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viernes, 11 de diciembre de 2020

EL CAMINO DE LAS VUELTAS: UNA VÍA HISTÓRICA DE COMUNICACIÓN ENTRE ADEMUZ Y TORREBAJA.

 

Los antiguos caminos del Rincón de Ademuz,

a propósito de un paseo en otoño.





A muy corta distancia de Torre baxa se vadea el Ebrón,

y se entra de nuevo en el camino de Ademuz,

que sigue por la derecha del Turia atravesando lomas y cerros arcillosos”

-Tomado de Cavanilles, Observaciones, tomo II, Madrid, 1797, párrafo 107, página 77.








Palabras previas, a modo de introducción.

El Camino de las Vueltas es una de las vías antiguas de la comarca, tradicionalmente ha unido Ademuz con Torrebaja, vía las Casas del Soto, formando parte del Camino Viejo de Ademuz a Teruel, esto es, del Camino Real o Nacional de Valencia a Aragón en su paso por la zona. El origen del topónimo proviene de las numerosas vueltas y revueltas que posee su trazado, en particular en su tramo medio.

Se trata de un camino rural asfaltado situado en el término de Ademuz, de similar o idéntica categoría administrativa a otros de la zona, como el que une Ademuz con Más del Olmo, vía Val de la Sabina o el tramo de Torrebaja a la carretera N-330a por La Presa y El Montecillo. Discurre por la cota media de la ladera meridional del Montecillo, margen derecha del Turia, entre la Ermita de San José (Torrebaja) y El Empalme, donde el camino se encuentra con la citada carretera nacional, en su tramo de Ademuz a Torrebaja, por Los Santos (Castielfabib).

El camino se halla asfaltado aunque con el firme en regular estado; antaño era de tierra batida y bastante más estrecho, propiamente un camino de herradura. Como se dice arriba, su trayecto acopia varias curvas cerradas, discurre por la base de terreros arcillosos y espectaculares montículos cortados a pico, paralelo en algunos tramos a la acequia Hondonera. Hasta la construcción del puente de La Presa sobre el río Ebrón en Torrebaja era el paso mayormente utilizado por los vecinos de estos pueblos para ir de Ademuz a Torrebaja, en particular por los caminantes y aquellos que iban en caballería, moto y bicicleta; dada la estrechez de la vía, los que iban en coche preferían ir por El Montecillo, vía Los Santos.

Hasta los años cincuenta y sesenta del pasado siglo el camino estuvo envuelto en leyendas, se decía de un fantasma en forma de cabra blanca que se aparecía a los caminantes en las noches de luna llena. No obstante las presuntas apariciones fantasmales, en las que solo creen los bobos, debió ser una vía muy transitada antaño, prueba de ello es que en la parte media del camino hubo un humilde cuchitril adosado a la ladera del monte, allí se servía anís, cazalla... utilizado por los caminantes y trabajadores de la zona.

El antiguo Camino de las Vueltas posee también su historia. Aunque sin mencionarlo como tal, lo describe Antonio José de Cavanilles y Palop (1645-1804) en su periplo por la comarca, a finales del siglo XVIII (1792). Asimismo, consta que en él trabajó un grupo de presos nacionales durante la guerra civil (1936-1939). Por ese mismo tiempo, una construcción al comienzo del camino sirvió como polvorín para el XIX Cuerpo de Ejército (Ejército Republicano de Levante; entonces autodenominado Ejército Rojo). El de Las Vueltas es hoy un camino alternativo, su ubicación aprovecha a modo de estupendo mirador sobre la vega del Turia y huertas de Ademuz. No obstante el olvido en que le tiene la administración, la vía es relativamente frecuentada por los lugareños, aunque podría serlo más de estar mejor acondicionada.


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), desde el mojón de Torrebaja (Valencia), 2020.


El Camino de las Vueltas en la historia.

