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domingo, 21 de diciembre de 2014

ACERCA DE LOS RESTOS DEL CASTILLO Y MURALLAS DE CASTIELFABIB (VALENCIA), y II.



Lectura crítica de las fichas BIC´c –Bienes de Interés Cultural- de la Generalidad Valenciana.



"La historia es testigo de los tiempos,
luz de la verdad, vida de la memoria,
maestra de la vida, mensajera del pasado".
Marco Tulio Cicieron (106-43 a.JC), en De Oratore-.





            6] “A pesar de esto Castielfabib es anexionado dos veces a Teruel, pero finalmente pasa a formar parte de Valencia”.
            Propiamente, Castielfabib nunca fue anexionado individualmente a Teruel; sí lo fue el conjunto de la comarca, pero siempre sobre el papel, nunca de forma efectiva. Al respecto, hace tiempo escribí (Sánchez Garzón, 2007:49-51):
  • Desde dicha fecha de mediados del siglo XIII (1269), Ademuz y Castielfabib, cuyos términos municipales conformarían el territorio que actualmente conocemos como Rincón de Ademuz, han pertenecido al Reino de Valencia, luego provincia y Comunidad Valenciana, con la excepción de dos momentos históricos: en tiempos de José I Bonaparte (1810), por cuya distribución fluvialista, los municipios de Ademuz y Castielfabib pasaban a la prefectura de Teruel, mientras que el de Vallanca se incluyó en la de Cuenca; aunque dicho proyecto no tuvo aplicación práctica.  Otro momento de “apartamiento” fue durante el reinado de Fernando VII, en que las Cortes Extraordinarias, realizadas durante el trienio liberal, acordaron la creación de las provincias (1822, enero), disponiendo que las poblaciones de la comarca del Rincón de Ademuz pasaban a depender de Teruel; aunque la disposición rubricada por el rey ya consignaba que aquella nueva división lo era provisionalmente. Dicha repartición, además de transitoria, fue derogada por el propio monarca al año siguiente (1823, octubre). De facto, en la nueva división provincial realizada tras el fallecimiento del monarca, reinando ya Isabel II, se ratificó la permanencia del Rincón de Ademuz en Valencia (1833, noviembre 30).[1]

          7] “Tras la construcción de la iglesia fortaleza de Nuestra Sra. de los Ángeles en 1358, la Villa fue sede del Sínodo que para los clérigos de su diócesis convocara el Obispo Don Elías (1363)”.
          Veamos, la fecha de construcción, mejor dicho de habilitación de la planta superior de un edificio medieval del siglo XIII-XIV, presunto torreón del Homenaje, como iglesia parroquial de Castielfabib es desconocida. La aparición de ciertas pinturas de contenido religioso, relativas a la entrada de Jesús en Jerusalén para la Pascua en la parte anterior (cabecera) del templo, lado del evangelio, datadas en el primer tercio del siglo XIV demuestra que el recinto fue usado como iglesia en fecha temprana.[2] De ahí mi extrañeza al observar una data concreta para la construcción de la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles en Castielfabib...
           Respecto al sínodo de Castielfabib, ciertamente hubo una asamblea de clérigos en la villa, convocada por el obispo don Elías de Perigueux (1357-63), personaje de origen francés perteneciente a la Curia Pontificia de Aviñón (Francia) y primer prelado segobricense nombrado directamente por un Papa [Inocencio VI (1282-1295)] que pontificó en Segorbe. La reunión del clero diocesano tuvo lugar en Castielfabib, entre el 23 y el 28 de mayo de 1358, con la finalidad de reestructurar la diócesis y dotarla de nuevos vicariatos.[3]

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Vista nor-occidental de la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), durante los trabajos de restauración de la torre-campanario (ca.1975) [Fotografía cedida por gentileza de don Francisco Cervera Arias, arquitecto restaurador].

            8] “A partir del siglo XIV los datos que conocemos sobre Castielfabib no hacen sino aludir a los continuos conflictos bélicos que desde 1364 con la guerra de Castilla, no dejaron de sucederse, causando continuas devastaciones en el conjunto de la Villa y su castillo, desde la guerra de la Independencia, las guerras carlistas y la última guerra civil. Son muchas las guerras en la que se ha visto involucrada Castielfabib: la del rey de Castilla, Alfonso XI y el monarca aragonés Don Pedro, que más tarde aunarían esfuerzos para hacer frente a las invasiones de los benimerines”.
         El párrafo resulta absolutamente confuso, además de equívoco, pues mezcla épocas y asuntos distintos... Es cierto, sin embargo, que Castielfabib ha tenido que soportar un largo rosario de guerras y otros actos de violencia desde el siglo XIV en adelante, y siempre en relación con su estratégica situación entre reinos vecinos: Aragón y Castilla. Si tomamos la fecha de 1364 veremos que ésta se halla relacionada con la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), un tiempo de especial violencia y devastación para nuestra comarca. El texto alude también a la guerra de la Independencia (1804-14), a las guerras carlistas, hubo tres con este nombre, siendo la primera (1833-40) la que más afectó a la comarca, particularmente a Castiel. Nombra finalmente la última guerra civil (1936-39): durante esta última la población no sufrió los efectos directos de la contienda, pero sí los efectos de la revolución.[4]
            Al nombrar las guerras en las que se vio envuelta Castielfabib, cita “la del rey de Castilla, Alfonso XI [el Justiciero (1312-50)] y el monarca aragonés Don Pedro [IV el Ceremonioso (1336-87)]”. Ambos monarcas coincidieron en el trono al frente de sus reinos entre 1336 y 1350: durante estos catorce años, ¿en qué guerra o guerras se vieron envueltos ambos reyes que afectaron a Castielfabib? Pudieron ser las hostilidades abiertas tras la muerte de Alfonso IV el Benigno y la previa huida de la reina viuda y madrastra de Pedro IV de Aragón, doña Leonor de Castilla y sus hijos Fernando y Juan a Castilla, buscando la protección y defensa de su hermano, el rey Alfonso XI de Castilla. Lo cierto, sin embargo, es que no tengo noticias de que Castiel se viera envuelta en un conflicto por dicho motivo. Será un punto a investigar... Continua diciendo el párrafo: “más tarde (ambos monarcas: Alfonso XI de Castilla y Pedro IV de Aragón) aunarían esfuerzos para hacer frente a las invasiones de los benimerines”. Ciertamente, en 1339 hubo un pacto en Madrid, donde se aliaron Aragón y Castilla contra lo moros benimerines. En relación con este pacto se gestó la batalla del Salado (1340), en la que castellanos, portugueses y aragoneses vencieron a los benimerines, marcando su declive en la Península.[5] La colaboración aragonesa en aquella ofensiva consistió en el envío de una flota para controlar el paso del estrecho de Gibraltar. Posteriormente, la ciudad de Algeciras, cedida a los benimerines por los moros de Granada, fue sitiada en 1342 y tras un cerco de dos años fue tomada por los castellanos, con ayuda de Aragón.[6]

