Primera parte de la Ruta de los Estrechos del Ebrón: tramo
fluvial de El Cuervo (Teruel).
“Nada hay en la mente
que no haya estado antes en los sentidos”
-Aristóteles
(384-322 a.C),
polímata de la Antigua
Grecia-.
Introducción.
Por circunstancias que no vienen
al caso, el 1 de enero del año en curso me encontré solo en casa. Como el
día se anunciaba despejado, me dije: Nada mejor para comenzar el año que una
buena caminata... Pensado y hecho, me preparé algo de comer (bocadillo,
vino, agua y fruta), me atavié para la ocasión, cogí la cámara de fotos, un
bastón que siempre suelo llevar, y con el coche subí hasta El Cuervo, Teruel.[1]
No me encontré con ningún
vehículo por la carretera –Castielfabib parecía desierto y Cuesta del Rato
ensimismado- sólo en El Cuervo hallé algunas personas en el merendero “Los
Chorros”, gente joven con niños. Aparqué frente a las pistas y bien abrigado,
cargué mi mochila, me puse la braga a la cabeza y bastón en mano comencé la
marcha: la braga militar es una prenda muy útil, sirve de gorro para
la cabeza y de bufanda para el cuello. Mi primera braga venía con el uniforme
de marinero que me dieron en Cartagena, cuando hice el servicio militar
obligatorio.
Han pasado años desde la última vez que hice este recorrido, y
hacía tiempo que deseaba volver a hacerlo. Me hubiera gustado ir con alguien,
pero no siempre es posible encontrar la compañía adecuada; aunque también
disfruto yendo solo, ello me permite controlar mejor la marcha, además de
pensar, evocar, incluso rezar. Meditar en plena naturaleza es tan saludable
para el espíritu como respirar a pleno pulmón para el cuerpo...
Detalle del Puente de la Palomareja -frente a la desaparecida Fuente de Santano- en El Cuervo (Teruel), con señalización vertical indicando los "Estrechos del río Ebrón" (2017). |
El trayecto entre el merendero y
el Puente de la Palomareja es un tramo de umbría en invierno, el piso estaba
cubierto de escarcha congelada: hasta el 14 de mayo, festividad de san Matías,
no dará el sol en las umbrías. Me encontré a una pareja joven con dos niños
pequeños, el menor iba corriendo detrás del grande, y al pasar junto a mí me
saludó, acompañando su saludo con una franca sonrisa: Buen presagio para la
marcha -me dije-. A mi izquierda, en la cima del cerro quedan las ruinas de la Ermita de San Pedro,[2] a mi derecha las huertas de cultivo, más allá del río, en
la ladera del monte, la Peña de la Cruz, que también llaman Peña Blanca, y en
sus inmediaciones la Cueva de doña María, donde han instalado una curiosa
capilla u oratorio en honor de la Virgen de Fátima;[3] más abajo, hacia el sureste, Los Picarzos,
rojizos farallones que emergen de la cima de la montaña cual gigantes
petrificados.
A la entrada del Puente de la
Palomareja, situado en posición septentrional respecto al cerro de San Pedro -y
al pueblo-, hay un par de señales verticales indicando la dirección de los Estrechos
del río Ebrón. Al cruzar el puente no pude dejar de evocar un paisaje de mi
infancia, el puente no estaba entonces y el camino pasaba poco más arriba,
junto a una noguera cuyo sombraje cobijaba un venero que si mal no recuerdo
nombraban “Fuente de Santano”, hoy desaparecida. De subida o bajada del “Río de
Allá Arriba” siempre nos parábamos a beber de esta fuente de aguas límpidas,
frescas y transparentes como son todas las de El Cuervo. Conozco bien la zona,
mis abuelos maternos –José Garzón Casino y Dominica Casino Alamán- eran de El Cuervo, y en mi
infancia –finales de los años cincuenta del pasado siglo- pasaba temporadas con
ellos, además de los veranos. Al evocar recuerdos uno percibe que “Existen en nosotros varias memorias. El cuerpo y el espíritu tienen cada uno
la suya” –al menos eso decía el escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850).
