A propósito de una visita a las
ruinas de la ermita de santa Bárbara.
Decía
que los cronicones afirman que el rey don Jaime I de Aragón reconquistó
el castillo de Ademuz en 1259, "después de una gran
resistencia y mucha pérdida de gentes, y la mandó poblar de cristianos de su
ejército á quienes concedió muchos privilegios” -aunque personalmente no me consta que ello fuera
así-: y de haber habido algún tipo de “conquista”, ésta no pudo haber sido hecha
a los moros, pues, a tenor de los registros expuestos, desde febrero de 1256 el castillo de Ademuz se hallaba en manos del IV señor de Albarracín, don Álvaro Pérez de Azagra (1246-60).[1] Vistó así, de haber habido lucha ésta debió ser contra el señor de Albarracín... Asimismo, llama la atención el hecho de que "la mandó poblar de cristianos de su ejército", como si los moradores anteriores no lo hubieran sido.
Pero Jaime I el
Conquistador estuvo ciertamente en el pre-Rincón de Ademuz en la fecha de
la supuesta conquista (1259): procedía de Archos (de las Salinas) y se
dirigía a Teruel –quizá la noche le cogió en la zona y pernoctó en Castielfabib-.
En cualquier caso, ¡mal camino para venir con una hueste! Si procedía
de Arcos debió seguir factiblemente el antiguo camino de Valencia a Aragón y
Castilla por esta parte, que pasaba por Hoya de la Carrasca y Puebla de San
Miguel. De esta última población pudo bajar hasta el valle del Turia por
Torrealta, ascendiendo después a Castielfabib por el valle del Ebrón, siguiendo
el Camino de los Callejones. No parece que pasara por Ademuz, adonde obviamente
le hubiera sido más fácil llegar. ¿Por qué no fue don Jaime a Ademuz, acaso su
villa y castillo no pertenecían ya al reino cristiano de Valencia o cuando
menos a la Corona de Aragón? Según lo dicho, el castillo de Ademuz podía
encontrarse todavía en manos del señor de Albarracín, siendo quizá ésta la
razón de que don Jaime no pasara por Ademuz. En cuanto a si Ademuz pertenecía
al reino de Valencia hemos de decir que no, pues no fue hasta 1261, data de los
Fueros romanceados, cuando Ademuz y Castielfabib se incorporaron
de pleno derecho al nuevo reino cristiano. Lo cierto, sin embargo, es que no
sabemos exactamente por qué subió don Jaime hasta Castielfabib, tal vez quiso
conocer la villa y ver el estado de la fortaleza o fue por la simple razón
arriba apuntada, que el día venció y no halló otro lugar seguro donde
pernoctar, lo que le llevó a usar del derecho de cena de presencia... En Castiel
estuvo sólo una noche, pues en la siguiente jornada ya le hallamos signando en
Teruel, donde permaneció varios días. De su estancia en Castiel tenemos
constancia por cierto documento que firmó –Datum apud Castrum fabib VI nonas
octubris anno Domini MCCL nono- concediendo derechos y posesiones en
Valencia al militar Arnaldo de Romaní –esto fue el 2 de octubre de 1259-.[2]
Como vemos, se trata más bien de un viaje administrativo o diplomático, no
guerrero ni de asedio, batalla y ocupación.
Retrato idealizado de Jaime I el Conquistador (1208-76), rey de Aragón (1213-76), por Manuel Aguirre y Monsalbe, en la Diputación Provincial de Zaragona [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre]. |
Diez
años después de la estancia en Castielfabib –en 1269-, don Jaime pasó por Ademuz:
en esta ocasión procedía de Toledo (de donde había salido en la primera semana
de enero) y se dirigía a Valencia (adonde llegó a mediados del mismo mes), e
iba en compañía de su yerno el rey de Castilla, don Alfonso X el
Sabio (1252-84), que al parecer iba cazando (Llibre dels feyts,
apartado 479). En su crónica, Zurita estableció la dirección de Toledo a Uclés
y Moya, quizá no pensó que al decir “e veniem nosen a Daymus” se estaba
refiriendo al topónimo Ademuz (=Daymus). En todo caso, el itinerario
seguido puede afirmarse que fue el siguiente: Toledo, Illescas, Uclés, Ademuz,
Santa Cruz de Moya, Alpuente, Chelva y Valencia -según demuestra la propia
crónica y los documentos signados por el monarca en Alpuente y Chelva-.[3]
A la fecha de 1269 las villas y castillos de Ademuz y Castielfabib ya se
hallaban incluidas de pleno derecho entre las fronteras del reino cristiano de
Valencia. El día 7 de junio de este mismo año tuvo lugar un hecho
aparentemente sin importancia, cual fue la cesión real de la villa de Arcos (de
las Salinas) al Consejo de Teruel, para
que formase parte de su Comunidad de Aldeas. Ello significó, sin embargo, la
separación definitiva de las tierras de Ademuz y Castielfabib del territorio
valenciano, quedando entre la actual provincia de Teruel, por Aragón y la de
Cuenca, por Castilla.[4]
Durante el
siglo XIII y XIV existen multitud de documentos que aluden a las villas,
castillos, universidad y hombres de Ademuz y Castielfabib... Sin embargo, el
mayor aprieto en que se vieron envueltas las villas y castillos de Ademuz y
Castielfabib fue durante la Guerra de los Dos Pedros (1356-69): durante la fase
inicial de la contienda se produjeron incursiones militares por parte de ambos
reinos en el vecino, singularmente en las zonas fronterizas, aunque lo más
notable fue el ataque castellano al puerto de Barcelona (1359), que contó con
la colaboración de los genoveses. Esta primera fase de la contienda concluyó
con la Paz de Deza-Terrer (1361), mediante la que los contendientes se
restituyeron las plazas conquistadas e intercambiaron prisioneros. La segunda
fase de la guerra (1362-63) se cerró con la Paz de Murviedro y la
tercera (1363-69) concluyó con la Paz de Almazán (1375). Las dos últimas
fases afectaron intensamente al Rincón de Ademuz, pues sus dos villas señeras
–Ademuz y Castielfabib- fueron asediadas y tomadas por los castellanos, pero
finalmente liberadas, aunque con muchos daños.[5]
En
la fase final de la guerra castellano-aragonesa, durante el asedio de
Castielfabib por los castellanos, el rey de Aragón, don Pedro IV el
Ceremonioso (1336-87), estando en Teruel, con fecha 1 de noviembre de 1364,
escribe al Maestre de Montesa, don Pedro de Thous (1327-74),
reprochándole que no hubiera acudido como le mandaba a socorrer el castillo de Castiel,
“en peril de perdres por los forts combatiments que en dona lo Rey de Castellla
