto con una manta o
sábana y depositarlo en el féretro, a la espera del cura, para su traslado a la iglesia.
Vista del Cuartel I (superior izquierda), en el cementerio de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Vista del Cuartel II (superior derecha), en el cementerio de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Para el
entierro, el sacerdote, revestido con capa pluvial oro y negro iba a la casa
del muerto, acompañado por el sacristán y los monaguillos, uno de los cuales
portaba el acetre con el hisopo. Un grupo de vecinos solía acompañar al
sacerdote hasta la residencia del difunto. Arribados a la casa del fallecido,
se procedía a la recepción del cadáver, allí se realizaban los primeros rezos y
aspersiones. Se levantaba el féretro y se iniciaba la marcha hasta la iglesia,
siendo la comitiva precedida por un crucero y los portavelas. Una vez en la
iglesia se colocaba el féretro sobre un catafalco, dispuesto en el centro del
pasillo central, próximo a las gradas del Altar Mayor. Así se iniciaba la misa corpore
insepulto, también conocida como corpore praesente y praesente
cadavere. Los familiares se solían colocar en los primeros bancos, las
mujeres a la derecha y los hombres a la izquierda. Lo más impresionante de
aquellas misas de Réquiem (missa pro defunctis o missa defunctorum) eran los cánticos,
entre los que destacaba el del Introito... Requiem æternam dona eis,
Domine, –cantaba el celebrante-: et lux perpetua luceat eis
–respondía el coro-.
Otro momento de aquella misa deslumbrante era el del Kyrie...
Kyrie eleison. Christe eleison. Kyrie eleison. “Señor, ten piedad.
Cristo ten piedad. Señor ten piedad”. Tras el Gradual venía el Tracto, en el
que el celebrante rezaba una impresionante oración: Absolve, Domine, animas
omnium fidelium defunctorum ab omni vínculo delictorum et gratia tua illis
succurente mereantur evadere iudicium ultionis, et lucis æterne beatitudine
perfrui. “Absuelve, Señor las almas de los fieles difuntos de las ataduras
del pecado, y que socorridos por tu gracia merecen escapar al Juicio vengador y
disfrutar de la felicidad de la luz eterna”. Las misas actuales de
difuntos nada tienen que ver con aquellas celebraciones gregorianas de mi
infancia, que conectaban con el espíritu de la iglesia alto medieval. Tras el
Tracto venía la secuencia del turbador y emocionante Dies irae... Dies iræ, dies illa, solvet sæclum in favilla, teste David cum Sibylla... “Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas; como testigos el rey David y la Sibila...”. Dicho canto
medieval se utilizó como secuencia en la Misa de Réquiem del rito romano hasta 1970,
aunque no aparece en el Misal de esa época.[10]
No
obstante, mi cántico preferido, aquel que me erizaba el vello, era el del Líbera...
Libera me, Domine, de morte
æterna, in die illa tremenda, quando coeli movendi sunt et terra. Dum veneris
judicare sæculum per ignem. Tremens factus sum ego et timeo, dum discussio
venerit atque ventura ira.Dies iræ, dies illa, calamitatis et miseriæ, dies
magna et amara valde.Requiem æternam dona eis, Domine: et lux perpetua luceat
eis. “Líbrame, Señor, de la
muerte eterna, en aquel tremendo día, cuando tiemblen los cielos y la tierra.
Cuando vengas a juzgar al mundo con el fuego. Temblando estoy y temo, mientras
llega el juicio y la ira venidera. Día aquel, día de ira, de calamidad y
miseria, día grande y amargo. Dales, Señor, el descanso eterno, y brille ante
sus ojos la luz perpetua”. No, yo no sabía bien lo que decía aquel cántico,
tampoco la mayoría de la feligresía, pero todos entendíamos que era algo muy serio,
aterrador, terrible, escalofriante... Los que llevaban la voz cantante en aquel
coro eran don Nicolás Tortajada Blasco (1879-1961) y el señor Secundino
Giménez Azcutia (1886-1961), el sacristán, cuyas sonoras voces retumbaban
contra los desangelados muros de la iglesia, entonces en construcción... Me
gustaban aquellas largas misas de difuntos, por la fuerza arrebatadora de los textos latinos, y porque en
las celebraciones cantadas los monaguillos recibíamos paga doble. Hoy la muerte se ha
desclericalizado y su negocio ha pasado a ser monopolio de los tanatorios y
empresas de pompas fúnebre.
