domingo, 22 de febrero de 2015

EL CEREBRO, LA MEMORIA, LA CONCIENCIA Y EL ALMA.


Reflexiones y soliloquios de un rinconademucense en un día ventoso.



“A mí, personalmente,
me entretiene muchísimo leer memorias,
reminiscencias, recuerdos,
por muy humildes y vulgares que sean”
-Josep Pla (1897-1981)-.




Hoy domingo ha amanecido ventoso en el Rincón de Ademuz; mal día para los medievales en Teruel... El viento racheado y frío incrementa la sensación de destemplanza. El cielo aparece cubierto de nubes grises, sucias, de lluvia -pero no llueve-: el viento arrastra las masas nublosas sin contemplaciones, abriendo en el celaje grandes claros, por donde surgen rayos esplendentes cayendo sobre campos y montañas. Otra ráfaga trae de pronto otros nubarrones, ensombreciendo de nuevo el paisaje. Parece que Cierzo se aburre y juega con las nubes a llevarlas y traerlas. Las ramas desnudas de las acacias de la Plaza se agitan al compás del vendaval, que desciende huracanado por el cañón del Turia. ¡No, no apetece salir a pasear!


Detalle de una vieja sabina (Juniperus thurifera) junto a la carretera de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) a Veguillas de la Sierra (Teruel), 2014.


Cuando hacía cierzo a mi padre le dolía la cabeza –esto es bastante común, le sucede a mucha gente-, mi madre se lo notaba enseguida, tal vez por la mirada y el semblante, no sé, ya que él no decía nada, era muy sufrido: Te duele la cabeza, verdad... –le preguntaba solícita-. Él asentía, entonces ella le preparaba una aspirina y se le pasaba; al menos eso decía. No cabe duda que la aspirina fue un gran invento: no sólo sirve para los dolores, tiene también otras utilidades, inclusive a pequeñas dosis. Parece que su único problema es que daña la mucosa del estómago, puede hacerla sangrar. Es por eso que hoy se utiliza poco como lenitivo, aunque los médicos han descubierto que a dosis menores que las calmantes hace más fluida la sangre... Pero ya digo, lo que le sucedía a mi padre con el cierzo le sucede a otras personas, que barruntan el cambio de tiempo cuando les duele un hombro, la columna o la cadera.

A los matrimonios y parejas que conviven durante mucho tiempo, y más todavía si comparten intimidad, les ocurre tener idénticos pensamientos en el mismo momento: uno de ellos nombra algo o a alguien, justo cuando la otra persona está pensando lo mismo. Los neurofisiólogos tratan de explicar este curioso fenómeno -telepático, de transferencia de pensamiento o lo que sea-, mediante el modelo de las “neuronas espejo”. Parece que la convivencia desarrolla caminos neuronales comunes, de ahí la coincidencia en las ideas. Además, la relación continuada, sincera e íntima entre individuos lleva al afecto, y el cariño puede impulsar circuitos neuronales inéditos. Curiosamente, este sistema de neuronas, localizadas en el área de Broca y corteza parietal del cerebro, está más desarrollado en las mujeres; además de mostrarse en ellas más activo. Puede que ello esté relacionado con el hecho de que el cerebro de las mujeres sea más intuitivo que el del hombre, entendiendo por intuición el pensamiento lógico inconsciente; así que, ¡cuidado con lo que pensamos!



Detalle de una vieja sabina (Juniperus thurifera) en el camino de Veguillas de la Sierra (Teruel) a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) 2014.


A propósito del cerebro y de los médicos, hace unos días recibí un correo electrónico de una amiga, conteniendo un enlace a una entrevista que la periodista Teresa Viejo hace en su programa radiofónico “La Observadora” a un médico-siquiatra español, don Joaquín Fuster Carulla.[1] El doctor Fuster es natural de Barcelona, allí nació hace ochenta y cuatro años, allí estudio el bachillerato y se licenció en medicina -el doctorado en Filosofía lo obtuvo en la Universidad de Granada-, pero la mitad de su vida la ha pasado en los Estados Unidos de América; actualmente está en Los Ángeles, California. Esto de los correos electrónicos es una peste, cabe pasar un mal rato todos los días viéndolos, eliminándolos; porque la mayoría no valen nada, son basura. En el mejor de los supuestos puede suceder también que no nos interesen en absoluto. El caso es que hoy la gente apenas escribe cartas, sólo se mensajea a través de los distintos medios existentes, de ahí que proliferen tanto estos envíos, porque cuesta poco remitirlos. De vez en cuando, sin embargo, encontramos alguno interesante, como me sucedió con el que comentaba, el que contenía el enlace a la entrevista del investigador español del cerebro...