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Vista de las ruinas del castillo de Castielfabib (Valencia), con detalle de varios nieveles de muralla (2011).
           9] “Por dicho motivo se fortificaron diversas plazas, siendo una de ellas Castielfabib. La guerra de los Pedros entre los años 1356 y 1367, la fortaleza destacó por su ubicación e inexpugnabilidad. Otra de las muchas batallas es la llamada de las Huesas entre Castielfabib y Cañete para conseguir la imagen de la Virgen de la Zarza”.

           La Guerra de los Dos Pedros (1356-1369) habida entre Pedro I el Cruel (1350-1369) de Castilla y Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) de Aragón tuvo lugar en varias etapas, con intervalos de paz o treguas entre ellas: 1) Deza-Terrer (1361), 2) Murviedro (1363) y 3) paz de Almazán (1375).[7]
            Lo cierto, sin embargo, es que Castiel no destacó por su “inexpugnabilidad”, ya que fue tomada por los castellanos en dos ocasiones, en 1363 y en 1364, esto es, al final de la segunda tregua y al comienzo de la tercera. El relato de aquellos hechos de guerra fue referido por dos contemporáneos, partícipes en aquella guerra: Pedro López de Ayala (1332-1407), canciller, cronista y poeta castellano, autor de las célebres Crónicas de los reyes castellanos, siendo la primera la correspondiente a Pedro I el Cruel, donde se narran los hechos de aquella contienda relativos a Castielfabib.[8] Asimismo, la historia es descrita por el propio rey aragonés, Pedro IV el Ceremonioso.[9] Respecto de lo sucedido en Castiel (1364), dice la Crónica del Ceremonioso:
  • E com fòm en lo dit loch de Mora, venguèren a Nos dos homens de Castèll-fabib, quis devía retre dins dòs dies, si donchs per Nos nòls éra socorregut. E Nos tinguèm nostre consell ab tòts los baròns y nòbles quins seguien, acordant que de continènt ab tòta nostra gènt anassem a dit castèll y deliurarlos del sètge quel dit rèy de Castèlla hi tenia, car nò havia pus de tres legues del dit loch de Mora, hon èrem, al dit Castèll-fabib. Y estants en nostra moguda per satisfèr a la honòr rèal, haguèm àltre ardit quel dit castéll se èra ja retut, nò esperant lo tèmps a qué sèra apatiat.[10]

           Asimismo, aquellos sucesos vienen relatados por el cronista aragonés, Jerónimo Zurita (1512-1580), en sus Anales de la Corona de Aragón (1562-1580).[11] La tercera fase de aquel conflicto acabó con la muerte del monarca castellano en Montiel (1369), pero su conclusión definitiva tuvo lugar en 1375, con la Paz de Almazán, por la que el rey aragonés recibió una indemnización, aunque el vencedor real de aquella guerra fue Castilla, ya que a partir de entonces la Península estuvo sometida a su hegemonía.[12]

         Respecto a la batalla denominada “de las Huesas entre Castielfabib y Cañete para conseguir la imagen de la Virgen de la Zarza”, cabe decir que dicha batalla no se halla documentada, insertándose antes en el ámbito del mito y la leyenda que en el de la realidad historiográfica. Para comenzar, podríamos preguntarnos: ¿Qué es eso de las Huesas? El término “Huesas” parece hacer referencia a huesos, y tal vez tenga esa etimología; sin embargo, el vocablo ya aparece en el Poema de Mio Cid con otro significado:

“Ellos vienen cuesta-yuso, e todos trahen calças:
E las siellas coçeras, e las çinchas amoiadas.
Nos caualgaremos siellas gallegas, e huesas sobre calças.
Ciento caualleros deuemos vençer aquelas mesnadas”.

