sábado, 23 de mayo de 2020

LA CALLE DEL ROSARIO DE TORREBAJA, VALENCIA (I).


Recuerdos y remembranzas, a propósito del adoquinado de la calle.




En homenaje a los que vivieron en la calle del Rosario de Torrebaja,
a los que viven en la actualidad,
y a los que vivan en el futuro.










Palabras previas, a modo de introducción.
La calle del Rosario de Torrebaja es una de las más antiguas de la localidad, junto con la plaza del Ayuntamiento (antigua plaza del Señor, después de Ramón y Cajal), calle san Roque, Cantón… su trazado evoca los orígenes y el desarrollo urbanístico del pueblo, cuando Torrebaja era una calle y aldea en la jurisdicción de Castielfabib -estoy diciendo de principios del siglo XVII.

Casi todos los pueblos del Rincón de Ademuz poseen una calle de este nombre, así como una calle o plaza de la Iglesia, una calle Calvario, calle Cruces... y similares. Desconocemos, sin embargo desde cuando comenzó a llamarse la de Torrebaja con este nombre; quiero decir que no tenemos su partida de bautismo, aunque no resultaría aventurado vincularla con la proximidad al templo parroquial y a la Casa Abadía. Por lo demás, el origen del rezo del santo Rosario es antiguo, data de principios del siglo XIII, cuando la tradición religiosa dice que la Madre de Dios se le apareció a santo Domingo de Guzmán instándole a que propagara esta devoción, “arma poderosa contra los enemigos de la fe”. Asimismo, la calle constituye también parte del trayecto de las procesiones habituales (san Roque, santa Marina, san Antón, san Antonio de Padua), y lugar donde se coloca uno de los altares o monumentos en la del Corpus Christi.

Decía que desconocemos la partida de nacimiento de la calle del Rosario, pero sabemos que durante la Guerra Civil Española (1936-1939), la calle perdió su nombre original, siendo rebautizada como “calle de Pablo Iglesias”. Asimismo, la popular calle de san Roque pasó a denominarse “calle Luis de Sirval” (seudónimo de Luis Higón y Rosell: periodista asesinado por legionarios en la insurrección de octubre de 1934), y la carretera de Cuenca-Teruel “Avenida de la República”. No en vano el comité revolucionario local estaba dominado por los socialistas. Poner a las calles el nombre de políticos tiene el inconveniente de que cuando cambia la tortilla se renombran. Una costumbre (vicio o tradición) por lo demás muy mediterránea, al decir de Josep Pla. Terminada la contienda civil todas las calles recuperaron su antiguo nombre, aunque probablemente nunca lo perdieron en el sentir popular.

Hasta la primera mitad de los sesenta las calles de Torrebaja eran todas de tierra batida, con la excepción de media plaza del Ayuntamiento, cuya parte inferior era de cemento. La traída del agua potable a la población tuvo lugar por esa época, lo que propició el abastecimiento del agua corriente a las casas, el alcantarillado público y el cementado de las calles.

El motivo de la entrada se justifica por las obras realizadas en la vieja calle -parte del proyecto de renovación de infraestructuras del Ayuntamiento-, que ha recibido un piso de adoquines, en sustitución del antiguo que poseía de cemento. La novedosa pavimentación, con ladrillos rojos en los laterales, a modo de acera visual y grises en el centro (del mismo estilo que podemos ver en la calle Fuente), realza el atractivo de esta antigua parte del pueblo, por lo demás bastante descuidada en lo que al estado de algunas fachadas se refiere. Este es el precio de la despoblación y el vaciamiento del pueblo, pues la en otro tiempo populosa calle del Rosario tiene hoy nueve casas habitadas de continuo, censando apenas una docena de habitantes.

Para aproximarnos al estudio (y el conocimiento) de la historia de la calle del Rosario de Torrebaja (una calle sencilla, tranquila, digna) comenzaremos por describirla, al tiempo que hacemos mención de personas que nacieron, vivieron y/o murieron en las casas que la conforman.


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Mural en el jardín de la casa de Luis Perpiñán y Amparo Más, situada en la calle del Rosario: representa una vista oriental de Torrebaja desde el Rento (2020).


La calle del Rosario es una vía relativamente larga.
Para lo que es el pueblo, la calle del Rosario es una vía relativamente larga, relativamente recta, relativamente estrecha… se halla en la zona meridional del caserío y comunica el barrio de la iglesia con la partida de la Hoya y la carretera de Cuenca-Teruel. Como todas las calles el número de policía de las casas comienza en la parte más próxima del centro del pueblo (plaza del Ayuntamiento), estando los números pares a la derecha de la calle y los impares a la izquierda -progresando de este a oeste. A finales de los años treinta (1939), el sector izquierdo de la calle (números impares) alcanzaba la sesentena larga de casas (65 números) mientras que el sector derecho (números pares) no alcanzaba la cincuentena (46 números). Entonces casi todas las casas estaban habitadas; hoy, por el contrario, la inmensa mayoría está cerradas, deshabitadas.

La del Rosario nace en el entorno urbano de la actual plaza de la Iglesia, calle Iglesia y Calle Arboleda, esta última la comunica con la plaza del Ayuntamiento por la derecha, mientras que la de la Iglesia lo hace con la calle Fuente (antigua calle de Pedro Arnalte) y Replaceta (plaza Rey Don Jaime). Ascendiendo por la derecha encontraremos la calle Herrería (antiguo callejón de la Herrería) y más arriba la calle Zaragoza -ambas calles: Herrería y Zaragoza son paralelas y comunican perpendicularmente la del Rosario con la de san Roque-; asimismo, la del Rosario y san Roque discurren paralelas. En la confrontación de la del Rosario con la de Zaragoza hay cuatro esquinas, pues frente a la de Zaragoza encontramos, por la izquierda, el callejón del Horno (donde se hallaba el antiguo horno comunal del tiempo del señorío); dicho callejón comunica la del Rosario con la partida de La Porcal, una zona de huertos sita al sur del caserío. Poco más arriba encontraremos por la izquierda la calle del Sol, que comunica la del Rosario con la partida de Callejones zona de huertos situada al suroeste). Desde este punto la calle continúa su trazado hasta arribar a la carretera N-420 (por la derecha) y a la calle Hoya (por la izquierda). En este punto la calle hace una brusca subida, en contraste con la suave pendiente del resto de la vía.