Concluida
la ceremonia en la iglesia, se procedía a conducir el cadáver hasta el
cementerio, cuyo féretro portaban a hombros los amigos y convecinos, con los
familiares detrás del féretro, rigurosamente vestidos de oscuro y en silencio:
“el traje negro expresa duelo y dispensa de una gesticulación más personal y
más dramática”.[11] Para la nueva mentalidad,
las grandes manifestaciones de dolor no son bien vistas; en cualquier caso hay
que guardarlas para la intimidad... La comitiva seguía el trayecto habitual
desde el templo por la calle Arboleda y la Plaza, subiendo por la calle de san Roque hasta
la carretera de Cuenca-Teruel. Los entierros eran entonces muy concurridos,
prácticamente toda la vecindad acudía a acompañar a los familiares y despedir
al muerto, incluido el sacerdote, sacristán y acólitos... En el cementerio tenía lugar el responso final, que concluía con la aspersión de agua bendita
sobre el féretro, que no era más que la última absolución.
En tiempos pretéritos también se aspergía e incensaba la fosa, para preservar el cuerpo del difunto de las asechanzas del maligno (Ariès, 1983). Previamente había
una ceremonia que siempre me perturbaba, cuando el sacerdote cogía una
paleta con tierra que le acercaba el enterrador y la echaba dentro del cajón.
El momento en que levantaban la tapa del féretro era muy esperado por los
niños: siempre curiosos ante la manifestación de la muerte, se agachaban para
intentar ver al muerto. Pero, ¿por qué se echaba una paletada de tierra dentro
del cajón? Es algo que todavía ignoro en su significado canónico, intuyendo que formaba parte del
ritual antiguo, para recordar al difunto y a los presentes que el cuerpo es
tierra, polvo, y que a la tierra y al polvo debe volver. Finalizada la
ceremonia se procedía al enterramiento propiamente dicho. Llegado este momento,
en algunos casos se levantaba la tapa del féretro para que los familiares
hicieran la postrera despedida, un momento transido de emoción, en el que la
congoja se apoderaba de los más próximos, singularmente cuando el difunto era
persona joven.
Si la inhumación era en nicho se
acercaba el cajón al agujero y se tapiaba en hueco. Si había de hacerse en
tierra se aproximaba a la fosa preparada al efecto. El féretro se hacía
descender mediante unas gruesas cuerdas, siendo el enterrador ayudado por los
vecinos que nunca faltaban. Una vez en el fondo, los familiares y acompañantes
solían acercarse hasta el borde de la fosa para echar un puñado de tierra. Era
costumbre entonces que los familiares más próximos al fallecido se pusieran a
las puertas del cementerio, de forma que los asistentes pudieran darles el
pésame... Sin duda una sana costumbre, pues los vecinos expresaban de forma
física, con un apretón de manos, un beso o un abrazo su sentimiento por la
pérdida: Te acompaño en el sentimiento..., muchos años que podáis pedir por
él... –eran las palabras habituales en este trance-. Pero hoy día el
sacerdote ya no acude al cementerio, y suele anunciar en la iglesia que los
familiares no recibirán el pésame, aunque agradecen la presencia de los
asistentes, amigos, vecinos y pueblo en general... Se comprende que sea este un
momento doloroso para los familiares, pero ¿por qué negarse a recibir las
condolencias de los vecinos, se les puede negar el mostrar sus sentimientos?
Al concluir
esta postrera despedida vecinal, cuando ya casi todo el séquito, familiares y
acompañantes habían desaparecido, el sepulturero comenzaba su ingrata labor,
echando paletadas de tierra sobre el féretro: la tierra caía sobre la caja
haciendo un ruido inconfundible, quedando sobre la tumba abierta un eco sordo
que todavía recuerdo con estremecimiento..., pues junto a la tierra solían caer
restos de enterramientos anteriores, entre los que destacaban fémures, tibias y
alguna calavera, que los niños presentes observábamos con curiosidad y estupor
a la vez; no en vano los despojos humanos forman parte de la iconografía
macabra relacionada con los cementerios y la muerte.
Vista del Cuartel V (fosa común), cuadrante virtual en representación de las fosas abiertas durante la Guerra Civil (1936-39), en el cementerio de Torrebaja (Valencia), 2013. |
Detalle de lápida IN MEMORIAM de los fallecidos e inhumados en el cementerio de Torrebaja (Valencia) durante la Guerra Civil Española (1936-39), 2013. |
IV.- Clasificación de símbolos e
imágenes en lápidas y cruces.