            Al decir “huesas sobre calças” se refiere a calzar una especie de botas altas de montar, que también servían para meter en ellas objetos de pequeñas dimensiones.[13] Según la tradición, los de Cañete (Cuenca) y Castielfabib (Valencia), pelearon por la imagen de la Virgen de la Zarza, venciendo los de Cañete, con ayuda de la vecina localidad de Fuentes Claras -desde entonces llamada Salvacañete (Cuenca)-: la tradición local reseña aquella disputa armada como batalla de las Huesas.
            Mariano López Marín, en su documentado libro Salvacañete: su historia y sus gentes (2004), al decir de la toponimia y el origen del nombre de Salvacañete, recoge la misma tradición bélico-religiosa relativa a la existencia en Castiel de una talla sedente de la Virgen con un Niño en brazos:
  • <Dicha imagen permanecía escondida por miedo a que fuera profanada por las tropas árabes. Por los datos recogidos de la tradición religiosa de Cañete [...], se sabe cómo ocurrió dicha aparición y varios sucesos relacionados con la misma. A raíz de la aparición de la Virgen de la Zarza en Cañete, los de Castiel pensaron que dicha imagen, que era igual que la que ellos guardaban, la habían robado los de Cañete. En dos ocasiones intentaron arrebatar la imagen a la fuerza a los de Cañete por medio de las armas, entablándose una dura batalla en el paraje conocido como Las Huesas, en término de Salvacañete, entre las aldeas de Hoya del Peral y Casas Nuevas. Vencieron los de Cañete, con la ayuda de los habitantes de Fuentes Claras>[14]

            Siempre según la tradición, el mismo autor dice que “más de cuarenta mozos salieron en defensa de los de Cañete”, acontecimiento que, a tenor de la época de construcción de la ermita de esta Virgen en Cañete y de la creación de su cofradía, “pudo ocurrir en el siglo XIV”. Como consecuencia, Fuentes Claras cambió su nombre por el de Salvó a Cañete, de donde Salvacañete.[15] Pero la leyenda no termina aquí, pues en razón del lance ambas villas –Cañete y Castielfabib- acordaron que la imagen de la Virgen permaneciera definitivamente en Cañete: además, los de Castiel donaron las puertas de hierro de la Puerta de la Virgen, eligiendo a dicha Virgen como su patrona. En prueba de veracidad de la leyenda, López Marín arguye: 
          
** Ambas villas, Cañete y Castiel poseen la misma patrona –la Virgen de la Zarza-, cuya onomástica celebran el 8 de septiembre.
** Las puertas de hierro de la Puerta de la Virgen de Cañete estuvieron mucho tiempo en Castielfabib.
** En la partida de Las Huesas, sita entre Hoya del Peral y Casas Nuevas, se han encontrado innumerables huesos.

            El primer argumento es circunstancial, ya que el hecho de que dos localidades compartan un santo o virgen demuestra poco. Resulta razonable pensar que los ganadores de aquella batalla se quedasen con la imagen, y que los de Castiel tuvieran que ceder a sus adversarios las puertas de hierro para la muralla de Cañete, como precio por haber iniciado y perdido aquella batalla. Pero la decisión de los de Castiel de adoptar a la Virgen de la Zarza como su patrona tuvo que ser voluntaria, no por imposición de los de Cañete: quiero decir que nada podían hacer éstos en pro o en contra de la decisión de los castieleros. El argumento relativo a los innumerables huesos hallados en la partida donde supuestamente tuvo lugar la batalla de las Huesas tampoco resulta muy convincente. Lo primero sería comprobar si son humanos y lo segundo, datarlos; además, si hubo una batalla, ésta no pudo ser tan sangrienta como para producir tantos o cuantos muertos. Pues parece que la disputa terminó en acuerdo, con lo que cada bando se llevaría sus muertos... En suma, el argumentario parece reforzar una tesis, pero no constituye ninguna demostración respecto de la veracidad histórica de aquella batalla.

            Tal como refiere López Marín (2004:6-7), la leyenda de la batalla de las Huesas en relación con la imagen de la Virgen de la Zarza la recogen distintos autores: Miguel Romero Sáiz /1977/1985),[16] Niceto Hinarejos Ruiz (1998),[17] Guillermo León Virtudes y Cristina Sáiz López-Caniego (1999).[18] Según dichos autores, la batalla fue consecuencia de las desavenencias entre Cañete y Castiel por la posesión de la talla de aquella Virgen: la intervención de los de Fuentes Claras a favor de los de Cañete resultó decisiva, razón por la que dicha localidad pasó a denominarse Salvacañete. No resulta difícil imaginar que la posesión de la imagen de la Virgen pudo ser una excusa, y que las diferencias entre ambas localidades se insertaban en un conflicto más amplio, tal vez una cuestión de lindes, pastos y pasos de ganado, etc. Según parece, el conflicto se zanjó con los Pactos de la Casa del Mojón, firmados entre ambas villas -en enero de 1372-: momento en que nace el nombre de Salvacañete vinculado al hecho bélico-religioso citado.[19] Propiamente y de cara a la historiografía del hecho, no estaría de más cifrar la bibliografía o referencias documentales del pacto y su contenido.

            Con todo, la leyenda es admirable –quiero decir bella y bien tramada-, pero como hace constar el propio López Marín (2004:6-7), “el nombre de Salvacañete (ya) aparece mencionado en siglos anteriores, concretamente en el año 1099 cuando, según recoge Menéndez Pidal, el Cid pasó por aquí procedente de Camporrobles”.[20] Luego la actuación de la quimérica Fuentes Claras en pro de los de Cañete en la presunta batalla de las Huesas no es el origen del topónimo Salvacañete...