Decía que la calle del Rosario es relativamente recta, pues desde su comienzo casi puede verse el final, y desde el final, mirando hacia el este casi puede verse el campanario. Además es relativamente estrecha, o ancha, según se mire. En cualquier caso es más estrecha que la de san Roque y parece que hubiera sido diseñada par el paso de una sola caballería cargada con haces o cajones. El piso originario de la calle era de tierra apisonada, con todos los inconvenientes que puedan imaginarse, charcos y barrizales cuando llovía o nevaba. Esto fue así hasta los años sesenta, cuando se trajeron las aguas y se hizo el alcantarillado. Con posterioridad la calle fue cementada a escote de vecinos, con ayuda del ayuntamiento, que aportó una parte. Cada vecino contribuyó al pago del presupuesto de la calle en base a los metros longitudinales de fachada que tenía su casa. Ello ocasionó más de un conflicto, producto de la cicatería de algunos vecinos, expresión de la cortedad en los medios económicos. El cementado supuso un paso hacia la modernidad y la salubridad del pueblo, cuando las caballerías pasaban sobre el hormigón parecía animales de ciudad. Naturalmente, la calle aparecía con boñigas de caballerías, que algunos vecinos se apresuraban a recoger con un baleo, como abono para el huerto. No obstante, cada vecina barría todos los días su parte de calle, previo el rociado con agua para evitar el polvo.


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Vista del tramo medio inferior de la calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), desde la calle del Sol, con detalle del campanario de la parroquial al fondo, el piso todavía de tierra (años sesenta).
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Cabecera de la procesión de san Antón bajando por la calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), con detalle del piso de cemento, obra de los años sesenta (2017).

Una mirada retrospectiva: entre la historia y la nostalgia.
Aunque nací en la calle san Roque (en la casa de la tía Rogelia: una hermana de mi abuelo Román casada en Algarra, Cuenca), me crié en la calle del Rosario, en una casa que mis padres compraron a don Francisco Íñigo García Monferrer, alias don Paco. Don Paco era el farmaceútico de Torrebaja y estuvo casado con Antonia, hija única de Francisco Gómez Muñoz, alias el Pachicho y de Virginia Sánchez, otra hermana de mi abuelo Román. Amparo murió joven, de tisis, el matrimonio no dejó hijos. El viudo don Paco cuidó de sus suegros hasta que fallecieron. Cuando faltaron cerró su oficina de farmacia (hacia 1945) y se marchó a un pueblo de Valencia, donde continuó ejerciendo su profesión. Tiempo después, a comienzo de los años cincuenta, mis padres le compraron la casa y unos huertos que tenía. En la entrada de la vivienda, donde estuvo el mostrador de la botica, había una mampara fija, con cristales coloreados enmarcando una puerta, y sobre ésta, un cartel en grandes letras en el que se leía FARMACIA: la gente que no lo sabía, cuando entraba en la casa se sorprendía, y había que contarles la historia. La casa de mis padres estaba hacia la mitad de la calle del Rosario, la fachada mira hacia la actual calle del Sol y frente a la casa había un descubierto para los animales de corral, corte para los cerdos, gallinas, conejos… había también una parte cubierta y sobre ésta un altillo a modo de cambrilla.

Decía que la calle del Rosario de mi infancia tenía el piso de tierra, frente a la casa de mis padres estaba la calle del Sol, por en medio de esta discurría una acequia descubierta, con lavadero de obra a cada lado. Las vecinas acudían a diario, con cacharros y ropa para fregar y lavar. Estoy diciendo de mediados de los cincuenta, el pueblo estaba entonces lleno de gente, las calles muy transitadas con animales arriba y abajo, y muchos niños jugando. Para ordenar mis recuerdos bajaré hasta el comienzo de la calle, donde el ultramarinos de los Ritos (El pequeño siglo) y la Casa Abadía, para ir calle arriba hasta la casa que fue de Juliana Jiménez Puerta, mujer del Roches. De esta casa solo queda el solar...

El popular comercio de los Ritos (El pequeño siglo) era una tienda muy célebre, a ella acudían a comprar los vecinos, además de muchos otros clientes de otros pueblos y aldeas del entorno; se ubicaba en el número 2 de la calle del Rosario, mano derecha de la misma, esquina con la calle Arboleda. La tienda tenía una amplia puerta siempre cubierta por una persiana, con grandes escaparates encristalados a ambos lados, allí se exponían las novedades. Para entrar a la tienda había que bajar un escalón desde la calle, el piso era de tablas, y un mostrador alargado de madera pulida con ángulo en ambos lados. Tras el pasillo del mostrador había hileras de estanterías, llena de productos de todo tipo; y si no tenía alguno te lo pedían... Los Ritos eran gente amable, servicial, educada. Vendían al contado, a crédito, al trueque de huevos, cereales. Para los que compraban a crédito disponían de unas libretas rayadas donde apuntaban el debe, que pasaban a limpio periódicamente. No abusaban de los clientes; por el contrario, muchas cuentas quedaron sin saldar. La tienda la regentaban los hermanos Tomás y Marcial Gómez Martínez, y tenían como dependiente a Luis, otro de los hermanos de esta saga, que finalmente regentó el ultramarinos. El fundador de la tienda fue el Tomás Gómez Gómez, un hombre emprendedor que tuvo dieciocho hijos de tres mujeres: Joaquina Mínguez Lázaro, María Vicente Cano y Librada Martínez Martínez. Fue también el fundador del cine-teatro de la carretera, posteriormente denominado “Cine Resman”. De la tienda de mi infancia recuerdo muy particularmente los escaparates de los lados: en el de la derecha montaban por Navidad un precioso belén con todo tipo de figuras (nacimiento, pastores, Reyes Magos...), las montañas nevadas con harina, el río con musgo y un espejo figurando el agua… El belén de los Ritos hacía las delicias de los niños, tanto como los juguetes que se exponían en el otro escaparate, el de arriba.




