Reflexiones en torno al paisaje, la historia y paisanaje-.
“No hay paisaje sin
horizonte,
ni día sin afán...”.
Palabras previas.
En
nuestro recorrido por los miradores del Rincón de Ademuz nos acercamos hoy al
de las Hoces del Ebrón en Castielfabib (Valencia). Preferiría evitar decir el
medio de transporte que debe utilizarse para cada excursión, pues éste debe
elegirse en función de la edad y forma física de cada cual. Aunque no soy gran deportista,
utilizo bastante la bicicleta de montaña. Mas si la excursión es larga
suelo coger una moto que tengo, y sólo cuando voy en compañía de alguien que no
puede emplear los medios anteriores uso el coche.
Aunque
me toca ir solo muchas veces, reconozco que para disfrutar de los lugares
hermosos es mejor ir acompañado, al menos eso recomendaba Cicerón: [...]
para contemplar el mundo de la naturaleza y la belleza de las estrellas, no se
podría gozar de tal espectáculo sin la presencia de un amigo. Pero no
siempre es posible la compañía de alguien, razón por la que hay que hacerse a
la idea de que mejor solo que mal acompañado. Por mal acompañado me refiero a ir con
alguien que no disfrute con “el mundo de la naturaleza y la belleza de las
estrellas” –que decía el sabio orador romano-.
Para
una excursión o visita como la que se propone hay que elegir, además del
acompañante, que decíamos, el día y la hora adecuados. Un día cubierto, con
viento, lluvia o nieve, tiene sin duda su encanto. Pero para gozar plenamente
de un paisaje prefiero las mañanas frescas de primavera, con el cielo azul
intenso y alguna nube volandera o los tibios atardeceres del otoño –ambas
estaciones son las mejores dada la climatología de la comarca, al menos son mis
preferidas-. Como digo, también hay que elegir la hora del día, siendo las
mejores antes de que el sol alcance su cenit o a media tarde, que es cuando los
rayos del sol reflejan los tonos más cálidos. Aunque como digo, no siempre se
puede elegir; en tal caso lo mejor es hacer de la necesidad virtud y disfrutar
de lo que se tiene...
Vista sudeste del caserío de Castielfabib (Valencia), desde el "Mirador Hoces del Ebrón" (2014). |
En busca de la antigua villa de
Castielfabib.
Para ir por carretera a Castiel,
que es la forma coloquial de nombrar a la villa entre los lugareños y
comarcanos, hay que subir por la CN-420 en dirección poniente, esto es, de
Teruel a Cuenca. Podríamos subir también por el Camino de los Callejones desde
Los Santos, atravesando la aldea y siguiendo aguas arriba el curso del Ebrón,
esto es, siguiendo de forma inversa el trayecto que hiciera Cavanilles a
finales del Setecientos, desde Vallanca, vía Las Tóbedas, Castielfabib,
Los Santos, Torrebaja, Ademuz y subiendo de nueva hasta Vallanca. Pero esta es
otra excursión que ya hicimos cuando recorrimos la zona siguiendo la ruta del
ilustrado botánico valenciano...[1]
Es por ello que para nuestra
excursión de hoy partiremos de Los Santos, aldea de Castiel situada
en la margen izquierda del Ebrón. Remontaremos la carretera nacional en
dirección al antiguo poblado de Las Monjas -un grupo de casas que siempre
conocí deshabitadas, sitas al comienzo de la cuesta de su nombre y
desaparecidas hace unas décadas: con motivo de la ampliación de la caja de la
carretera que lleva al Hontanar-. Al finalizar el primer tramo de la costanilla
veremos a la mano derecha un cartel anunciando la dirección de Castielfabib (3
km) y El Cuervo (6 km). Por la parte que da al valle del Ebrón la vía se halla
ornada con frondosas matas de retama negra (Cytisus scoparius) o
alguna variedad de esta especie, que en esta época de mediados de mayo se hallan en pleno esplendor.
La retama o ginesta como la nombran los catalanes era desconocida en la zona,
fue plantada en los terraplenes de la carretera, para sujetar las márgenes con
motivo de su ampliación. El intenso colorido áureo de sus flores recuerda el de
las aliagas... El arbusto se ha adaptado bien a la zona, prueba de ello es que
está arraigando en otros lugares alejados de la carretera.