Hipotéticamente, sin embargo, la presunta reyerta entre Cañete y Castiel por la imagen de la Virgen de la Zarza pudo tener lugar en el contexto de la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), o inmediatamente después, aunque más parece que fuera en el siglo siguiente, durante la Guerra de Castilla (1429-30). Digo esto porque antes de la unión de los reinos peninsulares hubo otros momentos de conflicto entre Aragón y Castilla, durante los cuales el Rincón de Ademuz, en tanto parte de la frontera castellano-aragonesa y valenciana por esta parte, fue escenario de luchas, con graves efectos sobre el territorio, la población y su economía:
  • La característica básica de esta guerra en tierras valencianas fue la cabalgada, la escaramuza. No hubo grandes batallas entre ejércitos numerosos, sino golpes de mano sobre las vecinas tierras enemigas, en los que el factor sorpresa era esencial, y el botín en forma de ganado, ropa u otros bienes, así como los prisioneros -por los que luego se cobraría un rescate-, el principal objetivo.[21]

La denominada Guerra de Castilla concluyó con las Treguas de Majano (1430), establecidas por cinco años y que supusieron la victoria del Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna (1390-1453) y la expulsión de los infantes de Aragón de Castilla: éstos se vieron privados de sus bienes, que fueron repartidos entre los nobles castellanos que habían participado en la contienda.[22] Pero mientras no aparezca documentación u otras referencias que lo prueben, esto no es más que una hipótesis. Entiendo, sin embargo, que la batalla de las Huesas no fue una ofensiva en toda regla, con ejércitos enfrentados, sino más bien una refriega entre pueblos vecinos de distinto reino...
Por la misma tradición sabemos que la imagen de la mencionada Virgen de la Zarza, estuvo en una hornacina que hay en El Carrerón o puerta de la Reja, sobre el arco interior de la misma: atendiendo a la leyenda, dicha reja podría corresponder, sin embargo, con aquellas puertas de hierro de la puerta de la Virgen de Cañete, correspondiente a la muralla de la villa conquense. La imagen de esta virgen se guarda hoy en una ermita de su nombre –Nuestra Señora de la Zarza-, a la que Madoz (1846) ya sitúa extramuros de la villa de Cañete (Cuenca).[23]

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Detalle de la entrada al Carrerón y Puerta de la Reja, por donde se accede a la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), 2011.

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Vista del Carrerón de Castielfabib (Valencia), con la Puerta de la Reja al fondo: detalle de la hornacina donde dice la tradición que se hallaba la imagen de la Virgen de la Zarza (2011).

            10] “A principios del siglo XIX, Torrebaja y Torrealta se segregaron de Castielfabib”.
            Propiamente, Torrebaja se segregó de Castielfabib a finales de la primera mitad del siglo XIX, pero no Torrealta, ya que esta población pertenecía a la jurisdicción de Ademuz, pues su Ayuntamiento “formado pasaba por dicho puente –se refiere al de Guerrero, sobre el Turia- yendo de oficio a la visita de cárcel que acostumbran todos los años en el Lugar de la Torre Alta, donde tienen la jurisdicción criminal los alcaldes de dicha villa”.[24]
La emancipación de Torrealta como municipio independiente de Ademuz tuvo que producirse al amparo de las mismas disposiciones legales que Casasbajas y Casasaltas, aunque se desconoce la fecha exacta –en cualquier caso, antes de 1845-. Asimismo podríamos decir de Torrebaja, cuya independencia de Castielfabib tuvo lugar en fecha ignorada. Sabemos, no obstante, que Torrebaja ya tenía ayuntamiento propio en 1849, y que por esa fecha ya se le había agregado el de la vecina Torrealta, que, según Madoz, perdió su competencia municipal “por no reunir los 30 vecinos de la ley”[25] -se refiere a la Ley de organización y atribuciones de los Ayuntamientos de 8 de enero de 1845, y a la Real Orden de 25 de enero de 1845, que establecía la supresión de todos aquellos ayuntamientos que no superasen los 30 vecinos, esto es, unos 150 habitantes-.[26]

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Vista de Torrebaja (Valencia), desde El Rento, junto a la ribera del Turia (2013).
11] “Durante la 3º guerra Carlista (1872-1876) los carlistas procedieron a la reconstrucción del castillo para la guerra. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas nacionales, lo minaron arruinando las nuevas obras”.
Lo cierto, sin embargo, es que lo ocupación y “reconstrucción” del castillo de Castiel por los carlistas fue durante la primera carlistada (1833-40).
El militar alemán Augusto Karl von Goeben (1816-1880) participó en la primera guerra carlista, estando en casi todos los frentes. Al acabar la guerra disfrutaba del grado de teniente coronel, regresando a Alemania a pie.[27] Escribió Cuatro años en España. Los carlistas, su origen, sus batallas y su decadencia (Hannover, 1841). Dice de su estancia en el Rincón de Ademuz:
  • Encargado por el general (Cabrera) de dirigir los trabajos de fortificación de Castielfabit y de acelerar la defensa de los lugares de la zona, sobre todo la de la plaza de Ademuz, situada en alto y en lugar muy visible, me quedé con 130 hombres bajo el mando del teniente Norma. Entre ellos, había dos aragoneses de Daroca muy disciplinados y diez de los pueblos limítrofes de aquí, algo más indómitos aunque muy trabajadores. Mandé un pequeño grupo bajo el mando del teniente Losada, recién llegado, para que vigilasen a la población de Ademuz y controlar el paso de ese terrible corredor hacia Valencia y Castellón. Yo me instalé en Castielfabit y allí estuve desde finales de marzo hasta mediados de abril que, comprobadas las fortificaciones del Turia, marché para Cañete.[28]
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El militar alemán Augusto Karl von Goeben (1816-1880) participó en la primera guerra carlista (1833-40) y estuvo en el Rincón del Ademuz dirigiendo los trabajos de fortificación en el castillo de Castielfabib y de la plaza de Ademuz [Tomado de MARTÍNEZ ARTOLA, Alberto. Auguste Karl von Goeben: General alemán, figura señalada de la primera Guerra Carlista y gloria del ejército prusiano].


