A propósito de una visita a la
villa y al solar de la antigua fortaleza.
“Pero ocupados posteriormente estos fuertes
por las tropas naciones,
les minaron arruinando las nuevas obras
fabricadas”
-Pascual Madoz, Diccionario
(1847)-.
Viene de:
Respecto
de los castillos musulmanes, el hispanista Pierre Guichard (La
Côte-Saint-André, 1939), esboza una estructura general:
--1) Un recinto habitado, la medina rodeada
de muralla (posteriormente, la villa cristiana).
--2) Un
recinto superior fortificado, formado por dos elementos: el denominado albacar/albacara
(zona relativamente amplia, incluyendo aljibes, establos, almacenes y
mezquita), con función defensiva temporal para los moradores de la villa, donde
se refugiaban con sus rebaños y otras posesiones materiales en momentos
puntuales de peligro), y la saluqiya (nivel más elevando de la fortaleza
y con mejores fortificaciones, que los cristianos conservaron con el nombre de celloquia/celoquia), donde se
alojaba la guarnición que la defendía y la autoridad militar que la mandaba.
Dicho
así, el medievalista francés incluye bajo el término castillo el conjunto de la
villa habitada y la estructura propiamente militar y defensiva: el
albacar/albacara y la saluqiya/celoquia. De
esta forma, el albacar de la fortaleza de Castiel podría
corresponder al recinto inferior que hemos descrito desde la base de la
torre-campanario (que dicho sea de paso también formaba parte de la estructura
defensiva). Mientras que la saluqiya/celoquia incumbiría al
espacio superior, la parte más elevada y mejor fortificada. Para Guichard, el albacar musulmán estaba gestionado por
los moradores de la villa, mientras que la celoquia sería de la
exclusiva competencia militar (alcaide), nombrado por la autoridad central, en
nuestro caso el rey. El mismo autor opina que tras la conquista el albacar se abandonó, a favor de la celoquia.[1]
Sin embargo, el supuesto albacar de Castiel
resulta un espacio muy reducido como para albergar a los moradores de la villa,
incluyendo sus rebaños y posesiones materiales, aunque ello sólo fuera en
momentos de especial peligro, pues ya hemos visto que debía contenía además aljibes,
establos, almacenes... Resulta más razonable pensar que el conjunto de
estructuras sitas sobre el peñasco amurallado constituiría propiamente la celoquia,
mientras que el albacar se hallaría al pie del castillo, extensivo incluso a lo
que se denomina Villa Vieja, recinto ubicado al norte de la actual-iglesia
fortaleza y en un plano inferior respecto del cerro. Pero esto es sólo una
hipótesis, que los arqueólogos deberán dilucidar mediante prospecciones y a la
luz de los documentos...
Vista de la parte alta del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la base del Torrejón con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo al fondo (2014). |
El castillo medieval constituye
un símbolo de poder o domino territorial, y en una zona montañosa como la
nuestra, su ubicación no podía ser otra que en una altura, desde la que dominar
el entorno y las vías de comunicación junto al río, además de servir de refugio
en momentos de peligro. Ello no significa que desde el castillo debiera verse
todo el territorio de su jurisdicción, ya que en su entorno existirían otros
pequeños castillos o torreones más o menos alejados, pero vinculados al
principal: “Todos esos enclaves conformarán el conjunto castral cuya misión
será ejercer una acción directa sobre el territorio que se le adscribía.
De ahí que todo castillo principal deba tener en el área de su dominio otra
serie de construcciones secundarias, y éstas, a su vez, unos puntos
estratégicos en los que se situarán torres de vigilancia”.[2]
El castillo de El Cuervo y el de Tormón debieron cumplir esta misión en el
“conjunto castral” respecto al de Castiel
y Ademuz, junto con distintas “torres de vigilancia” hoy desparecidas por
la debilidad de los materiales con que fueron edificadas.
Del
castillo de Castiel sólo se conserva una parte de los muros exteriores,
un fragmento de pared en la zona más alta de la celoquia, dos aljibes y
algunas estancias en la zona oriental, además del cubo de muralla o presunto
torreón del Homenaje donde se aloja la iglesia parroquial, así como la
torre-campanario -que también formó parte de su sistema defensivo: al menos la
que autorizó construir Alfonso IV el Benigno en 1333-.[3]
Estos últimos se han conservado porque tuvieron utilidad posterior como
edificios religiosos, pues sin la iglesia el torreón también hubiera
desaparecido. Pero al ser habilitado como iglesia en fecha temprana, se
conservó… Los muros exteriores han permanecido por el tipo de materiales
empleados en su construcción, la mampostería de cal y canto, y también por su
grosor. Los aljibes se hallan en la parte más alta, y debían formar parte de
otras edificaciones, desde cuyas cubiertas se canalizaría el agua hasta los
depósitos. El resto de edificios interiores –habitaciones, establos,
almacenes...- han desaparecido, básicamente por la escasa consistencia de los
materiales con que se levantaron: “Lo
único que se conserva a veces de esas estructuras son las marcas que las
cubiertas han dejado en determinadas paredes interiores” (López Elum,
2004:109).