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Fachada de la casa de Tomás Gómez Martínez, al comienzo de la calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), en cuyos bajos se hallaba el célebre comercio de los Ritos (El pequeño siglo), fundado por Tomás Gómez Gómez (2020).

Cuando digo la casa de los Ritos me refiero a las viviendas de esta familia: sobre la tienda, vivió Tomás Gómez Martínez con su esposa la señora María Miguel (hija del tío Alberto) e hijas: Amparo, Rosa Marí y Mari Luz Gómez Miguel. Amparo es soltera y vive en Valencia, Rosa Mari falleció joven y Mari Luz, que fue médico y casó con Javier el Bruno, padres de dos hijos, también murió joven. En la vivienda contigua habitó Marcial y su esposa la señora Carmen Fandos Lagunas con sus hijos: Carmen y Tomás. Carmen (casó con un mozo en Barcelona y tuvo un hijo: el esposo y el hijo fallecieron jóvenes) y Tomás (casó con una moza de El Cuervo y tienen una hija).

Frente a la tienda se halla hoy el salón parroquial, una parte del mismo estaba entonces alquilado al comercio, allí almacenaban todo tipo de aperos, cuerdas, alpargatas de cáñamo, abarcas… había un olor especial, no especialmente desagradable pero muy difícil de definir. En cierta ocasión hicieron un pedido importante de calzado (zapatillas, zapatos de señora, caballero) a un tal señor Alborch, el hombre se puso muy contento pues nunca le habían hecho un pedido tan grande. Formalizado el contrato le invitaron a casa de Tomás a tomar un café que preparó María. El viajante resultó ser el padre de Carmen Alborch Bataller, que muchos años después sería Ministra de Cultura con Felipe González, y candidata socialista a la alcaldía de Valencia. Según me contaba Luis Gómez, el papá de esta señora tenía el establecimiento en la calle de la Linterna, por detrás del Ayuntamiento de Valencia y era un comercio importante.



Vista noroccidental de la iglesia parroquial de Torrebaja (Valencia),
desde la calle del Rosario (2020).



Haciendo esquina en esa parte de calle, donde hoy se halla el Centro Cultural, había un solar municipal que censaba en la calle Arboleda: el edificio antiguo había sido barbería (planta baja) y casa de maestros (piso alto), lo tiró la aviación durante el bombardeo nacional del 26 de noviembre de 1938. En ese mismo lado de calle está la Casa Abadía, que en el censo de 1939 se hallaba inhabitada. Los curas que rigieron la parroquia de Santa Marina Virgen de Torrebaja durante el último cuarto del siglo XIX y primer tercio del XX fueron don José Aznar Blasco, autor de un estupendo "Censo eclesiástico del lugar de Torrebaja en 1878", con motivo de la visita pastoral del obispo de Segorbe, monseñor Mariano Miguel Gómez, cuando Torrebaja censaba 637 almas. Don José Aznar rigió la parroquia desde 1869 y falleció de "una asma" en 1895, a los 59 años: otorgó testamento dejando a la Iglesia 125 pesetas, y 200 misas rezadas con limosna de 150 pesetas. Le sucedió en el curato don Luis Tortajada, natural de Puebla de San Miguel, coadjutor de Castielfabib con residencia en Los Santos (Castielfabib), y ecónomo de Torrebaja: falleció el 19 de enero de 1933, a los 69 años; sus restos descansan en el cementerio de Los Llanos. Las fotografías que se conservan de don Luis le representan como buen mozo, con sotana entallada, abotonada de arriba abajo. Le sucedió don Vicente Just Carot, persona bondadosa a la que las circunstancias del momento histórico amargaron su ministerio, hasta el punto de tener que dejar su parroquia. Cuando digo "las circunstancias del momento histórico" me estoy refiriendo a los meses de la primavera trágica, entre las elección de febrero de 1936 que ganó el Frente Popular y el comienzo de la guerra. 


Los ánimos (políticos y sociales) andaban por entonces muy revueltos. Don Vicente se hospedaba en casa de Carmen la Bernarda (lo que puede indicar que la Casa Parroquial no estaba habitable entonces) y todas las tardes, algunos muchachos, mozos y mozas del pueblo, azuzados por otros mayores, más inconscientes y maliciosos le cantaban una canción al cura: Cura curato, si no te vas deste pueblo te verás como este gato... Los manifestantes portaban un gato muerto pendiente de una caña, y lo procesionaban por las calles del pueblo repitiendo la amenazadora y anticlerical tonadilla. El pobre cura debió acoquinarse, pues acabó marchándose... cuando se marchó, el tío Plácido le dedicó un poema, que recitó con entusiasmo su hija Águeda. En su lugar vino don Jesús Calvo Martínez, natural de Torrebaja, hijo de Justo y de Carmen la Bernarda. Don Jesús estuvo poco tiempo, pues enseguida estalló la guerra, la iglesia fue saqueada y los curas perseguidos como alimañas. Los tiempos de don Vicente y de don Jesús fueron difíciles para los españoles: las ideas de la España democrática, liberal, tolerante que pudo ser nuestro país con la II República se extremaron violentamente, hasta confrontarse en una crudelísima, prolongada e incivil guerra, que concluyó con una dictadura autoritaria de casi cuatro décadas. 


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Detalle de las obras de pavimentación en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), vista desde el tramo bajo de la calle, la Casa Abadía a la izquierda (2020).


Después de la contienda las parroquias de Torrebaja y Torrealta fueron regidas por don Valentín Alegre Martín (que en 1939 censaba en la calle del Remedio de Torrealta, junto con su casera la señora Práxedes), al que sustituyó en el curato don Antonio Martínez Gabalda, el cura que comenzó las obras de la nueva Iglesia Parroquial, cuya primera piedra se puso en 1954. Don Antonio era un hombre alegre, sencillo, de pocos latines, extremadamente bondadoso (lo que no siempre constituye una virtud, pues hasta los curas tienen que decir que no en ocasiones); muchas veces se acostaba en ayunas, y no por falta de gana. Eso de que los curas viven bien y no dan golpe era y continúa siendo un estúpido prejuicio, quiero decir una necedad. Al menos en el caso de don Antonio, al que algunos todavía le recuerdan con la sotana subida hasta la cintura, acarreando grava con una carretilla durante las obras de la nueva iglesia, repartiendo tabaco entre los trabajadores, animando a los de la concejada. Vivía franciscanamente, casi en la necesidad, pues ya digo que muchas noches se acostaba sin cenar, y no por falta de gana. Don Antonio falleció en Valencia tras una intervención quirúrgica, en el hospital hoy conocido como "Arnau de Vilanova", el 29 de noviembre de 1976.