Desde el momento en que salimos
de la principal, la carreterita se estrecha y zigzaguea para bajar al barranco
Hondo y volver a subir por la ladera opuesta, en dirección a Los Centenares.
Los Centenares es el nombre de una partida de monte, de resecas tierras calizas donde heroicamente
resisten algunos almendros, pero también es el nombre de un hostal y
restaurante de comida tradicional bien conocido en la zona, además de
recomendable. El nombre de la partida le viene de ser un terreno propicio para
el cultivo del centeno (Secale cereale), cereal para el que se
reservaban las tierras más pobres del término. Con la harina del centeno se
elaboraba el pan negro, propio de las épocas de escasez, aunque hoy es
apreciado por los entendidos, incluso ensalzado por los dietistas y
especialistas en nutrición por la gran cantidad de fibra natural que contiene. ¡Paradojas
de la vida!
Conforme se sube por los Los
Centenares, a la mano derecha de la calzada nace una pista de tierra que
conduce al molino harinero del barranco Hondo. En las márgenes del camino es
posible encontrar preciosos fósiles de hojas y plantas incrustados en las
piedras calcáreas. Yo no sé si está permitido coger fósiles, pero aunque lo
estuviera preferiría no hacerlo, para que los que vengan detrás puedan
disfrutar también de ese pequeño “milagro” de la naturaleza que son esas
huellas de seres vivos prehistóricos... Al final de la costanilla hallaremos un
área de descanso en la margen derecha de la carreterita, con árboles de sombra
–un pino, acacias y moreras- y bancos de asiento, el lugar que venimos
buscando.
Desde el Mirador de las Hoces
del Ebrón.
En la parte que toca al
terraplén, la zona está protegida por una barandilla de madera que aboca
propiamente al mirador, formado este por un pretil de piedra terminado en
balcón... Merece la pena sentarse en alguno de los bancos, bajo las acacias en
flor, para contemplar a placer el caserío, ubicado al noroeste.
De asomarnos al valle por la
parte de la villa observaremos que toda esta zona es de piedra caliza, la cual
forma cuevas u oquedades en la ladera; no en vano estamos en la zona de Los
Toscares, de donde la tradición dice que salieron las piedras para construir
algunas partes de la torre-campanario de la parroquial y otras estructuras,
como el basamento y esquinares de La Torreta, elemento correspondiente a las
antiguas murallas medievales que cerraban la villa por esta parte. Amén de
viviendas, pajares y corrales...
Si nos acercamos hasta el panel
que hay al fondo del mirador veremos que las obras allí realizadas corresponden
al “Plan de dinamización turística del Rincón de Ademuz”, entre las que se
hallan el “Acondicionamiento de Miradores”. La iniciativa me parece estupenda,
ya que colabora en la valoración del paisaje de estos municipios, destacando
los elementos que lo forman, ya por su propio valor natural o paisajístico, ya
por su relación con la historia o circunstancias sociales y económicas que le caracterizan.
Vista desde el "Mirador Hoces del Ebrón" en Castielfabib (Valencia), on detalle del panel sobre el balcón (2014). |
El panel que explica las
características del paisaje lo forma un texto y un dibujo enmarcado en madera,
dispuesto en el extremo del pretil. Cuando viajo a lugares desconocidos, además
de haberme informado antes de las particularidades del lugar, procuro leer los
carteles de este tipo que encuentro, pues su lectura enrique lo que de por sí
entra por la vista, bien sea un paisaje, unas ruinas o un monumento. En la
margen izquierda del panel hay un recuadro de texto sobre fondo verde que dice:
- El Ebrón es el principal afluente del Turia a su paso por el Rincón de Ademuz debido a la abundancia y regularidad de los caudales que transporta. Las aguas de este río montañoso descienden generosas por un tortuoso valle desde los acuíferos montañosos de la Sierra de Albarracín hasta las vegas de Castielfabib y Torrebaja. Estas características del Ebrón han permitido que se haya producido históricamente un intenso aprovechamiento de sus aguas para usos agrícolas y para la instalación de diversos establecimientos fabriles como varios molinos, una fábrica de papel [de estraza], un batán y una central hidroeléctrica en las poblaciones situadas en el curso bajo del río.// El paraje que estamos divisando se conoce como las Hoces y en él se aprecia como el Ebrón ha tallado un estrecho y profundo surco, por el que discurre, en los potentes depósitos de tobas que se extienden de una montaña a otra del valle.// Más arriba de Castielfabib, entre las localidades vecinas de El Cuervo y Tormón [ambas de Teruel], se localiza otro desfiladero calizo con pintorescas hoces y estrechos que el mismo río Ebrón ha labrado en las montañas.