Dado lo perdido de sus ruinas no
se puede saber cómo fuera el castillo musulmán de Castiel, pero en
general, “es totalmente absurdo pensar que los escasos restos que actualmente
se pueden contemplar (en estos castillos) fueran los únicos que los conformaban
en la época musulmana”. Asimismo, “es erróneo suponer que estos castillos
islámicos, utilizados posteriormente por los cristianos más de forma esporádica
que continua, vieran después de la conquista –salvo casos concretos- aumentar
sus instalaciones interiores para transformaciones llevadas a cabo por los
repobladores del norte”. Y sigue diciendo, “En términos generales se puede afirmar que pocos castillos cuya
datación se remonte a época musulmana, tuvieron después de la conquista, una
situación de mantenimiento y conservación superior o mejor a la que habían
disfrutado antes. La actuación cristiana rara vez mejoró la existente, y a lo
sumo evitó, en escaso grado, que se fuera arruinando más” (López Elum,
2004:108).
Respecto a la tipología, ya hemos dicho que se trata de un castillo roquedo, adaptado al terreno, cuya misión era controlar el territorio y las vías de comunicación, además de servir de refugio a la población que vivía bajo su protección en momentos de especial peligro, razzias/cabalgadas, invasiones, etc. Poseía los elementos estructurales clásicos: celoquia, albacar, medina o conjunto de viviendas distribuidas por la parte baja (villa, en la época cristiana), esto es, un “hábitat asociado” permanente dedicado básicamente a la agricultura y ganadería, todo ello rodeado de una muralla; aunque dada la disposición abrupta del terreno alguna de sus partes, tal el albacar no esté bien definido. Vemos así que el castillo de Castiel puede incluirse entre los comunes del interior del territorio valenciano:
- Se situaban en la zona más montañosa del país, menos poblada, más alejada de la costa, y de menor relevancia económica y política. Concentraban un poblamiento con economía agro-pecuaria, y sus construcciones pueden englobarse bajo el epígrafe de castillos rurales. Dada su escasa importancia política y económica, su superficie era más reducida y sus elementos simplificados notoriamente en cuanto a tamaño.[4]
El castillo de Castiel como
centro de poder.
Según
el historiador que venimos siguiendo, vemos que “en la zona del Sharq al-Andalus que aquí estudiamos (el territorio que
después sería el reino de Valencia), el poder se concentraba en los centros
urbanos o en las ciudades más relevantes, tanto en el siglo X como en el XIII”,
ya que “En ellas residían las personas que ejercían el control sobre aquel
espacio geográfico dentro del ámbito islámico” (López Elum, 2004:114-115). Al
respecto, el autor se pregunta: “¿Dónde se ubicaban esos puntos neurálgicos
entre los siglos X y XIII? Indiscutiblemente en las ciudades más importantes de
cada cora”. A lo largo del tiempo estas “ciudades” no fueron siempre las mismas
(la negrita es mía):
- En el siglo XII al-Idrisi -se refiere al geógrafo y viajero hispanomusulmán, Abū Abd Allāh Muhammad al-Idrīsī (1100–ca.1165-66)- más prolijo, hace una relación más detallada, refiriéndose a las ciudades de Orihuela, Elx, Alzira, Xàtiva, Valencia, Borriana, Denia, Alicante, Alpuente y Onda y a los castillos de Aspe, La Mola, Petrer, Crevillent, Biar, Cullera, Ontinyent, Llíria, Domeño, Chulilla, Ademuz, Castielfabib, Orba, Bairén, Palma de Gandía, Ayora, Cortes de Pallás, Torís, Olocau, Buñol, Almenara, Sagunt, Ifach y Morella.[5]
El
autor nos recuerda que “ciudad era un centro administrativo y militar”;
asimismo, "aquélla (la
ciudad) era considerada por los árabes como una residencia fortificada que
irradiaba poder”. Pues “en la España musulmana, las ciudades sustituyeron a las
provincias como unidades administrativas” (López Elum, 2004:115-117). Respecto al sistema defensivo, éste
dependía de si el centro de poder (“ciudad”) se encontraba en llano o en una
zona montañosa: en este último caso, “la posición geográfica determinaba que aquellos puntos defensivos y de
control se situaran allí donde la orografía del terreno lo determinara” –tal el
caso de los castillos de Ademuz y Castielfabib, para nuestra zona-. Y en relación con los cursos
de agua: Ademuz controlaría el paso del Turia y Castielfabib el del Ebrón,
afluente del Turia en Torrebaja.