Para la sistematización
propuesta, las imágenes y símbolos de las lápidas y cruces los venimos
clasificando según su significado en:
-Religioso: referido a
símbolos que aluden a la religión (cristiana): cruces, rostros de Cristo,
vírgenes, ángeles de la muerte, santos, etc.
-Espiritual: referido a
símbolos no estrictamente religiosos: rostros llorosos que reflejas emociones
(llanto, dolor), manos que sueltan palomas (espíritu), sol radiante (amanecer a
otra realidad), árboles de la vida (elevación de lo material a lo espiritual),
etc.
-Profano: ausencia de
símbolos religiosos o espirituales: objetos, textos de contenido poético,
político e ideológico, motivos vegetales, florales, etc.
-Mixto: contienen
representaciones compuestas, religiosas y profanas (cruces con espigas u otros
motivos ornamentales).
"Tumba-cruz" latina de hierro en el cementerio de Torrebaja (Valencia), con las iniciales del muerto, paradigma de las "señalizaciones" mortuorias de otro tiempo, s/f (2013). |
Mayoritariamente,
sin embargo, en las inhumaciones en tierra (propiamente enterramientos) del
cementerio de Torrebaja –entre 1920 y 1977- predominan las tumbas con símbolos
religiosos, siendo el más abundante la “cruz latina”, con el palo vertical (stipes),
mayor que el horizontal (patíbulum), bien sea labrada en la misma
lápida, incorporada de metal o formando la propia losa, así sucede en los
enterramientos clasificados como tumba-cruz, tumba-lápida horizontal con cruz a
la cabecera y señalizaciones de pared. Cabe destacar la existencia de algunas
“memorias” basadas en simples cruces de madera, con y sin las iniciales del
difunto como única identificación, faltando también la fecha de inhumación.
Dichas “memorias” corresponden a las tumbas primitivas, que fueron las más
comunes en otro tiempo. Con independencia del tipo de iconografía, hay lápidas y/o cruces que lucen el retrato del difunto a modo de imago clipeata de los sarcófagos de la Antigüedad pagana. El retrato sirve para evocar la facies del muerto, lo que colabora a reafirmar su individualidad, junto con el nombre y demás datos biográficos.
"Tumba-lápida horizontal" de obra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1942, 1961 y 1997 (2013). |
Enterramientos –tumbas cruz,
tumbas lápida y señalizaciones de pared- con símbolos religiosos y mixtos:
Los enterramientos del
cementerio de Torrebaja responden mayoritariamente al tipo de tumba-cruz, con
alguna tumba-lápida horizontal: me refiero a señalizaciones mortuorias formadas
por una cruz (vertical) en la cabecera y/o asociada a una lápida (horizontal) a
los pies. La mayoría de las cruces son latinas, aunque no siempre fáciles de
clasificar, pues las hay “encuadradas”, “penitenciales”, “circulares” o
“encirculadas”, “flordelisadas”, “potenzadas”..., en general de piedra o mármol
blanco, con alguna excepción, aunque también hay varias en madera y de metal,
con o sin las iniciales o nombre del difunto y sin fecha (s/f). Asimismo, hay
algunas “señalizaciones” de pared con y sin motivos religiosos, espirituales o
mixtos, entre las que se halla una lápida de pared correspondiente al primer
enterramiento (1920). Hay otra del mismo tipo colocada hace algunos años,
referida a un enterramiento que tuvo lugar durante la Guerra Civil (1938),
la cual incluye una dedicatoria y un poema de contenido poético-ideológico.
En realidad, las inhumaciones en
tierra podrían contarse por decenas –basta ver los libros de Defunción del
Registro Civil o Parroquial-; sin embargo, las “señalizaciones” que se
conservan son relativamente escasas. Ello hace que podamos preguntarnos, ¿dónde
están las “memorias” de los enterrados en el camposanto durante este medio
siglo? La respuesta es que si todas tuvieron alguna, la mayoría han
desaparecido, pues no serían más que simples cruces de madera que el tiempo ha
consumido. El hecho de la desaparición de las estelas mortuorias se halla en
consonancia con la larga tradición escatológica cristiana, pues “hasta finales
del siglo XVIII no se generalizó la costumbre de señalar mediante una
inscripción el sitio exacto de la sepultura”;[12]
lo cual resulta perfectamente entendible en estos pequeños cementerios rurales,
y no sólo por razones pecuniarias, ya que la tasa de ocupación es muy elevada y
la colocación de señalamientos fijos hubiera dificultado la apertura de nuevas
fosas.