de dia e de nit” (ACA, Reg. 1.202, fol. 109r). Cuatro años después, estando en
Barcelona, con fecha 3 de abril de 1368, el rey de Aragón concede a los
habitantes de Ademuz una franquicia por diez años, como premio por el
sacrificio de aguantar el cerco castellano (ACA, Reg. 739, fol. 6v-7r).[6]
Retrato idealizado de Pedro IV el Ceremonioso (1319-89), rey de Aragón (1336-87) [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre]. |
La
historia de la villa y castillo de Ademuz -otro tanto podría decirse de la
villa y castillo de Castielfabib, pues su acontecer fue parejo- pudo ser más o
menos memorable durante toda la baja Edad Media, aunque nada podría deducirse
por los restos materiales que quedan de su fortaleza: torreones desmochados y
lienzos de muralla muy perdidos. La importancia de estos castillos y sus
baluartes está vinculada a su estratégica situación, en la raya de la Corona de
Aragón y el reino de Valencia con Castilla. Su momento de mayor gloria y desgracia pudo ser
con motivo de las mencionadas guerras castellano-aragonesas de la segunda mitad
del siglo XIV: desde la unión de los reinos hispanos en el siglo XV-XVI y la
desaparición de las fronteras interiores, la importancia geopolítica de
nuestras villas y castillos fue decayendo, hasta desaparecer. Antes de la unión de los reinos peninsulares hubo, no obstante, otros momentos de conflicto entre Aragón y Castilla, como la denominada Guerra con Castilla (1429-30), durante la cual el Rincón de Ademuz, en tanto parte de la frontera castellano-aragonesa por esta parte, fue escenario de luchas, con graves efectos sobre el territorio, la población y su economía:
- <Las disensiones entre los infantes de Aragón [hermanos de Alfonso el Magnánimo (1416-58)] y don Álvaro de Luna [valido de Juan II de Castilla (1406-54)] acabaron transformándose en una guerra abierta entre Castilla y Aragón, siendo la causa inmediata la expulsión del rey de Navarra, el infante don Juan. Aunque don Álvaro trató de presentar su golpe político como una querella entre hermanos, Alfonso V (el Magnánimo) no estaba dispuesto a tolerar la afrenta, y de las conversaciones en Chelva a principios de 1429 entre los tres hermanos -Alfonso, Juan y Enrique- salió la Liga familiar y la voluntad de recurrir a la guerra como medio de evitar el despojo de los hermanos>[7]
Durante
aquella guerra, las localidades del noroeste valenciano -Rincón de Ademuz y Los
Serranos- fueron las más afectadas:
- <A principios de 1430 sabemos que la población de la frontera había disminuido mucho "aixi per mortaldats com per la guerra de Castella", a lo que se sumó la excesiva presión fiscal sobre los vecinos de Ademuz por los gastos bélicos. Ante el peligro en que estaba la villa (de Ademuz) de ser atacada por gentes de Moya, el rey dispuso el rápido envío de 50 ballesteros para su defensa.>[8]
Respecto a los
aspectos tácticos de la contienda:
- <La característica básica de esta guerra en tierras valencianas fue la cabalgada, la escaramuza. No hubo grandes batallas entre ejércitos numerosos, sino golpes de mano sobre las vecinas tierras enemigas, en los que el factor sorpresa era esencial, y el botín en forma de ganado, ropa u otros bienes, así como los prisioneros -por los que luego se cobraría un rescate-, el principal objetivo. [...] En cuanto al armamento, sería el habitual en infantes y caballeros de la época, jugando la ballesta un destacado papel en los combates. La artillería estaba representada por las bombardas, de diverso tamaño, y fue la pieza clave en la defensa de fortalezas. [...] Precisamente, la puesta a punto de los castillos del reino, susceptibles de recibir un ataque castellano, fue una preocupación constante para sus autoridades. Ya en 1425, y ante el peligro de una posible confrontación en las comarcas del Rincón de Ademuz y de los Serranos el rey, a través del baile general, ordenó que se repararan y mantuvieran a puntos los castillos fronterizos, citándose en concreto al de Castielfabib, algunas partes del cual amenazaban ruina y necesitaba urgentes arreglos>[9]
Respecto a las
consecuencias de aquella guerra:
- <Desde un punto de vista territorial no se produjeron cambios en las fronteras entre ambos Estados. [...] Más grave fue la emigración y despoblación de muchos lugares fronterizos, en ocasiones agravados por la opresión fiscal, como en Castielfabib, en el Rincón de Ademuz, cuyas gentes, al no poder sembrar, se marchaban, lo que tuvo que prohibir el rey bajo pena de 1.000 florines y pérdida de bienes. Los que se quedaran verían canceladas sus deudas, amén de otras mercedes>.[10]
La guerra
concluyó con las Treguas de Majano (1430), establecidas por cinco años y que supusieron la victoria del Condestable
de Castilla, don Álvaro de Luna (1390-1453) y la expulsión de los
infantes de Aragón de Castilla: éstos se vieron privados de sus bienes, que fueron repartidos entre los nobles castellanos que habían participado en
la contienda.
Decía que dado
lo perdido de sus ruinas, sin las adecuadas prospecciones arqueológicas,
difícilmente conoceremos el aspecto real que tuvo el castillo y la fortaleza de
Ademuz; pero dada su ubicación debió ser imponente. También señalaba que las
referencias a los castillos del Rincón de Ademuz son muy abundantes en la
diplomática bajomedieval. Propiamente, los castillos de la Edad Media eran
estructuras militares -“instrumentos” para la guerra defensiva, ubicados en
lugares altos y valiosamente situados- para proteger un territorio. Como se
dice arriba, los castillos de Ademuz
y Castielfabib fueron
originariamente musulmanes, tomados por los cristianos y utilizados tras la
conquista sin aparentes cambios en su estructura. Ambos poseían una base
irregular, adaptada al terreno, al estilo de los castillos roquedos y se
hallaban en zonas fronterizas lo que serviría para clasificarlos como
fortalezas estratégicas, con todas las consideraciones de este tipo de
construcciones.[11]
Estructuralmente, el
castillo de Ademuz reunía las características peculiares del castillo musulmán,
con espacios bien diferenciados, según lo describe J. Rueda (2002) siguiendo a
Pierre Guichard (2001):
--1) Una parte
habitada en la ladera, rodeada de muralla (correspondiente a la villa
cristiana).