La primera referencia bibliográfica al Camino la hallamos en las Observaciones (1797) de Cavanilles, pues durante su recorrido por la zona (primeros días de septiembre de 1792), al referir el periplo entre Torrebaja y Ademuz ya describe este paraje, aunque sin mencionarlo explícitamente. Dice el ilustrado botánico:

  • A muy corta distancia de Torre baxa se vadea el Ebrón, y se entra de nuevo en el camino de Ademúz, que sigue por la derecha del Turia atravesando lomas y cerros arcillosos. Estos y otros muchos de la misma naturaleza que se hallan en la comarca suministran al rio tierra roxa, que tiñe y carga sobremanera las aguas, sirviendo despues de abono á los campos donde estas descansan y se sumen. Veianse al paso las huertas de Ademúz, que ocupan las riberas del Turia hasta la villa, y se descubrian con freqüencia monumentos del grave daño causado en la última riada, que arrancó arbustos, barrió sembrados, derribó el puente, y cargó con quanto se presentó a sus furias. Es lástima que el rio sirva solamente para destruir aquellos campos pingües, principalmente los inmediatos á sus aguas, que son como el primer escalon de las graderías que todos ellos forman.[1]


En tiempo de Cavanilles (finales del siglo XVIII) Torrebaja era un lugarcillo poblado por apenas 65 familias, en la jurisdicción de Castielfabib. El naturalista lo ubica “en una llanura á la izquierda del Ebrón, no muy léjos de la confluencia con el Turia”. En su trayecto de Torrebaja Ademuz, próximo al lugar vadea el río Ebrón y continúa por el camino de Ademuz -se refiere al Camino Viejo de Ademuz-. El puente que hoy salva el Ebrón (Puente de Armando León) es obra de los años noventa, anteriormente hubo otro de cemento construido a finales de los años cincuenta (1956).[2] Con anterioridad hubo un puente de madera que databa de la guerra civil, y antes un pontón que cruzaba el río poco más abajo del actual, frente al pilón de san Antonio, situado al comienzo de la calle Cantón, que era parte del citado Camino Viejo de Ademuz a Teruel. La entrada meridional a la población se hallaba en esta zona, prueba de ello es el ladrillo cerámico que todavía puede verse en la fachada de la primera casa antigua que hay en la citada calle Cantón.


Molino de san José en Torrebaja (Valencia), a la vera del antiguo Camino Viejo de Ademuz (2020).


Vadeado el río Ebrón el camino que pudo seguir el botánico discurre entre las partidas hoy denominadas “Encima el Camino” y “Bajo el Camino”, que lleva hasta la Ermita de San José. Poco antes de la ermita, a la mano derecha nace el camino de los Albares, junto a este se halla la acequia del molino. Sobrepasada la acequia está el Molino de San José, que no vio Cavanilles, pues es obra posterior (de 1887). No obstante, en su lugar pudo haber otra industria molinera de menor entidad, de hecho la partida es conocida de antiguo como “El Molinillo”, topónimo que alude a un molino pequeño. Desde el molino hasta la ermita el camino asciende en somera costanilla, el ermitorio se halla a la derecha de la vía, centrando la partida de Los Villares: topónimo referido a un antiguo lugar habitado, compatible con la primitiva Torrefondonera (Torrefondonar del Villar de Orchet), que fue lugar de moros a principios del siglo XV (1425).[3] Frente a la ermita, citada en el testamento del señor de Torrebaja (don Diego Ruiz de Castellblanque, en 1638),[4] crece un frondoso castaño de indias, su tronco circundado por un poyo de ladrillo. Valga el punto para decir que el citado Ruiz de Castellblanque se autotitula "Señor del lugar de Torre baja" y que el testamento fue otorgado "En el lugar de la Torrebaja del Villar de Orchet" -así lo escribe el notario Domingo Pérez. Según Gaspar Escolano, cuando Rafael Martí de Viciana (1502-1584) escribe su Crónica de la Ínclita y Coronada Ciudad y Reino de Valencia (1564), al referirse a Torre Baja grafía "Torre de Orcheta" -al referirse a Torre Alta lo hace como "Torre Somera".[5] Si nos remontamos al primer tercio del mismo siglo (1534) veremos que el obispo de Segorbe don Gaspar Jofre de Borja (1530-1556), en su Santa Visita de 1534 nombra a Torrebaja como "La Torre hondonera", y a Torre Alta como "La Torre somera".[6]

Frente a la Ermita de san José nace el camino que baja al antiguo molino del Mayorazgo (también denominado del Señor o molino de Abajo), situado en la margen derecha del río Turia, frente al puente de Guerrero, un pasadero secular.[7] El Camino de las Vueltas, sin embargo, continúa en llano por la derecha, en dirección suroeste. Un centenar de pasos más adelante, a mano izquierda, hay una construcción que fue cambra y corral cubierto, hoy rehabilitada como vivienda temporal. En este punto se halla la divisoria entre Torrebaja y Ademuz, lugar donde propiamente comienza el Camino de las Vueltas, “que sigue por la derecha del Turia atravesando lomas y cerros arcillosos”. El botánico vincula el colorido rojizo de las tierras y montículos con el de las aguas del Turia en los momentos de lluvias y tormentas. Los lugareños saben que cuando el río baja color chocolate es que ha llovido por la zona de Alfambra, mientras que si las aguas son turbias y blanquecinas es que las lluvias han tenido lugar en la zona de Guadalaviar, Albarracín: el río Gualalaviar o río Blanco se une con el Alfambra en Teruel, entre ambos forman el río Turia.