El panel, realizado por “Prames”
con el patrocinio de diversas entidades (locales, provinciales, autonómicas, estatales), se halla cofinanciado por la Comunidad Europea: Fondo europeo de
desarrollo regional. El resto del panel está ocupado por un dibujo o pintura
que describe el amplio panorama que se ofrece a nuestra contemplación: desde la
villa de Castielfabib a la izquierda (noroeste) hasta Los Santos y el valle del
Turia al sureste (derecha), por cuyo centro discurre el cauce del Ebrón con sus
hoces y zonas de cultivo en ambas márgenes.
En la parte más próxima a
nosotros por la izquierda, sita prácticamente a nuestros pies, el dibujo señala
la zona llamada Los Toscares, cantera de donde decíamos se extraía la piedra para las
construcciones locales. En un plano más alejando, propiamente sobre el caserío
de Castiel, señala La Torreta, eminencia defensiva que cerraba la
muralla medieval al noroeste. Por debajo del torreón se halla el caserío, que
se desparrama ladera abajo por ambas vertientes del cerro sobre el que asienta,
aunque nosotros sólo percibimos la denominada de La Solana, que recae sobre el
primer túnel, obra de los años veinte por donde discurre la carreterita que
lleva a la aldeita de Cuesta del Rato y El Cuervo, villa esta última que ya es de
Teruel. En la parte frontera al Torrejón se halla la torre-campanario de la
parroquial –Nuestra Señora de los Ángeles-, conjunto de gran
valor histórico y arquitectónico por sus características de iglesia-fortaleza,
aunque más bien se trata de una iglesia en una fortaleza.
El campanario es una
construcción del Trescientos, al menos el permiso para su erección tuvo
lugar en tiempos de Alfonso IV el Benigno (1327-36).[2]
El conjunto se halla adosado al castillo y fortificación propiamente dicha,
hasta el punto que para acceder a la fortaleza con carros o caballerías había
que pasar por debajo de la iglesia, por lo que llaman El Carrejón y puerta de La
Reja, y bordear el templo por la cabecera, pasando junto a la base del
campanario. La modificación en tiempos históricos del testero del templo y la
construcción de la sacristía (sita a la cabecera, lado del evangelio) hizo
impracticable el acceso de caballerías y carros a la fortaleza, hecho que debió
tener lugar cuando el castillo-fortaleza perdió su utilidad defensiva, lo cual
pudo suceder a partir del siglo XV -con la unificación de los reinos de España
en tiempos de los Reyes Católicos-.
La línea del horizonte sitúa La Torreta, el caserío de la Villa, el castillo e iglesia-fortaleza en línea con la peña de La
Mosca: un cerrito de forma cónica sito ya al otro lado del Ebrón, por
encima de las ruinas de la iglesia del convento de san Guillermo, aunque se
halla muy por detrás. A los pies del caserío de Castiel queda la Vega de
Zaragoza, que se extiende de noroeste a sureste. La de Zaragoza es una zona de
cultivo en regadío muy apreciada entre los lugareños, dada su proximidad a la
villa y por la posibilidad de laborar cualquier frutal y hortaliza tradicional, forrajes o lo que se tercie. Por
su centro discurre el camino de la Vega que lleva al de Los Callejones, el cual
discurre por la alta ribera del Ebrón hasta el lugar de la central
hidroeléctrica, donde un puente, conocido como de la Canal de Piedra, cruza el río de la margen derecha a la
izquierda, allí se halla el complejo hidroeléctrico popularmente conocido como La
Central.
Detalle del panel ilustrativo del "Mirador Hoces del Ebrón" en Castielfabib (Valencia), 2014. |
Por detrás del cerro y en línea
con el horizonte nordeste se halla el Alto del Carril, que lleva de Mas de
Jacinto, Torrealta y Torrebaja en dirección al Rodeno y pueblos de la zona:
Tormón, Alobras y Veguillas de la Sierra, ya en Aragón. El paisaje avanza hacia
la derecha, que es el sureste, matizado por la hondonada de las Hoces por donde discurre el lecho del Ebrón.