“¿Qué fue de
estos castillos, una vez realizada la conquista cristiana?” –se pregunta el
autor-. La pregunta es pertinente, pues hay interpretaciones distintas: para
unos, los castillos se adaptan a las necesidades de una sociedad distinta de la
musulmana, siendo lo más notable que “la parte central de la fortificación se
convierte en castillo señorial” (Guichard y Bazzana). Para otros, sin embargo,
lo que se produce es “un general abandono”, con la excepción de los donados a
ordenes militares, hasta el punto “que la documentación de los siglos XIII y
XIV no sólo se expresará reiteradamente en esos términos, sino que advertirá de
las consecuencias negativas de ese abandono”, hasta el punto que “Esta
documentación inmediata a la conquista ofrece la visión de unas construcciones
que, al pasar a manos cristianas, ya estaban muy deterioradas. Las obras que se
realizaban tenían la finalidad, no siempre conseguida, de reparar los elementos
existentes”. […] En este sentido hay que entender los dos diplomas de 22 y 23
de marzo de 1296 referentes a Ademuz: in opere et reparatione.[6] Asimismo,
“en 1297 el estado de deterioro del castillo de Castielfabib era tan grande,
que a veces ni siquiera tenía agua.[7]
Así se desprende de un documento por el que se entregaban 400 sueldos para la
actuación destinada a tal provisión: ab defectum et in ipsa aqua in dicto
castro necessaria quedam aljupum (López Elum, 2004:123-124 y 127). Los documentos citados son de finales del siglo XIII, ya en tiempos de Jaime II el Justo (1291-1327), y deben verse en relación con la contienda contra Castilla para conquistar el reino de Murcia, conflicto que terminaría con la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) y el Tratado de Elche (1305).
Vista aérea de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo a la derecha de la imagen [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana]. |
Vista aérea de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo en la parte central de la imagen [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana]. |
Respecto de
los castillos de Sharq al-Andalus (siglos VIII-XIII), y en concreto los del
reino de Valencia (siglos XIII-XIV), tras la conquista cristiana, López Elum,
concluye:
- [...], el sistema de castillos musulmanes se vio deteriorado en los últimos momentos de su dominación, lo que se agravó aún más durante el siglo XIII por lo costoso de su mantenimiento. Esta centuria fue nefasta. Por una parte, la descomposición política anterior a la conquista incidió negativamente en muchos de ellos, ya que se vieron privados no sólo de la fuerza militar, sino también de las reparaciones y mantenimiento adecuado, con lo que se acentuó su deterioro. A esto habría que añadir las destrucciones más o menos amplias que los musulmanes debieron llevar a cabo antes de ser desalojados [y los daños ocasionados por la propia conquista]. Pero el golpe más duro lo recibirían de los conquistadores. Jaime I y sus inmediatos sucesores se encontraron con un territorio que poseía un elevado número de fortificaciones y en el que iba a seguir viviendo una gran parte de la antigua población musulmana. De ahí que tuviera que destruir algunas de ellas, al resultar peligrosa su ubicación, o porque todas no se podían ocupar militarmente, dada la escasez repobladora. Su eliminación se presentaba como una necesidad para evitar riesgos. Por eso Jaime I, en algunas donaciones, dejaba a voluntad del nuevo propietario quedarse con uno y destruir otro. La política real sería, en todo caso, clara en cuanto a los restantes, ya que se debían reparar las partes más dañadas. Muchos diplomas consultados insisten en este aspecto, pero en pocos casos se llevó a la práctica.[8]
El resultado
de la falta de mantenimiento, la inactividad y el abandono de los castillos
valencianos tras la conquista tuvo efectos nefastos en épocas inmediatamente
posteriores, “como se puso de manifiesto a mediados del siglo XIV en la guerra
con Castilla. Solo en periodos de guerra o conflictos internos cobraron cierta
relevancia”. Ello tiene su explicación, pues “Los castillos valencianos se levantaron
para hacer frente a unos enemigos concretos, los estados cristianos del norte,
los reinos musulmanes colindantes [en la época de las taifas] y, finalmente,
los almohades [1147 a 1269].