Durante un corto período rigió la parroquia o al menos hizo las funciones el padre Guillermo Pinazo Martínez: sacerdote Paúl, natural de Torrebaja, que había tenido una parroquia en el barrio de Harlem, Nueva York, y que acabó regresando, no obstante haber venido a Torrebaja para quedarse; incluso se hizo un chalecito en la carretera con un plafón cerámico en una hornacina de la fachada representando a san José: la casita todavía se conoce como "el chalet del padre Pinazo". El padre Pinazo estuvo también algún tiempo como ecónomo en Vallanca, encargado de Negrón (1962). Nunca entendí el motivo de su retorno a América, nadie me lo ha sabido explicar con claridad. Personalmente creo que después de tantos años en el extranjero su mentalidad no encajaba con la que encontró aquí en los años sesenta; aunque pudo haber motivos personales o de otro tipo; en cualquier caso, el contraste entre el ambiente del barrio neoyorquino y los lugares del Rincón de Ademuz (Torrebaja, Vallanca, Negrón...) debió ser tal vez demasiado traumático. En todo caso, no debió marcharse escandalizado por las confesiones de las beatas. Le recuerdo como un hombre abierto, campechano, próximo a la gente, amigo de la música... se bañaba en La Presa del Ebrón con los jóvenes (chicos y chicas) de la localidad, lo que para algunos vecinos bienpensantes constituía un escándalo, me refiero al hecho de ver un cura en bañador. Los curas de entonces raramente se quitaban la sotana en público. Su peripecia vital hubiera dado para una interesante biografía, al menos para una buena entrevista, pero nadie que sepamos se la hizo; ni su propia familia sabe muy bien qué parroquia rigió en Harlem, ni en qué cementerio está enterrado. Aunque después de tanto tiempo... poco importa.


Puerta de entrada al Centro Parroquial de Torrebaja (Valencia) en la calle del Rosario,
con detalle del arco recto de piedra (2020).



Después vino don Pedro Manuel Miguel Benedicto, natural de Torrebaja, hijo de Francisco Solano Miguel (de Torrebaja) y de Magdalena Benedicto, de Alcalá de la Selva, Teruel. Don Pedro vino de Ademuz, donde había estado como arcipreste; se había ordenado como presbítero en 1916, y en su curato (y bajo su dirección artística) se construyó la torre-campanario de la parroquial, cuyo maestro de obras fue José Giménez Durbán, un magnífico profesional: corría ya el año 1959. Don Pedro Manuel era un hombre corpulento, de mucha personalidad, se peinaba de una forma muy particular, trayendo el cabello hacia adelante y terminado en punta: yo me preguntaba cómo conseguía semejante peinado con esa punta tan fina. Le recuerdo bien porque bajo su ministerio me hice monaguillo. El hacerme monaguillo fue idea mía, se lo dije a mi madre y una mañana temprano, antes de la misa me acompañó a la iglesia y entramos en la sacristía. Mi madre le explicó al cura el motivo de nuestra visita y don Pedro Manuel me preguntó si quería ser monaguillo. Al responderle que sí el cura me puso su enorme mano sobre la cabeza (tenía yo siete años) y me dijo con toda seriedad: Bueno, pues ya eres... -y esa misma mañana ayudé a misa con otro: esto antes de ir a la escuela. Hay que decir que don Pedro Manuel era un hombre de notoria humanidad corpórea, su presencia imponía, todo lo contrario que don Antonio; al menos a mi me lo parecía. Las misas entonces eran en latín, el sacerdote celebraba de espaldas a los fieles, y en las genuflexiones, tras alzar a Dios, se le levantaba la casulla al sacerdote, cogiendo cada monaguillo de un lado de la vestidura. Don Pedro Manuel no vivió nunca en la Casa Abadía, poseía su propia casa en La Replaceta y tenía una casera procedente del Molino de los Cuchillos, de Ademuz. Falleció en 1975 y está inhumado en el cementerio local. 

Con posterioridad a don Pedro Manuel vinieron los curas que yo llamo de mi infancia: don Salvador Plá Álvarez (un cura misacantano, joven y moderno, que arrastró mucha gente a la iglesia: era moderno porque montaba en moto y se arremangaba la sotana para jugar al fútbol, lo que constituía una novedad respecto a los curas anteriores, aunque no sé cuál sería su discurso) y don Gabriel Sancho Marín (sacerdote natural de Los Santos, que había regido las parroquias de Corcolilla y Casas Bajas). Don Gabriel tenía como casera a su hermana, la señora Majencia. Los curas con casera tenían otro talante, resultaban más familiares, pues el tener la mesa puesta y la cama hecha marca la diferencia. Esto fue ya en los primeros sesenta, los años del Concilio Vaticano II y de los curas comunistas, la Iglesia de Roma comenzaba a liberalizarse, para lo cual se fue alejando del nacionalcatolicismo del primer franquismo, del que tanto beneficio había sacado, pensando que el fin del general Franco y de su régimen se hallaba ya próximo; aunque el diálogo con los comunistas les salió rana: gracias a Dios el marxismo y el liberalismo son incompatibles, de momento. En cualquier caso, a la Iglesia le pasa lo que al diablo, que sabe más por viejo que por diablo.


Calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), con detalle del Centro Parroquial y la Casa Abadía (2020).