--2) Un recinto
superior fortificado, formado por dos elementos: el denominado albacar
(zona relativamente amplia, incluyendo aljibes, establos, almacenes y
mezquita), con función defensiva temporal para los moradores de la villa, donde
se refugiaban con sus rebaños y otras posesiones materiales en momentos
puntuales de peligro), y la saluqiya (nivel más elevando de la fortaleza
y con mejores fortificaciones, que los cristianos conservaron con el nombre de celoquia).
Desde una óptica funcional, en la época
musulmana el “albacar” era administrado por los propios habitantes del
lugar, mientras que la “saluqiya” quedaba bajo responsabilidad directa
del alcaide, jefe militar nombrado directamente por el poder central.
Según Guichard (2001), tras la conquista cristiana la función social del castillo
cambia, razón por la que se deja el “albacar”, conservándose sólo la “celoquia”.
Para López Elum (2000), sin embargo, la totalidad del castillo musulmán dependía del
poder militar –lo que parece razonable que sucediera en momentos de peligro-,
sin considerar ese espacio gestionado por la comunidad rural. Según el mismo
autor, muchos castillos musulmanes fueron abandonados tras la conquista
cristiana, dejando que se deterioraran, lo que a la larga sería lesivo para los
territorios que se vieron afectados por las guerras del Trescientos que
tuvieron lugar entre los reinos de Aragón y Castilla; sin embargo, no fue el
caso de nuestros castillos, pues el de Castielfabib se mantuvo activo hasta
principios del siglo XVI, en tiempos de Fernando
II el Católico (1479-1516).[12]
Las obras de reparación llevadas a cabo en
nuestros castillos ha permitido a los estudiosos conocer muchos aspectos acerca
de la estructura y materiales de construcción (tapial para edificaciones
internas, piedra para murallas y torreones, vigas de madera para edificios...),
incluso los nombres de los maestros canteros que las llevaron a cabo. En la
memoria de unas obras que se llevaron a cabo en la celoquia del castillo
de Ademuz (1462-70), se dice: “Fue
principiado a hobrar en la çaloquia del castillo, de la qual obra fueron
maestros Juancho et Pedro Durxurbi vizchaínos, maestros de villa (...), toda la
obra (...) de sus manos tansolament que havia de fazer el portal (...) de pedra
picada con hun torregon en medio et todo el dito muro de piedra sacada todo
d`argamasa”.[13]
Tanto Ademuz como Castielfabib fueron villas
reales y los alcaides de sus castillos eran nombrados y dependían de la
autoridad real, asimismo que su administración. De ahí que las obras fueran
siempre hechas a instancias del monarca, a cuyo Baile General en Valencia debía
darse cuenta; dichas obras, sin embargo, eran realizadas con cargo a los
municipios, utilizando para ello financiación de distinta procedencia. Además,
en ocasiones debían trabajar los propios moradores, aportando su trabajo
personal como peones, precedente de las tradicionales “concejadas” municipales.[14]
Por
lo demás, sería estupendo poder recomponer, aunque ilusoriamente, la estructura
y el aspecto de nuestros castillos... El obispo de Segorbe, fray Francisco
Gavaldá Guach (1652-1660) visitó la zona en dos ocasiones: la primera al tomar posesión de
la sede en 1653, la segunda en 1656, tras el terremoto que devastó la villa y
fortaleza de Ademuz, incluida la primitiva iglesia parroquial intramuros de San
Pedro. En su relación ad limina de 1656, anota el prelado –la traducción del latín al castellano es de Luis Miguel
Ruíz Almodóvar-:
- <[...] tanto este pueblo como todo el trazado de la diócesis que se extiende junto a las riberas del Turia y se erigen por muchas millas y altos y escarpados montes, fue sacudido y destruido por un enorme terremoto que ha dejado en estado lamentable tanto los edificios profanos como los religiosos de muchos pueblos y que estuvo en vigor el 7 de junio del presente año, y por todas partes los montes se transformaron en valles y los valles en montes elevados./ Por lo cual no sólo la mitad de este pueblo fue completamente arrasada sino que la otra mitad amenaza la misma ruina; también la antigua parroquial, el cementerio y la fortaleza regia que habían sido construidas con mucha magnificencia en la amplia pendiente del monte, como si nunca hubieran existido han sido completamente sepultados al caer ese monte en la profundidad del valle en una funesta y ruinosa catástrofe, una ruina demoledora y en pendiente; un espectáculo digno de ser llorado, admirado y visto con horror, formado por un cúmulo inaccesible de huesos de los fieles difuntos. Para recoger los cuales piadosa y religiosamente sólo la audacia de la caridad, ignorando peligros, pudo reunir los huesos dispersos para inhumarlos en el novísimo templo>.[15]
Vista de la fachada oriental del templo parroquial de Ademuz (Valencia), con detalle de Las Gradas, escalinata de doble vertiente por la que se accede desde la plaza (2014). |
Cuando dice del “novísimo templo” se
refiere al actual templo extramuros de San Pedro y San Pablo, construido en la
somera explanada del Rabal, frente al portal de San Vicente: a mediados del siglo XVII se hallaba a medio labrar y resultó afectado por el terremoto. El relato del
obispo Gavaldá puede resultar barroco, incluso exagerado, pero colabora en dar
idea de lo catastrófico que resultó el seísmo para el conjunto de la villa, aunque parece que también
afectó a construcciones civiles y religiosas de otros pueblos de la zona. Al
respecto, dice Madoz (1845): “El día 7 de junio de 1656 esperimentó esta villa un gran
terremoto que derribó la iglesia y más de 40 casas; hubo muchos heridos, y solo
murió un niño”. Del texto de la Relación ad limina
deducimos que el terremoto de marras constituyó la ruina definitiva del
castillo de Ademuz. Asimismo, respecto
de los últimos momentos del castillo de Ademuz, señala el estadista que con motivo de
la primera carlistada (1833-40), “se fortificó la villa [...]; pero que
terminada esta, se volvió à quedar como antes”.
