ENTRADAS 2022

sábado, 2 de junio de 2018

LA FUENTE DE SESGA.


A propósito de una visita al lugar, situado en los confines sur orientales del
Rincón de Ademuz.



“El agua es pura y cristalina.
Metes la mano en ella y notas que se te va helando paulatinamente”
-Francisco Candel, Viaje al Rincón de Ademuz (1977)-.











Palabras previas.
Sesga es una pedanía de pocos habitantes en los confines sur-orientales del término de Ademuz, municipio del valenciano Rincón de Ademuz. La aldea se halla en plena Sierra de Tortajada, sistema de montes situados en las estribaciones meridionales del macizo de Javalambre.


He estado en Sesga en incontables ocasiones, la última con motivo del entierro de mi amigo Fermín Luz Yuste (1927-2017), que falleció en diciembre. El señor Fermín era un hombre singular, pastor de profesión, cestero de vocación y persona entrañable con el que pasé largas horas charlando. Era la memoria viva de la aldea, hasta el punto que su desaparación marcará un antes y un después en la historia del lugar.[1]

No puedo recordar cuándo fue la primera vez que estuve en Sesga, pero sí recuerdo que desde un principio el lugar me cautivó, con su humilde caserío en la cota baja del cerro sobre el que asienta, orientado al poniente, entre la iglesia y la fuente. El propio topónimo y su ubicación evocan la quietud, la paz sosegada. Mis impresiones acerca del lugar las plasmé hace años en un artículo –Sesga, aldea de Ademuz-: el texto forma parte del primer volumen de la serie Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz (2007).[2]

Habrá quien crea que en Sesga no hay nada de interés; obviamente se equivoca quien así piense. Sesga posee una notable iglesia del siglo XVI –la Inmaculada Concepción-, uno de los templos más antiguos y singulares de la comarca. El caserío posee valiosas muestras de arquitectura tradicional (vernacular), cuyas vías estuvieron antaño empedradas -hoy cubiertas de cemento, pero no sin gusto-. El lugar conserva una escuela pública del primer franquismo, con sus pupitres originales, tarima, encerados, mapas, cuadros y estufa. Tiene también un curioso cementerio en una ladera pedregosa, por encima de las eras y pajares: en su depósito se conservan dos ejemplares de “cajones de muertos” empleados antaño para llevar a los difuntos hasta el camposanto, cuando las inhumaciones se realizaban con una simple mortaja de sábana, sin féretro.[3] Sesga tiene también una fuente -situada en el extremo meridional del caserío, junto al lavadero comunal-: famosa en la comarca por las calidad de sus aguas. El lugar se completa con una antigua tejería, muestra singular de la alfarería preindustrial.

La entrada de hoy se refiere a la Fuente de Sesga, fontana de la que mana “un agua helada, fantástica, deliciosa” –como escribiera Candel (1977). La fuente-abrevador, junto con el lavadero público constituyen elementos de la “arquitectura del Agua”. Por su proximidad, diré también de la tejería, integrada en la “arquitectura del Fuego”.[4]

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Fuente de Sesga (Ademuz, Valencia),
vista fronto-lateral izquierda con detalle del pilón y el abrevadero (2018).


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Fuente de Sesga (Ademuz, Valencia),
con detalle del pilón los abrevaderos y la "ventanica" (2018).

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Fuente de Sesga (Ademuz, Valencia),
con detalle del pilón, los abrevaderos y el lavadero público (2018).

Reseña histórica: una fuente fundacional.
Carecemos de referencias históricas respecto de la fuente de Sesga, aunque resulta evidente que el caserío se fundó y creció al murmullo del manantial. En su comienzos, el lugar debió ser una simple masía, conjunto de casas construidas para dar cobijo a las personas que laboraban las fincas del entorno, evitando tener que desplazarse desde la villa. La población humana debió asentarse en torno de la fuente, posteriormente se fundó la iglesia (primero como ermita), para atender las necesidades religiosas y espirituales del creciente número de sus pobladores.

En principio la iglesia dependió del curato de Ademuz, como el resto de sus aldeas (Mas del Olmo, Casasaltas, Casasbajas, El Soto, La Veguilla y Val de la Sabina); más tarde, ya en el siglo XVII, tuvo vicario propio. Según relata el obispo de Segorbe –fray Francisco Gavaldá Guasch (1589-1660)-, inicialmente las aldeas de Ademuz estuvieron servidas por un solo rector, hasta que en su última visita (1656) nombró un rector-vicario para Sesga y Mas del Olmo, “con dote suficiente y obligación de residencia”.[5] Del tiempo del obispo Gavaldá se conserva un documento correspondiente a unas capitulaciones matrimoniales (1658) entre un hijo de Sesga (Vicente Tortajada) y una doncella de Casasbajas (Agustina Antón).[6] Las relaciones entre Sesga y Casasbajas fueron siempre intensas, sin duda favorecidas por la existencia de una comunicación directa entre ambas poblaciones, vía el Rento de Sesga.

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Iglesia parroquial de Sesga (Ademuz, Valencia), vista fronto-lateral izquierda con detalle de la espadaña (2018).


La actual distribución del caserío hace pensar que inicialmente hubo una población dispersa en distintos puntos del entorno, para acabar recogiéndose entre la fuente y la iglesia, donde se concentran la mayoría de las construcciones. El desarrollo de la aldea corrió parejo al del resto de localidades comarcanas, incrementándose progresivamente desde finales del siglo XVIII-principios del siglo XIX, al amparo de lo que se conoce como periodo de expansión agrícola, que abarca todo el Ochocientos y principios del Novecientos, cuando el Rincón de Ademuz alcanza su clímax poblacional (1920, con 11.194 habitantes).