Detalle de camino con chopos blancos (Populus alba) en la ribera del Turia en Torrebaja (Valencia), 2015.

El cerebro es algo increíble, misterioso en la medida que se sabe poco de él, una masa resbaladiza, poco consistente, blanda y rosada, con apariencia de semilla de nogal, protegida en una caja de hueso. Las protuberancias del cerebro tienen cierta semejanza con los gajos de nuez, incluso con el cuesco, hasta el punto de parecer el seso de un ser pequeñito. Será quizá por eso que atendiendo a la teoría de los signos de Charles Sanders Peirce (1839-1914), las nueces se han recomendado para reforzar el cerebro, por la similitud que uno y otro tienen, o por el contenido en ácido linolénico del fruto. De pequeño mi madre nos preparaba a mi hermano y a mí sesos de cordero rebozados o en tortilla, quizá con la idea de que “de lo que se come se cría”, no sé; en cualquier caso eran un bocado exquisito. La entrevistadora define el cerebro como “un entramado de conexiones donde atesorar la esencia de lo que somos [...], la red de lo que sentimos, nuestras ambiciones, los recuerdos, el proyecto de un futuro o la llave de un pasado”. La voz de la locutora denota gran personalidad, además de hablar con mucha propiedad. Físicamente tampoco está nada mal, quiero decir que para bien, es elegante, distinguida, con una figura envidiable, aunque demasiado estilizada tal vez.

Logotipo de "La Observadora", programa de Teresa Viejo en Radio Nacional de España (2015).

Dice el profesor Fuster al respecto del cerebro:
  • <[...] en los últimos cincuenta años hemos adelantado más sobre el conocimiento del cerebro que en toda la historia de la humanidad [...] La corteza cerebral es la última en desarrollarse en el curso de la evolución y también la última en desarrollarse en el individuo, en el niño, el adolescente, el adulto. Es la más apasionante, porque es la que en realidad nos hace humanos. En la corteza cerebral hay distintas partes, unas más importantes que otras. La más importante es la corteza prefrontal, la parte anterior del lóbulo frontal, la última en desarrollarse en la especie y en el individuo, y se caracteriza por una conectividad extraordinaria, hay muchas fibras que unen las células entre sí; ahí está el código relacional de todo, de la conducta, de la conciencia, etc. Esta parte de la corteza es la que nos ayuda en las funciones fundamentales de estructurar nuestro futuro: primero, el planeamiento, la capacidad de planificar el futuro, segundo, la atención, tercero, la memoria de trabajo, y cuarto, la toma de decisiones. Todas estas funciones están dirigidas al futuro, incluso la memoria de trabajo, que no es otra cosa que (la capacidad de) retener información para actuar. El pasado determina el futuro, es a través del pasado que estructuramos el futuro. Sin pasado no hay futuro. No hay nada comprensible en la conducta humana sin el conocimiento de la memoria del individuo y de la cultura en que ha vivido>.

Todo este conocimiento me parece de lo más interesante, curioso, atrayente. No en vano las personas somos organismos indagadores: a nuestro cerebro, cosa complejísima, le atrae la información, el conocimiento, y más el que hace a sí mismo, ya que comprender lo que somos es substancial para la propia pervivencia, y la de nuestra especie. Uno de los aspectos más inquietantes del cerebro es la memoria, porque sin memoria el individuo no es nada, se volatiliza, desaparece. Además, resulta bastante razonable pensar que sin saber de dónde venimos difícilmente sabremos adonde vamos...


El profesor Joaquín Fuster Carulla (Barcelona, 1930) [Fotografía tomada de Bernardo Díaz en El Mundo (2014)].