Lienzos de muralla o torreón tomados con calicanto correspondientes al castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), con detalle de los estratos horizontales calizos a modo de cimientos (2014). |
En nuestro recorrido por las ruinas
del castillo de Ademuz hemos arribado a una placeta a la que se accede desde la
fuente de hierro situada al pie de una zona rocosa basada en estratos
horizontales calizos... Desde este punto observamos los desprendimientos
habidos en la base de los restos de muralla o torreón que todavía perviven en
la parte alta, muros de piedra tomados con cal y canto muy deteriorados. En la
parte superior del muro o torreón hay una caseta con tejadito a dos aguas que
mira a poniente, cuyo significado se me escapa: según me informa un lector, la citada caseta era la utilizada por el cohetero encargado de disparar los petardos para "espantar" las tormentas en los años sesenta. La zona aparece cercada por una
verja metálica a ambos manos. Desde esta parte ascendemos a un plano más
elevado por una escalerita que aparece a nuestras espaldas. La vista desde esta
altura es magnífica, permitiéndonos observar el panorama en la orientación de
los cuatro puntos cardinales. Mirando hacia el sureste vemos que a nuestros
pies se halla la placeta desde la que hemos ascendido, y que tras los restos de
muralla o torreón arriba descritos asoma una parte del depósito del agua
potable que abastece a la población. En un plano medio se abre el valle del
Turia con el puente de la carretera nueva cruzando el valle a la altura de Los
Arenales, detrás del cual se alza el pico de La Muela. El horizonte lejano lo
cierran las estribaciones de la sierra de Tortajada... La novedad de esta nueva
atalaya está en que nos permite ver el vallejo del barranco Seco, sito al
suroeste, por donde discurre la carretera de Vallanca, y parte del caserío de
Ademuz, eras y pajares correspondientes a La Solana, así como el tramo final
del río Boilgues. La carretera de Vallanca pasa en llano a nuestros pies, por
la ribera izquierda del barranco, pero llegada a un punto atraviesa la rambla y
comienza a ascender por la vertiente opuesta, en dirección al Mirador de la
Hoz. A nuestras espaldas queda la parte más elevada del cerro de los
Zafranares, en cuya base se halla el cementerio local... A mediados de los años cincuenta -abril de 1956-, el escritor y periodista valenciano Luis B. Lluch Garín visitó las ruinas del castillo y la ermita de Santa Bárbara; según sus palabras, quedó "esclavo de la belleza del paisaje":
- <A mi espalda, a vista de pájaro, se extendía la cuenca del río Boilgues y la carretera que zigzagueando iba a Vallanca. A mi frente se tendía sobre la falda de la colina todo el caserío desparramado [...]: la huerta dormida en un sueño cromático entre las paralelas montañas, los manzanos en los campos como un bosque pelado de hojas, pero prieto de ramas; el río de plata, con escamas azules y tornasoladas entre los muros verdinegros y verde claros de los chopos, olmos, juncos y zarzamoras, salpicado el terreno de la vega por los rodales blanquecinos de los pueblos y caseríos tumbados voluptuosamente sobre el frescor de la perfumada huerta>[16]
Vista del barranco Seco, con detalle de la carretera de Vallanca (Valencia), desde el castillo de Ademuz (Valencia), 2014. |
Detalle del depósito que abastece el agua potable a Ademuz (Valencia), en el camino que lleva del castillo a las ruinas de la ermita de Santa Bárbara (2014). |
Camino que conduce a las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), desde el castillo, con detalle de cerro de Horca al fondo (2014). |
Dejamos la atalaya y bajamos hasta
el nivel de la fuente de hierro, para encarar un caminejo de tierra que nos conducirá
hasta las ruinas de la ermita de santa Bárbara, que se halla en la parte
anterior del promontorio del castillo y fue declarada Bien de Relevancia Local (BRL).[17] A nuestra derecha queda el depósito del agua
potable, en el centro de un recinto protegido por una verja. Dicho llana y
claramente, la construcción del depósito constituyó el mayor atentado sufrido
por el recinto arqueológico después del terremoto del Seiscientos y las guerras carlistas del siglo XIX.
Sin duda debió ser el lugar más favorable para el abastecimiento, pero también
el más inadecuado. Las ruinas de la ermita se hallan al fondo del camino que
vamos siguiendo, un nivel por debajo del depósito del agua potable, dispuesto a
nuestra derecha. Grandes piedras a modo de pretil protegen el camino por la
izquierda, a cuya vera queda un banco de asiento sin respaldo. Bordeamos el
depósito de agua por la parte inferior, para colocarnos junto al mismo, lugar
desde donde puede apreciarse una singular perspectiva de las ruinas de la
ermita.
Vista parcial del caserío de Ademuz (Valencia), desde el acceso al castillo y ruinas de la ermita de Santa Bárbara, con detalle del Pico Castro (897 m), al fondo (2014). |
Vista general de las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014. |
Vista del Pico Castro (897 m), desde las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014. |
Vista del depósito de agua potable que abastece la población, desde las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014. |
Detalle de la fachada principal de la ruinosa ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014. |
La ermita de Santa Bárbara se halla
dentro del recinto del antiguo castillo de Ademuz, al borde del cantil de La
Solana. Su planta es alargada, orientada en posición este (cabecera) oeste
(pies), con la fachada principal mirando a poniente. Posee muros de piedra
tallada en todo su perímetro, con un saledizo en la cabecera, lado del
evangelio y un machón de fábrica posterior en la fachada meridional. En el
saledizo de la cabecera, fachada de levante, puede verse todavía un hueco con
arco de medio punto que aprovechaba como espadaña para la campana, y una
ventana alargada, tipo arpillera en el muro lateral. Dicho cuerpo saliente
albergaba probablemente la sacristía, a la que se accedía desde el interior de
la ermita por una puertita abierta en el muro de ese lado. Poseía también una
abertura en el de poniente que le comunicaba con otro recinto anexo a la ermita
por delante, que servía de vivienda a los ermitaños o santeros que cuidaban del
lugar. La puerta principal y única del santuario se halla en la fachada de
poniente, posee un arco recto y dos aberturas, una a cada lado. El interior del
ermitorio aparece cubierto de piedras calizas, muchas labradas. Sus paredes
todavía conservan restos del revoco de yeso. En el muro del evangelio puede
verse un hueco a modo de hornacina, junto a la abertura que comunicaba la nave
de la ermita con el cuerpo saledizo descrito, presumiblemente la sacristía.