A finales del siglo XVIII, el botánico Cavanilles (1745-1804) reseña la aldea de Sesga en sus “Observaciones” (1797). La vincula a la villa de Ademuz, emplazándola en el extremo sur oriental de su particular mapa de la comarca.[7] Un mapa redondeado, sin duda muy curioso. Madoz recoge también el nombre de Sesga en su “Diccionario” (1847), situando el lugarcillo entre las aldeas de Ademuz, en posición oriental respecto de la misma.[8] Ninguno de estos autores visitó nunca la aldea sesgueña, tampoco Cavanilles, aunque el ilustrado naturalista valenciano sí estuvo en la zona, recorrió una parte del sector occidental  y pasó por algunas de las villas y lugares: Vallanca, Castielfabib, Los Santos, Torrebaja, Ademuz y vuelta a Vallanca.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX, Sesga parece permanecer al margen de la historia, siguiendo su propio devenir, un desarrollo pequeño, solitario, aislado. Sin embargo, las comunicaciones con los pueblos y aldeas de su entorno fueron siempre intensas, particularmente con Mas del Olmo y Val de la Sabina, las aldeas de Ademuz más próximas, asimismo que con sus pueblos vecinos, Puebla de San Miguel y Casasbajas. Para moler el grano acudían al molino de los Cuchillos. Aunque las vías de comunicación con estas poblaciones y lugares fueron siempre precarias, simples caminos de herradura. En Sesga no se usaban los carros, tampoco las bicicletas ni las motos, mucho menos los coches.

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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia), detalle de arquitectura tradicional (vernacular), 2018.


El médico acudía desde Ademuz con su cabalgadura y un espolique, cuando lo tenía. Aunque los médicos no solían ir por la aldea: Cuando venían, mal asunto..., porque el paciente se moría.[9] En Sesga hubo practicante antes de la guerra civil, después iba el de Mas del Olmo. El cura también tuvo casa en Sesga, pero desde los años treinta estuvo atendida por el párroco de Puebla de San Miguel, el mismo que iba a Mas del Olmo. El maestro, sin embargo, vivió siempre en la aldea. Uno de los últimos docentes que tuvo se casó con una señora de Casasbajas, el matrimonio residía toda la semana en la localidad, donde tenía derecho a casa, pero los fines de semana la pareja se bajaba a Casasbajas. Bajaban por el camino del rento, que comienza donde la iglesia y continúa por la vega, haciendo una ruta de dos horas largas de marcha caminando. El lunes por la mañana subían de nuevo, a pasar la semana.

Las comunicaciones de Sesga con su entorno comenzaron a mejorar en la posguerra (años 1945-47), con la construcción de la carretera de Losilla a Puebla de San Miguel, vía Hoya de la Carrasca. Muchos jóvenes de la aldea trabajaron en su construcción, haciendo todos los días dos horas de marcha al tajo y otras tantas de vuelta a casa. Los primeros vehículos a motor llegaron a Sesga en la primera mitad de los cincuenta, siguiendo la pista que nace de la carretera de Losilla, poco antes de arribar ésta a Puebla de San Miguel.

Además de la iglesia, el cementerio (que inicialmente estuvo adosado al muro del evangelio del templo), la fuente y el lavadero, los espacios comunes más populares de la aldea eran el ayuntamiento y la barbería, locales junto a la escuela situados encima del horno de pan cocer.

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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia),
con detalle del edificio del horno, ayuntamiento-barbería y escuela a la izquierda (2018).


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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia), con detalle de fachada enlucida y jalbegada, ejemplo de restauración extemporánea (2018).


La historia de Sesga entra en la literatura de la mano de Luis B. Lluch Garín (1907-1986), abogado, escritor, periodista y académico valenciano, presidente de la Cofradía del Santo Cáliz de la Cena. Mediados los años cincuenta (agosto de 1957), el escritor visitó Sesga en compañía del párroco de Torrebaja (don Antonio Martínez Gabalda). Para su excursión partieron de Torrebaja en la madrugada, siguieron el camino de Los Molares y El Cerrellar, y tras cuatro horas largas de marcha arribaron a Sesga.[10] Entraron por la parte de las eras, unas “eras blancas sobre las que duermen los rulos de piedra”. En su recorrido pasearon por el lugar, “sus casas silenciosas, como abandonadas”, percibiendo un fuerte “olor de campo y de cuadra”. Sus callejones empedrados y en pendiente le parecieron al escritor “riachuelos secos por donde corre un aire acuchillado por unas lanzas de sol que se hunden en la calma de la callejuela aprovechando los entrantes y salientes de los cornijales”. Los excursionistas visitaron la iglesia parroquial y la fuente-abrevadero, situada ésta en un extremo de la aldea:
  • A la salida del pueblo hay una fuente. Unas piedras talladas forman un dolmen como una tumba prehistórica levantada en honor de la diosa del agua. una madre y una hija, con sus cántaros a la espera y sus pañuelos blancos en la cabeza, tiene aires de samaritanas junto al pozo de Jacob. [...] Desde lo alto de la ladera (de la fuente) y bajo la sombra húmeda del nogal [...] contemplo a mis pies el racimo de casucas de Sesga con sus tejados alargados y estrechos que vuelcan su albardilla (de ramas) sobre los menudos corrales. En las tapias de piedra, algunas apuntaladas con espeques, se amontona un armazón de bardas secas./ Nada turba este silencio ni la calma de la hora. Unas chicharras cantan lejos del nogal refugiadas en un algarrobo en donde anida con ellas el calor del sol.[11]


Cuando Lluch Garín y su acompañante visitaron Sesga, la aldea estaba poblada por una veintena de familias. Según su relato, tras la comida sestearon en la ladera de la fuente, a la sombra de una noguera, aunque les habían advertido que no lo hicieran, porque su sombra tiene mala fama. En las proximidades de la fuente cantaban unas chicharras “refugiadas en un algarrobo”; obviamente, en Sesga hay chicharras, pero no algarrobos (Ceratonia siliqua).

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Fuente de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle del pilón cubierto y del abrevadero (2018).


Paisaje humano en Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle de mujeres con cántaros en la Fuente de Sesga (1957)
[Foto procedente del Archivo Familiar de Luis B. Lluch Garín (1907-1986)]. 