Detalle de la pista que lleva a Veguillas, Alobras y Tormón (izquierda), en El Cuervo (Teruel), con señal vertical indicando la dirección de los "Estrechos del río Ebrón", derecha (2017). |
Detalle de puente de tablas sobre el río Ebrón en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Consideraciones
previas.
Antes de continuar quisiera hacer
unas observaciones respecto a la ruta de los Estrechos del Ebrón y la forma
de llevarla a cabo. En general, como para cualquier marcha -viaje o excursión-, cabe ir
bien preparado, física, mental e intelectualmente. Lo primero es estar
motivado, tener deseos de hacer lo que pretendamos. Informarse sobre lo que
vamos a ver –acerca de lo que nos ofrece cada lugar- es esencial para disfrutar
plenamente de la experiencia viajera. En cuanto al equipo, llevar siempre buen calzado
para evitar caídas y torceduras, y vestido según la estación y la climatología.
Conviene ponerse algo a la cabeza: gorro, sombrero, braga militar para el cuello
o la cabeza; un bastón ligero y resistente para apoyarnos y espantar algún animal -si fuera el caso-; alimento
sólido –el agua no puede faltar-; un utensilio de corte (cuchillo, navaja); una
bolsa de plástico para desperdicios -todo ello en una mochila ligera-. En mi
caso siempre suelo llevar además una cámara fotográfica y una libretita o
grabadora para anotar o dictar lo que fuere, un dato, un pensamiento: Verba volant, scrīpta mānent...-que diría el clásico-.
En cuanto a las precauciones,
nunca encender fuego, ni salirse del camino señalizado, a no ser que conozcamos
bien la zona. Si vamos solos, hay que dejar dicho adónde vamos -nunca se sabe si tendrán que venir a buscarnos-; llevar el
móvil con la batería cargada, no arrancar ramas, plantas ni flores, no ensuciar
el agua ni dejar basuras; esto es, evitar señales de nuestro paso por el
lugar, primera ley del buen excursionista. Y si vemos algún animal, observarlo
sin molestarle.
Tocante al trayecto, cabe decir
que es una ruta larga (unos veinte kilómetros, ida y vuelta), que podrán hacer
sin problema las personas hechas a este tipo de marchas, aunque el recorrido se
considera de dificultad media-baja. Mi recomendación, sin embargo, es hacerla
en dos veces, atendiendo a los tramos en que puede dividirse el trazado:
A] Tramo fluvial: desde El
Cuervo hasta poco más arriba de los Estrechos, incluye el paso por el Pozo de la Hoya,
el Pozo de la Campana y los Estrechos del Cañamar -que son ya de Tormón-.
B] Tramo de montaña: desde
Tormón hasta la entrada a los Estrechos del Cañamar, incluye la Cascada de
Calicanto y el Puente de la Fonseca -todo el trayecto por el término de Tormón-.
Ambos tramos tienen, sin embargo,
contacto con el río. Existen, además, varios miradores en cada trecho desde los
que contemplar una perspectiva aérea de los distintos parajes por donde vamos
pasado. Porque ya digo que hacer todo el trayecto en una acometida –ida y
vuelta, miradores incluidos- puede ser agotador. Además, el cansancio nos
impedirá disfrutar plenamente de la excursión. Véase esta proposición como
alternativa, pues todo estará en función de la experiencia y preparación de
cada cual, además del tiempo de que dispongamos.
Detalle de puente de tablas sobre el río Ebrón en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Camino del Pozo de
la Hoya.