Cabe adelantar, sin embargo, que dada su forma de cruz (labrada
en mármol u otro tipo de piedra) casi la totalidad de las lápidas constituyen de por sí una
manifestación religiosa: algunas de ellas son sencillas cruces latinas, sin
adornos de ningún tipo, pero la mayoría poseen adornos vegetales y/o florales
variados (palmas, ramas de olivo, yedra, etc.), o geométricos. Otras lápidas
poseen varias de las características, verbi gratia: cruz encuadrada o de otro
tipo, con o sin adornos vegetales, con o sin imagen labrada o medallón con
imagen..., que en la distribución siguiente hemos desglosado, ya que algunas
estelas reúnen una o más de las características. Se hace aquí una clasificación
cualitativa, pudiendo haber varias del mismo tipo, aunque sólo se reseñe una.
La fotografía anterior y la siguiente corresponden a la típica "tumba-lápida horizontal" sin estela, cruz ni hornacina en la cabecera, paradigma de lo que los contra-reformadores como san Carlos Borromeo admitían como ideales, pues no sobresalían del piso del templo o del cementerio -non excedens pavimentum-: ejemplo de sencillez y humildad, ya que se hallaban expuestas a ser holladas por los pies de los fieles, paseante o visitantes.[13]
Detalle de iconografía religiosa "Cruz encirculada", correspondiente a la "tumba-lápida horizontal" anterior en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1930 (2013). |
"Tumba-lápida vertical y horizontal" de obra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1946 (2013). |
Detalle de la cabecera de una "tumba-lápida vertical y horizontal" en el cementerio de Torrebaja (Valencia), con iconografía religiosa -Jesús orante, imagen labrada- datada en 1946 (2013). |
"Tumba-lápida" horizontal con iconografía mixta -cruz latina y motivos vegetales, imagen labrada- en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1933 (2014). |
"Tumba-lápida horizontal con cruz en la cabecera", en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1960 (2013). |
Detalle de la cabecera de una "tumba-lápida horizontal" en el cementerio de Torrebaja (Valencia), con iconografía religiosa -Cristo crucificado, imagen labrada- datada en 1960 (2013). |
Entre los
símbolos propiamente religiosos, espirituales y mixtos en las lápidas de las
inhumaciones en tierra, hallamos:
-
Bienaventurados o santos (imagen labrada o
medallón): san José (1954, 1973), san Mateo evangelista (1974),
-
Busto femenino, con la cabeza cubierta y sin
halo (imagen labrada o medallón): 1958,
-
Cabeza femenina, con velo y sin halo (imagen
labrada o medallón): 1940, 1949, 1953, 1954, 1956, 1959, 1961, 1962, 1963,
1966, 1969, 1972,
-
Cristo, busto con la cruz a cuestas y corona de
espinas (imagen labrada o medallón): 1955, 1960,
-
Cristo, cabeza coronada de espinas (imagen
labrada o medallón): 1945, 1949, 1954, 1955, 1960, 1968, 1970, 1975.
-
Cristo, cabeza sin corona de espinas (imagen
labrada o medallón): 1965.
-
Crucifijo, cruz con Cristo crucificado (imagen
grafiada o aneja): 1921, 1965 (imagen desprendida), s/f,
-
Cruz apuntada o punteada: 1938, 1952, 1953,
1956, 1959, 1977.
-
Cruz de Evangelistas: 1942, 1961, 1997
-
Cruz encirculada o redondeada: 1930, 1932, 1938,
1939, 1948, 1951, 1954, 1959, 1972, s/f,
-
Cruz encuadrada y radiada: 1966.
-
Cruz encuadrada: 1921, 1939, 1940, 1949, 1952,
1953, 1954, 1955, 1956, 1957, 1958, 1960, 1961, 1962, 1963, 1965, 1968, 1969,
1970, 1972, 1974, 1975, 1992.
-
Cruz flordelisada: 1954,
-
Cruz griega simple: madera (s/f legible),
-
Cruz latina simple (piedra o metal): metal (s/f
legible), 1940, 1955, obra (s/f legible), 1961, 1968.
-
Cruz penitencial: 1922.