Se cita aquí la actuación del teniente coronel von Goeben, encargado por el general carlista Ramón Cabrera y Griñó (1806-1877) de la fortificación de las plazas de Ademuz, Castiel y otros lugares de la zona del Turia. Respecto del castillo de Castiel y las obras de reconstrucción llevadas a cabo, dice Madoz (1847:167):
  • <[...] el cual fué reedificado por los carlistas; asi como una torre contigua llamada Torre Blanca, porque según es tradición fué en ella el arresto de Doña Blanca. Para ello pusieron en contr(ribución). á los pueblos circunvecinos, de los que concurrían multitud de pobres que se ocupaban en el trabajo, otros en clase de arrestados, y aun á las mujeres se les hacia subir cargas de agua para las obras que se preparaban. Con ese motivo se les prodigó á aquellos infelices un trato muy inhumano no solo obligándoles á trabajar mas de lo que podían, sino que puestos á disposición de unos capataces de tosco aspecto, les maltrataban con palos y látigos, y aun con cadenas. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas nacionales, les minaron arruinando las nuevas obras fabricadas>.[29]

            Cuando dice de “una torre contigua llamada Torre Blanca, porque según es tradición fué en ella el arresto de Doña Blanca”, nos queda la duda de a qué torre se refiere... Podría estar refiriéndose al torreón o cubo de muralla en cuya última planta se halla la iglesia parroquial Nuestra Señora de los Ángeles, pero no lo podemos aseverar. Respecto a Doña Blanca, sugiere ser tan sólo una leyenda romántica, quizá por trasunto del encierro que sufrió doña Blanca I de Navarra (1386-1441), hija de Carlos III de Navarra (1361-1425), utilizada por su padre para una política de enlaces matrimoniales. Por negarse, fue recluida en el castillo de Peñaflor (Bardenas reales) hasta aceptar casarse con Martín el Joven (1374-1409) de Sicilia. Tras enviudar fue obligada a nuevas nupcias con Juan II de Navarra y Aragón (1398-147), con el que tuvo varios hijos: Carlos, Juana, Blanca y Leonor. Asimismo, podría hacer referencia a la hija de la anterior, doña Blanca II (1424-1464), que también fue encerrada por su padre en el castillo de Ortez (en el Bearne, Francia), pasando la corona a su hermana Leonor.

         La tercera guerra carlista (1872-76) -con don Carlos María de Borbón y Austria-Este (1848-1909) como pretendiente, autoproclamado Carlos VII-, tuvo escasa influencia en el Rincón de Ademuz, aunque hubo diversas acciones durante los años 1873-74. Cabe contar, sin embargo, las incursiones del brigadier valenciano Joaquín Santés, con el propósito de volver a reforzar el valle del Turia y estableciendo como centro de operaciones Chelva (Romero Sáiz: 2004:32-33) -la negrita es mía-:


** A finales de septiembre de 1873, con 1.500 hombres comienza sus andanzas desde Utiel, imponiendo su orden y reclutando voluntarios para su causa: con esta idea recorre varias veces las localidades próximas: Sinarcas, Talayuelas, Santa Cruz de Moya y Ademuz: aquí se encontró con Pascual Cucala Mir, que llevaba otros 1.500 hombres.
** La continuada acción militar del brigadier Cucala por la zona se caracteriza por el pánico que provocaba en las poblaciones por donde pasaba, llegando el eco de sus acciones hasta Cuenca capital, hasta el punto que el comandante de la plaza –don José Pérez de Oñate- tuvo que solicitar refuerzos al gobierno.
** El temor del comandante Oñate no era infundado, pues Cucala conquistó Cuenca el 16 de octubre de 1873: la ciudad capituló y el carlista se hizo con un importante botín, con el que marchó a Valencia.
** A partir de mayo del año siguiente –1874- surgen distintos cabecillas recorriendo las provincias de Cuenca y Teruel -Valiente, Pechuán, Lázaro, Marco de Bello, Ladio, Megino, Monet...-: requisan, reclutan a la fuerza y acumulan provisiones en los pueblos por donde pasan. Uno de aquellos jefes facciosos fue Monet: instalado en Ademuz en julio de aquel año “exigirá fuertes contribuciones a los alcaldes de las poblaciones limítrofes, llegando incluso hasta Cañete, donde solicitó a sus autoridades 30.000 raciones de pan para sus hombres, bajo amenaza de ataque”.
** A comienzos de julio pasan por Torrebaja las tropas del pretendiente, llevando como jefe al coronel Freixas: éste consigue que se le unan las fuerzas de Monet, instaladas en Ademuz: la división de Monet, llamada de Valencia, estaba formada por dos brigadas (la de Játiva y la de Chelva). También se les unieron las fuerzas de Villalaín y Cucala, formadas por siete batallones.
** Todas estas fuerzas –Freixá, Monet, Casimiro Villalaín y Cucala- pasaron por Cañete, camino de Cuenca: la toma de la ciudad tuvo lugar el 15 de julio de ese año de 1874: la ciudad quedó devastada, dejando numerosos muertos por las calles y tomando 480 prisioneros.
** Los prisioneros fueron conducidos a Chelva, pero pasado Cañete fueron atacados por las tropas isabelinas del brigadier López Pinto en las inmediaciones de Salvacañete: los prisioneros fueron liberados, algunos carlitas murieron y otros huyeron, refugiándose durante algunos días en poblaciones del Rincón del Ademuz y del Bajo Aragón, hasta que se reagruparon de nuevo en Chelva.