En mi excursión de aquel día
partí del merendero “Los Chorros” de El Cuervo, la mañana era fresca, el cielo
despejado. Al llegar al Puente de la Palomareja -donde la antigua fuente de
Santano-, cogí el camino de la derecha, pues el de la izquierda conduce por una
pista a Veguillas, Alobras y Tormón: realmente sale a la prolongación de la carretera (CV-843) que une
estas poblaciones, entre Veguillas y Alobras. En este punto, al comienzo de la
ruta de los Estrechos del Ebrón, la pista deja el asfalto y continúa de
tierra. A mi derecha queda el acceso a la antigua piscifactoría, ya cerrada. El
camino continúa un trecho de subida y otro de bajada, para situarse finalmente
a nivel de los campos de cultivo. Tras unos centenares de metros aboca al Ebrón,
el río puede vadearse en este punto, por debajo de un azud. Como voy caminando
utilizo un endeble puente de tablas con barandas, que cruza a la ribera
izquierda por debajo del vado. El trayecto hasta el Pozo de la Hoya es
transitable con vehículos, aunque aconsejo hacerlo caminado. La vía es muy
amena –y cómoda de recorrer-, continuamente se tiene el río a la vista; cuando
desaparece permanece el sonido del agua.
La ruta de los Estrechos del
Ebrón puede practicarse en cualquier momento del año, excepto cuando amenaza
tormenta o con días previos de mucha lluvia, por los peligrosos desbordamientos
del río. Mi abuelo José Garzón poseía algunas fincas por la zona, y con frecuencia
subía a laborarlas con una yegua de buena alzada que tenía. En cuanto oía el primer trueno,
especialmente en verano, decía a la abuela: Domina, recoge todo que nos
vamos... La abuela, obediente y sabia, recogía todo, incluida una cabra que
llevaba siempre consigo al campo, y emprendían el regreso al pueblo. Las fincas
del abuelo eran un vergel por lo cuidadas que las tenía, allí cultivaba de todo lo que se da en la zona,
incluso tabaco, cuyas matas escondía entre el maíz, para que no se las
descubrieran los guardias. Una vez secas, con las hojas hacía su picadura, pues
era un hombre antiguo, de los de petaca de cuero y chisquero de mecha, objetos
que guardaba entre las bandas de la faja que portaba: el abuelo había sido
Guardia de Seguridad en Madrid y en Barcelona en el primer tercio del siglo XX -siendo podador en los jardines del Palacio Real de la villa y corte conoció al rey Alfonso XIII de niño-; y en su jubilación, antes de la guerra, regresó al
pueblo... Hoy, a falta de brazos que las cultiven, la mayoría de aquellas huertas y campos de esta parte del término están abandonadas -lentamente, la Naturaleza las irá reclamando como suyas-: Suerte que el
abuelo no puede verlas -pienso para mi-. De verlas en este estado le producirían gran tristeza, pues amaba con pasión esta tierra y su paisaje...
Detalle de escaleras de madera en el "Pozo de la Hoya" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle de escaleras de madera en el "Pozo de la Hoya" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Desde El Cuervo hasta el Pozo de
la Hoya, el camino es francamente relajante, por la belleza del paraje,
acompañado en todo momento por el continuado rumor del río, de ahí que sea
recomendable para las personas excitables, incluso para las ansiosas y
neurasténicas. Se trata de una zona resguardada, en primavera florecen las
plantas y los árboles que en verano sombrean el camino. En otoño, los verdes
lujuriosos se transforman en todos los colores; y en invierno, los árboles de
ramas desnudas dejan pasar los rayos de sol, tan agradables al caminante.
Durante el trayecto encontraremos varios puentes y pontones comunicando ambas
riberas: los pontones son puentes de tablas sin barandas. Antaño había
incluso canales hechas con troncos vaciados llevando el agua de un lado al otro
del río. Las márgenes están pobladas de chopos, sargas y juncos, y si prestamos
atención observaremos alguna corneja que sale rauda de algún jaral,
incluso podremos percibir el rítmico golpeteo de los pico picapinos (Dendrocopos major). Aunque no
sean fáciles de ver, también hay jilgueros, lavanderas, incluso abubillas y
mochuelos...
Desde el pueblo son cuatro
kilómetros de marcha, media hora larga de camino disfrutando del ameno paisaje.