Mediada la década siguiente (septiembre de 1964), el lugar recibió la visita del escritor casasaltense afincado en Barcelona, Francisco Candel Tortajada (1925-2007), al que acompañaban unos amigos catalanes. Los caminantes, que procedían de Puebla de San Miguel y se dirigían a Casas Altas, vía Casas Bajas, recorrieron la aldea, dejando constancia de sus “callejas empedradas y en pendiente”, percibiendo la soledad propia de un lugar triste y sin niños. Observaron también muchas casas abandonadas, efecto de la creciente emigración, una emigración sin billete de vuelta. Comieron en la posada, que era la casa del alcalde y después se acercaron hasta la fuente:
  • Antes de marchar del pueblo vamos a la fuente. Es una fuente que tiene fama en todo el contorno y es el orgullo de la aldea. Se trata de una fama merecida. Tiene dos caños. Sólo brota agua de uno a causa de la inmensa y persistente sequía de todo el año. Es un agua helada, fantástica, deliciosa. La alberca que la recibe tiene un mágico fondo verde. El agua es purísima y cristalina. Metes la mano en ella y notas que se te va helando paulatinamente. Encima de los caños, unas piedras talladas forman como un dolmen.[12]


Resulta evidente que Candel conoció el texto de Lluch Garín, pues alude a las “piedras talladas como un dolmen” que forman la cobertura del pilón de la fuente, una de las características del hontanar. Ambos autores percibieron las mismas sensaciones, aunque su relato es distinto: Lluch Garín más literario y poético, Candel más parco y realista.

Dos años después la aldea recibió la visita del periodista valenciano Rafael Roca Miquel (1966). El reportero procede de Alpuente y a tenor del relato vemos quedo prendado de aquellos parajes tan bellos y solitarios, subrayando la angostura de sus quebradas y la variedad de su fauna y flora. Sesga censaba entonces una veintena de habitantes y carecía de servicios tan elementales como el agua corriente y la electricidad. Las comunicaciones con las poblaciones aledañas se realizaban todavía por malos caminos de herradura, siendo el mejor una especie de carril que los propios vecinos habían labrado entre su aldea y la carretera de Losilla a Puebla de San Miguel.[13]

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Fuente de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle del pilón cubierto y del abrevadero (2018).

La siguiente reseña bibliográfica de Sesga data de finales de los años noventa (1998), está en una obra de la escritora Mª Ángeles Arazo (Valencia, 1931) y el fotógrafo Francesc Jarque (1940-2016). Han pasado una treintena de años, pero la situación de la aldea no ha mejorado en absoluto. Sigue siendo un lugar solitario y humilde, “tan humilde que las mujeres aún acuden con cántaros a la fuente”.[14] A finales de la centuria pasada, ni el agua corriente ni la electricidad habían llegado a Sesga todavía. Asimismo, el geógrafo Rodrigo Alfonso menciona la fuente de Sesga como una de las más destacables del término de Ademuz, situándola "en su aldea homónima".[15]


Evolución de la población general en Sesga (Ademuz, Valencia).
Año
1986
1991
1996
Habitantes
12
11
15
Tomado de RODRIGO ALFONSO, 1998:57.

Población del Padrón Continuo por Unidad de población a 1 de enero, en Sesga (Ademuz, Valencia).
Año
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017

V

10
11
11
11
12
11
10
10
10
8
M
6
6
6
5
5
5
5
4
4
3

Total

16
17
17
16
17
16
15
14
14
11

Tomado del INe. Elaboración propia (2018).


Camino de Sesga, vía Val de la Sabina.
Para ir a Sesga en coche, desde Ademuz, cabe salir de la villa por el acceso norte de la CN-330a, dirección Teruel. A la entrada del puente del Sotillo hay una señal de carretera con indicación de las distancias a los pueblos y aldeas a los que puede accederse por esta vía –por orden de proximidad-:

Val de la Sabina: 3,5 km
Mas del Olmo: 12 km
Sesga: 12 km
Puebla de San Miguel: 17 km


Hay que cruzar el Turia, vadear la rambla del Val y continuar por la margen derecha del ramblar. La vía se halla en buen estado, no obstante ser un camino rural asfaltado. Poco más adelante –frente a la antigua tejería, gemela de la de Sesga- hay un bifurcación: por la izquierda puede accederse a la variante de la CN-330 (dirección Teruel-Landete), por la derecha iremos a Val de la Sabina. La carreterita que lleva a Val de la Sabina discurre por la media ladera derecha de la rambla, pasa bajo el imponente viaducto de la nacional y continua hasta arribar a la aldea del Val. El trazado es sinuoso, la vía estrecha, pero el piso se halla en buen estado. Cipreses y pinos hacen de protección en el lado del barranco. Al llegar a la aldea hay que franquearla por la parte de la rambla, franquear el cauce y continuar por la ladera frontera, en dirección a Sesga.

El camino de Val de la Sabina a Sesga es penoso, en algún momento estuvo asfaltado pero hoy ha perdido la cobertura en muchos tramos, convirtiéndose en una pista de tierra polvorienta y peligrosa por la ausencia de quitamiedos en las zonas más elevadas y desprotegidas. El paisaje, sin embargo, resulta esplendente, compensando en parte las penurias de la pista. Conforme ascendemos, el panorama se amplía en dirección a los cuatro puntos cardinales. Desde cierta altura comienzan a verse distintas poblaciones comarcanas: Val de la Sabina, Ademuz, Castielfabib, Los Santos, Casas Altas, Casas Bajas... Atravesaremos una zona de barracas de piedra en seco, bellas construcciones levantadas sin aglomerantes, con falsas cúpulas que dejan una somera abertura central. En tiempos subactuales las barracas de piedra se utilizaban como refugios por los agricultores que laboraban sus rebaños en momentos puntuales del ciclo agrario, y por los pastores durante las tormentas.

Pasaremos también frente a los corrales del Tío Picadora, restos de antiguas construcciones ganaderas que quedan a la izquierda de la vía, poco antes de arribar al sabinar. En el sabinar, zona relativamente llana situada poco antes de arribar a la aldea, abundan las sabinas albares, los pinos, los enebros y el monte bajo. Sobrepasado el desvío que lleva al cementerio, tras un tramo de bajada con curvas cerradas arribaremos a las eras y pajares de Sesga, donde pueden verse abundantes muestras de arquitectura tradicional (vernacular).

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Paisaje rural desde el camino de Sesga (Ademuz, Valencia), con detalle de antiguos corrales y parideras (2018).