Tras la conquista desapareció el potencial peligro que les podía sobrevenir por
la zona septentrional. Al extinguirse los reinos musulmanes y sólo quedar el de
Granada, la fuerza islámica disminuyó, aunque no el peligro de Castilla” –véase
la guerra castellano-aragonesa de los dos Pedros (1356-69) y la Guerra con Castilla
(1429-30), pues ambas afectaron de lleno a las villas del Rincón de Ademuz-.
Vista occidental de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), con detalle del peñasco calizo sobre el que asienta (2004). |
- Los castillos musulmanes valencianos, realizados en su mayoría a base de mampostería, y, sobre todo, de tapial –técnica que permite introducir en sus encofrados materiales de diversa calidad– fueron construcciones sólidas, pero también muy perecederas. Esto último explica que en la actualidad no se puedan apreciar muchos de sus antiguos elementos y que únicamente se contemple parte de sus antiguas estructuras. Por lo tanto, si tenemos sólo en cuenta los restos visibles para realizar una valoración o clasificación, ésta será errónea, puesto que se basa en una parte reducida de lo que en su día existió.[23]
Detalle de restos de muralla sitos en la parte alta, correspondientes a la zona de la Villa Vieja del castillo de Castielfabib (Valencia), 2004. |
Acerca
del armamento y la poliorcética medieval.
Espero
que algún día podamos tener algún estudio serio y con profundidad sobre el
armamento y el sistema defensivo de Castielfabib, así como del armamento
utilizado por lo que en distintos momentos lo asediaron y conquistaron. Ya
hemos visto cómo dicen los cronistas que fue la conquista cristiana a los moros
valencianos en tiempos de Pedro II de Aragón (1210).
Gual Camarena (1953), siguiendo a Zurita
(1512-80) afirma “que el monarca se encuentra en marzo del año citado en
Monzón, allí reúne sus ejércitos, entra en el país valenciano y gana por
conquista las citadas fortalezas, continuándose después la lucha con grande furia”.
Escolano en sus Décadas (1610-11)
escribe: “Dio vuelta á su casa el rey don Pedro ganada la victoria; y por
llevarse ayuda de costa se puso de camino con su ejército sobre dos castillos y
villas fuertes del reino (moro) de Valencia, que son Castiel Fabib y Ademúz,
en los confines de Aragón, y las entró á fuerza de armas”.
Francisco Diago en sus Anales (1613)
escribe: “Entro por la frontera que confina con Aragon y Castilla, y
continuando la guerra con grande furia, gano por combate y fuerça de armas tres
castillos de importancia, que fueron Ademuz, Castielfauib, y
Sertella”. En
relación con la toma de Castielfabib por Pedro el Cruel en 1364, durante la
segunda fase de la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), relata López
de Ayala (1332-1407):
- Capítulo VI. Como el Rey don pedro tomo castiel Habibi y otros castillos. Y lo que fizo este año. Este año en el mes de agosto, después q(ue) el rey de Castilla supo de como el rey de Aragón viniera sobre Monuiedro, partio de Seuilla donde estaua y vinose a Calatayud. E luego partio dende y fue cercar vna villa y castillo acerca de t(e)ruel castielhabibi por quanto el la auia ganado otra vez y derara ende vn Cauallero suyo natural de Toledo que la tuuiesse: y los de la villa mataron le al alcayde y alçaronse con la dicha villa y Castillo: y tuuolo vn mes cercado tirandole muchos engeños, hasta que la cobró/ y dende fue a entrar en el reyno de valencia y gano la villa y Castillo de tierra y otros castillos al derredor: y quando el rey partio de castiel habibi desque lo ouo ganado embio dende al maestre de alcantara que dezian don gutier gomez de Toledo para que pusiesse algunas recuas de viandas en monuiendro por quanto los que ay derara el rey le embiaron a dezir que auian mucho menester viandas: y el maestre de alcantara con otros caualleros vassallos del rey fueronse para legozue que es en la frontera de aquella comarca poz poner las viandas en nonuiendro: y alli llegauan las recuas para las lleuar.[28]
A
los efectos del epígrafe, lo que más nos interesa del texto de López de Ayala propuesto
es la forma en que Pedro el Cruel tomó el castillo de Castielfabib: "y tuuolo vn mes cercado tirandole muchos engeños, hasta que la cobró".