Siguiendo calle arriba, por la izquierda estaba la casa de la señora Elisa Sánchez Gimeno y don Braulio Asensio Pinazo (él de la familia de los Cuerveros, maestro de profesión), que vivían con su hija Alicia Asensio Sánchez. Durante la guerra en la cambra de la señora Elisa estuvieron escondidos el tío Roque el Pito viejo y Román Sánchez Garrido (mi abuelo paterno). La comida se la llevaba Consuelo en una cesta, entraba por la casa contigua, que entonces era un corral con descubiertos. Previamente, a Roque el Pito, Román Sánchez, don Paco el farmacéutico, don Antonio Hernández el médico, y otros se los llevaron a Valencia, estuvieron detenidos en las Torres de Cuarte, y cuando los soltaron algunos volvieron a Torrebaja, fue entonces cuando Roque y Román se escondieron en la cambra, por miedo a que los volvieran a detener. Alicia, la hija de don Braulio y Elisa casó con Manuel Gimillo, médico-cirujano que falleció joven dejando tres hijos pequeños: Manolo, José Antonio y Alicia Gimillo Asensio. Recuerdo todavía el entierro de don Manuel Gimillo a su paso por la plaza, fue quizá el entierro más concurrido que ha habido en Torrebaja, con mucha gente forastera. Don Manuel pudo haber sido un personaje importante, decían si pertenecía al círculo de don Juan de Borbón, y que si hubiese vivido el Instituto de enseñanza media de Ademuz lo hubieran construido en Torrebaja. No sé, entonces se decían estas cosas. 

Tuvo don Manuel otro hermano de nombre Antonio, también médico, hijos de Silviano Gimillo Mínguez y de Encarnación, de Mas de los Mudos. La madre de Silviano era hermana de la primera mujer de Tomás el Rito... No recuerdo la fisonomía de don Manuel, me dicen que su hijo Manolo se le parece; al parecer fue compañero de promoción del profesor don Carlos Carbonell Antolí, mi catedrático de Quirúrgica en la Universidad de Valencia. Don Carlos era bajito de estatura, aunque un gran cirujano; para operar se subía a un taburete... Don Manuel debía muy consciente de sus orígenes y fue un buen estudiante. Me contaba Alejo Millán Eslava que durante un tiempo coincidieron en la misma pensión de Zaragoza donde se hospedaban, y que Manuel siempre estaba estudiando. Cuando sus amigos venían a buscarle le decía a Alejo: Diles que no estoy... -y continuaba estudiando. Al parecer, Silviano quería que Manuel fuera médico, porque valía para el estudio, y que su otro hijo, Antonio, se cuidara de las tierras. Porque el tío Silviano tenía muchas fincas, aunque sin llegar a ser un gran terrateniente. Pero Manuel le dijo: Padre, si no deja estudiar a Antonio yo tampoco quiero estudiar -y el padre no tuvo más remedio que dejar que ambos hijos estudiaran. Antonio fue médico en Vergel, un pueblo de la Marina Alta durante muchos años... Pero ya digo, son cosas que se comentaban entonces. Hoy ya nadie se acuerda de estas y otras muchas personas, más allá del círculo de sus familiares, y a veces ni siquiera los familiares. Lo digo porque el paso del tiempo es inmisericorde, y la memoria traidora. Resulta curioso pensar que de personas o personajes importantes en su momento solo queda una anécdota más o menos simpática. Y en la mayoría, ni eso.



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Detalle del cementado de la calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), previo al adoquinado: la Casa Abadía a la izquierda (2020).

Contiguo a la casas de la señora Elisa y don Braulio había (en 1939) un edificio deshabitado que hacía de almacén, con corral y descubiertos, propiedad de Roque Gómez Gómez, alias el Pito. Adosada a este estaba la casa que fue de Ramón Arnalte Gómez (a) el Sebastiano, que fue miembro del Comité Revolucionario de Torrebaja durante la guerra civil. No conocí al Sebastiano, pero sí a su hijo Fidel Arnalte Aliaga y a su esposa la señora Bienvenida (de Garaballa), padres que fueron de Paco y Fiel: Paco emigró de joven a Canadá y casó con una chica uruguaya con la que tuvo dos hijos, y por allí debe andar todavía. Su hermano Fidel casó con M.ª Jesús, una moza de Ademuz, con la que tuvo tres hijos, vive en Teruel. Los hermanos vendieron la casa paterna, y los nuevos propietarios la rehabilitaron.

La casa contigua a la del tío Fidel la habitaba (en 1939) Julián Fortajada Martínez y su esposa Adoración, padres de Dora, Carmen, Julián y Trinidad. La razón por la que el señor Julián y su familia ocupaban esta casa es porque su vivienda habitual (al fondo de la calle Arboleda, hoy plaza de la Iglesia) fue hundida durante el bombardeo nacional del 26 de noviembre de 1938. Posteriormente, esta casa fue adquirida por Cándido Monterde y Manuela Gea Tortajada, alias la Tatá; el matrimonio tuvo dos hijas: Pilar y Amparo Monterde Gea. Pilar casó con Jesús Serrano Díaz, alias el Mochilo de Los Santos, ambos fallecieron en un accidente de tráfico en Sarrión, viniendo de Barcelona -el matrimonio dejó tres hijos-: el pequeño de ellos habita en la actualidad la casa con su pareja y el hijo de ambos. Amparo (a) la Candidica casó con César Hidalgo, comisario de policía; el matrimonio tuvo tres hijos y reside en Teruel.

La casa contigua a la de Cándido y Manuela fue de Rafael Sánchez Muñoz (hermano de Román, Eusebio, José, Manuel y otros más…: padre de Carmen la de Emilio el Sordico y de Vicenta, que casó con Modesto). Esta casa la habitaban (en 1939) Juan Manuel Manzano Muñoz (de Ademuz), su esposa la señora Dolores Soriano (de Torrebaja) e hijos: Antonia, Juan Francisco y Rosalía Manzano Soriano, alias los Serapios. Esta familia tenía su vivienda habitual en la calle Fuente (entonces Pedro Arnalte), y fue hundida en el mencionado bombardeo nacional del 26 de noviembre de 1938, siendo esta la razón por la que habitaban esta casa. Posteriormente la casa fue adquirida por Miguel Yuste Jimeno, alias el Ratón y su esposa: en los años sesenta pusieron una zapatería que atendía Mari (a) la Cachorra, pero la tienda no prosperó y la cerraron. La siguiente casa fue de Sebastián González Morales y de su esposa la señora Eugenia. Sebastián era hermano de Felicidad González Cañizares (madre de Domingo, Manuela y Fidel Morales González). Sebastián y Eugenia fallecieron sin hijos y la casa la heredó su sobrino Fidel, marido que fue de Consuelo Tortajada Lagunas, alias la Guacha de Los Santos. Posteriormente, la casa fue adquirida por Alicia Fabregat y Miguel Puga, sus actuales propietarios. 