A la entrada de Sesga hay un pilón de obra encalado, en su hornacina se alojan unos bellos ladrillos cerámicos con la imagen de Santa Bárbara. Antaño, algunos aldeanos devotos, cuando pasaban a la vera del pilón rezaban a modo de oración: Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita, padrenuestro amén Jesús. Hoy nadie ruega a la santa y fuera de los lugareños pocos saben la advocación del casilicio. El camino que venimos siguiendo continúa por la izquierda, se trata de una pista de tierra que lleva a Puebla de San Miguel. Sin embargo, para visitar la aldea debemos proseguir por la derecha, un cartel con grandes letras en una fachada nos advierte que estamos en Sesga. Entramos así en el primer núcleo de casas del lugar, situadas sólo en la margen izquierda de una calle cementada. Al fondo se halla la iglesia parroquial, cuya fachada mira a la vega. El camino que nace a la derecha, frente al templo, baja hasta las zonas de cultivo del antiguo rento de Sesga, en dirección a Casas Bajas. Al comienzo del camino, inmediatamente por debajo de la iglesia, hay una fuente-abrevadero construida en los años cincuenta.

La iglesia parroquial de Sesga se halla bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, su fábrica es antigua (siglo XVI), orientada de este (cabecera) a oeste (pies). La fachada principal mira hacia poniente, posee una puerta de madera con clavos, enmarcada en una arco recto con dovelas labradas. Sobre la entrada luce una espadaña de dos vanos, cada uno con su bronce. Tiene atrio interior y coro alto a los pies y una nave única con cobertura a dos aguas, con el presbiterio al fondo, bajo una notable cúpula de cobertura a cuatro aguas (siglo XVIII). En el exterior del templo, lado de la epístola, hay un somero jardincillo con el busto de un personaje local: Salvador Pastor Pastor. Un clérigo natural de la aldea que impulsó la rehabilitación del templo y una asociación vecinal: ¡Sesga Vive!

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Iglesia parroquial de Sesga (Ademuz, Valencia),
vista fronto-lateral izquierda con detalle de la entrada (2018).


En el mismo lado del jardincito se halla la plaza, donde crecen frondosos árboles de sombra. Al fondo se halla el frontón de pelota en cuyo frontis vemos escrito un cartel con el nombre de la aldea en grandes letras: SESGA. Según se indica nos hallamos a 1.180 metros de altitud. Frente al frontón hay un panel con texto e imágenes ilustrando acerca del lugar y la arquitectura popular del Rincón de Ademuz:
  • Ruta por el patrimonio rural de Sesga. La aldea de Sesga, dependiente del vecino Ademuz, es una pequeña comunidad de montaña situada en las faldas de la sierra de Tortajada. Debido al secular aislamiento y despoblación que ha sufrido esta pedanía –la luz, por ejemplo, se instaló en 2001-, Sesga mantiene conservada en el tiempo su primitiva identidad rural, como así se refleja en el patrimonio edificado que configura su casco urbano. Es precisamente esta pervivencia de formas y prácticas constructivas tradicionales, lo que confiere singularidad a Sesga, ofreciéndose al visitante como aula o museo abierto de la arquitectura vernácula del Rincón de Ademuz./ Te proponemos un interesante y pedagógico recorrido por algunos de los lugares tradicionales más emblemáticos de la aldea. Esta invitación consiste en un atractivo paseo de investigación por sus rincones y callejuelas con el que poder descubrir por ti mismo la arquitectura vernácula ademucense. A tu albedrío, tan solo acompañado por las explicaciones didácticas que existen en cada una de las distintas paradas que se han habilitado en este recorrido urbano, percibirás la esencia perenne de un mundo aldeano y cotidiano que ha perdurado inalterado durante siglos en este recóndito pueblecito de la montaña valenciana.

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Panel el la plaza de la Iglesia de Sesga, relativo a la arquitectura popular del Rincón de Ademuz. Ruta por el patrimonio rural de Sesga (Ademuz, Valencia), 2018.

En el centro del panel hay varias fotografías del lugar (un pajar, la escuela, el horno de yeso del cementerio, corrales o pajares, la tejería, la fuente y el abrevadero). En el margen derecho hay dibujado un plano del lugar con la situación de los principales elementos que pretenden mostrarse: arquitectura del Fuego, arquitectura de la Tierra, arquitectura del Agua. El texto del panel pretende ser amable, cercano y pedagógico, y creo que lo consigue, pero a mi entender le sobra el tuteo. En estos "tiempos líquidos" parece que todo vale...

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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz,
Valencia), detalle de muro de piedra en la entrada del núcleo principal del caserío (2018).


Nos dirigimos al centro de la aldea por un camino cementado que discurre junto a un magnífico muro de piedra, con arbustos de romero en flor en la parte alta. Por encima del muro hay un área de recreo infantil. En ese mismo lado, poco más adelante hay un conjunto de edificios comunales: el horno de pan cocer en la planta baja, el ayuntamiento-barbería y la escuela en la parte alta. Construir la escuela encima del horno tenía su sentido, se aprovechaba más el calor. A la planta superior se accede por un tramo externo de escaleras con baranda de hierro en el balcón corrido. La escuela fue restaurada, conserva los elementos propios de una clase de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo: pupitres, mesa del maestro, estufa de leña, encerados, mapas, cuadros... La escuela era una clase mixta donde se daban cita los niños y niñas de la aldea. En su tiempo los alumnos fueron muy numerosos, aunque el aula sólo se llenaba cuando llovía o nevaba.

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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle del antiguo lagar en la confluencia de dos calles (2018).

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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle del antiguo lagar en la confluencia de dos calles (2018).

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Detalle de panel informativo: arquitectura del Agua: El cubo, Sesga (2018).


Poco más adelante la calle se bifurca, una por arriba (izquierda) y otra por abajo (derecha). En el centro hubo un conjunto de edificios que hoy son una montaña de escombros. En la parte anterior había un lagar, junto a un panel ilustrativo –arquitectura del Agua: El cubo:
  • Los cubos o lagares son depósitos de obra en los que se procedía al pisado de la uva y se fermentaba el mosto antes de meterlo en el tonel. Podían forma parte de las dependencias de una o más viviendas familiares o constituirse como un edifico único de varias plantas, para tener acceso tanto en su parte superior para pisar la uva como inferior para obtener el mosto./ Solían estar construidos con muros de mampostería y revestidos con baldosas de cerámica en el fondo y laterales, con juntas pequeñas, para evitar que el mosto se filtrase. Normalmente eran de sección circular, aunque también las encontramos de sección cuadrada e incluso ovoidal o poligonal./ El arruinado cubo de Sesga era de planta cuadrada y su ubicación, en el extremo de una alineación de casas entre dos niveles de calles, permitía de forma natural el acceso a las dos partes del lagar.[16]


Toda la manzana, desde el lagar hasta las casas del fondo, forma un ingente montón de escombros. Los solares deben tener sus dueños, pero sería estupendo poder descombrar el lugar y despejarlo. Continuamos nuestro recorrido por la calle inferior, la zona se ve aseada, el piso cementado con cierto gusto. Algunas fachadas de casas permanecen como antaño, otras han sido restauradas con más o menos respeto a la idiosincrasia constructiva del lugar. Las menos afortunadas han sido recubiertas con un simple revoco de cemento crudo.