Según
hemos visto arriba, un castillo bien pertrechado y fortificado era difícil de
rendir, pues los defensores tenían ventaja sobre los asaltantes. Una cuestión de
interés es que las murallas que cercaban la villa y el castillo debían estar
despejadas, para que los defensores tuvieran el campo visual libre y los atacantes
no tuvieran lugar donde esconderse. Esta es la razón por la que en 1363 Pedro el
Ceremonioso manda “destruir todos aquellos edificios que estuvieran situados en la
cercanía del (castillo/murallas) de Castielfabib”.
En aquella ocasión, el rey castellano cercó la villa y castillo de Castiel,
pero no se conformó con cercarlo durante un mes, además ustuvo “tirándole
muchos engeños, hasta que la cobró”. Cuando dice “engeños” debemos entender que
se refiere a ingenios o máquinas de guerra.
De
la antigüedad se había trasmitido a la Edad Media europea el conocimiento de
diversas máquinas de guerra, tal la balista o fundíbalo, que era
un artefacto utilizado para arrojar proyectiles de piedra o metal, para lo cual
había que tensarlo mediante correas fabricadas con nervios; el ariete,
que servía para golpear y romper puertas o muros; los plúteos, tipo de
escudos basados en estructuras entretejidas de cuero sin curtir y que servía
para ponerse a cubierto los enemigos; los músculos, utilizados para perforar
muros, aunque se desconoce su forma.[29]
García Fitz,
siguiendo a Gil de Roma (1277-79) detalla algunas de la máquinas de guerra
utilizadas durante la Baja Edad Media. Así distingue cuatro prototipos, todos
ellos basados en el sistema de la balanza, que se diferencian según el sistema de
propulsión empleado (la negrita es mía):
- En función de éste, se distinguen dos modelos básicos de ingenios: los que funcionan mediante tracción humana y los que utilizan algún sistema de contrapeso. Los primeros son artefactos en los que el movimiento de la pértiga es accionado por hombres mediante cuerdas. Entre los que emplean el sistema de contrapeso señala a su vez tres tipos de máquinas distintos: el trabuquete, cuyo contrapeso está fijado a la pértiga; la bifa, de contrapeso móvil y unido la pértiga mediante goznes; el tripancio, que combina un contrapeso fijo con uno móvil. El empleo de uno o de otro depende de las circunstancias del asedio: los ingenios de tracción humana lanzaban piedras más pequeñas pero con una mayor cadencia que los de contrapeso; éstos podían arrojar proyectiles de mayor tamaño, con más potencia y a mayor distancia. Por su parte, el trabuquete otorgaba más precisión en la trayectoria, la bifa permitía lanzar a mayor distancia, y el tripancio aunaba ambas virtudes.[30]
El
daño material y humano que debían causar estos ingenios o máquinas de guerra
debía ser considerable. En la rampa de acceso al Carrerón o puerta de la Reja
del castillo de Castiel pueden verse unas bolas o esferas de piedra
labradas que no puede ser otra cosa que bolaños o balas de artillería empleados
por estos artilugios, singularmente fundíbalos o primitivas catapultas.
Asimismo, Navareño Mateos (1992) dice de diversos ingenios relativos al armamento y
poliorcéticas medievales, tales el fundíbalo, las catapultas, las
escalas y torres, los arietes (basados en una cabeza metálica y
tronco de madera), las mantas y bancos “pinjados”, armas incendiarias
y armas de fuego.[31] Otras armas de la época eran las ballestas.. Su utilización se halla también documentada, pues según un registro del Archivo Municipal de Valencia, con motivo del asedio de Castiel por los castellanos, en 1364, hubo una petición del Ceremonioso a la Ciudad, solicitándole hombres con dicho armamento: el Consejo de la Ciudad debatió el asunto el 3 de noviembre de dicho año, pero de los 700 ballesteros que el rey pedía, la ciudad sólo pudo ofrecerle 400...[32]
El
castillo de Castielfabib sufrió básicamente asaltos y asedios durante la
conquista cristina (siglo XIII) y en las guerras con Castilla, fundamentalmente
en la segunda mitad del siglo XIV (1356-69). Durante estos acontecimientos históricos no sabemos del empleo de armas de fuego en la zona, razón por la que nuestros castillos no padecieron los efectos de este tipo de artillería. Existe, sin embargo, un
documento de principios del siglo XV (1506), relativo a daños y desperfectos en
el castillo de Castiel, conforme “la torre del omenaje está muy descarriada de tiros de pólvora
y está toda para derribarse”.[33]
El
documento nos parece de gran interés: de una parte, porque documenta la utilización
de armas de fuego contra el castillo, aunque no podamos decir en qué episodio
histórico tuvo lugar este suceso; y de otra, porque menciona la “torre del
omenaje”: si en 1506 estaba “toda para derribarse”, es muy probable que acabara
derribándose. Ello viene a cuestionar la afirmación de que la iglesia-fortaleza
se halla en la cuarta planta del torreón
del Homenaje, porque aquel debía estar en la celoquia y como apuntamos,
debió derruirse por efecto de los “tiros de pólvora” citados.