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Detalle de las obras de pavimentación en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), desde el callejón de la Herrería, con detalle de la zanja abierta para el agua potable y las acometidas particulares (2020).


Antes de continuar calle arriba del Rosario volvamos al comienzo de la misma, siguiendo ahora por la margen derecha, esto es, por los números pares. Junto a la tienda y viviendas de los Ritos se hallaba la casa de Damián Gimeno Esparza y de su esposa Rosa Martínez, padres de nueve hijos: Rosa (casó con Francisco León), Clotilde (casó con Gerónimo el Peseta), Isabel (vivió con un tío cura), María, Elena (fue novia de Ángel el Antolín, murió de pulmonía), Ascensión, Isaías (casó con Vicenta), Francisco el Algabeño (guardia civil, casó con una señora andaluza muy graciosa, por su acento) y Manolo. Por cuestión de herencia, la casa familiar fue divida en dos viviendas: en la que toca a la casa de los Ritos vive Benilde Casino (de los Caldillos de Cuesta del Rato), viuda de Eladio Díaz Marco, padres de dos hijos: Marcial y Elisa. La otra parte de casa pasó a Rosita Gimeno Martínez (hija de Isaías y Vicenta, que casó con Antonio Marco Cañizares).

Anexa a la antigua residencia de Damián Gimeno Esparza figuran dos casas, que según el censo (de 1939) fueron derruidas por la aviación. En la más inmediata vieron el señor Manuel Gómez Soriano y su esposa la señora Eusebia Martínez Gómez (de Castielfabib), padres de: Manolo, Delfina y Pedro. Manolo (casó en Barcelona, donde falleció), Delfina (que casó en Torrebaja con Ángel Gimeno), y Pedro (casó en Barcelona, donde falleció). El padre de esta familia, Manuel (a) el Ciriaco había emigrado a los Estados Unidos de América en los años veinte (su intención era comprarle a su madre -Ciriaca Soriano Muñoz- una casa; Manuel trabajó en una fundición de Detroit y de regreso a España se instaló en Barcelona, y allí, en el "baile de las Cañas", por el puente de Vallcarca, conoció a la que sería su esposa, la señora Eusebia. El matrimonio casó en Castielfabib y se instaló en Torrebaja. El Ciriaco fue alcalde del segundo ayuntamiento de Torrebaja durante la guerra civil y miembro de Comité Revolucionario. Cuando el bombardeo que tiró parte de su casa se hallaba en el ejército. No sé si hablé alguna vez con él -me refiero a una conversación, más allá del saludo-; pero le recuerdo ya mayor con la boina calada y un sempiterno cigarrillo entre los labios. Tras la guerra fue represaliado, estuvo en la cárcel y en un batallón de trabajo, redimiendo penas. Inmediata a la de Manuel y Eusebia se halla la que fue de Joaquina Soriano Valdecebro, alias tía Privada. Esta casa fue también hundida en el mismo bombardeo, bajo los escombros quedaron atrapadas la tía Privada y su sobrina Josefina Aparicio Soriano, alias la Chinicas. La tía Privada, de 60 años, falleció, pero Josefina, de 22 años, sobrevivió.

La casa inmediata a la de la tía Privada hace esquina con la calle Herrería -antiguo callejón de la Herrería-: aquí residió Jesús Muñoz León, alias el Borica. El tío Jesús (a) el Borica vivía solo, como resultado de la edad (del mal comer, de la soledad...) parece que se le fue la cabeza. Era un hombre muy peculiar, los mozos y muchachos le gastaban bromas, se burlaban de él. Le recuerdo como un hombre solitario, incluso hosco, que sobrevivía como podía. Murió solo, lo encontraron desnudo, lleno de suciedad, debajo de la cama. La casa se cerró y fue deteriorándose, hasta que hubo que declararla ruina; esto fue en los años noventa. Los herederos cedieron el solar al ayuntamiento, a cambio de la demolición y el descombro del edificio. Parte del solar de la casa del tío Borica es hoy una pequeña placeta...


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Detalle de las obras de pavimentación en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), vista del tramo medio desde el callejón de la Herrería, la casa de Miguel Yuste a la izquierda (2020).

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Vista de la calle de la Herrería, en su confluencia con la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), con detalle de antiguas construcciones (2020).

Sobrepasada la calle Herrería, en la misma mano derecha está la casa de Pedro Soriano Tortajada (hermano de Manuel Soriano Tortajada: padre de Rogelio y Josefa Soriano Cortés, alias los Cariñena), que tuvo una hija de nombre Joaquina: madre de los Rogelios de Ademuz. El hombre no estaba entero, le decían “Pedro el Tontico”, terminó sus días en un asilo, no sé si de Teruel. Al presente esta casa está deshabitada, pertenece a Vicente Cortés Sánchez. Junto a la de Pedro (a) el Tontico está la que fue de Manuel Cortés Chavarria y Teresa Gómez Esparza, padres de Manuel y Tomás Cortes Gómez; este último fue herrero, tenía su fragua en la carretera. La esposa de Manuel Cortés (Teresa Gómez Esparza) fue hermana de Tomás (casado con María: hija de Ignacio el de la posada), de Francisco (padre de Antonio el Viejete) y de Vicente (marido de Amalia la Risicas). Tomás moraba en la masía de Las Ritas (Villel), también conocida como Viñuelas Altas, y fue detenido por un grupo de milicianos y asesinado en el cementerio de Villel (en septiembre de 1936) junto a su suegro el señor Ignacio Gómez Gómez, a su cuñado Manuel Gómez Esparza y a Manuel Aurelio Cortés Soriano, padre de Pepe (a) el Campero. La casa está rehabilitada, pertenece a Encarnación y Ernesto.