-
Cruz potenzada: 1942, 1947, 1949, 1955, 1959,
1960,
-
Cruz radiada: 1937, 1951, 1955, 1959, metal s/f.
-
Cruz resarcelada (metálica): s/f
-
Cruz trebolada: 1932.
-
Jesús orante, busto (imagen labrada): 1946.
-
Piedad (imagen labrada o aneja): 1992.
-
Sagrado Corazón de Jesús (imagen labrada o
medallón): 1958, 1969, 1970.
-
Tumba-cruz con lápida horizontal: 1948, 1960, 1952, 1982.
-
Tumba-lápida horizontal: 1930, 1933, 1934, 1951,
(s/f).
-
Tumba-lápida vertical y horizontal: 1922, 1946,
(s/f).
Hay una figura
humana alada, con halo, libro y pluma (imagen labrada en medallón), clasificada
entre los Bienaventurados o Santos, que interpretamos como san Mateo
evangelista (1974). De las inhumaciones en tierra destacamos tres
“señalizaciones” de pared, con distinta ornamentación y simbología:
-
Crucifijo, cruz con Cristo crucificado y
proclamación (imagen grafiada): 1920 (la proclamación se refiere al cartel del
INRI en los tres idiomas, hebreo, griego y latín).
-
Busto femenino, con cabeza cubierta y sin halo
(imagen grafiada): 1921.
-
Sin símbolos, de contenido ideológico y con
poema profano: 1938.
Detalle de "tumba-cruz" encirculada de piedra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1939 (2013). |
"Tumba-cruz" encuadrada en el cementerio de Torrebaja (Valencia), con iconografía mixta -cabeza de Cristo coronada de espinas y ramos de palma, imagen labrada- datada en 1921 (2013). |
"Tumba-cruz" encuadrada en el cementerio de Torrebaja (Valencia), con iconografía mixta -Cristo crucificado y motivos florales, imagen aneja- datada en 1921 (2013). |
V.- Exposición y análisis de los
textos incluidos en lápidas y cruces.
Observando
las “señalizaciones” o “memorias” de las inhumaciones en tierra del cementerio
de Torrebaja (Valencia), vemos que todas o casi todas contienen alguna
inscripción, con la reseña del difunto a modo de escueta semblanza: nombre y
apellidos, día, mes y año de la defunción, así como la edad en el momento del
óbito, cumpliendo así con la función esencial de la lápida, evocar la memoria
individual del muerto. Las que no poseen este tipo de datos es por su deterioro
o haberlos perdido por efecto de la intemperie o el tiempo transcurrido.
Cabe,
sin embargo, alguna excepción, como la “señalización” correspondiente a Julia
Gómez Muñoz, cuyo nombre figura en una plaquita dispuesta sobre el brazo
horizontal (patibulum) de una cruz latina de metal evocando su memoria, que
carece de cualquier otro dato de identificación personal. O la de una tal
Gumersinda, cuyo nombre aparece en una chapita inserta en una cruz radiada de
metal, sin más identificación. La pesquisa para su filiación dio su fruto, pues
se trata de:
GUMERSINDA
[VALERO GARCÍA]
[+ 11 de diciembre de
1960]
[A los 70 años de
edad]
La
señora Gumersinda, hija de Rufino y Ramona, era natural de El Cuervo (Teruel) y
vecina de Torrebaja (Valencia), popularmente conocida como “tía Rovisilda”;
consorte en terceras nupcias de Francisco Soriano Gómez (1869-1965), alias
Francho: éste era hermanastro de Ciriaca Soriano Muñoz (1872-1958) y padre de
Úrsula y de Pepe el Alcaldico.[14]
Detalle de "Tumba-cruz radiada" en el cementerio de Torrebaja (Valencia), correspondiente a un enterramiento de 1960 (2013). |
Hay
varias lápidas fragmentadas, cuya borrosa epigrafía ha podido reconstruirse uniéndolas, limpiándolas y/o con
ayuda de las Actas de Defunción parroquiales:
[R.I.P.]