Detalle del acceso oriental a la villa de Castielfabib (Valencia), desde la carretera de El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles (2004). |
Últimos
momentos del castillo de Castielfabib.
Pascual
Madoz (1806-1870),
a finales de la primera mitad del siglo XIX (1847), al decir de Castielfabib,
escribe:
- Por la parte del O(este) se levanta el cerro dicho del Castillo, por hallarse uno en su cumbre, el cual domina completamente la v(illa) y la defiende: su primitiva construcción se debe á los romanos, conociéndose desde entonces con el nombre de Castillo de Fabio, el cual fué reedificado por los carlistas; asi como una torre contigua llamada Torre Blanca, porque según es tradición fué en ella el arresto de Doña Blanca. Para ello pusieron en cont(ribución) a los pueblos circunvecinos, de los que concurrian multitud de pobres que se ocupaban en el trabajo, otros en clase de arrestados, y aun á las mujeres se les hacia subir cargas de agua para las obras que se preparaban. Con ese motivo se les prodigó á aquellos infelices un trato muy inhumano no solo obligándoles á trabajar mas de lo que podian, sino que puestos á disposición de unos capataces de tosco aspecto, les maltrataban con palos y látigos, y aun con cadenas. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas naciones, les minaron arruinando las nuevas obras fabricadas.[34]
El
estadista recupera para el topónimo de Castielfabib la tradición antigua
respecto del origen de su nombre, haciéndole derivar del latín Castellum Fabii,
de donde Castillo de Fabio, tal como anotaba Escolano en sus Décadas
(1610-11), aunque éste deja abierta la posibilidad a que sea palabra arábiga.
Respecto a la “torre contigua llamada Torre Blanca”, podría estar refiriéndose
a la torre que hoy suponemos del Homenaje donde asienta la iglesia, pero el
hecho del “arresto de Doña Blanca” es simple tradición, esto es, historia no
documentada, sin fundamento. Lo más interesante del texto del Madoz es lo que
cuenta de los carlistas, su intento de hacerse fuertes en el castillo erigiendo
algunas obras, en las que contribuyeron gentes de la zona, algunos pobres y
otros en calidad de prisioneros, incluso mujeres, a los que “unos capataces de
tosco aspecto” maltrataron, “con palos y látigos, y aun con cadenas”,
“obligándoles á trabajar mas de lo que podian”. Aunque finalmente las “tropas
nacionales” –isabelinas o cristinas, pues esto tuvo lugar al final de la
primera guerra carlista (1833-40)- volaron las “nuevas obras fabricadas”. Este
fue el triste fin y acabamiento del castillo de Castielfabib, que quedó
prácticamente como le conocemos, preso de una absoluta ruina...
Detalle de la zona occidental del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la carretera de El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles (2004). |
Detalle de la zona occidental del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la carretera de El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles, con el cerro del castillo da la derecha (2004). |
Prospecciones
arqueológicas en el castillo de Castielfabib.
-1998:
Juan José Barragán: Arqueólogo-director de las excavaciones del
Castillo de Castielfabib, para la Generalitat Valenciana. Período: Edad Media y
Moderna: Islámico y Medieval Cristiano. Campo de Trabajo formado por
voluntarios y una brigada de obras del Ayuntamiento de Castielfabib (Valencia).[35]
-2008
y 2011: Xavier Laumain: arqueólogo-director, en colaboración con Ángela López
Sabater. Tipo de trabajo: Restauración de Patrimonio Arquitectónico. Promotor:
Ayuntamiento de Castielfabib (Valencia).[36]
Palabras
finales, a modo de epílogo.
Lo
poco que queda del castillo y murallas de Castielfabib constituye una sombra
de lo que pudo ser este lugar fortificado en la Edad Media y principios de la
Edad Moderna, hasta el punto de que al ser más la parte desaparecida que lo que se conserva, resultará imposible hacernos una idea siquiera aproximada de lo que fuera en sus mejores tiempos...