Antaño las riberas estaban limpias, en prevención de los temibles
desbordamientos del río, caso de avenidas. Hoy estas mismas riberas son
intransitables, llenas de broza, ramas y árboles caídos. Observé un monumental
chopo lombardo (Populus nigra) con el tronco derrumbado transversalmente sobre el cauce, tan
grande que amenazaba con obstruir el paso del agua. Pero ello no parece
preocupar a los responsables de la Confederación Hidrográfica del Júcar. Si se desborda el río, rompe caminos y daña fincas de cultivo no hay problema, ya lo arreglarán con alguna subvención. Conforme avanza, el caminante podrá observar que el cauce del río se va
encajonando entre las laderas de las montañas, cubiertas de pinos, sabinas,
enebros y monte bajo, aliagas, romeros, rosales silvestres y otros arbustos. El
panorama constituye también una lección geológica, allá donde miremos encontraremos
algún detalle de interés, pues el panorama es muy agreste, todo lo cual
constituirá una vivencia naturalística y medioambiental perdurable. Lamentablemente, no
todo el mundo puede disfrutar de la Naturaleza, a mucha gente le pican continuamente los
insectos -parece incluso que los atraen, debe ser cosa química u hormonal-; otros padecen erupciones al rozar ciertas hierbas, sufre alergias y
estornudos... ¡Lástima!
Disfrutando con cada paso, casi
sin darme cuenta llego al Pozo de la Hoya, área de descanso con mesas y bancos
donde concluye el trayecto con vehículos. Antes de llegar advierto a mi izquierda un puente de
madera que cruza el río. Desde el otro lado puede seguirse un sendero
acondicionado en la ladera que lleva a un mirador desde el que observar -a
vista de pájaro- el panorama circundante, aguas arriba y aguas abajo del Ebrón.
Aguas arriba puede verse un azud que recoge el agua para el riego, trasportada
mediante una acequia que discurre por la ribera izquierda del río. El
rudimentario azud, basado en un simple tronco de chopo, piedras y maleza ha
propiciado la creación de un gran hoyo por encima del mismo, a lo que colabora
el estrechamiento del cauce, siendo ésta la primera gran angostura de las
muchas que tiene el río desde este punto hacia arriba.
Detalle del azud en el "Pozo de la Hoya" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Decía que en el área de descanso
hay bancos y asientos, y un gran panel con texto e imágenes que ilustran acerca
del lugar y el entorno, con consejos y recomendaciones generales respecto del
trayecto que se va a recorrer. Hay, además, varios postes con señalización de
pala que indican la dirección a seguir para recorrer los Estrechos del río
Ebrón.
Del Pozo de la
Hoya a los Estrechos del Cañamar, vía el Pozo de la Campana.
Para salvar el repecho y
proseguir la marcha cabe ascender por unas escaleras de madera junto al azud,
en la ribera izquierda. El camino continúa por la misma roca del monte,
protegido mediante barandas metálicas basadas en barras de hierro hincadas en
el suelo, unidas mediante cables de acero trenzado. Salvado este primer resalte
rocoso el camino continúa por una senda sombreada de chopos, hasta arribar a un
pontón de tablas mediante el que pasar al otro lado. El caminante se hallará así en
la ribera derecha, en una explanada cubierta de vegetación, frente a un enorme
murallón que se alza vertical en la ribera opuesta, en cuya zona media puede verse un hueco
acampanado, se trata del Pozo de la Campana: así le llamábamos nosotros de
niños, así le seguiremos llamando.