Vista del interior de la ruinosa ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), con detalle del revoco y acceso al recinto de la sacristía (2014). |
Viendo una fotografía antigua de la
ermita, años veinte-treinta de siglo pasado (XX), observamos que la cobertura era
de teja árabe, en disposición de canal y cobija, vertiendo a dos aguas. Por la
parte del evangelio el tejado se extendía hasta cubrir la vivienda del santero
(cuya mampostería evidencia ser obra posterior), a cuyo recinto se accedía por
una portilla abierta en la fachada de poniente, la cual se hallaba en línea con
la fachada de la ermita. El habitáculo del cuidador tenía una cocina o fuego bajo en el muro septentrional, evidente por las chimeneas que emergen del tejado. El cuerpo saliente del lado del evangelio poseía una
cobertura a un agua, sobrepasando en un par de palmos el tejado del cuerpo
central del ermitorio, con una ventana a modo de arpillera en el muro externo. Lo más característico, sin embargo, de esta fotografía
es el porche que había en la fachada principal, con tejadillo a dos aguas,
soportado por una estructura de obra abierta. En la parte superior de la
fachada principal, justo por debajo del hastial, se observa una abertura
vertical.
En otra fotografía de mediados los
años cincuenta del pasado siglo (1956), el porche ya ha desaparecido, así como
la cobertura del saledizo y de la vivienda del ermitaño. Junto a la entrada
puede verse una figura humana vestida de oscuro apacentando unos corderos... En
fotografías posteriores, años noventa en adelante, la cobertura de la ermita ha
desaparecido en su totalidad, con los muros de poniente arrasados hasta por
debajo del alero.
Según la serie de fotografías
comentadas, antes de la guerra civil (1936-39) la ermita se hallaba todavía en
buen estado. Mediados los cincuenta, sin embargo, el recinto impresiona ya de
abandonado, siendo en los años noventa cuando aparece ya totalmente arruinado.
La cronología del deterioro del ermitorio ha corrido pareja a la evolución
demográfica de la villa, pues la despoblación no ha sido ajena a la marcha
social y económica de la localidad, y de sus edificios.
Es probable que las piedras de la
ermita de Santa Bárbara procedan en parte de las que formaron la primitiva
iglesia de San Pedro, derruida durante el terremoto de 1656: el seísmo derrumbó
el templo y cementerio anexo, haciéndolos caer por la pendiente, hacia el
barranco Seco; pero cabe la posibilidad de que no cayera en su totalidad, lo
que justificaría la reutilización de sus piedras para construir el ermitorio,
cuya fábrica podría datarse en el intersiglo XVII-XVIII, esto es, finales del Seiscientos o principios del Setecientos. Un texto de la época dice:
- <En una hermita que hai donde estuvo el castillo, se conserva y venera una pequeña cruz de hierro, que acercándose alguna tempestad, silva, suda, arroja a larga distancia chispas y se corona de una especie de estrellas; de todo lo qual y de algunas otras particularidades informó al Papa el obispo de Segorbe don Francisco Gavaldá a mitad del siglo pasado (XVII) en su vista ad limina. Esto mismo se observa al presente con la dicha Cruz; sus naturales lo tienen por un singular milagro, puede bajaran mucho de este concepto si tubieran los correspondientes conocimientos de la electricidad y sus fenómenos, los que ha caracterizado la ignorancia por milagros>[18]
Dicho texto se halla en las
Relaciones de Vicente Castañeda y Alcover (1921), el cual toma la cita
del manuscrito “Descripción del Reino de Valencia por Corregimientos” de Josep
Joaquim Castelló (1783), obra de la ilustración valenciana anterior a las Observaciones (1797) de Antonio Josef Cavanilles. Mediado
el siglo XVII, el obispo Gavaldá escribió acerca del origen y estado de la cruz
silbante de Ademuz –la traducción del latín al castellano es de Luis Miguel
Ruíz Almodóvar-:
- <[...] desde hace setenta años es venerada en este pueblo (Ademuz) una cierta cruz de hierro, menor de un palmo, pero la más venerada de todas, la cual estando oculta bajo las peñas de la colina anexa se dio a conocer con un vehemente silbido largamente repetido. Esta fue colocada con todo el honor junto a la puerta austral de la iglesia parroquial antigua existente en el cúmulo de las rocas y encima de una pequeña columna; y todavía hoy en día cuando el cielo está sereno anuncia las tempestades de rayos y granizo y esas tempestades cuando se están acercando las disipa y ahuyenta totalmente. Ahora con un ruido estridente, ahora silbando, ahora sudando copiosamente y convirtiendo las gotas de sudor en chispas hirvientes, ahora brillando toda ella como gemas del tamaño de una bellota con colores sanguíneos, ruidos estridentes y turgentes, ahora coronándose a sí misma con un conjunto de estrellas silbantes, ahora centelleando como un hierro candente que es golpeado con el martillo y ese centelleo se extiende a unos cien pasos alrededor (de la cruz), o bien finalmente oponiéndose al rayo y al trueno aterrador con serena quietud, coloca en tierra unas relucientes estrellas reducidas en una con un silbido tremebundo, volviendo a cogerlas para ser coronada por ellas>.[19]
Sigue diciendo:
- <Consideraría dignas de proponer a Vuestra Beatitud otras cosas de la cruz para otra indagación superior. De esas otras cosas una es que esas estrellas a pesar de ser acuosas y sanguíneas cualquiera puede asirlas con la mano seca y llevarlas por cualquier dirección delante de la cruz pero separadas de ellas súbitamente se van hacia ella con un silbido elevado. Qué se puede decir de las gemas que aparecen hinchadas en las empuñaduras de la cruz, sino que ahuyentan las manos del agresor con mala intención, pareciendo que cuando se tocan con el dedo se esconden en el interior de la cruz con un quejido estridente y si se retira la mano vuelven a salir a las empuñaduras con un musitante silbido. Pero lo que es más admirable de todo es que una pequeña cruz de lignum crucis de Cristo adornada con vainas plateadas que se conserva en esta iglesia, puesta delante de la cruz que venimos hablando en tiempo de tempestad produce n al unísono un silbido mucho más vehemente>[20]
Cuando dice “Vuestra Beatitud” se
está refiriendo al Papa Alejandro VII (1655-1666). Y termina explicando:
- <Fue destruida con las demás rocas que había debajo la recordada columna, una ruina absoluta del monte, de las rocas, del templo, del cementerio, de la fortaleza, de las torres y muchas casas, una ruina que iba desde la parte posterior de la cruz hasta el valle, sin embargo la misma cruz se mantuvo en pie como levantada en el aire por una fuerza divina. De donde entre amargas y dulces lágrimas pías fue trasladada devotamente a la nueva iglesia y colocada en el altar mayor por mis propias manos con el agrado del pueblo como corona del Santísimo Sacramento. Y de todas estas cosas se ha hecho un informe copioso y con muchos datos de innumerables testigos para perpetua memoria. Empieza pues la Santa Cruz a venerarse muy frecuentemente en las villas remotas de Sesga, Olmo, Casas superiores e inferiores...>[21]