A ambos márgenes del río se hallan las antiguas zonas de cultivo que descienden
en amplias terrazas escalonadas hacia La Central. Hasta los años cincuenta y
sesenta del pasado siglo todo estaba cultivado, formando cual jardines
colgantes babilónicos sobre tobas, en los que se producía todo tipo de cultivos propios de la zona. La mayor parte de las huertas se hallan hoy
abandonadas... ¡Qué dirían los castielfabienses de antaño si levantaran la
cabeza y vieran en qué han devenido sus preciados huertos!
Decía que el lecho del Ebrón
discurre por el centro del valle, hundido en lo profundo de sus hoces. El Camino
de los Callejones va por la alta ribera derecha hasta La Central, mientras que
el camino del Hituelo corre paralelo, pero por la margen opuesta. El del
Hituelo era un camino de sirga, ampliado en muchos tramos, que comunica la
parte del convento con La Central. Continuando el recorrido virtual, observaremos
que la margen izquierda del Hituelo se halla ocupada por fincas de cultivos que
se extienden hasta los cantiles rojizos del fondo; pasaremos después frente a Peña Tajada y
continuaremos hasta La Central, atravesando la base del farallón de Peña Rubia. Si
nos fijamos veremos que el canal de alimentación del complejo hidroeléctrico aparece
por detrás de Peña Rubia y continua hasta la balsa del partidor: un
ensanchamiento del canal donde se estanca el agua antes de caer hacia la fábrica.
En la parte extrema y más elevada del canal se aprecia una construcción a modo
de garita, de cuya base parte el tubo que canaliza el agua hasta la hidroeléctrica.
De los antiguos edificios de La Central sólo queda uno, sin uso y parcialmente destejado,
habiéndose construido otro nuevo por debajo del anterior, que contiene la
maquinaria automática –ambos se hallan en una explanada de la margen izquierda del Ebrón, frente al puente de la Canal de Piedra que
comunica ambos márgenes-.
Si continuamos con la descripción
del dibujo del panel veremos que frente a la fábrica nueva hay unas viejas construcciones
correspondientes a pajares y corrales, éstas junto al camino que baja de Los Callejones
-que como decíamos discurre por la alta ribera del Ebrón, en su margen derecha-:
en este punto el camino cruza el río por el mencionado puente de la Canal, que es viaducto
y acueducto a la vez, ya que junto a la pasadera discurre también una acequia de riego. Si bajáramos
por el Camino de los Callejones veríamos que una vez atravesado el puente el
camino posee un desvío al frente, el que propiamente lleva a La Central y al comienzo
del Camino del Hituelo. Mientras que por la derecha continua en dirección a Los
Santos, ahora ya por la margen izquierda del río, donde el panel ubica un antiguo batán y un molino de papel, ya desaparecidos. Poco más abajo se halla el barranco Salomón y la partida de las Toscas. A partir de este punto, el camino
prosigue en suave pendiente, aguas abajo del Ebrón hasta el polideportivo y
merendero de la aldea.
Este es el panorama que puede
observarse desde el “Mirador Hoces del Ebrón”, que en razón del terreno tobáceo en que se halla también hubiera
podido llamarse “Mirador de los Toscares”. Si nos damos la vuelta observaremos
que frente a nosotros, atravesando la carretera por la que hemos subido hay un
camino, en cuya margen derecha asoman unas grandes placas solares que sirven al
complejo hostelero de Los Centenares. Lo cierto, sin embargo, es que por muy
ecológicas que resulten no contribuyen en mejorar la estética del lugar, aunque tampoco la empeoran demasiado; más bien constituyen un signo de los tiempos...
Vista de los paneles solares fotovoltaicos, frente al "Mirador Hoces del Ebrón" en Castielfabib (Valencia), 2014. |
De la mano del botánico
Cavanilles.