Poco más adelante de la que fuera la vivienda de Fermín Luz y Presentación Pastor nace una calle en cuesta por la que se accede a la placeta de los Olmos, donde se halla el centro social “San Roque”. Continuamos por la calle de abajo, en dirección a la fuente y el lavadero de Sesga. Finalmente la vía se abre a una especie de placeta de forma irregular, en la parte de las casas (izquierda) hay una monumental noguera, la fuente-abrevadero y el lavadero quedan en la parte baja (derecha). En la ladera de enfrente, por encima de la fuente, hay un horno-tejería; el desnivel lo salva un paredón de piedra, similar al que hay frente al abrevador.

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Paisaje urbano en Sesga (Ademuz, Valencia), camino de la Fuente (2018).


La fuente-abrevador y el lavadero de Sesga.
La fuente de Sesga tiene un aspecto singular, vista por detrás, la parte del manantial imita una grupa, algo a lo que subirse. Por delante, sin embargo, semeja un monumento megalítico. El pilón se halla cubierto por una gran losa plana sujeta por dos puntales de piedra tallada, que Lluch Garín (1957) y Candel (1964) califican de dolmen. Entre las columnas y la losa de la cobertura hay un madero a modo zapata.

La fuente posee dos caños, de ambos mana agua, resultado quizá de que la primavera está siendo muy lluviosa. En ocasiones anteriores, sin embargo, sólo he visto manar agua de uno. El agua es tan clara que invita a beberla. Un agua fresca, casi helada y de agradable paladar. La pila vierte por una escotadura frontal a un amplio abrevadero situado a nivel del suelo, los muretes laterales lo forman amplias piezas de piedra caliza labrada. Tras el primer abrevadero hay otro más estrecho y ligeramente descentrado hacia la parte de arriba. El segundo aguadero fue construido en fecha posterior (años 30 del siglo XX), quizá por haber aumentado la cabaña ganadera. Los muretes del segundo abrevador son de mampostería enlucida de cemento.

Sin embargo, lo más curioso de la fuente de Sesga es la “ventanica”, una estructura cuadrangular existente entre ambos abrevaderos. La denominada “ventanica” posee una acanaladura lateral (en la parte lateral superior) que permite el paso de agua del primer abrevadero al segundo. Posee también dos hendeduras en los laterales, por donde le entra el agua sobrante de ambos aguaderos. Además, tiene un desagüe en un lateral, canalización subterránea que lleva el agua al lavadero.


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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia),
vista general del complejo de la fuente, con el abrevador, el lavadero y la tejería (2018).


De tan ingeniosa estructura hidráulica dice un panel situado en la ladera. arquitectura del Agua: La fuente-abrevadero-lavadero-batán:
  • Estas tres construcciones relacionadas con el paso del agua suelen aparecer a menudo asociadas entre sí. Así sucede en Sesga, donde encontramos este interesante conjunto hidráulico integrado por la fuente, abrevadero, lavadero cubierto y batán./ Aunque ha sufrido una moderna transformación a mediados del siglo pasado, su trascendencia en la vida social de la aldea facilitó rápidamente su incorporación al paisaje costumbrista local./ De este modo se fueron sustituyendo los antiguos gamellones hechos con troncos de árbol vaciados, en los que abrevaban los ganados, por canales de obra remozados con mortero. Lo mismo sucedió en 1952 con el lavadero, creándose una pila de cemento elevada para evitar que se tuviera que lavar de rodillas./ Pero la circulación del agua no se detenía en el lavadero sino que continuaba hacia una balsa donde se lavaba la lana y se ponían los mimbres a remojo, y desde allí se dirigía por una nueva canalización hacia una balsa de riego o “balsón”.[17]


El panel muestra en su parte lateral izquierda una sección transversal del conjunto (arriba), y un dibujo en planta –lavadero y fuente-abrevadero (centro y abajo). Respecto del lavadero puede verse que en su centro hay una amplia pila elevada, situada en una cota inferior respecto de la fuente, y que se llenaba con el agua que cae por un conducto subterráneo desde la “ventanica”. En la parte posterior del lavadero hay una balsa semicircular que acumula el agua sucia del lavadero, servía para lavar la lana y para poner los mimbres a remojo. Asimismo, se dibuja la planta de la fuente: pilón cubierto, abrevadores (gamellones), con la “ventanica” o punto de limpieza entre ambos. El primer gamellón es el original, mientras que el segundo se construyó en fecha posterior (años treinta del pasado siglo); en su extremo distal posee una salida de agua o sumidero con tapón para su limpieza rápida.

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Panel informativo: arquitectura del Agua: La fuente-abrevadero-lavadero-batán, Sesga (2018).


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Detalle de la fuente de Sesga (Ademuz, Valencia),
con detalle del abrevadero y el lavadero público al fondo (2018)


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Detalle de la "ventanica" en la fuente de Sesga (2018).

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Detalle de la "ventanica" en la fuente de Sesga (2018).



El agua de la fuente debía permanecer siempre limpia, el pilón donde cae el agua de los caños era el punto de recogida de agua para la casa (bebida, comida, aseo y limpieza), mientras que los gamellones servían de abrevadero para los animales de labor y el ganado. La denominada “ventanica” recogía el agua sobrante para el lavadero, siendo este punto el lugar donde podían hacerse labores de limpieza sin ensuciar el agua de bebida de los animales.