Ermita de san José en Torrebaja (Valencia), a la vera del antiguo Camino Viejo de Ademuz (2020).

En su excursión de aquel día, a su paso por el Camino de las Vueltas el botánico observa la vega de Ademuz, las huertas dispuestas en ambas márgenes del Turia, hasta prácticamente la villa. En su caminar descubre los daños causados por alguna riada reciente, “que arrancó arbustos, barrió sembrados, derribó el puente (se refiere al puente de Guerrero, con toda seguridad), y cargó con quanto se presentó a sus furias”. Un espectáculo, por lo demás, familiar a los lugareños, periódicamente repetido. En sus excursiones por tierras valencianas (la correspondiente al Rincón de Ademuz es la cuarta de 1792), el botánico pone en práctica sus conocimientos botánicos y naturalistas, acepta la ayuda de sus amistades, así como su capacidad para recoger y ordenar datos, demostrando en todo momento “una impresionante resistencia a lomos de caballerías”.[8]

Por lo que vemos, el botánico sigue en su periplo el camino principal que une las villas y lugares del Rincón de Ademuz: Vallanca, ambas Tóvedas, Castielfabib, Los Santos, Torrebaja, Ademuz. De Torrebaja a Ademuz sigue el Camino de las Vueltas, vía El Soto, trayecto que formaba parte del Camino Viejo de Ademuz a Teruel. De Ademuz sube a Vallanca, allí pernocta en casa del rector (don José López), que le había ofrecido su hospitalidad. En su viaje de retorno (5 de septiembre), camino de Aras, le acompaña don José López, cuyo nombre puede verse en la campana mayor (de San Roque y San Vicente) de la parroquial de Vallanca (1814). En Aras le acoge el clérigo que atiende su iglesia (don Carlos Herrero); no es extraño que el botánico exprese después su agradecimiento a los párrocos de la zona, pues, según manifiesta, de no haber sido por ellos “me hubiera tocado dormir con las mulas”.[9]

Mediado el siglo XIX (1845-1849), el estadista Pascual Madoz (1806-1870), al decir de los caminos locales de Ademuz escribe que son “de herradura y malos” y los de Torrebaja, “de herradura en mal estado”.[10] En tiempo de Cavanilles, esto es, medio siglo antes es de pensar que no fueran mejores.

Casa de campo al comienzo del Camino de las Vueltas: se halla en las proximidades del mojón de Torrebaja con Ademuz. Durante la guerra civil (1936-1939) sirvió de polvorín al XIX Cuerpo de Ejército, tras la destrucción del que había en Los Santos (Castielfabib), 2020.


En las décadas siguientes, años setenta del siglo XIX (1878), durante su visita pastoral a Torrebaja, el obispo de Segorbe, don Mariano Miguel Gómez (1876-1880), sigue un camino distinto al de las Vueltas:

  • En el dia veintisiete de Mayo de mil/ ochocientos setenta y ocho, haciendo la Santa Vista/ de toda la Diócesis el Ilustrisimo y Revmo. Sor. Dr/ D. Mariano Miguel Gomez, obispo de Segorbe, Lle-/gó á este Pueblo, entre seis y siete de la tarde, acom-/pañado del Párroco, Señores del Ayuntamiento y de/ casi todos los vecinos que salieron á recibirle al otro/ lado del rio Blanco ó Turia donde divide el término:...[11]

El relator de este informe es don José Aznar, párroco de Torrebaja. Del texto se deduce que en aquella ocasión, las autoridades y casi todos los vecinos del pueblo, salieron a recibir al señor obispo “al otro/ lado del rio Blanco ó Turia donde divide el término”. Ello nos permite deducir que el prelado y su comitiva arribaron a Torrebaja por el camino de Ademuz que pasa por la Masía de Guerrero, más conocida como Casas de Guerrero. Cabría preguntarse por qué no utilizó el camino tradicional de Ademuz a Torrebaja por las Vueltas, vía El Soto. Cualquier respuesta sería especulativa, toda vez que desconocemos la causa de que el prelado y su comitiva siguieran este trazado y no el Camino Viejo de Ademuz a Teruel, vía Torrebaja.