[CONSUELO DOMINGO GI]ME[NO]
[+ 23 A]GOST[O DE 1925]
A LOS 20 AÑOS
SUS/ PADRES/ Y/ HERMANAS
LA NIÑA ENRI-/ QUETA GRAO/
BENACLOCHE SU-/ BIO AL CIELO EL/
DÍA 13 DE ENE-/ RO DE 1933 A LOS/
5 AÑOS DE E-/ DAD
RECUER-/ DO DE TUS PA-/ DRES
I DEMÁS/ FAMILIA QUE/
NO TE OLVIDAN
De la lápida anterior merece la pena destacar la expresión Su-/
bio al cielo el/ día 13 de ene-/ro de 1933 a los/ 5 años, idea que
también hemos encontrado en una lápida del cementerio de Puebla de San Miguel -El
ángel/ Aurelio Sebastián/ Cubel/ subió al cielo 19 de octubre de 1903/ a los 3
años de edad./- en la que se viene a manifestar que los párvulos y
niños suben directamente al cielo al fallecer, pues por el bautismo se hallan
limpios del pecado original, y su temprana edad no les ha permitido ofender a
Dios. Pero esta es una idea de la modernidad, ya que según el jurista
Tertuliano (160-220 d.JC): "Ninguno al dejar su cuerpo obtiene de golpe el
título de habitante junto al Señor" -sólo los mártires poseían por la virtud
de la sangre la única llave del Paraíso-.[15] De esta forma, con la excepción
de los mártires, todos los muertos deben esperar del día de Juicio Final:
- «Privados, al mismo tiempo que de cuerpo, de sentido y de memoria, no podían experimentar ni gozos ni penas. El último día sólo los “santos” prometidos a las beatitudes eternas saldrían de las “regiones inferiores” –así lo dice Tertuliano- para habitar las mansiones celestes. Los demás permanecerían aniquilados en su sueño eterno: los malvados no resucitarán. Las fórmulas de anatema amenazaban al mandito con el peor castigo, le privaban de su resurrección: “El (malvado) no resucitaría el día del juicio».[16]
Otras lápidas reconstruidas, dicen:
D.E.P.
VICENT[E]
[ALIA]GA SIMEÓN
[+26 DE] FEBRERO DE 1932
[A LOS 71] DE EDAD
ASUNCIÓN/ ESPARZA GÓMEZ
+ 13 MARZO 1945
A LOS 56 AÑOS
TU ESPOSO/ HIJOS Y/ NIETOS/
NO TE/ OLVIDAN
D.E.P.
FERMÍN/ SORIANO ESPARZA
+ 5 OCTUBRE 1954 DE 92 AÑOS
TUS HIJOS Y NIETOS NO/
TE OLVIDAN
MANUEL/ GARCÍA DOLZ
+22 NOVIEMBRE DE 1955
A LOS 83 AÑOS
TUS HIJOS/ NO TE/ OLVIDAN
Fragmentos de "tumba-cruz" trebolada en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datados en 1932 (2013). |
"Tumba-cruz" encirculada de piedra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1949 (2013). |
Fragmentos de "tumba-cruz" encirculada de piedra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datados en 1954 (2013). |
Fragmento de "tumba-cruz" latina de piedra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datado en 1955 (2013). |
Fragmento de "tumba-cruz" latina de piedra en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datado en 1956 y 1957 (2013). |
"Tumba-cruz" potenzada de mármol con ornamentación floral en el cementerio de Torrebaja (valencia), datada en 1949 (2013). |
"Tumba-cruz" latina con iconografía religiosa en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1949 (2013). |
Detalle de iconografía religiosa -cabeza de Cristo coronada de espinas, imagen labrada aneja- en una "tumba-cruz" del cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1949 (2013). |
Respecto a las dedicatorias
epigrafiadas en las lápidas, cuando los hay, éstas son decididamente sobrias
–tal vez condicionadas por el escueto espacio de la lápida-, basadas en
manifestaciones familiares de recuerdo: los vivos confortan a los muertos
escribiéndoles que la separación de la muerte no será motivo de olvido,
intuyendo que uno de los peores agravios que puede recibir un muerto es
relegarle en la memoria.