El lavadero de Sesga se halla anexo a la fuente, paralelo al segundo gamellón y en un plano inferior. Se trata de una construcción con muros de mampostería y machones en las esquinas, cubierto a una vertiente. La estructura de la cubierta se basa en grandes vigas de madera con rodillos, tabicas y tejas árabes dispuestas en canal y cobija. Se halla orientado al sur, protegido del cierzo. La parte abierta posee dos machones laterales y uno central dispuesto sobre un murete. La entrada la tiene a la izquierda, con una escalera de varios peldaños que permite acceder al recinto interior donde está la pila. La pila central de cemento está elevada, para evitar tener que arrodillarse para lavar. En la parte posterior posee una repisa para colocar objetos, y una puerta de madera con pestillo metálico en la parte izquierda, por la que se sale a la balsa del batán.


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Lavadero público en Sesga (Ademuz, Valencia),
vista frontal con detalle de los machones (2018).


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Lavadero público de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle de la cobertura, basada en vigas apoyadas sobre machones,
rodillos
desbastados y tabicas (2018).

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Lavadero público de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle de la pila central elevada y machones tomados con argamasa de yeso (2018)


Hasta la llegada del agua potable, la fuente y el lavadero de Sesga constituyeron lugares de encuentro de la vecindad, allí acudían las mozas del pueblo a recoger el agua para la casa mediante cubos, botijos y cántaros, y a dejarse ver por el mocerío masculino. Asimismo, el lavadero era el mentidero de las mujeres que acudían a lavar la ropa de la casa (de la misma forma que la barbería lo era el de los hombres). En el lavadero se lavaba la ropa de vestir y de la casa, pero no se fregaba. La limpieza de los utensilios de cocina (platos, vasos, cubiertos, cacerolas, pucheros...) se realizaba con el agua acarreada de la fuente, pero en casa.


La tejería de Sesga.
Próxima a la fuente y el lavadero se halla la tejería, formada por horno, almacén anexo y pila para el agua. El conjunto forma parte de la arquitectura del Agua –La tejería-:
  • La elección del lugar en que se iba a emplazar la tejería requería una serie de condiciones como la presencia de agua, tierra adecuada para la cocción y un espacio abierto para el desarrollo de los trabajos. Normalmente se ubicaban a las afueras de los pueblos y en un desnivel del terreno que facilitara el acceso tanto al nivel superior como al inferior./ La tejería de Sesga es de planta cuadrada, cubierta con cúpula circular, con boca en el frente para alimentar el fuego y facilitar la carga, y un óculo en la cúpula al que se accede por la parte trasera gracias al desnivel existente. La estructura exterior se construyó con mampostería de piedra del lugar y en el interior se utilizó el ladrillo para el forrado de las paredes del horno. La cúpula recupera de nuevo el uso de la piedra natural que, por aproximación de hiladas, va cerrando el espacio. Finalmente, se remozan las superficies y las juntas interiores con barro que, progresivamente y con las sucesivas hornadas, se va cociendo, adquiriendo una gran consistencia.[18]


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Panel informativo: arquitectura del Fuego: La tejería, Sesga (2018).

El panel que ilustra el conjunto de la tejería muestra a la izquierda unos dibujos: alzado (arriba) y sección (abajo). La salida de humos tenía lugar por la parte superior, muestra la cúpula superior construida por aproximación de lajas de piedra local, como los muros laterales. En el interior se observan las hiladas de ladrillo del revestimiento y el emparrillado de arcos de ladrillo en la base, donde se apilaban las tejas. Bajo el emparrillado se hallaba el horno, cuyo fuego era alimentado por maderas y arbustos.

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Tejería de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle del horno, vista frontal (2018)

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Tejería de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle del almacén, vista frontal (2018)


La tejería de Sesga reunía las condiciones necesarias para esta actividad, se hallaba en un espacio abierto fuera del pueblo, sobre la misma ladera de la fuente, lo que le garantizaba un fácil aporte agua y la tierra para fabricar tejas y ladrillos. Su emplazamiento en la ladera respondía a la necesidad de acceder a los distintos niveles. La fábrica muestra una construcción de base cuadrangular, los muros mamposteros de piedra local sin aglomerantes y dos aberturas en la fachada anterior (frontal), una arriba para cargar el horno (nivel superior) y otra abajo (nivel inferior), para alimentar la caldera. En la parte superior se halla la falsa cúpula formada por la aproximación de lajas que dejan una abertura circular (óculo). La seudocúpula sigue el mismo sistema constructivo que las barracas de piedra en seco de la zona. El interior muestra las paredes forradas de ladrillo refractario, la base formando arcadas para la colocación transversal de las tejas. En parte superior de las esquinas hay unos orificios a modo de tiro, para la salida de humos. Bajo las arcadas de la base se hallaba el fuego (caldera), alimentado con arbustos (aliagas, romeros) y maderas.

Junto al horno hay otro edificio cubierto de teja que vierte a una sola agua, destinado a almacén. Frente al horno se halla la era de tierra apisonada donde se colocaban las tejas crudas para su secado al sol. Junto al muro que sujeta el desnivel hay una pileta para el agua, forrada de lajas verticales en los laterales y horizontales en la base.

Hacer y cocer tejas requería de cierta especialización y experiencia, aunque se trataba de una actividad a demanda. Históricamente, la actividad constructiva de un lugar podría extrapolarse al crecimiento o decrecimiento poblacional. La denominación genérica del conjunto –horno, almacén, era, pila para el barro...- era “tejería”, aludiendo a su actividad principal; sin embargo, además de las clásicas tejas árabes para los tejados se fabricaban variedad de ladrillos (utilizados éstos en la fábrica de los propias tejerías, hornos de pan cocer y construcciones en general), baldosas para recubrir las paredes de los cubos o lagares (éstas podían ser cuadrangulares, planas o curvas), y otros objetos de alfarería.

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Paisaje urbano de Sesga (Ademuz, Valencia), desde La Tejería (2018).


Funcionamiento y fabricación.
Para la fabricación de las tejas había que observar la climatología, evitando las lluvias, que podían estropear las tejas expuestas al sol para su secado. Lo primero era limpiar la era (quitar piedras y hierbajos) y apisonar el suelo con el rulo. Una vez alisado y firme el piso, se echaba una capa fina de ceniza, para evitar que las tejas tiernas se pegasen.