El texto del crédulo prelado resulta
exageradamente recargado, literario y poco creíble. Acerca de la cruz que silba
hubo un proceso de la Inquisición Valenciana a mediados del siglo XVII, en el
que se descartó la intervención divina en el prodigio.[22]
La explicación física del fenómeno la dio Antonio Josef Cavanilles en
sus Observaciones a finales del siglo
siguiente (1797). En su periplo rinconademucense, arribado a Ademuz dice del
pueblo que es de la Encomienda de Montesa,[23] y que en su perímetro viven unos quinientos vecinos, comentando de su
ubicación “que está colocado en la cuesta rápida del cerro, que se extiende
hasta el rio: á excepcion de algunas casas edificadas con solidez y comodidad,
todas anuncian pobreza ó mal gusto, como destinadas á labradores sin luxo. [No
obstante] Casi todas gozan la deliciosa vista que el Turia y campos inmediatos
les presentan; pero el sitio más ventajoso para disfrutarla es el castillo,
situado en la cumbre del cerro”. Según vemos, el botánico no se muerde la
lengua, describiendo el caserío ademuceño tal cual lo percibe, pobre y
deslucido. Destaca, sin embargo, la belleza del paisaje que puede verse desde
la mayoría de las casas... Aún gozando las casas de la agradable vista del
Turia, la mayoría de los vecinos no disfrutarían quizá de los encantos del
paisaje del valle del Turia, pues la pobreza y tanto más la miseria suele estar
reñida con la belleza y su aprecio. Con todo, el botánico subió al cerro del
castillo para disfrutar del panorama...
- <Subí a él (al cerro), y quando admiraba la hermosura de aquel recinto pintoresco, interrumpieron esta sensación agradable lo que me acompañaban, llevándome á ver una columna de piedra, sobre que está una cruz de hierro, alta como medio pie, sus brazos de algo menor extensión, y el uno termina en punta. Es famosa en toda la comarca, y mirada con sumo respeto y confianza del vulgo, que son casi todos los habitantes. Dicen que en tiempos tempestuosos salen penachos de fuego de las partes agudas de la cruz, y que se dexa oir un zumbido particular, lo que atribuyen á virtud milagrosa de ella: creen que ahuyenta las tempestades, y que no puede caer rayo alguno en aquel sitio, como efectivamente no hay memoria de haber caido: y para confirmar sus opiniones traen la de un Señor Obispo que manifestó por escrito ser del mimo dictamen>.[24]
Sigue explicando:
- <Una ligera tintura de física, y tal qual instrucción en el artículo de electricidad aclararia el hecho, y disiparia preocupaciones, hijas de la ignorancia. Que la cruz en tiempos tempestuosos se electrice, despida luz, y silve como ellos dicen, nada tiene de milagro, es cosa natural, y que sucede cada dia en el conductor de la máquina eléctrica, y en qualquiera punta metálica que se le adapte. Porque el fluido eléctrico para ponerse en equilibrio pasa de un cuerpo á otro quando se halla con mas abundancia en alguno de ellos: y tal puede ser la copia de dicho fluido, que en algunas tempestades se acumule en la cruz, que en la obscuridad se ve formar penachos, y produzca el zumbido ó silvido que ellos dicen>.[25]
Y concluye diciendo:
- <En quanto á lo de ahuyentar las tempestades debe proceder mayor exâmen, y observarse la circunspección debida ántes de señalar la causa de los fenómenos, que pueden ser puramente naturales. La posición de los cerros, que se prolongan según el curso del rio, y el saber que las nubes siguen la dirección de este, presentan una causa poderosa sin recurrir á milagros, que sabemos no se multiplican sin necesidad. Convendría tambien tener á la mano la historia crítica de lo sucedió allí durante la dominación árabe, y saber por este medio si caian entonces rayos, ó si jamas experimentáron los Moros la menor desgracia. Estos hechos averiguados con juiciosa crítica prestarian luz para la decisión de que ahora me abstengo>[26]
Como personaje ilustrado que era,
Cavanilles -formado en los refinados ambientes del París pre-revolucionario, donde estuvo como preceptor de los hijos del Duque del Infantado, a la sazón embajador de España ante la corte francesa-, no
puede evitar dar una explicación natural, científica, al suceso de la cruz que
chillaba, y que presuntamente protegía de las tormentas; cauteloso, se
abstiene de emitir otros dictámenes, pues el asunto no dejaba de ser espinoso y
resbaladizo. De hecho, el primero que trató libremente el tema en la época
contemporánea fue M. Tejado Fernández (1946), al confrontar un fenómeno natural
con su exégesis milagrosa.[26] Lamentablemente, el naturalista no dice nada del estado en que se hallaba la fortaleza, castillo y murallas de Ademuz en aquel momento; menciona la ermita de Santa Bárbara, aunque tampoco la describe, quizá porque nada de ella llamó su atención, excepto el asunto de la cruz silbante...
Detalle del acceso al castillo y ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), desde el Vallado (2014). |
Detalle de estructuras arquitectónicas arqueológicas correspondientes a la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), vistas desde el Vallado (2014). |
Detalle de estructuras arquitectónicas arqueológicas correspondientes a la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), vistas desde el Vallado (2014). |
Podríamos pasar horas y horas
contemplando el paisaje que desde aquí se muestra, pero hay que dejar el lugar,
aunque con el compromiso de volver. Lluch Garín lo dice de otra manera, pero con el mismo sentimiento: "Saciada mi alma con esta contemplación extática que se exteriorizaba en una inmovilidad física casi absoluta, rompimos el encanto y fuimos descendiendo por las calles tortuosas llenas de piedras...". De la misma forma dejamos nosotros el recinto arqueológico, bajando por una
empinada escalerita que nos conduce al Vallado: recorriendo la calle que da
nombre al barrio observamos los fragmentos de muralla que todavía
quedan, inmediatamente por encima de las casas que por su parte inferior se le
adosaban. Por el contrario del periodista, nosotros no encontramos calles llenas de piedra, sino bien cementadas, aunque igualmente tortuosas. Valga el punto para anotar que los pueblos del Rincón de Ademuz pecan de haber empleado demasiado cemento en sus calles -cemento que se deteriora y agrieta, o hay que romper continuamente por averías en el abastecimiento del agua potable o el alcantarillado-: digo esto porque me ha llamado la atención la calle Vallado, que dispone de una bonita y práctica franja de ladrillo en el centro. En nuestro devenir hacia la modernidad pasamos de las calles de tierra a las de cemento; pero ciertamente el cemento no es la solución definitiva, cuando existe la alternativa del adoquín o la piedra...