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Vista de la Casa Grande de Torrebaja (Valencia), solar de los Ruiz de Castellblanque, con detalle del torreón de Los Picos, junto a la Casa Consistorial (2011).
     
De este tiempo consta una “Relación nominal de los prisioneros carlistas que se rindieron en el Castillo del Collado”, con expresión de su clase, edad y pueblo de naturaleza, tomada del Boletín oficial de la Provincia de Castellón de la Plana [1876, agosto 11-13], donde figura: don Antonio Valero Arnau, de 24 años, natural de Castielfabib (Valencia), propietario (capitán carlista fallecido en Liria) y don José Esparza Esparza, de 24 años, natural de Torrebaja (Valencia), jornalero.[30] De otra fuente sabemos que en 1874 pasaron por Torrebaja varias partidas carlitas al mando de los cabecillas Santés, Merino y Cucala: don Francisco Valero, a la sazón dueño de la Casa Grande y otras propiedades adquiridas de los Ruiz de Castellblanque, antiguos señores de Torrebaja, se unió a las tropas de Santés, “llevándose varios criados suyos y once pares de mulas para servir a la causa de don Carlos”; pero el tal Valero falleció después trágicamente en su casa.[31] Por el mismo autor sabemos que a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, algunas personas de Torrebaja todavía recordaban los bailes organizados en la plaza del Señor por los jefes carlistas...

            12] “La tipología del castillo corresponde a la denominada por Guitart como castillo-convento, ya que el lugar fue reconquistado y repoblado por órdenes religiosas, en este caso el Temple, más tarde sustituido por la Orden de Montesa”.
            En humilde opinión, del hecho de que el lugar fuera conquistado y repoblado por órdenes religiosas -lo que es ya mucho decir-, no puede deducirse la tipología del castillo de Castielfabib: pues el castillo es de origen musulmán y tras la conquista sufrió pocas modificaciones estructurales, hasta el punto de que los conquistadores cristianos conservaron sus espacios como en época islámica: una zona habitada rodeada de muralla (la medina, posteriormente villa cristiana), y una zona superior más fortificada, con dos espacios: el albacar/albacara y la saluqiya/celloquia/celoquia.[32]
            Es por ello que, atendiendo a su funcionalidad, el castillo de Castiel responde más a la tipología de “castillos roquedos”, con unos basamentos irregulares adaptados al terreno, de función militar y defensiva, con una estructura compleja tipo táctico-estratégico –por emplear la clasificación utilizada por Cristóbal Guitart Aparicio (1987)-.[33] Del castillo de Ademuz podría decirse exactamente lo mismo. Obviamente, la propia existencia de la albacara nos indica que el castillo servía también como refugio de la población, enseres y ganado en los momentos de peligro.
            Respecto de la datación del castillo, aunque algunos hayan pretendido o pretendan que se remonta a la época romana, y ello basándose en la etimología del topónimo y en ciertas lápidas de aquella época (que nunca hemos visto de visu ni publicadas), lo cierto es que su origen más lejano es árabe; al menos eso es lo que puede deducirse de las crónicas y escritos musulmanes de los siglos previos a la conquista cristiana (Al-Idrisi, Crónicas de España, siglo XII). En cuanto a su tipificación artística, resulta muy aventurado establecerla, dado lo perdido de sus ruinas. Siguiendo a Guitart podríamos decir que “la tan generalizada carencia de detalles artísticos en los castillos, unida a la ausencia de documentos escritos, dificulta grandemente la datación en bastantes casos, y solamente por indicios del sistema de los aparejos o por la tipología general se puede llegar a sugerencias de datación, provisionales en demasiados casos”.[34]
            El cubo de muralla donde asienta la iglesia parroquial posee, sin embargo, elementos artísticos que podrían servirnos para la datación general del edificio, como la arcada románica de la herrería y la propia entrada del Carrejón, así como las ventanas geminadas en gótico rural aragonés, algunas capillas del lado de la epístola y las pinturas protogóticas en las que se representa la entrada de Jesús en Jerusalén para la pascua (siglos XIII-XIV). Asimismo que las marcas de cantería de los basamentos del torreón... El castillo-fortaleza figura ser más antiguo, aunque afectado por la destrucción y las continuas obras de reparación efectuadas ya en época cristiana, siglo XIV-XV-XVI, siempre realizadas con prisa y sin esmeros artísticos, dado que se llevaban a cabo en épocas crítica por alguna amenaza. Todo ello hace que las ruinas del castillo en su conjunto puedan calificarse de “arte sin edad”. Otra cosa son los edificios anexos al torreón donde se ubica la iglesia, sitos a los pies, lado del evangelio, y las cúpulas, que son muy posteriores y responden al gusto renacentista.

caballeros-orden-hospital-arce
"Los Caballeros de la Orden (del Hospital) defendiendo las murallas de San Juan de Acre en 1291", obra de Dominique Papety (1815-1849) [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].