Junto a la casa que fuera de Manuel Cortés y Teresa Gómez (en la actualidad de Encarnación y Ernesto) se halla la casona que fue de los Albertos. El padre fue Alberto Miguel Benedicto (hermano de Segundo el Solano, de don Pedro-Manuel: sacerdote hijo de la localidad, arcipreste de Ademuz y párroco de Torrebaja: hijos de Francisco Solano Miguel, de Torrebaja y de Magdalena Benedicto, de Alcalá de la Selva) y de su esposa la señora Antonia Gómez (hija de Manuel Gómez Martínez, alias Manuel el Señor, el que construyó la casa). Del matrimonio de Alberto y Antonia nacieron doce hijos: María (casó con Tomás el Rito), Leonor (casó con Gonzalo Hernández), Pedro, Alberto, Paco, Tomás, Pepe (casó con Dora), Pura (casó con Armando León), Antonio (soltero, fue sastre), Pilar (soltera, fue maestra), Magdalena (casó con Paco, hijo del Algabeño) y Manolo (a) Lico. El último que vivió en esa casa fue Antonio (a) el Sastre; cuando falleció, hace ya unos años, la casa se cerró. Al parecer ninguno de los hermanos estuvo interesado en ella, y recientemente la vendieron. El comprador es el señor Emilio, de Los Santos, electricista de profesión, que la está rehabilitando. Alegra ver cómo se restauran las casas viejas, aunque sea a manos de otros dueños; éstos dan nueva vida a las viviendas, otras ilusiones.




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Obras de pavimentación en el tramo medio de la calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), con la casa de los Albertos a la derecha, la fachada recientemente rehabilitada por su nuevo dueño (2020).

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Detalle de la fachada de la antigua casa de los Albertos en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), recientemente rehabilitada por su nuevo dueño (2020).


Anexa a la de Alberto y Antonia está la casa donde vivió Eusebio Gómez Soriano y su esposa la señora Emilia Aparicio Aparicio, padres de Manolo, Emilia y Julio Gómez Aparicio. Manolo (casó con Pili: padres de Manolo), Emilia (casó con Pepe Esparza: padres de Carlos y Raúl) y Julio (casó con Isabel la Paticorta: padres de Laura y Oscar). El señor Eusebio fue el pequeño de los hijos de la tía Ciriaca (Ciriaca Soriano Muñoz), esposa que fue de un hermano de José Gómez, alias el Dotor, segundo marido de Cayetana Esparza Gómez. El primer marido de Cayetana fue un tal Terremoto, albañil de profesión que murió en Torrealta, al caerse de un balcón en el que estaba trabajando.

Adosada a la de Eusebio y Emilia está la que fue de María Valero, madre de Josefa Camañas Valero. Josefa era una mujer menuda, dulce y sufrida, casó con Francisco Soriano García, alias el Tracas: como la mayoría de los lugareños, Paco se dedicaba a la agricultura; pero en invierno hacía de matarife, sacrificaba cerdos por las casas. El matrimonio tuvo dos hijos: Monserrat y Eduardo Soriano Camañas. Monse era una chica joven, simpática, muy guapa; al menos yo así la recuerdo. Estaba a punto de casarse cuando enfermó, decían que “la sangre se le hacía agua” y falleció: el óbito tuvo lugar el 14 de mayo de 1960, tenía 22 años. Su muerte fue muy sentida en el pueblo, y causa de gran dolor y desconsuelo para su familia. Todavía recuerdo el llanto de sus allegados cuando sacaban el féretro de su casa, y la tristeza enorme del vecindario. La inhumaron en el cementerio de Los Llanos, su nicho posee una lápida encristalada con un hermoso ángel de la muerte labrado en mármol blanco.

Junto a la anterior se halla la que habitó Francisco Soriano Gómez, que fue alcalde de Torrebaja en los primeros años veinte (1920-1924), posteriormente la vivienda fue ocupada por su hijo José Soriano Muñoz, alias Pepe el Alcaldico y su esposa la señora Herminia Bea Gómez. Al parecer, la casa procedía de la madre del Alcaldico. Pepe era un hombre sociable, le recuerdo sentado en una silla baja a la puerta de su casa, boina calada de medio lado, el cigarro en la boca; siempre respondía al saludo con una sonrisa. Tuvo un accidente yendo en el coche de Dámaso, desde entonces ya no estuvo bien. El matrimonio tuvo dos hijas que se criaban muy espigadas, de ahí que los muchachos les apodaran las Espadinas. Las hermanas emigraron a Barcelona, donde hacen su vida. Anexo a la del Alcaldico hubo un edificio deshabitado, esquina con la calle Zaragoza; derruido éste solo queda el solar, convertido hoy en una pequeña plazoleta con una fuente coronada por un cántaro. Durante la demolición del inmueble apareció un grafiti -la leyenda decía-: ¡No pasarán! -aludiendo a la consigna del célebre discurso radiofónico de Dolores Ibárruri (a) Pasionaria en Madrid, el 19 de julio de 1936. Probablemente el edificio fue ocupado por refugiados, milicianos o soldados durante la guerra.


Detalle de la entrada de varias viviendas deshabitadas en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), muestran el aspecto de muchas de las antiguas casas de esta calle (2020).


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Detalle de las obras de pavimentación en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), vista del tramo medio, la calle de Zaragoza a la derecha (2020).


Volviendo de nuevo al margen izquierdo de calle, nos habíamos quedado en la casa de Sebastián González Morales (tío de Fidel, Manuela, Domingo...) y su esposa, la señora Eugenia… La siguiente casa calle arriba la ocupaba (en 1939) Jesús Santa María (persona no identificada todavía, aunque su apellido hace pensar que era forastero). En esta casa vivieron el señor Balbino Luz Gómez, alias el Juanazo y su esposa la señora Clotilde Gómez Esparza (ella hija de Cayetana y de José, su segundo marido). Balbino y Clotilde fueron los padres de Fernando Luz Gómez, alias el Balbino. Balbino (a) el Juanazo, fue el primer alcalde de Torrebaja durante la guerra civil, y miembro del Comité Revolucionario. La madre, Clotilde, falleció días antes de terminar la guerra -el 28 de marzo de 1939-, a los 33 años: cuentan que camino del cementerio, los que portaban el féretro tuvieron que dejarlo por dos veces en el suelo, por miedo al ametrallamiento de los aviones nacionales que pasaban sobrevolando la zona. El Juanazo fue represaliado tras la guerra, estuvo en la cárcel y Fernando se quedó solo; lo criaron unas tías paternas suyas que venían de Valencia.