Uno de los personajes más
ilustres que han pasado por estos lugares fue el botánico don Antonio José
de Cavanilles y Palop (1745-1804), quizá el último ilustrado valenciano.[3]
El naturalista procedía de Vallanca, a donde había arribado el día anterior –3
de septiembre de 1792- procedente de Santa Cruz de Moya (Cuenca), vía el camino
y rento de Asturias: su intención era ir a Castielfabib –vía los rentos de las
Tóbedas [de Arriba y Abajo]- y bajar después hacia Los Santos y Torrebaja,
continuar hasta Ademuz y subir de nuevo a Vallanca, pernoctar en la villa y seguir
viaje al día siguiente –5 de septiembre- en dirección a Aras de Alpuente,
entonces de los Olmos.[4]
Desde la zona del Colladillo, el
naturalista fue bajando por el camino que hoy llamamos de Hoya Hermosa hasta la villa, a la que sitúa “en la cuesta rápida
de un cerro, coronado hoy dia por las
ruinas de una fortaleza”. En su tiempo, las ruinas del castillo y fortaleza
estarían mejor conservadas, pues todavía no habían sufrido los efectos de la
primera carlistada -cuando las tropas isabelinas demolieron las defensas levantadas por los carlistas y otras antiguas que habría-:
- Subí á los mas alto para descubrir las cercanías y los objetos que á pocas leguas cierran el horizonte. Al nordueste caen los montes de Aragon sucesivamente mas altos, de los quales los de Tormón y Cuervo, pueblos de aquel reyno, quedan á media legua de distancia. Por entre sus profundas raices baxa el rio Ebrón, que dexa á su derecha el Cuervo y Castielfabib, describiendo un semicírculo por la parte septentrional de esta villa, donde tuerce hácia el mediodia en busca del Turia. Siguiendo con la vista el curso del Ebrón se ven las huertas que fertiliza, y á cierta distancia varios cerros, cuyos cabezos alternan y cortan la vista por aquella parte, donde dexan ángulos entrantes y salientes, y varios recodos aprovechados en huertas. Mas adelante como dos horas del punto de observación se descubre el boquete que dexan los últimos cerros, en cuyo fondo queda oculto Ademuz, seguido después de elevados montes en forma de graderías. Entre estos saca su loma obtusa la Serretilla de Campablo, que se avista casi por el sur y continuando en arco hácia el oriente se van descubriendo el Cerrellár de Ademuz y los montes de la Puebla en el reyno de Valencia; los de Riodeva, Camarena y Javalambre en Aragón. Muy cerca de la villa y del cerro del Castillo en la ribera izquierda del Ebrón parecian hermosas huertas, y la industria de sus dueños, que para regarlas dirigen las aguas por canales excavados en la peña, algunos de ellos á bastante altura.[5]
Nueva perspectiva del caserío de Castielfabib (Valencia), desde el "Mirador Hoces del Ebrón", con detalle de Los Toscares (2014). |
Aparentemente, pocas cosas han cambiando en el
paisaje desde Cavanilles, pues casi todo sigue igual y cada cosa en su lugar,
con la excepción del urbanismo y del aspecto general del caserío, el ingenio hidroeléctrico y las placas fotovoltaicas, el asfaltado de algunos caminos y las “hermosas huertas”, en su mayoría hoy
abandonadas, incultas y yermas. Todavía se conservan, sin embargo, los “canales
excavados en la peña, algunos de ellos á bastante altura” construidos para
regar aquellos vergeles. El botánico ya se apercibió del problema que
ocasionaba en los regadíos el hundimiento del cauce del Ebrón, cuyas aguas
“parecen huir y esconderse de su vista”, trayendo a colación el relato de la
anécdota que tantas veces hemos oído contar a nuestros predecesores:
- En otro tiempo quando se fundó el Convento de San Guillermo, que está á la izquierda del río en frente de la villa, se sabe por tradición que las aguas pasaban casi á nivel con la superficie del suelo, de modo que sin baxar gradas ni cuestas se tomaban las necesarias; pero actualmente corren 20 varas mas profundas, y cada dia se aumenta la profundidad del cauce, el qual es todo de piedra tosca desde que el rio entra en el reyno de Valencia hasta las cercanías de Torre baxa [Torrebaja], y se extiende largo trecho por ambas riberas sin mudar de naturaleza. Ya empiezan á sentirse los malos efectos que causa la profundidad en que se hallan las aguas, principalmente en las huertas altas: las baxas hácia la Torre [Torrebaja] por mejor situadas forman deliciosos vergeles, donde se crian frutales, hortalizas, trigos, maices: algunas de ellas, puestas entre barrancos y defendidas de los vientos por altos cerros de tierra, parecen estufas naturales [...] No he visto en el Rincón almendros, y debiera tentarse su cultivo: los nogales son verdaderamente monstruosos en Castielfabib.[6]
El problema del hundimiento del
cauce del Ebrón por causa del lecho de piedra tosca (calcáreo) que tiene ya lo
describe el botánico en Vallanca, aunque referido al río Bohilgues, proponiendo
una posible solución:
- [...] para evitar los daños que pueden resultarles, debieran hacer estacadas y emparrillados en el cauce del rio, y rellenarlos de piedra, para que el rio, léjos de aumentar sus excavaciones, corriese á menor profundidad por los cuerpos que iria dexando en aquellas barreras.[7]
Desconozco si los vallanqueros y
castielfabienses hicieron caso de los sabios consejos del botánico, aunque
quizá les faltaron medios o la iniciativa necesaria para llevarlos a cabo. Pero
a tenor de lo que conozco, intuyo que hoy sería de todo punto imposible: la
Consejería de Medio Ambiente impediría cualquier actuación, incluso a riego de
que las aguas se perdieran, como impide el dragado de los ríos y el desbroce de
las riberas en aras de no sé qué proteccionismo...