Los
orígenes de Castiel se pierden en la noche de los tiempos, y nunca mejor
dicho, pues pudo ser un castro ibérico -como demuestran los hallazgos de
cerámicas de este periodo en la Villa Vieja-, solar ocupado después por los
romanos, según arguyen los que hacer derivar su nombre de Castellum Fabii/ Castillo
de Fabio/ Castielfabib, y de los hallazgos de ciertas lápidas, entre las
que se halla un ara votiva del siglo I de la Era Cristiana. Tras los
hispano-romanos vinieron los musulmanes, que ocuparon el lugar estableciendo en
él un hisn o qal`a –husum y qila, en plural-, términos que aluden
a castillos y fortalezas alejadas de las grandes ciudades, cuya función
primordial, además de la militar y defensiva –consolidar el territorio y
defender los caminos-, era la de dar protección a la población rural que vivía
en el entorno en caso de peligro. El recinto amurallado contaba ya con mezquita en el tiempo de la conquista (2010),
lo que traduce su relativa importancia. Tras siglos de dominación musulmana, el
territorio fue conquistado en tiempos de Pedro II de Aragón (1210), de forma
que el hisn musulmán se convirtió en castrum cristiano, y ello
sin aparentes cambios en la estructura y usos de la fortaleza
Tras la
conquista, Castielfabib fue cedida a la orden de los hospitalarios de San Juan
de Jerusalén, que posteriormente establecieron un Priorato, circunscripción administrativa dependiente del
Castellán de Amposta. Paralelamente, Ademuz fue cedida a la orden templaria...
Con la desaparición del Temple, la zona del Rincón de Ademuz pasó a la recién
creada Orden de Montesa (1319), que organizó en la zona una Encomienda, cuyo
patrimonio se basaba en los bienes y derechos que habían poseído los templarios
y hospitalarios.
El castillo y
villa de Castiel, como la fortaleza y gentes de Ademuz, sufrieron los
rigores de las guerras entre Castilla y Aragón –principalmente Guerra de los
dos Pedros (1356-69) y Guerra de Castilla (1429-30)-, en razón de su
estratégica situación entre ambos reinos, aunque perteneciente al reino de
Valencia.
De la misma forma que con el
castillo y fortaleza de Ademuz acabó el terremoto de 1656, con el de Castiel
acabó el abandono y la falta de cuidados, sufriendo la misma suerte que docenas
de fortalezas valenciana, pues con el advenimiento de las armas de fuego y la
unificación de los reinos de España, las defensas fortificadas medievales se
hicieron de escasa utilidad a los fines defensivos. El último servicio militar del
castillo de Castiel fue durante la primera guerra carlista (1833-40), y
en última instancia durante la última guerra civil española (1936-39), en que
la iglesia-fortaleza sirvió de prisión y resguardo de soldados.
En suma: del castillo de Castielfabib y
de su “fragoso asiento” en lo alto del cerro nos queda el halo romántico de sus
asoladas ruinas, tan íntimamente unidas a la villa como las del convento de san
Guillermo, sitas “en par del rio Ebrón”. Aunque quizá sea El Torrejón el último
trazo de una historia inconclusa y poco conocida, que con su singular estampa
nos invita a acercarnos para conocerla. Vale.
[1] GUICHARD, Pierre. Al-Andalus
frente a la conquista cristiana: los musulmanes de Valencia (siglo XI-XIII),
Universidad de Valencia, Valencia 2001. Citado por RUEDA, José. Dos
castillos medievales: Ademuz y Castielfabib (I y II), en revista Ababol, 31 (2002) 27-32 y Ababol, 32 (2002) 22-27.
[2] LÓPEZ ELUM, Pedro. “Los castillos valencianos en el
siglo XIII. Del hisn musulmán al castrum cristiano”, Saitabi 54 (2004) 104.
[3] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El
toque de campana, sonido rural por excelencia, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz,
Valencia, 2007, vol. I, pp. 102-103 y 447-448.
[4] LÓPEZ ELUM (2004), p. 112.
[5] Al-IDRISI, Geografía de
España, “Textos Medievales”, 37, Valencia 1974, 10-11. Citado por López
Elum (2004), p. 115.
[6] Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Reg., 103,
fol. 310, Reg., 263, fol. 88; AHM., 2-2-2-34. Citado por López Elum
(2004), p. 124.
[7] [ACA], Reg., 264,
fol. 120 v.; AHM., 2-2-3-52.
[8] LÓPEZ ELUM (2004), pp.
127-128.
[9] [ACA], Reg. 487, fol. 249r. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, A., El toque de campana,
sonido rural por excelencia, en: Del paisaje,…, Valencia,
2007, pp. 101-104.
[10] [ACA], Reg.
Cancillería, 860, fol. 124v.
[11] [ACA], Reg.
Cancillería, 862, fol. 24v.
[12] [ACA], Reg.
Cancillería, 863, fol. 142v-143r.