En este punto la montaña vuelve a
estrecharse, merced a la aproximación de los bastiones pétreos que forman ambos
lados del cauce. Sobrepasado este punto hay otro puente de madera mediante el
que pasar al otro lado. El camino discurre ahora por una senda en espacio
abierto, ribera izquierda del Ebrón, y pasa junto a enorme peñasco en forma de
laja desprendida de otra mayor. Poco más adelante la vía asciende por un
repecho, entre una vieja noguera de ramas desnudas, a nuestra izquierda, y un
farallón rocoso a la derecha. Desde este punto se advierte un puntal pétreo
correspondiente a un mirador de los varios que pueden encontrarse. El camino se
estrecha hasta hacerse senda y desciende para ascender de nuevo, hasta unas
señales verticales bajo el roquedo de la margen izquierda. Las señales de pala
allí colocadas indican las distintas direcciones: El Cuervo, sur, de donde
vengo. Alobras, oeste, pasando bajo el mirador; Estrechos del Ebrón, norte, la
dirección que sigo. Por encima de los indicadores el caminante podrá observar
una planta trepadora, variedad de hiedra que está colonizando la verticalidad
de la roca, cual gigantesco tapiz vegetal. En este punto se halla el límite municipal entre El Cuervo y Tormón pues desde el siguiente puente ya estaremos en Tormón, Estrechos del Cañamar incluidos.
Detalle de chopos en la ribera del Ebrón, por encima del "Pozo de la Hoya" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle de pontón sobre el río Ebrón, por encima del "Pozo de la Hoya" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
La trocha parece bifurcarse en
este punto, un ramal asciende por la ladera en dirección a los Estrechos del Cañamar, mientras que otro baja hasta casi el nivel del río, para cruzarlo poco
más adelante por un puente de madera, ascendiendo enseguida por la ladera
opuesta, camino del mirador. A los pies del mirador discurre la rambla de Alobras, cauce habitualmente seco que drena las
vertientes meridionales de aquel término, rindiendo sus aguas al Ebrón en este
punto. De vuelta del mirador hay que retomar la senda que ascendía por la derecha
para descender de nuevo poco más adelante. Antes de la bajada, volviendo atrás
la mirada puede verse con cierta perspectiva como la hiedra trepadora de la que
decía asciende por la verticalidad del peñasco, cubriéndolo casi por completo.
Hay que concentrarse para atender a la bajada, que resulta algo
brusca, para encarar después un largo puente de madera. Algunos de estos
puentes y pasaderas que vengo nombrando son el resultado del Programa de
Desarrollo Rural de Aragón 2007-2013, financiados con el Fondo Europeo Agrícola
de Desarrollo Rural: una prueba de que Europa invierte en Zonas Rurales, aunque
sea poco. Hay que reconocer, sin embargo, que el viaducto tiene entidad: es bello, sólido y está bien
construido. Cruzo al otro lado, margen derecha del río, para internarme
propiamente en los Estrechos del Cañamar, situados una cincuenta de metros más
adelante.
La idea de hacer y divulgar esta ruta de los Estrechos del Ebrón parece que partió de El Cuervo; Tormón aceptó el reto y acordaron que cada municipio se encargara de diseñar, adaptar y buscar las ayudas necesarias para financiar su tramo. El más costoso, sin embargo, es el de Tormón, que como digo comienza en el puente previo a los Estrechos del Cañamar, donde se hallan las pasaderas colgantes.
La idea de hacer y divulgar esta ruta de los Estrechos del Ebrón parece que partió de El Cuervo; Tormón aceptó el reto y acordaron que cada municipio se encargara de diseñar, adaptar y buscar las ayudas necesarias para financiar su tramo. El más costoso, sin embargo, es el de Tormón, que como digo comienza en el puente previo a los Estrechos del Cañamar, donde se hallan las pasaderas colgantes.