            Respecto a la Orden del Temple, cabe decir que tiene poco que ver con el castillo de Castiel, pues la historiografía dice que tras la conquista por Pedro II de Aragón -en 1210-, la iglesia fue cedida a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, orden monástico-militar que estableció en la zona un Priorato dependiente del Castellán de Amposta. Con la desaparición de los templarios a principios del siglo XIV (1312) y la creación de la Orden de Montesa (1319), los bienes de los templarios y de los hospitalarios pasaron a formar el patrimonio de esta nueva orden, la cual estableció en el Rincón de Ademuz una Encomienda, basada en dos villas –Ademuz y Castielfabib- y dos aldeas: Puebla de San Miguel y Vallanca.[35] La Orden de Montesa poseía ciertas rentas, y el derecho de nombramiento de algunos párrocos, siempre en litigio con el clero diocesano, y sin jurisdicción sobre la zona...

            13] “El castillo se encuentra en ruina, habiendo sido desescombrado descubriéndose el aljibe y la sala principal en las últimas excavaciones arqueológicas realizadas”.
            Ciertamente, el castillo-fortaleza de Castielfabib se halla en una ruina absoluta, habiéndose llevado a cabo en los últimos años algunas excavaciones arqueológicas, aunque desconocemos sus resultados, ya que no las hemos visto publicadas [Juan José Barragán (1998) y Xavier Laumain-Ángela López Sabater (2008 y 2011)]. Asimismo, desde los años noventa del pasado siglo se han venido realizado obras de consolidación y restauración en el torreón donde asienta la iglesia parroquial, retirándose las bóvedas barrocas y reponiendo la techumbre, lo que puso en evidencia los arcos apuntados que soportan la estructura y el artesonado de madera. Asimismo, se han rehabilitado las cúpulas arriba mencionadas, una sobre el presbiterio y otra sobre la capilla de los Espejo, sita a los pies, lado del evangelio. Y recuperado el paso de ronda, que circunda el torreón por su parte superior...


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Vista de la iglesia-fortaleza y ruinas del castillo de Castielfabib (Valencia), desde la calle Moral (2011).


            Palabras finales, a modo de conclusión.
         El denso texto descriptivo de la ficha BIC de la Generalidad Valenciana –relativa a los Restos del castillo y muralla de Castielfabib- nos ha permitido realizar un somero repaso a la historia local, haciendo hincapié en los párrafos que a nuestro entender precisan una revisión.
          Sería mezquino por mi parte pretender dar a nadie lecciones sobre historia general o del arte, solo que en tanto Cronista de la Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, estoy obligado por mi cargo a poner en evidencia afirmaciones o datos visiblemente cuestionables, cuando no francamente errados. Singularmente cuando estos aparecen en una publicación oficial, que después he visto citada como referencia de otras afirmaciones, descripciones, folletos turísticos, etc.

            En suma: Cicerón bautizó la historia como “maestra de la vida” y Cervantes como “maestra de la verdad”, nosotros no podemos hacer menos. Otros autores más recientes, como reacción ante el objetivismo positivista dicen que “la historia es inseparable del historiador”, hasta el punto de afirmar que “no hay historia, sino historiadores” (Lucien Febvre): en cualquier caso cabe atenerse a los hechos o procesos históricos, a las fechas, a las estructuras sociales, políticas, económicas..., a los datos arqueológicos, documentales y bibliográficos para intentar descifrar e interpretar la historia y aproximarse a su compresión. Porque en última instancia "la historia es esencialmente conocimiento";[36] conocimiento y reinterpretación de la historia. Lo primero, “no atreverse a mentir”; lo segundo, “no temer decir la verdad" -Papa León XIII (1878-1903)-. Y cuando uno yerra o se equivoca, no azorarse y rectificar... Vale.