[13] [ACA], Reg. Cancillería, 1.467, fol. 122v-123r. «Ello fue durante el
pontificado de don Iñigo de Valterra y Sánchez de Heredia (1370-87):
Está documentado que con anterioridad [para sufragar los gastos que se producirían
con el objeto de recuperar diversos lugares de la diócesis, perdidos con motivo
de las guerras con Castilla] el cabildo había cedido al obispo, por diez años,
la parte capitular del diezmo de Castielfabib, Ademuz y Puebla de San Miguel
[1372, noviembre 22]».
[14] HINOJOSA MONTALVO, José. Las
fronteras valencianas durante la Guerra con Castilla (1429-30), Saitabi 37
(1987) 155.
[15] [ACA], Maestre
Racional, Signatura actual nº 2.420, Sección: Real Patrimonio. Informe de
los gastos de las obras del castillo de Castielfabib (1349-52).
[16] [ACA], Maestre
Racional, I, 9262.
[17] ACA, Real Patrimonio, 2420, fol. I. LÓPEZ ELUM, Pedro. Los castillos valencianos en la Edad Media. Materiales y técnicas constructivas, Valencia, 2002, vol. II, p. 66.
[18] [ACA], Reg. 1385, fols. 79r-v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[19] [ACA], Reg. 1385, fol. 79v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[20] [ACA], Reg. 1385, fol. 79v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[21] [ACA], Reg. 1465, fol. 107. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[22] RUEDA, José. Dos castillos medievales: Ademuz y Castielfabib (I), en: Scripta Manent, Ababol, 31 (2002) 29.
[18] [ACA], Reg. 1385, fols. 79r-v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[19] [ACA], Reg. 1385, fol. 79v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[20] [ACA], Reg. 1385, fol. 79v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[21] [ACA], Reg. 1465, fol. 107. Citado por López Elum (2002), p. 66.
[22] RUEDA, José. Dos castillos medievales: Ademuz y Castielfabib (I), en: Scripta Manent, Ababol, 31 (2002) 29.
[23] LÓPEZ ELUM (2004), p. 122.
[24] [ACA], Reg.
Chancillería, 309, fol. 59-60r. [AHN], Cod.871, fol.
89v. Cf. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerca de la conquista de Castielfabib: instrumento
capital para la historiografía del Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, p. 286.
[25] Archivo del Reino de Valencia
[ARV], Bailía, L. 1156, fol. 762. «Nos, hemos entendido que el rey, mi señor y padre de inmortal memoria, mandó que pues en el castillo de Castielfabib había cal y otros pertrechos para obrar en el dicho castillo y porque aquel estaba muy derribado, que las rentas reales de la villa de Castielfabib que antiguamente estaban dedicadas para la reparación de dicho castillo fuesen distribuidas en la obra que estaba empezada y no se distribuyesen en otra cosa». Cf. RUEDA (2000), p. 32.
[26] Archivo del Reino de Valencia A[RV], Maestre Racional, LL y P., XVII, fol. 38r.
[27] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), pp.
305-306.
[28] LÓPEZ DE AYALA, Francisco. Coronica del rey do[n)
Pedro de Castilla, Sevilla: en las casas de Jacome cro[m]berger, 3
Noviembre 1549, Año 1364.
[29] GARCÍA FITZ, Francisco. Tecnología, literatura
técnica y diseño de máquinas de guerra durante la baja Edad Media occidental,
en Anuario de Estudios Medievales, 2011, p. 821.
[30] Ibídem, p. 824.
[31] NAVAREÑO MATEOS, Antonio. El armamento y la
poliorcética medievales en el Códice latino 197 de Munich, Norva:
Revista de Arte, 12 (1992), pp. 29-66.
[32] Archivo Municipal de Valencia [AMV], Manuals de Consells, nº 14, fol. 50-55. Citado por José RUEDA (2000), pp. 26-27.
[33] [ARV], Bailía, L. 1163, cuadernillo cosido entre los folios 216-217. Citado por José RUEDA (2000), p. 25.
[34] MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, 1847, tomo VI, pp. 166-166.[33] [ARV], Bailía, L. 1163, cuadernillo cosido entre los folios 216-217. Citado por José RUEDA (2000), p. 25.
[35] «Profesor Tutor Máster del Profesorado, de Magisterio, de Arte, de Historia, Museólogo y Archivero, España» Cf. Linkedin, voz Juan José Barragán.
[36] Estudio, Consolidación,
Restauración y Puesta en Valor del Castillo de Castielfabib: Cf. http://www.arae.es/trabajo_restauracion_05.html.
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