“Su familia” (1921);
“Su esposo e hija” (1922);
“Su hijo y nieta” (1922);
“Sus padres/ y hermanos” (1922);
“Su esposa/ hijos y nietos” (1930);
“[…] esposo/ e hijos” (1932);
"Recuer-/ do de tus pa-/ dres i demás familia
que no te olvidan" (1933);
"Recuer-/ do de tus pa-/ dres i demás familia
que no te olvidan" (1933);
“Recuerdo de sus hijos/ y nietos” (1933);
“Sus hijos y nietos” (1934, 1942, 1945, 1960);
“Sus hijos/ y/ nietos” (1938, 1966, 1968);
“Recuerdo de su/ esposo e hijos”
(1939);
“Tu hijo padres/ y hermanos”
(1939),
“Los tuyos” (1940, 1954, 1969);
“Recuerdo de sus hijos y nietos” (1940);
“Sus hijos/ y nietos/ no le/
olvidan” (1942);
“Tu esposa e hijos/ no te olvidan”
(1943, 1960);
“Tus hijos y nietos/ no te olvidan”
(1946, 1949, 1951, 1954, 1937,
1968);
“Sus hijos” (1947);
“Su esposa/ e hijos” (1948);
“Tus hijos no te olvidan” (1948, 1973);
“Su esposo/ hijos y/ nietos/ no te/
olvidan” (1949);
“Tus padres y hermanos/ no te olvidan” (1949);
“Tus padres y hermanos” (1949, 1959
1961);
“Su esposo e hijos” (1950);
“Sus hijos y nietos/ no le/ olvidan” (1951,
1952, 1953, 1955);
“Tu hija y nietos/ no te olvidan” (1951);
“Tu esposo e hijos no te/ olvidan” (1952);
“Vuestros hijos y nieta no os
olvidan” (1952, 1982);
“Tu esposo, hijos y nietos” (1953);
“Su esposa e hijos” (1954);
“Sus hijos y/ nietos” (1954, 1954, 1958);
“Tu esposa hijos y nietos/ no te olvidan”
(1954);
“Tu esposa hijos/ y nietos” (1954, 1959, 1965);
“Su esposa/ hijos y/ nietas” (1955);
“Tu esposa/ hijo/ padres/ y hermanos” (1955);
“Tu esposo/ e hijos” (1955);
“Tus hijos/as y nieto/s” (1955, 1959, 1965, 1972);
“Tus hijos/ no te/ olvidan” (1955);
“Su esposo/ e hijos” (1956);
“Su hermana y sobrinos” (1956,
1957);
“Tu/ esposa/ e hijos” (1956);
“Su esposa hijo y familia” (1957);
“Tus nietos” (1958);
“Su/ cuñado/ y sobrina” (1959);
“Sus/ hermanos” (1959);
“Recuerdo de sus hijos/ nietos y biznietos”
(1960);
“Tu hijo y hermanas” (1960);
“Tus padres, esposo/ e hijos” (1960);
“Su esposo/a e hijos” (1959, 1961);
“Su esposo e hijos” (1962);
“Tus hermanos/ y sobrinos” (1963);
“Sus hermanas/ y sobrinos” (1965);
“Su esposo/ hijos/ y nietos” (1966);
“Tu esposo hijos y familia” (1970);
“Tus hermanos/ y sobrinos” (1970);
“Tu esposa/ hijos y nietos/ no te/ olvidan” (1972);
“Tu esposa/ e hijos” (1974);
“Tus hijos” (1975);
“Tu esposo hijos y nietos” (1977);
“Hora fatal” (s/f);
“Sus/ padres/ y/ hermanas” (s/f)
En general, casi todas las
lápidas contienen las populares siglas R.I.P./D.E.P., que corresponden al
epitafio latino Requiescat In Pace (Descanse
En Paz): el epigrama procede del responso que la Iglesia Católica
reza por los difuntos.[17]
No en vano el término cementerio viene del latín coemeterium y
éste del griego koimetérion, que significa dormitorio o lugar de
descanso porque en el cementerio –según la creencia cristiana- los cuerpos duermen
hasta el Día de la resurrección; de ahí la vinculación de la muerte con el
descanso y el cementerio o camposanto.[18] Dos tumba-lápida
horizontal poseen las siglos D.O.M./ Deus Omnipotens Mortuus/ Muerto
para Dios Omnipotente (1930 y 1934). Otras dos lápidas, sitas éstas en el cuartel
III (inferior derecha), tradicionalmente reservado a los párvulos e infantes,
contienen la inscripción “Hora fatal”, en alusión a la hora mortis, esto
es, el momento horario en que se produjo la muerte, por lo que no sería de extrañar que
en su día tuvieran un reloj con las manecillas señalando dicho momento.