La casa anexa a la de Balbino (a) el Juanazo fue de Carmen Tortajada Martínez (de Casas Altas), segunda mujer de Laureano Gimeno Manzano (fallecido en junio de 1938): de su primera mujer dejó una hija (Consuelo) y de la segunda (Carmen Tortajada Martínez) seis hijos: José, Abel, Antonio, Laureano, Adoración y Carmen Gimeno Tortajada. Consta que en los años veinte José marchó a los Estados Unidos de América para hacer fortuna, como tantos otros de Torrebaja. Estando allí le cogió la gran depresión (Crac del 29); tan mal llegó a verse José que escribió a sus padres diciendo: Si quieren volver a ver a su hijo con vida, manden dinero para el billete de regreso, porque no tengo ni para comer… Esta fue la razón de que el tío Laureano vendiera una de las fincas que tenía para pagarle el viaje de regreso a su hijo José. Laureano Gimeno Manzano presidió el último ayuntamiento constitucional (democrático) de la II República, siendo concejales los siguientes vecinos: Francisco Gómez Muñoz, alias el Pachicho; Bienvenido Gómez Martínez, alias el Abadejo; Miguel Mañas Esparza, alias el Peseta y Aurelio Casino Argilés, alias el Pepazo. 



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Detalle de la tumba de Laureano Gimeno Manzano (1871-1938) en el Cementerio de Torrebaja, alcalde-presidente del último ayuntamiento constitucional (democrático) de la II República previo a la guerra civil española (2020).


Posteriormente la casa del tío Laureano fue habitada por Benigno González (natural de Cuesta del Rato: familia de los Sargentos) y su esposa la señora Bienvenida Gómez Pérez, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos: Antonio y José Miguel González Gómez. Los hijos emigraron a Zaragoza y los padres se quedaron solos, así suele suceder en nuestro medio. Años después falleció la esposa y el marido enfermó de una dolencia que le hacía caminar con dos garrotes, uno en cada mano. Los inviernos solía pasarlos con los hijos, menos el último de su vida. Un día, próximo ya el momento de marchar a Zaragoza le dijo a Dámaso Cortés Jarque: Pásate por casa sobre la una, tengo que hablarte... A la hora indicada Dámaso se presentó en casa de Benigno y como encontrara la puerta abierta entró llamando al de la casa. El dueño no respondió, se hallaba colgado de una viga del techo en la entrada: esto sucedió el 27 de noviembre de 1996. El sobresalto de Dámaso debió ser grande, dicen que desde entonces ya no fue el mismo. Desconocemos los motivos (reales, profundos) que empujaron a Benigno al suicidio, pero su actitud resulta profundamente senequista: "Es débil e indolente quien a causa del sufrimiento decide su muerte, necio quien vive para sufrir" (Séneca).

Por lo demás, el suicidio nos produce alarma y desasosiego, quizá por la incomprensión que suscita en los vivientes, pese a ser una constante en la historia de la humanidad. La vida se agarra a la vida, es por ello que dejarla “voluntariamente” nos produce estupor. No hay juicio que valga, cuando uno toma semejante decisión es porque vivir se le hace insoportable, en cualquier caso menos apetecible que la muerte. La sociedad tiende a ocultar el suicidio, es tabú; pero en España se producen cada día más muertes por suicidio que por accidente de tráfico; y en el mundo hay un suicidio cada cuarenta segundos. Al menos eso dicen las estadísticas. En cualquier caso, el suicidio es algo perfectamente serio...



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Detalle de las obras de pavimentación en la calle del Rosario de Torrebaja (Valencia), vista del tramo medio inferior desde la calle de Zaragoza, con la casa de doña Visita a la derecha (2020).
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Detalle de la esquina de la calle del Rosario (derecha) con la de Zaragoza (izquierda) en Torrebaja (Valencia), durante las obras de pavimentación (2020).

Contigua a la de Carmen y Laureano (después de Benigno y Bienvenida) se hallaba la que fue de Antonio Cortés Domingo, alias el Galano, natural de Los Santos, que casó con Consuelo (a) la Garrona. Posteriormente la casa fue adquirida por Manuel Herrero y Crisanta Hernández (los Turroneros de Ademuz), que inicialmente, cuando llegaron a Torrebaja (en enero de 1936), se instalaron en una casa exenta al comienzo del camino de los Callejones. La casa de la calle del Rosario que fue de Manuel y Crisanta es hoy propiedad de su nieta Alicia Herrero Tortajada, hija de Juan y de Dolores (a) la Doloricas (de la familia de los Chullas).


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3 comentarios:

Enrique Muñoz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Enrique Muñoz dijo...

Buenos tardes:

Una apreciación sin importancia, pero que como todo documento escrito ha de quedar correcto para que las personas como yo, buscamos los orígenes familiares y este detalle que voy a citar me confundió hasta que pude casar datos e información.

Cuando se habla de los primeros números pares de esta calle por la parte de la derecha, se habla de una familia compuesta por Damián Gimeno Esparza y su esposa Rosa Martínez... pues bien, ese último apellido no es correcto, es Rosa Gimeno ya que sus hijos tuvieron el apellido Gimeno Gimeno, esto concuerda con el censo que está publicado también en este blog correspondiente al año 1950 donde figuran que vivían en el número 4 Isaías Gimeno Gimeno y Manuel Gimeno Gimeno.

El resto de la historia de esta familia me cuadraba con la información que tenía, ya que una de las hijas de esta pareja era mi abuela paterna.

Un saludo y gracias por tu blog.

Enrique

MundoGlaciar dijo...

El adoquinado de la calle del Rosario ha transformado la zona con un toque moderno. Para disfrutar de este cambio en un día soleado, nada mejor que unos lentes de sol elegantes que protejan tus ojos y te den estilo.