Cavanilles ha sido siempre para
mí un personaje entrañable, con el que simpaticé al primer contacto. ¡Qué no daría yo por poder acompañarle en su recorrido por el Rincón
de Ademuz en aquellos primeros días de septiembre de 1792, escuchando sus
comentarios y reflexiones! ¿Qué pensaría del caserío y de sus moradores,
qué impresión le causaron los edificios de la villa y sus empinadas calles? En
relación con el tema de hoy me lo imagino bajando de Castielfabib por el camino
de la Vega Zaragoza y enfilando el de Los Callejones, atento siempre al paisaje y a las
explicaciones que le dieran los que le acompañaban. Ciertos tramos los haría
a lomos de alguna caballería, pero otros iría caminando, deteniéndose a
observar una planta o recogiendo una flor para su herbario; tomando notas de lo
que veía a su paso o le mostraban de cada lugar: como en el asunto del convento
de San Guillermo y las aguas del Ebrón.
Los lugareños hemos oído de nuestros
padres y abuelos la anécdota, que desde antiguo viene pasando de generación en
generación. Aunque puede resultar exagerada, Cavanilles debió creerla, pues la
recogió en sus Observaciones. Aunque era sacerdote, no me lo imagino en traje
talar; iría vestido de campaña, más apropiado para una caminata y montar a
caballo, pues sabemos era muy andariego: prueba de ello son las excursiones que
hizo. Cuando vino al Rincón de Ademuz contaba 47 años y debía hallarse en plena
forma, aunque ya había consumido más de la mitad de su vida, pues falleció a
los 59 años. Debía ser un hombre refinado, cultivado y obsequioso, poseedor de
una notable inteligencia, que participaba plenamente de la mentalidad científica que propició la Ilustración: el universo y la naturaleza no están gobernados directamente por Dios, sino por leyes físicas (H. Newton): prueba de ello son las explicaciones que nos da para justificar el hundimiento del Ebrón en su lecho calcáreo, y las soluciones que propone para solucionarlo.
Cierto que el abate era cura, pero entendía que para explicar el mundo y el universo no hace falta la "hipótesis de Dios". Además era buen español, de los que se sienten
orgullosos de serlo, aun consciente de la pobreza del país y de la ignorancia
de sus moradores. Así se colige de su primera publicación, que contrariamente a
lo esperable no fue un libro de botánica, tema en el que destacó con luz propia
iluminando el saber de su tiempo, sino un texto en defensa de las aportaciones
de España a la cultura y la ciencia europea -Observations de M.