"Tumba-cruz" encuadrada en el cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1959 (2013). |
Detalle de iconografía espiritual -cabeza femenina cubierta y sin halo, imagen labrada- en una "tumba-cruz" encuadrada del cementerio de Torrebaja (Valencia), datada en 1959 (2013). |
"Tumba-cruz" latina de hierro anónima con iconografía religiosa -Cristo crucificado, imagen aneja- en el cementerio de Torrebaja (Valencia), s/f (2013). |
Vista del Cuartel IV (entrada izquierda) del cementerio de Torrebaja (Valencia), con detalle de una cruz griega de hierro anónima resarcelada en primer plano, s/f (2013). |
Decíamos
que los epitafios o dedicatorias estudiadas son bastante comunes,
desde los más sencillos –“Su
familia” (1921),
“Los tuyos”
(1940,
1954,
1969), “Sus
hijos” (1947), “Tus nietos” (1958); “Tus
hijos” (1975)-,
hasta los más complejos y extensos -“Recuerdo de sus hijos/ nietos
y biznietos” (1960), “Tu esposa/
hijos y nietos/ no te/ olvidan” (1972)-.
No hay referencias evangélicas, pero sí una poética e ideológica,
correspondiente a la Guerra Civil (1938): se trata
de una “memoria” o “señalización” de pared colocada por los
familiares del difunto –de esto hace ya algunos años-, aunque su
defunción y entierro no constan en los libros del Registro Civil.
Pudo fallecer en el frente o en el Hospital de Sangre de la
localidad, por causa de enfermedad o heridas de guerra, y debió ser
sepultado en alguna de las fosas comunes abiertas entonces.
Detalle de "señalización de pared" en el cementerio de Torrebaja (Valencia), correspondiente a un enterramiento de la Guerra Civil (1936-39), datado en 1938 (2013). |
Asimismo, la muestra ofrecida,
con los textos y años en color –rojo para las “señalizaciones” del cuadrante I, negro para las del II, rosa
para las del III, azul para las del IV y marrón
para las fosas comunes de la guerra- nos permiten visualizar de una forma
gráfica, rápida y sencilla cuál ha sido la evolución y cronología de la
epigrafía, además de su ubicación en el cementerio.
Continúa en:
[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Iconografía y epigrafía funeraria en el cementerio de Torrebaja (Valencia), en la web Desde el Rincón de Ademuz, del miércoles 16 de noviembre de 2011.
[2] ID. El viejo cementerio de Santa Bárbara en Torrebaja (Valencia), en la web Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 7 de noviembre de 2011.
[3] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2008). El cementerio municipal de Torrebaja (Valencia), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, vol. II, pp. 305-307.
[4] ID (2011). El
Hospital de Sangre de Torrebaja durante la Guerra Civil Española, en Del
paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, p. 87.
[5] Ibídem, p. 161.
[6] Ibídem, p. 181.
[7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Don Joaquín Vidal Munárriz, un coronel republicano en Torrebaja (Valencia), en la web Desde el Rincón de Ademuz, del miércoles 14 de diciembre de 2011.
[8] ID (2008). El cementerio municipal
de Torrebaja (Valencia), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz,
Valencia, pp. 305-306.
[9] Cf. Wikipedia, voz Escatología.
[11] ARIÈS, Philippe (1983). El
hombre ante la muerte, Taurus Ediciones, S.A., Traducción de Mauro
Armiño, Madrid, p. 142.
[12] Ibídem, p. 72.
[13] Ibídem, p. 202.
[14] SÁNCHEZ GARZON, Alfredo (2008).
Eusebia Martínez Gómez, la persistencia de la memoria, en Del
paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. II, p. 90.
[15] Réquiem aeternam dona ei (eis) Domine./Et lux perpetua luceat ei (eis)./ Requiescat (requiescant) in pace./ Amen.//
"Dale(s), Señor, el descanso eterno./ Y brille para él (ellos) la luz
perpetua./ Descanse(n) en paz./ Amén./
[16] Tertuliano. De resurrectione carnis, 43, PL, 2, columna 856. Citado ARIÈS (1983), p. 35.
[17] Dictionnaire d´archéologie chrétienne et de liturgie, París, Letouzey, 1907, t. XII, Ad sanctos. Citado por ARIÈS (1983), p. 35.
[18] «A los cementerios católicos se
les llama también camposantos, dado que en la ciudad de Pisa (Italia),
cuando ateniéndose a medidas de higiene y salubridad pública la autoridad
ordenó cerrar el cementerio, que había sido construido en el siglo XIII dentro
de la ciudad, el terreno fue cubierto con una gran capa de tierra, que las
galeras pisanas habían traído de los lugares santos de Jerusalén». Cf. Wikipedia, voz Cementerio.
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