El paso de los Estrechos del
Ebrón en este punto se acomete mediante unas pasaderas metálicas engazadas en
la roca viva del monte, dispuestas sobre la margen derecha, a pocos palmos sobre el cauce. El río se estrecha aquí
considerablemente, mostrando una singular cañón de paredes verticales cortadas
a pico. Las pasaderas son cómodas de transitar –y bastante seguras-, en lo que
colaboran las barandas que protegen la parte que da sobre el río y el cable de
acero sujeto a la roca, sirga que acompañará al caminante durante todo el
trayecto de pasadera. Merece la pena detenerse, sin embargo, para observar el
estrechamiento del cauce y la claridad de sus aguas, que forma pozas de
distinta profundidad en varios puntos de la cuenca. En mi infancia, siendo
verano cruzábamos estos estrechos caminando sobre el lecho del río, con el agua
hasta la cintura, incluso más arriba. Entonces no había pasaderas -más allá de
cuatro grandes piedras en algunos lugares de vadeo-: estoy diciendo de finales
de los años cincuenta del pasado siglo. El concepto de Ruta de los Estrechos
del Ebrón estaba todavía lejos... Si nos fijamos veremos como algunos árboles y
arbustos crecen en las rendijas de las rocas, manteniendo posiciones
inverosímiles. El lugar tiene algo de misterioso, por la penumbra y el
prolongado sonido del agua. El caminante puede tener la sensación de estar
profanando un lugar sagrado y recóndito de la naturaleza. Dada la estación y la
hora del día –mi excursión, como decía, fue el primer día de enero-, pude ver
largos carámbanos de hielo enganchados de las rocas, estalactitas resultantes del agua que
chorrea de la cima, y de la heladas nocturnas.
Detalle de cornisa rocosa en el "Pozo de la Campana" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle de cornisa rocosa en el "Pozo de la Campana" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Las pasaderas metálicas continúan un buen trecho, suben y bajan sobre el lecho del río, acomodadas a la escabrosidad del terreno, hasta un punto en que el cauce se abre de nuevo a la luz. El camino discurre por la somera ladera derecha del río, pasando entre la roca del monte y algunos pinos y sabinas que crecen en el declive, cuyas raíces más superficiales aprovechan de atoques y escalones en el trayecto del sendero.
De los Estrechos
del Cañamar al pontón metálico.
Poco más adelante hay que cruzar
de nuevo el río por otro puente de madera; el puente permanece amarrado a la
roca mediante un cable de acero. El sendero se ensancha en la otra ribera,
discurriendo por un claro, pasa junto a una añosa sabina a la mano
izquierda, a cuyos pies puede verse un panel informativo sobre la sabina albar, sus características y propiedades. Me gusta leer la
información que contienen las tablas, de forma breve ilustran al caminante
acerca de los lugares por donde pasa, de lo que va viendo. El panel lleva por
título genérico -Una veterana de la resistencia-, el primer epígrafe dice:
- Una sabina peculiar: En Aragón crecen tres distintas especies de sabinas. Una de ellas, la sabina albar (Juniperus thurifera), a la que pertenece este ejemplar, puede distinguirse por sus frutos que, de ser inicialmente de color verde, van adquiriendo posteriormente un peculiar tono azulado oscuro. Además es la única que puede presentar un porte arbóreo, llegando a alcanzar incluso los 12 metros de altura./ Con el resto de las sabinas comparte el color ceniciento de su corteza, el aspecto escamado de sus hojas perennes, que recuerdan bastante a las del ciprés, su color verde-azulado y característico tacto áspero.
Detalle de puente por encima del "Pozo de la Campana" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle de laja de piedra por encima del "Pozo de la Campana" en El Cuervo (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Durante el trayecto pueden
observarse muchas sabinas de la misma especie que la descrita, alternando con
pinos, enebros y matas de romero. El ejemplar que tengo al lado es una sabina
hembra, lo que resulta evidente por los frutillos globosos que muestran sus
ramas, denominados trabinas. Dentro de los gálbulos se hallan las semillas,
suele contener tres. Sigo leyendo el texto del panel, cuyo segundo epígrafe
-Resistencia a toda prueba-, dice:
- Esta sabina tal vez sea el árbol más distintivo de la comarca, en la que hasta no hace muchos años formaba extensos bosques. Gracias a su perfecta adaptación a las condiciones extremas del clima, y resistiendo el intenso pastoreo al que se ha visto sometida a través de los siglos, esta especie resulta muy frecuente en las tierras altas de la provincia de Teruel, aunque también se da de manera habitual en las áridas parameras de la Depresión del Ebro. Otra de las singularidades de esta especie es su lentísimo ritmo de crecimiento que, junto a su gran longevidad, la suele convertir en una auténtica “veterana” entre los árboles del entorno.