La ceniza se obtenía directamente de la limpieza del horno tras la última cocción. Tamizada y mezclada con arena, la ceniza servía como desengrasante natural, evitando que las superficies de las piezas se pegaran a los moldes y herramientas utilizadas en el proceso, y al piso de la era.

Seleccionada la tierra de arcilla, se transportaba hasta la tejería para su preparación. Había que deshacer los terrones, machacándolos mediante un mallo o pisón. La tierra debía estar seca, para lo cual se exponía al sol. Oreada y seca, la tierra se tamizaba con una criba o arel, separando las piedrecillas y terrones que pudiera contener, así como el material calizo. Durante la cocción, las piedras calizas explotaban, arruinando la pieza.


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Tejería de Sesga (Ademuz, Valencia),
detalle de la caldera del horno y abertura para la carga frontal (2018).


Dispuesta la tierra se echaba en una balsa y se cubría de agua, dejándola reposar durante la noche. Posteriormente se procedía al amasado del barro, pisándolo con los pies desnudos. En una fase posterior se extraían pellas de barro para su amasado, aplastándolas para que expulsara el aire que pudiera contener. Cuanto más se amasaba el barro menos posibilidad había de que contuviera aire, ello hacía más resistente el material.

Para hacer la teja había que colocar el barro en un marco trapezoidal, previamente espolvoreado con la mezcla de ceniza, nivelando y alisando el sobrante mediante un palo o tabla a modo de rasero. Para curvar la pieza de barro obtenida había que voltearla sobre otro molde con la forma de la teja. El molde curvado debía espolvorearse también con la mezcla de ceniza. Las tejas obtenidas se depositaban con cuidado sobre el piso de la era, procurando no se deformaran. Con este sistema, dos personas experimentadas podían llegar a elaborar dos tejas por minuto.

La fabricación de los ladrillos para forrar las paredes y el piso de los cubos de fermentación requería de un proceso similar, variando los moldes, que podían tener medidas especiales, en función de la forma y el tamaño del mismo.

Previo al encendido del horno había que llenarlo con las piezas fabricadas, el enfornado se realizaba utilizando primero la abertura de la fachada frontal. El proceso era delicado y requería de experiencia para colocar (estibar) bien el objeto de la cocción, evitando que las tejas o ladrillos se deformaran, y aprovechando al máximo el espacio. El operario situado dentro, conforme se llenaba el horno tenía que salir por el óculo. Había que disponer las piezas por hiladas, dejando huecos entre las mismas para permitir que el calor llegara a las situadas en la parte superior. La última hilada (dispuesta junto a la cúpula) debía estar bien nivelada; se cerraba mediante cascotes sin cocer, para controlar el proceso y retener mejor el calor.

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Tejería de Sesga (Ademuz, Valencia), destalle del interior: paredes forradas de ladrillo y falsa cúpula con óculo central basada en la aproximación de lajas de piedra (2018).

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Tejería de Sesga (Ademuz, Valencia), destalle del interior: paredes forradas de ladrillo y falsa cúpula con óculo central basada en la aproximación de lajas de piedra (2018).


La cocción era un proceso relativamente lento, podía durar entre treinta y cuarenta horas: en función del tamaño del horno y del llenado. Se prendía de noche, utilizando como combustible la madera y arbustos propios del entorno (aliagas, romeros...) almacenados. La combustión no podía interrumpirse, la falta de combustible podía arruinar la hornada, al igual que un exceso de fuego. Las primeras horas de la cocción eran muy importantes, había que alimentar el horno lentamente, para templarlo. Asimismo, era importante que la cocción fuera homogénea, de ahí la importancia en distribuir adecuadamente la leña. Aunque el proceso estaba dirigido por el “tejero de mayor oficio”, esto es, el obrero más experimentado, para alimentar el horno y vigilar el proceso se establecían turnos. La cocción se daba por terminada al cabo de las horas establecidas (30-40 horas), pero había también algunas señales observables: la combustión de algunas ramas colocadas en la parte superior, que emergían del óculo, el color rojo intenso entre los cascotes sin cocer que se ponían en la parte alta, etc. Dichos indicios y la experiencia del maestro tejero determinaban el fin de la cocción, momento en que el tiro se cubría con tierra húmeda, tapándose también la boca del fogón.

El horno cargado se dejaba enfriar durante una semana (8-10 días), transcurrida la cual se procedía a destapar el horno y a la extracción del material. Con todo, la cocción en este tipo de hornos preindustriales no era uniforme, razón por la que las piezas obtenidas podían tener calidades distintas. Las más apreciadas eran las situadas en las hiladas inferiores, más cercanas al fogón. Estas tejas podían estar algo deformadas por efecto de la presión –de ahí el dicho popular-: Vale más pagar de torcidas que de crudas.[19] Es decir, se valoraban más las mejor cocidas, aunque imperfectas, que las perfectas pero menos cocidas. El sonido que producían las piezas al golpearlas indicaba también su calidad, hasta el punto que las que lo traían apagado podían darse por perdidas.


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Tejería de Sesga (Ademuz, Valencia),
vista posterior con detalle de la falsa cúpula (2018).


Mediado el siglo XIX, Pascual Madoz censa en Ademuz una decena de alfarerías,[20] algunas especializadas en la fabricación de porcelana entrefina. Además de tejas, ladrillos para la construcción y el alicatado de los cubos o lagares, consta que en la zona se fabricaban variedad de objetos de alfarería –recipientes para líquidos y la cocción de alimentos-: barreños, botijos, cántaros, escullas, ollas, orzas, platos, pucheros, tinajas, vasos, etc.


Consideraciones finales, a modo de epílogo.
Históricamente, las deficientes comunicaciones existentes entre Ademuz y sus aldeas –Mas del Olmo, Sesga, Val de la Sabina- propiciaron su relativo aislamiento, si bien la distancia máxima entre la villa y sus pedanías no supera los 12 kilómetros. Aunque resulta incuestionable la mejora habida en las carreteras en las últimas décadas, no debemos olvidar que a mediados de los sesenta la carreterita que une hoy Ademuz con Val de la Sabina era una “senda -auténtico camino de herradura- (que) serpea el monte”.[21] La visita que hizo Mª Ángeles Arazo a la aldea, en compañía del inefable tío Nicanor, así lo evidencia.