[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. De la separación geográfica del Rincón de Ademuz de Valencia: instrumentos para la historiografía local, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, tomo I, pp. 49-51.
[2] ID. La entrada de Jesús en Jerusalén, una pintura protogótica en Castielfabib (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/03/la-entrada-de-jesus-en-jerusalen-una.html, del sábado 23 de marzo de 2013.
[3] ID. El sínodo de Castielfabib de 1358, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/11/el-sinodo-de-castielfabib-de-1358.html, del domingo 11 de noviembre de 2012.
[4] ID. Vicente Asensio Monleón (1876-1936), labrador, asesinado en el Barranco Hondo de Castielfabib (Valencia), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, tomo IV, pp. 159-167; Ayuntamientos, Juntas Gestoras y Comités constituidos en Castielfabib durante la revolución, en Ibídem, pp. 309-316; El expolio de la iglesias y ermitas de Castielfabib durante la revolución, con detalle de los daños, en Ibídem, pp. 317-328; Detención y apaleamiento de vecinos de Los Santos (Castielfabib), durante la revolución, en Ibídem, pp. 329-335.
[5] "Batalla del Salado." Wikipedia, La enciclopedia libre. 16 dic 2014, 02:40 UTC. 16 dic 2014, 10:37 <http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Batalla_del_Salado&oldid=78816856>.
[6] Sultanato Benimerín. (2014, 19 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:16, diciembre 16, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Sultanato_Benimer%C3%ADn&oldid=78243293.
[7] SALRACH, Joseph M y ESPADALER, Antón M. La Corona de Aragón: plenitud y crisis. De Pedro el Grande a Juan II (1276-1479), en Historia de España, Madrid, 1995, vol. 12, 84-85.
[8] Crónica del rey don Pedro de Castilla, Sevilla, 1549, Año 1363, capítulo V y Año 1364, capítulo VI.
[9] Crónica del rey de Aragón D. Pedro IV el Ceremonioso, ó del Punyalet, escrita en lemosín por el propio monarca, traducida al castellano y anotado por Antonio de Bofarull, Barcelona, 1850.
[10] Ibídem, p. 269.
[11] ZURITA, Jerónimo. Crónica de la Corona de Aragón, Libro IX, capitulo 49 y 59, y Libro X, capítulo 14.
[12] SALRACH y ESPADALER (1995), p. 85. MARTÍN RODRÍGUEZ, José Luis. “Las Cortes catalanas en la guerra castellano-aragonesas (1335-1365)”, VIII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, La Corona de Aragón en el siglo XIV, vol. II, Valencia, 1970, pp. 79-90.
[13] Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Poetas Castellanos anteriores al siglo XV. Colección hecha por Don Tomás Antonio Sánchez, continuada por el excelentísimo Don Pedro José Pidal, considerablemente aumentada e ilustrada [...] por don Florencio Janer, Madrid, 1864, p. 13. Poema de Mio Cid, edición de Julio Rodríguez Puértolas, Ediciones Akal, S.A., Madrid, 1996. VICTORIO MARTÍNEZ, Juan Julián. El Cantar de Mio Cid. Estudio y edición crítica, Editado por UNED, 2002.
[14] LÓPEZ MARÍN, Mariano. Salvacañete: su historia y sus gentes, Edita Ayuntamiento de Salvacañete, Valencia, 2004, p. 6.
[15] Ibídem, p. 7.
[16] ROMERO SÁIZ, Miguel. Cañete, historia y leyenda, Cuenca, 1977/1985, pp. 59-60.
[17] HINAREJOS RUIZ, Niceto. Alcalá de la Vega, Madrid, 1998, p. 73.
[18] LEÓN VIRTUDES, Guillermo, SÁIZ LÓPEZ-CANIEGO, Cristina et alter. “Programa de recuperación y valoración del patrimonio etnográfico”. Investigación preliminar. Mancomunidad Los Serranos, Serranía de Cuenca. Versión 2. Cuenca, diciembre 1999, pp. 37 y 82.
[19] HINAREJOS RUIZ (1998), p. 73.
[20] Primera Crónica General de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289, publicada por Ramón Menéndez Pidal con la colaboración de Antonio G. Solalinde, Manuel Muñoz Cortés y José Gómez Pérez, Madrid, 1955. Citado por López Martín (2004), p. 6.
[21] HINOJOSA MONTALVO, José. Las fronteras valencianas durante la Guerra con Castilla (1429-30), Saitabi 37 (1987), pp. 153-55.
[22] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Ademuz (Valencia) [y II], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/11/desde-el-mirador-del-castillo-de-ademuz_8.html, del sábado 8 de noviembre de 2014.
[23] MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, 1846, vol. V, p. 494.
[24] ROMO ANDREO, Antonio. De Don Juan Ruiz de Castillblanque, dueño del Lugar de Torrebaja, contra el Concejo, Justicia, Regimiento y Síndico Personero de la villa de Ademuz, en Pleitos tengas..., y los ganes, Ababol 14 (1998), 28.
[25] MADOZ (1849), tomo XV, p. 72.
[26] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Castielfabib, en el Rincón de Ademuz (y II), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/08/castielfabib-en-el-rincon-de-ademuz-y-ii.html, del domingo 25 de agosto de 2013.
[27] MARTÍNEZ ARTOLA, Alberto. Auguste Karl von Goeben: General alemán, figura señalada de la primera Guerra Carlista y gloria del ejército prusiano, en http://www.euskomedia.org/aunamendi/66498. August Karl von Goeben. (2014, 17 de diciembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 20:41, diciembre 21, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=August_Karl_von_Goeben&oldid=78846178.
[28] Citado por ROMERO SAIZ, Miguel. Las guerras carlistas en nuestra zona (I y II), en: Scripta Manent, Ababol 36 (2003) 30-32 y Ababol 37 (2004) 26-33.
[29] MADOZ (1847), tomo VI, p. 167.
[30] HERRERO HERRERO, Valeriano. La Villa de Alpuente, aportación al conocimiento de un pueblo con historia, Castellón, 1993, apéndice IV, p. 437, 443 y 444.
[31] BADÍA MARÍN, Vicente y PÉREZ TARÍN, José Alejandro. Torrebaja, mi pueblo, Valencia, 1953, p. 83.
[32] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Castielfabib (Valencia), [y III], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/12/desde-el-mirador-del-castillo-de_31.html, del jueves 4 de diciembre de 2014.
[33] GUITART APARICIO, Cristóbal. Los castillos turolenses, Cartillas turolenses, nº 9, Zaragoza, 1987, p. 9-10 y 11-12.
[34] Ibídem.
[35] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Aportaciones al conocimiento de la Encomienda de Montesa en el Rincón de Ademuz, Valencia, 2002.
[36] MARROU, Henri-Irénée. De la connaissance historique, Editions du Seuil, París, 1954, pp. 51-67. AHUMADA DURÁN, Rodrigo. La historia es esencialmente conocimiento. Prolegómenos sobre la epistemología de Henri-Irénée Marrou, Cuadernos de Historia 24, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, marzo 2005:163-203.

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