La sabinas –árboles protegidos-
son también muy frecuentes en las zonas altas del Rincón de Ademuz, comarca
valenciana vecina, situada entre Cuenta y Teruel. Los ejemplares más robustos y
antiguos se hallan en Puebla de San Miguel, al noreste del término, partida de
Las Blancas, nombre con el que se conoce el lugar donde proliferan estos
árboles centenarios.[4]
En un tercer epígrafe del panel –Usos y construcciones-, puede leerse:
- Debido a su cercana y abundante presencia, esta especie ha sido utilizada desde antiguo por el ser humano para multitud de usos. Así, el cocimiento de sus ramas era un buen remedio para calmar los dolores del aparato digestivo, aunque debía ingerirse en una cantidad mínima pues en realidad es muy tóxica, por lo que también llegó a utilizarse como planta abortiva./ Su madera, cuya mayor virtud es su gran dificultad para pudrirse, fue empleada ya desde hace siglos para la construcción del armazón de las embarcaciones asó como para fabricar bastones y colmenas.
Respecto a las propiedades
terapéuticas de las sabinas, cabe decir que la esencia de sabina se utilizó
desde la antigüedad, tanto la resultante de los gálbulos como la de sumidades
tiernas, teniendo como principal característica ser muy irritante a la piel, y
a las mucosas. Aunque por tradición se la considera abortiva, en realidad
carece de acción específica sobre el útero, ya que congestiona todo el bajo
vientre, pudiendo resultar de este efecto el aborto, pero a costa de amenazar
la vida de la parturienta, ya que resulta venenosa tanto para la mujer como
para el feto.[5]
Poco más adelante el camino hace un giro a la derecha, aunque sigue paralelo al cauce, quedando a la diestra del caminante una singular formación rocosa piramidal que a esta hora del día ilumina de pleno el sol poniente. Las laderas de las pedregosas vertientes de la montaña, cubiertas de grandes pinos laricios y sabinas albares, se ensanchan en este punto formando un amplio anfiteatro. Los pinos laricios -también nombrados como salgareños y negrales- se distinguen porque las ramas de sus copas crecen horizontalmente al tronco, además de por su corteza grisácea, cenicienta. El camino discurre por un somero bosquecillo para enfilar un resalte rocoso en la margen izquierda del río. Aquí desaparece literalmente el sendero, convirtiéndose la senda en una experiencia de escalada. Hay que bajar con sumo cuidado, apoyándose en unos peldaños de hierro existentes sobre la vertical del peñasco: bajaremos asidos al cable de acero que hay por encima de las pasaderas.
Detalle de puente sobre el río Ebrón en Tormón (Teruel), camino de los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle de la entrada a los "Estrechos del Cañamar" en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle de escala metálica en los "Estrechos del Cañamar" en Tormón (Teruel), 2017. |
Poco más adelante el camino hace un giro a la derecha, aunque sigue paralelo al cauce, quedando a la diestra del caminante una singular formación rocosa piramidal que a esta hora del día ilumina de pleno el sol poniente. Las laderas de las pedregosas vertientes de la montaña, cubiertas de grandes pinos laricios y sabinas albares, se ensanchan en este punto formando un amplio anfiteatro. Los pinos laricios -también nombrados como salgareños y negrales- se distinguen porque las ramas de sus copas crecen horizontalmente al tronco, además de por su corteza grisácea, cenicienta. El camino discurre por un somero bosquecillo para enfilar un resalte rocoso en la margen izquierda del río. Aquí desaparece literalmente el sendero, convirtiéndose la senda en una experiencia de escalada. Hay que bajar con sumo cuidado, apoyándose en unos peldaños de hierro existentes sobre la vertical del peñasco: bajaremos asidos al cable de acero que hay por encima de las pasaderas.