Aquel polvoriento camino de herradura que la periodista describe es hoy un camino rural asfaltado, aunque todavía no ha alcanzado la categoría de carretera comarcal. El camino es perfectamente transitable, no obstante las curvas y revueltas de su trazado y lo quebrado del terreno. Con todo, resulta difícil disfrutar del paisaje por la permanente amenaza del barranco de la rambla, franco el borde de quitamiedos. El trazado desde Val de la Sabina hasta Mas del Olmo y Sesga (8,5 km) es para llorar; circular por ellos constituye un auténtico deporte de riesgo y aventura, solo que obligado para sus vecinos cuando tienen que desplazarse de las aldeas a la villa o para el personal sanitario y administrativo que sube hasta las aldeas y a Puebla de San Miguel. En tanto caminos rurales del término, pertenecen a la jurisdicción de Ademuz, cuyo ayuntamiento no puede cubrir su mantenimiento. La mejora de estas vías debiera ser responsabilidad de la Diputación de Valencia, pero la entidad provincial rechaza asumirlas como propias. Una pregunta, ¿cómo pretende la Administración atajar la despoblación si no mejora la comunicaciones de todo tipo en las zonas rurales?

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Detalle de placa cerámica en la plaza del centro social "San Roque" de Sesga (Ademuz, Valencia), en recuerdo de la inauguración de la red eléctrica y el servicio del agua potable en 2001, siendo presidente de la Diputación de Valencia don Fernando Giner Giner y alcalde de Ademuz don Jesús Blasco Sánchez (2018).


El relativo aislamiento al que se han visto relegadas las aldeas de Ademuz ha propiciado en parte la conservación de su patrimonio arquitectónico vernacular; aunque la despoblación –otro efecto de la falta de comunicaciones adecuadas- amenaza con su desaparición a corto plazo.

Es por ello que resulta loable el esfuerzo realizado aquí para la conservación del patrimonio, particularmente del construido. Arquitectos como Camila Mileto y Fernando Vegas nos descubrieron la riqueza patrimonial de nuestros pueblos, aldeas y lugares -algo que muchos lugareños ya intuíamos-, colaborando con sus charlas, talleres y publicaciones en sensibilizar a sus pobladores (ayuntamientos, propietarios, constructores) de cara a recuperar y mantener ese usufructo amenazado.

El estudio y la valorización del complejo de la fuente-abrevadero de Sesga y el lavadero público, así como de la Tejería anexa, constituyen el mejor ejemplo de lo que puede y debe hacerse con ese capital heredado. Vale.






[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). Fermín Luz Yuste, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 123-133. ISBN: 978-84-931563-6-7
[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Sesga, aldea de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 229-238. ISBN: 978-931563-4-5
[3] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Iconografía funeraria en el cementerio de Sesga (I y II), del lunes 6 de febrero de 2012.
[4] MILETO, Camila y VEGAS, Fernando (2008). Homo faber. Arquitectura preindustrial del Rincón de Ademuz. [Ilustraciones de Guillermo Guimaraens Igual y dibujos de los estudiantes de arquitectura de los talleres], Edita Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, Valencia. ISBN: 978-84-8321-976-8
[5] SÁNCHEZ GARZÓN, 2007: 230.
[6] Ibídem.
[7] CAVANILLES, Antonio José (1797). Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y frutos del Reyno de Valencia, Madrid, tomo II, pp. 70-84.
[8] MADOZ, Pascual (1847). Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico..., Madrid, tomo VI, pp. 166-167.
[9] SÁNCHEZ GARZÓN, 2009: 127.
[10] SÁNCHEZ GARZÓN, 2007: 231.
[11] LLUCH GARÍN, Luis B (1980). Ermitas y paisajes de Valencia, Edita Caja de Ahorros de Valencia, tomo. I, p. 535. ISBN: 978-500-3983-5
[12] CANDEL, Francisco (1977). Viaje al Rincón de Ademuz, Plaza y Janés, Editores, Barcelona, p. 113. ISBN: 84-01-44182-X
[13] ROCA MIQUEL, Rafael. Sesga, aldea de Ademuz, en Valencia Atracción 374 (1966) 8-9.
[14] ARAZO, Mª Ángeles y JARQUE, Frances (1998). El Rincón de Ademuz, Edita Diputación Provincial, Valencia, p. 82. ISNB: 84-7795-149-7
[15] RODRIGO ALFONSO, Carles (1998). El Rincón de Ademuz. Análisis geográfico comarcal, Edita Asociación para el Desarrollo Integral del Rincón de Ademuz, Valencia, p. 29.
[16] VVAA: Homo Faver. Arquitectura preindustrial del Rincón de Ademuz. Ed. Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008.
[17] VVAA. Homo Faber. Arquitectura preindustrial del Rincón de Ademuz. Ed. Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, 2008.
[18] VVAA. Homo Faber. Arquitectura preindustrial del Rincón de Ademuz. Ed. Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, 2008.
[19] MILETO y VEGAS, 2008: 181.
[20] MADOZ, Pascual (1845). Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, tomo VI, pp. 166-167.
[21] ARAZO, Mª Ángeles (1966). Gente del Rincón [Fotos de Luis Vidal], Editorial Prometeo, Valencia, pp. 139-144. ISBN: 84-699-4838-5


BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
* MILETO, Camila y VEGAS, Fernando (2008). Homo faber. Arquitectura preindustrial del Rincón de Ademuz [ilustraciones de Guillermo Guimaraens y dibujos de estudiantes de arquitectura], Edita Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, Valencia. ISBN: 978-84-8321-976-8
* RODRIGO ALFONSO, Carles (1998). El Rincón de Ademuz. Análisis geográfico comarcal, Edita Asociación para el Desarrollo Integral del Rincón de Ademuz (ADIRA), Valencia.
* VEGAS, Fernando (2001). Memoria construida. Arquitectura tradicional del Rincón de Ademuz [con ensayos de Camila Mileto y Marina Zuccolotto. Dibujos de los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia], Edita Grupo Loggia-Restauración, Valencia.


1 comentario:


  1. Genial post!

    Conservar limpio el patrimonio es preservar nuestra historia viva. Cada monumento, edificio o sitio tiene una historia que contar. Respetarlo es honrar nuestras raíces y legado cultural para las generaciones venideras.

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