Respecto a la memoria, el profesor Fuster señala:
  • <Claro, hay una memoria de especie que yo llamo memoria filética... Es la memoria de la especie que se formó a través de millones de años de evolución (y que contiene) la manera en que comprendemos el mundo que nos rodea y la forma de adaptarnos a él. Es una memoria estructural, hecha de cosas, que son las redes neuronales... Hemos nacido con esa memora. Esta memoria es la infraestructura, la base sobre la que se forma la memoria del individuo. Es a través de esta memoria primaria, en contacto con el mundo –el mundo real, el mundo nuestro, el mundo que nos rodea, el mundo de nuestros congéneres- es la memoria sobre la que se basa la memoria individual (de cada uno). Y, además, todas las idiosincrasias de nuestra conducta. Es la estructura sobre el que se monta el edificio del yo –el andamiaje de lo que somos cada uno, sugiere la entrevistadora-. Uno de los ingredientes de la felicidad es olvidar los malos momentos de nuestra vida, con lo cual el futuro se hace más estable y aceptamos mejor a los demás, con más cariño y tolerancia>.


Siendo portadores de esa "memoria filética" de que dice el neurólogo hispano, cabe pensar que los individuos cuando nacemos  no somos cual "tablas rasas", porque ya traemos en los recovecos de nuestro cerebro recuerdos comunes de nuestra propia especie. Ello viene a demostrar que los filósofos andaban errados, cuando tesis epistemológicas afirmaban que el individuo viene al mundo con la mente vacía, y que todos los conocimientos que tenemos los humanos provienen de nuestra experiencia individual. A la luz del saber actual, el pensador inglés John Locke (1632-1704), considerado padre del "empirismo" y del "liberalismo" moderno, el que popularizó la locución tabula rasa, tendría hoy que revisar sus afirmaciones. Aunque parece que la expresión tiene orígenes más antiguos, remontándose a Tomas de Aquino y al mismo Aristóteles...

Retrato de John Locke (1632-1704), pensador inglés, padre del Empirismo y del Liberalismo moderno [Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre].

A tenor del investigador, la "memoria filética" constituye a modo de armazón –andamio, estructura, esqueleto- sobre el que se va posando la experiencia individual, la que adquirimos los humanos a través de los sentidos y de la propia reflexión. Imagino que a los animales en general les ocurrirá algo similar, al menos a los mamíferos superiores, y por extensión a todos los seres vivos, que ya nacen con una memoria de especie. Sobre este saber congénito se va posando la experiencia personal, la que poco a poco vamos adquiriendo. Imagino que a todos nos ocurrió en su momento, que siendo niños nos dijeron los padres, no toques la estufa, que te quemarás. Pero los humamos somos curiosos y descreídos por naturaleza, porque la experiencia de los demás no suele tener el mismo peso que la propia. El caso es que nos acercamos a la estufa encendida y nos quemamos. El conocimiento adquirido de esa forma no lo olvidamos jamás... A los gatos les sucede lo mismo, cuando les han arrojado agua caliente, del agua fría huyen...

Propiamente, además, la experiencia individual va configurando nuestra forma de relacionarnos con el mundo, de la misma forma que la "memoria filética" nos enseña la forma de relacionarnos y de entender el mundo que nos rodea. Todo lo cual ayuda a conformar nuestro yo, lo que somos, nuestra identidad personal. Porque el cerebro es una entidad “plástica, (que) se hace a sí mismo”. Finalmente, el investigador aconseja olvidar las experiencias desagradables, “los malos momentos de nuestra vida” como sistema para ser felices. Pienso que es buen consejo, pero que no deja de ser una falacia llena de buenas intenciones. Más que olvidar lo que debemos hacer es apartar esos momentos malos de la vida, impedir que asuman el control de nuestra mente. Es la vida, el transcurso del tiempo lo que nos ayuda a mitigar el dolor de las grandes pérdidas, la desaparición de los seres queridos, un amor malogrado; experiencias que en los primeros momentos se hacen insoportables, pero que el tiempo aminora. Cuando el paso del tiempo no logra disminuir el dolor de una gran pérdida hablamos de “duelo patológico”, padecimiento que puede hacernos la vida insoportable, fastidiosa. Por otra parte, el duelo no deja de ser una adaptación emocional, no exclusivamente humana, pues hay otras especies, por ejemplo los elefantes y primates, que demuestran similares sentimientos ante la muerte de sus congéneres. Lo cual entronca, quizá, con la memoria heredada de cada especie, y de otras que le precedieron.