Cabe concentrarse, sin embargo, en la bajada;
aunque corta, puede resultar peliaguda para las personas menos diestras en este
tipo de marchas. Los peldaños llegan hasta el sendero, que continúa por la
ribera, entre una hiera de chopos y una antigua acequia, hasta un punto poco
más adelante en que de nuevo hay que cruzar el río a la margen derecha -esta vez por un pontón
metálico pintado de verde-: el piso es seguro, de gruesa rejilla perforada. Aguas arriba
y aguas abajo -desde el pontón-, el elemento líquido se muestra
extraordinariamente claro -límpido, cristalino, transparente- discurriendo sobre su lecho de rocas
y musgo con un suavísimo murmullo.
Detalle del cauce del río Ebrón en los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Como otros tantos vistos más abajo, este pontón metálico se
hallaba amarrado por un cable de acero al sólido tronco de una sabina que crece
en la margen derecha. Desde este punto el camino se alarga por un sendero
pedregoso, ascendiendo por la ladera, alejándose progresivamente del cauce.
Aquí comienza la parte montañosa de la ruta de los Estrechos del río Ebrón
-digamos la parte más aérea y paisajística-, camino del Puente de la Fonseca y
la Cascada de Calicanto, ya en las proximidades de Tormón. En mi excursión de
aquel día ascendí un trecho por el sendero, hasta un alcorcito rocoso donde el
camino gira bruscamente a la izquierda. Sentado en una piedra llana almorcé con gran placer el
bocadillo que llevaba, al tiempo que degustaba el espectáculo
de la naturaleza. Para pasar el bocadillo bebí algo de vino, guardando el agua
para calmar la sed. De postre comí una deliciosa manzana, sin pelar, a
mordiscos. Vale.
De la Real Academia de Cultura
Valenciana (RACV).
Continúa en:
[1] SÁNCHEZ GARZÓN,
Alfredo (2000). Aproximación histórica a la villa de El Cuervo y su
parroquial, Edita Ayuntamiento de El Cuervo (Teruel), Valencia.
[2] ID. La Ermita de San Pedro en El Cuervo (Teruel), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del domingo 2 de septiembre de 2012.
[3] ID. El Santuario de Fátima y la Cruz de Peña Blanca en el Cuervo (Teruel), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del jueves 26 de agosto de 2021.
[4] ID. El sabinas de “Las Blancas” en Puebla de San Miguel, en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 15 de septiembre de 2014.
[5] FONT QUER, Pío (1993). Plantas
medicinales. El Dioscórides renovado, Editorial Labor, S.A., Barcelona,
tomo I, pp. 86-88.
-- GALERÍA FOTOGRÁFICA --
Detalle de escala y pasarela sobre el cauce del río Ebrón en los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle de pasarela sobre el cauce del río Ebrón en los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle de pasarela sobre el cauce del río Ebrón en los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle del camino a la salida de los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle de escala y pasarela sobre el cauce del río Ebrón a la salida de los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle del camino a la salida de los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle del camino a la salida de los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle de pontón sobre el cauce del río Ebrón por encima de los "Estrechos del Cañamar", en Tormón (Teruel), 2017. |
Detalle del cauce y riberas del río Ebrón en Tormón (Teruel), por encima los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle del cauce y riberas del río Ebrón en Tormón (Teruel), por encima los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Detalle del cauce y riberas del río Ebrón en Tormón (Teruel), por encima los "Estrechos del Cañamar" (2017). |
Tienda Carpones
ResponderEliminarEn plena naturaleza podremos encontrar un lugar tranquilo en algún rio que sea propicio para ello y llevar a cabo la pesca deportiva. Así tendremos la suerte de encontrar alguna pieza de carpa o siluro que se encuentra a lo largo de nuestra geografía. Eso sí contando con un buen material de pesca que nos haga disfrutar de la actividad.