Detalle de la fachada de una antigua vivienda del Vallado, sita bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014. |
Vista del Pico Castro (897 m) y caserío de Ademuz (Valencia), desde el Vallado (2014). |
Durante la bajada cabe perderse por
las callejas adyacentes, para descubrir rincones escondidos, visitar la Cueva
del Castillo, el Cubo del Maroto –que forma parte del Plan de Dinamización
Turística del Rincón de Ademuz-, la singular arquitectura y el peculiar
urbanismo de la parte alta del caserío. En mi descenso, teniendo siempre como
guía la torre de la iglesia, arribé a la calle de san Joaquín, donde se
halla la recientemente restaurada capilla del antiguo Hospital de Pobres de la Villa. La de San Joaquín
es una calleja empinada de fuerte sabor medieval, con tramos escalonados, que discurre bajo altos
solanares y balconadas de madera torneada, hasta la calle Empedrado. Desde este
punto podemos bajar hasta la plaza del Ayuntamiento, donde pueden admirarse
estupendas balconadas de hierro forjado y madera, y la lonja renacentista, bajo la Casa Consistorial. De
allí, por la calle san Vicente y el portal de su nombre cabe retornar a la
plaza de la Iglesia, nuestro punto de partida.
Detalle de banco en un rincón del Vallado, bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014. |
Detalle de una fuente en un rincón del Vallado, bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014. |
Detalle de construcciones y viviendas en el Vallado, bajo la muralla y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014. |
Calle Vallado, bajo la muralla y fortaleza de Ademuz (Valencia), con detalle del piso cementado (2014). |
Detalle de la torre-campanario de la parroquial de Ademuz (Valencia), desde el Vallado (2014). |
Detalle de calle y viviendas de Ademuz (Valencia), 2014. |
Detalle de calles y viviendas en Ademuz (Valencia), 2014. |
Palabras finales, a modo de
epílogo.
La subida hasta el cementerio de
Ademuz y la visita al Mirador del Castillo constituye una excusa para
descubrirnos el estupendo paisaje que desde allí puede admirarse –el mismo
paisaje que dos siglos atrás Cavanilles calificó con toda propiedad de hermoso
y pintoresco-. La excursión constituye también un motivo para dar un somero
repaso a la historia local, algo conveniente si pretendemos entender la
idiosincrasia del paisanaje.
Últimamente ha aparecido en las
redes sociales cierto impulso de cara a “salvar” el castillo de Ademuz; ello a
raíz de los desprendimientos habidos en la base de un fragmento de muralla o
torreón de lo que pudo ser la entrada al recinto de la fortaleza. El arrebato
no deja de ser loable, aunque tardío, pues en el castillo de Ademuz queda poco
que salvar. Como si dice arriba, el mayor atentado sufrido por el recinto
arqueológico fue la construcción del depósito del agua potable que abastece a
la población. Por parte del municipio, faltó sensibilidad; y por parte de la
Generalidad, control. Pues aunque cómodo de instalar, el depósito se puso en el
lugar menos adecuado.
Vista de la cueva del castillo en la Solana, bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014. |
En los últimos
años, sin embargo, se ha tratado de enmendar el error, adecentando y
protegiendo la zona como lugar de interés paisajístico. ¡Enhorabuena a los
promotores! Este es el aspecto que realmente debe preservarse a mi
entender, pues la belleza del paisaje que se admira desde el cerro del castillo
y fortaleza de Ademuz (Valencia) resulta de un valor inconmensurable. ¡Pero
para valorar y estimar algo, lo primero es conocerlo! Lo que hace falta ahora
para salvaguardar el encanto del paraje es optimizarlo y darlo a conocer. Cabe
también mejorar el acceso por el Vallado; pues, pese a las evidentes mejoras,
el barrio sigue siendo uno de los más degradados de la villa. Vale.
© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
De la Real Academia de Cultura Valenciana
(RACV).
[1] ALMAGRO BASCH, Martín. El Señorío de Albarracín, desde su
fundación hasta la muerte de Don Fernando Ruiz de Azagra, Teruel 14 (1955), 5-146.
[2] Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Reg. 10, fol. 120. Vid MIRET Y SANS, J. Itinerari de Jaime I el Conqueridor, Barcelona, 1908, pp. 292-293. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerco historiográfico comarcal: reyes aragoneses y castellanos en el Rincón de Ademuz, en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 18.
[2] Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Reg. 10, fol. 120. Vid MIRET Y SANS, J. Itinerari de Jaime I el Conqueridor, Barcelona, 1908, pp. 292-293. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerco historiográfico comarcal: reyes aragoneses y castellanos en el Rincón de Ademuz, en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 18.
[3] MIRET
Y SANS (1908), pp. 418-419.
[4] SÁNCHEZ GARZÓN,
Alfredo. Casasbajas, en el Rincón de
Ademuz, en:
http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/06/casasbajas-en-el-rincon-de-ademuz-i.html,
del miércoles 5 de junio de 2013.
[5] ID. El
sínodo de Castielfabib de 1358, en:
http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/11/el-sinodo-de-castielfabib-de-1358.html,
del domingo 11 de noviembre de 2012.
[6] SÁNCHEZ GARZÓN,
Alfredo. Aportación al conocimiento de La
Encomienda de Montesa en el Rincón de Ademuz,
Valencia, 2002, p. 204.
[7] Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Ángel CANELLAS LÓPEZ y Jaime VICENS VIVES: Los Trastámara de Castilla y Aragón en el siglo XV, tomo XV de la Historia de España, dirigida por Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 1970, p. 106. Citado por José HINOJOSA MONTALVO en Las fronteras valencianas durante la Guerra con Castilla (1429-30), Saitabi 37 (1987), p. 150.
[8] Archivo del Reino de Valencia, [ARV], Real 40, fol. 81v-83r. Citado por HINOJOSA MONTALVO (1987), 151.