En relación a la conciencia, el profesor Fuster comenta:
  • <La conciencia es un compuesto de conocimientos morales, éticos, de relación con otros, que incluye la religión, la tradición religiosa... [...] la conciencia tiene un elemento de cultura indudable y un elemento de ética, que tiene que ver con la forma de comportarnos en el mundo en que vivimos, en el mundo de los demás... El alma no está localizada en ningún lugar concreto del cerebro, el alma es una parte de la conciencia –de la misma forma que la conciencia es parte de la consciencia-. [El alma] es la parte que contiene las creencias, los elementos culturales sobrenaturales que trascienden la naturaleza humana, que contiene la esperanza, las virtudes cardinales, la ética –no sólo la ética religiosa, también la ética social- y que se funda en ciertos principios que tienen también un origen evolutivo, como son la filiación, la confianza en el prójimo...-. El altruismo se ve incluso entre poblaciones de animales, que se ayudan uno a otros... Claro, también hay enemistades entre grupos de ellos... El altruismo es una función eminentemente adaptativa...>



Vista de Las virtudes cardinales, pintura de Rafael Sanzio (1483-1520), en las Estancias de Rafael en el Vaticano, Roma (Italia)  [Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre].


Para el investigador, la conciencia se halla formada por variedad de elementos, “que incluye la religión, la tradición religiosa”, y que “tiene un elemento de cultura indudable y un elemento de ética”, lo cual se halla en relación “con la forma de comportarnos en el mundo en que vivimos”. Hasta el punto de que el individuo no puede comprenderse sin conocer su memoria –recuerdos, emociones, vivencias- y el medio cultural en que se ha desarrollado. Dice también del alma desde el punto de vista científico, como de “una parte de la conciencia”, siendo ésta la “que contiene las creencias, los elementos culturales sobrenaturales, las virtudes cardinales, la ética, y que se funda en ciertos principios que tienen también un origen evolutivo...”. Cabe decir que el alma (ánima) es un concepto inmaterial, además de invisible, propio de los seres vivos, cuya descripción, propiedades y características varía según las distintas escuelas y tradiciones filosóficas. Por alma entendemos esa “parte espiritual e inmortal del hombre, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye la esencia humana” (definición RAE). Aún así, hay quienes no creen en el alma, porque dicen no haberla visto; esto es como el que no cree en los urogallos, porque nunca los ha visto. Pero los urogallos existen, como existen las creencias, las nociones sobrenaturales, las virtudes cardinales, la ética..., todo lo cual se funda en principios evolutivos. Otra cosa es el asunto de la inmortalidad del alma, cuestión más delicada en la que no entraremos. Debe quedar claro, sin embargo, que el que creamos o no en algo no afecta a su existencia; de la misma forma que la falta de pruebas no es prueba de ausencia. Por otra parte, las virtudes cardinales ya fueron definidas desde la antigüedad por Platón (ca.427-347 a.JC), quien relacionaba la Prudencia con la razón, la Fortaleza con las emociones y el espíritu, la Templanza con los deseos y la Justicia con el ejercicio consensuado de las demás virtudes. Asimismo, también fueron compendiadas por Cicerón (106-46 a.JC) en De Officiis, y por el sabio emperador Marco Aurelio (121-180 d.JC) en sus Meditaciones. El Cristianismo las completó con las Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad –cualidades cuya práctica nos ayuda a ser más humanos, esto es, más confiados, esperanzados y compasivos-.


Detalle de La Prudencia, cuadro de Rafael Sanzio (1483-1520)  en las Estancias de Rafael en el Vaticano, Roma (Italia)  [Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre].


En suma: para cuidar esta "preciosa" estructura que es el cerebro, y la memoria en particular, el profesor Fuster indica que hay que tener en cuenta cuatro preceptos: uno, la actividad mental, porque el cerebro es como todo, o lo usas o lo pierdes. Dos, la actividad física, que no sólo refuerza la musculatura, también la actividad mental. Tres, la alimentación, nutrirse adecuadamente, atendiendo a la edad y actividad de cada cual, siguiendo una alimentación equilibrada y manteniendo el peso. Y cuarto, la actividad social, es importante relacionarse, tener amigos. El célebre filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) lo dice con palabras precisas: La amistad duplica las alegrías y reduce las penas a la mitad... –hasta el punto que “no hay soledad más triste que la de un hombre sin amigos”-. Vale.







[1] Teresa Viejo, La Observadora, Radio Nacional de España, El amor y Joaquín Fuster, del sábado 14 de febrero de 2015. Joaquín Fuster ha publicado recientemente el libro Cerebro y libertad (2014).Vid: http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-observadora/observadora-amor-joaquin-fuster-14-02-15/2998662/

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