l'abbé Cavanilles sur l'article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie (París,
1784)-: texto que compuso
en respuesta al artículo “Espagne” de Nicolás Masson de Morvilliers en
la Nouvelle Encyclopédie, que ponía en duda nuestra contribución,
preguntando: ¿Qué se debe a España? Desde hace dos, cuatro, diez
siglos, ¿Qué ha hecho España por Europa?[8]
Vista de las Hoces desde el "Mirador Hoces del Ebrón" en Castielfabib (Valencia), 2014. |
Vista de La Central Hidroeléctrica de Castielfabib (Valencia), desde el "Mirador Hoces del Ebrón" (2014) |
Es por ello que cuando pienso en
los nacionalistas y separatistas que medran por la periferia de España apelo al
sabio botánico valenciano y a su grandeza de espíritu, frente a los que
reniegan de su condición de españoles sin haber hecho nunca nada por la Nación,
arguyendo que "España les roba", cuando su presunto despojo no es más
que insolidaridad y malversación de su parte. El origen de su apostasía quizá
se halle en la mentalidad aldeana y el engaño mostrenco de sus dirigentes -la
cesión de las competencias en Educación y Cultura a las Autonomías por parte
del Estado no es ajena al fenómeno; es más, a la vista de lo que sucede fueron
un error-; pienso además que los que tienen esta forma de pensar y de sentir
nunca leyeron textos esenciales como “España, un enigma histórico” de Claudio
Sánchez-Albornoz (Buenos Aires, 1956), “España inteligible. Razón histórica
de las Españas” (Madrid, 1985) de Julián Marías o “Idea de la
hispanidad” de Manuel García Morente, libros que ¡vade retro!, jamás
debiera leer un buen nacionalista antiespañol, so pena de descubrir lo que no
desea.
Pero vaya usted a saber..., ¡a lo mejor el nacionalista y el separatista
sólo pretenden enredar! Pues el problema de la particularidad excluyente es
irresoluble, y una vez afecta a una persona o grupo social sólo cabe
conllevarlo, y conllevarse... -al menos eso decía José Ortega y Gasset
sobre el particularismo catalán, aplicable a cualquier otro-. ¿Qué es el
nacionalismo particularista? –se preguntaba el pensador-. En su discurso antes
las Cortes el 13 de mayo de 1932, él mismo lo definía como “un sentimiento de
dintorno vago, de intensidad variable, pero de tendencia sumamente clara, que
se apodera de un pueblo o colectividad y le hace desear ardientemente vivir
aparte de los demás pueblos o colectividades” –quizá porque se cree diferente,
esto es, mejor-. Aunque la cuestión tiene su hondura, no cabe duda que España
es de los españoles, y Cataluña es España: cualquier decisión sobre la misma
compete a todos los españoles, no sólo a los catalanes. Pero ahí está el
órdago, y nadie sabe cómo acabará, pues ni las naciones ni los imperios son
inmutables. Es muy posible que la mayoría de los catalanes estén en contra de
la segregación de Cataluña de España para constituirse en estado independiente,
¡pero quien calla otorga! Al respecto, sería curioso conocer la opinión de los
cientos, miles de rinconademucenses o rinconademuceros que a lo largo del siglo XX emigraron a
Cataluña y arraigaron allí; su opinión y la de sus descendientes.
¡Probablemente nos llevaríamos una sorpresa!
Disculpe el
lector la digresión, pero no he podido ni querido evitarla... En cualquier caso
se trata sólo de una opinión, tan lícita en principio como la del que piensa lo
contrario.
De la Real Academia de Cultura
Valenciana (RACV).
Continúa en:
[1] SÁNCHEZ
GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz visto por el botánico Cavanilles (I y II), del jueves 15 de marzo de 2012.
[2] SÁNCHEZ
GARZÓN, Alfredo. Acercade la torre-campanario de Castielfabib (Valencia), del martes 17 de abril de 2012.
[3] Antonio José de Cavanilles. (2014, 10 de febrero). Wikipedia, La enciclopedia libre.
Fecha de consulta: 18:32, mayo 9, 2014.
[4] SÁNCHEZ
GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz visto por el botánico Cavanilles,
del jueves 15 de marzo de 2012. ID. Desde el Mirador de San Roque en Vallanca (Valencia), del jueves 8 de mayo de 2014.
[5] CAVANILLES,
Antonio José. Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía,
Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, De Orden
Superior. En Madrid en la Imprenta Real, Siendo Regente D. Pedro Julian
Pereyra, Impresor de Camara de S.M., Año de 1797, vol. II, párrafo 103, pp.
74-75.
[6] Ibídem,
párrafo 104, pp. 75-76.
[7] Ibídem,
párrafo 102, p. 74.
[8] Wikipedia, voz Masson de Morvilliers.
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