[9] HINOJOSA MONTALVO (1987), 153-155.
[10] [ARV], Real 40, fol. 104v. Citado por HINOJOSA MONTALVO, p 156-157.
[11] GUITART APARICIO, C., Los castillos turolenses, Zaragoza, 1987, pp. 7-16. LÓPEZ ELUM, P., Los castillos valencianos en la Edad Media, materiales y técnicas constructivas, Valencia, 2000. Vid SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 297.
[8] Archivo del Reino de Valencia, [ARV], Real 40, fol. 81v-83r. Citado por HINOJOSA MONTALVO (1987), 151.
[9] HINOJOSA MONTALVO (1987), 153-155.
[10] [ARV], Real 40, fol. 104v. Citado por HINOJOSA MONTALVO, p 156-157.
[11] GUITART APARICIO, C., Los castillos turolenses, Zaragoza, 1987, pp. 7-16. LÓPEZ ELUM, P., Los castillos valencianos en la Edad Media, materiales y técnicas constructivas, Valencia, 2000. Vid SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 297.
[12] Archivo
Reino de Valencia [ARV],
Bailía, L. 1163, fol. 216r. Vid
SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 297.
[13] [ARV],
Maestre Racional, L. 9160.
[14] RUEDA,
J., Dos castillos medievales: Ademuz y
Castielfabib (I y II), en: Scripta
Manent, Ababol
31 (2002) 27-32 y Ababol
32 (2002) 22-27.
[15]
Archivo Secreto Vaticano [ASV],
S. Congr. Concilii, Relationes ad limina. Segobricens, 731 A., 1656. CÁRCEL ORTÍ, Mª M., Relaciones sobre
el estado de las diócesis valencianas,
Edita Generalidad Valenciana, Valencia, 1989, tomo III [Segorbe],
pp. 1.519-1.523. Vid
SÁNCHEZ GARZÓN, A., De paisaje, alma del
Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I,
2007, pp. 455-456 y Del Paisaje, alma del
Rincón de Ademuz, Valencia, 2009, vol.
III, pp. 295-296.
[16] LLUCH GARÍN,
Luis B. Ermitas y paisajes de Valencia,
Edita Caja de Ahorros de Valencia, Valencia, 1980, vol. I, p. 531.
[17] Bien de Relevancia Local según la Disposición Adicional Quinta de
la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de
la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV
Núm. 5.449 / 13/02/2007).
[18] Relaciones Geográficas, Topográficas e Históricas del Reino de Valencia hechas en el siglo XVIII a ruego de don Tomás López. Las publica, con notas, aumentos y comentarios Vicente Castañeda y Alcover de la Real Academia de la Historia, Provincia de Valencia, Madrid, 1921, pp. 1-2.
[18] Relaciones Geográficas, Topográficas e Históricas del Reino de Valencia hechas en el siglo XVIII a ruego de don Tomás López. Las publica, con notas, aumentos y comentarios Vicente Castañeda y Alcover de la Real Academia de la Historia, Provincia de Valencia, Madrid, 1921, pp. 1-2.
[18] CÁRCER ORTÍ, Mª
Milagros. Relaciones sobre el estado de
las diócesis valencianas, Valencia,
1989, tomo III [Segorbe], pp. 1.521-1.522.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] SÁNCHEZ GARZÓN (2002).
[22] RUBIO HERRERO, Samuel. Historia verdadera de la cruz que chilla y fundación del hospital de San Joaquín, Edita Ayuntamiento de Ademuz, Valencia, 2001.
[22] RUBIO HERRERO, Samuel. Historia verdadera de la cruz que chilla y fundación del hospital de San Joaquín, Edita Ayuntamiento de Ademuz, Valencia, 2001.
[23] CAVANILLES, Antonio
Josef. Observaciones sobre
la Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y frutos
del Reyno de Valencia,
Madrid, 1797, vol. II, párrafo 107, pp. 77-78.
[24] Ibídem.
[25] Ibídem.
[26] TEJADO
FERNÁNDEZ, M. De Inquisición valenciana.
Interpretación milagrosa de un fenómeno natural,
en Saitabi IV (1946)
235-246.
Enhorabuena por este interesante artículo que habla del paisaje y la historia del bello pueblo de Ademuz. Una pena que sólo queden ruinas de la ermita de Santa Bárbara, cuando se puede apreciar por la foto como era a principios del siglo XX. Por cierto, ¿dónde se encuentra actualmente "la Cruz que Chilla"?. Un abrazo y sigue así.
ResponderEliminarHola, Ismael, gracias por el comentario... Respecto a "la Cruz que Chilla" de Ademuz (Valencia), como tantas otras cosas en este bendito país nuestro -me refiero a España-, desapareció, como la misma ermita de Santa Bárbara, producto del abandono y la desidia de los responsables municipales, políticos y eclesiásticos, de la despoblación y la debilidad de la economía, de la falta de devoción de la feligresía y el decaimiento de las tradiciones, de la molicie general, etc. Saludos.
EliminarRespecto a la casita que hay sobre la supuesta torre del castillo, decir que es la "casa del cohetero", donde el mismo guardaba el material pirotécnico con el que intentaba disipar las nubes cuando se preveia granizada - o al menos eso he leído.
ResponderEliminarHola, Albert Julbe, gracias por la información, es perfectamente factible que así fuera... Un saludo.
ResponderEliminarSolo una cosa más: dado que hay fotos de la Cruz que Chilla de principios de los años 30, me parece razonable suponer que sufrió el mismo destino que Moya o la catedral de Castellón: un ataque de "renovación urbanística" en el año 36 (porque decir que alguien del bando reoublicano hizo una barbaridad no es políticamente correcto)
ResponderEliminarClaro, actuaciones de este tipo fueron frecuentes entre febrero y julio de 1936, tengo documentadas algunas; a partir del levantamiento militar derechista las anécdotas anticlericales se convirtieron en relatos dramáticos, algunos de ellos salpicados de sangre, como fue el caso de don Blas Mañes Palomar, párroco de Ademuz asesinado en La Huérguina (Cuenca), don Agustín Navarro Zapata, párroco de Henarejos (Cuenca), asesinado en el rento de Benarruel (por encima de Negrón, Vallanca), y don Ramón Fos Adelantado, párroco de Corcolilla de Alpuente (Valencia), asesinado en Casasbajas, por debajo del rento de Barrachina..., todos ellos víctimas del genocidio religioso habido en el sector republicano. Saludos.
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