Respecto al estado de los campos y los caminos del Rincón de Ademuz, al año siguiente de la Santa Visita pastoral del prelado de Segorbe, el historiador y periodista valenciano, Juan Bautista Perales (1837-1904), en una nota al pie de su ingente obra, una reedición ampliada de los tres volúmenes de Décadas de la la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reino de Valencia (1879), cuya primera edición había publicado Gaspar Juan Escolano en el siglo XVII, escribe:

  • La falta de buenos caminos y su situacion apartada de la capital y de otras poblaciones de alguna importancia, son causa de que permanezca en estado de lamentable atraso toda esta comarca, relativamente á la cultura general del reino; notándose este hecho mas particularmente en el cultivo de sus campos, cuyo aspecto difiere bastante del que presentan otras vegas bañadas como aquellas por las aguas del Túria.[12]

Perales escribe a comienzos del último tercio del siglo XIX (1879), y sus palabras requieren poco comentario: la causa del atraso del Rincón de Ademuz, respecto a otras comarcas valencianas regadas por el río Turia está en "la falta de buenos caminos", y en su alejamiento "de la capital y de otras poblaciones de alguna importancia", hecho que se nota "particularmente en el cultivo de sus campos", esto es, en el deficiente cultivo de sus campos.

En plena guerra civil española hallamos nuevas referencias al Camino de las Vueltas, merced al testimonio de la vecina Rosalía Manzano Soriano (1905-1998). La familia de Rosalía (a) la Serapia vivía en la calle Fuente, la casa se vio gravemente afectada por el bombardeo de la aviación nacional del 26 de noviembre de 1938 -toda la fachada delantera de la casa cayó sobre la calle-, siendo este el motivo por el que se trasladó a vivir temporalmente a las Casas de Guerrero: “Estuvimos con la familia de Amparo la Curandera y otras gentes que había; y los Poncios de Ademuz nos traían comida”. Recuerda también que había otros refugiados, “y unos presos que trajeron de Castellón y Valencia”.[13] El mismo testimonio dice que los presos de las Casas de Guerrero eran del bando nacional, iban vestidos con harapos y trabajaban acarreando grava para el Camino de las Vueltas, cuyo firme estaban arreglando por entonces. La vía era entonces un camino de herradura, propio para el tránsito de personas y animales, pero no de carros ni de vehículos a motor; para ir en coche de Ademuz a Torrebaja se utilizaba la carretera N-330 que pasaba por Los Santos, vía el Montecillo y El Soto.


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección a Ademuz desde Torrebaja, con detalle del primer farallón (2020).

Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección Ademuz, con detalle del paisaje geológico (2020).

Asimismo, por el testimonio del vecino Esteban Giménez Manzano (Torrebaja, 1922), sabemos que el edificio existente al comienzo del Camino de las Vueltas, en el mojón de Torrebaja con Ademuz, hoy rehabilitado como casa de campo y vivienda temporal por su actual propietario, el vecino Paco Esparza, sirvió como polvorín del XIX Cuerpo de Ejército (Ejército Republicano de Levante). Al parecer, la aviación nacional bombardeó el que había en Los Santos, próximo al aserradero de los Lucios. Aquella construcción, basada en piedra tosca, quedó totalmente destruida por las bombas; pero no afectó al material bélico, pues la noche anterior lo habían trasladado al citado edificio del mojón, sito al comienzo del Camino de las Vueltas.[14] Resulta evidente que el espionaje y el contraespionaje entre ambos bandos contendientes funcionaba correctamente. La historiografía demuestra que el XIX Cuerpo de Ejército tuvo en la zona varios depósitos de municiones de artillería y de infantería: en Libros, Torrebaja y Salvacañete (municiones de artillería e infantería), en Los Santos y Cañete (de infantería).[15] También se proyectó un depósito de este tipo en Casas Bajas, en la ladera nororiental del barranco del Regajo, antes de llegar al primer túnel. Desconocemos, no obstante, si este depósito se llegó a construir.

El primer cronista oficial de Torrebaja, el escritor y periodista valenciano Vicente Badía Marín (1919-1995), al decir de la Ermita de San José, refiere:

  • Junto al Camino Viejo de Ademuz, en las proximidades del Molino Viejo, está situada esta Emita, de moderna construcción./ Frente a la misma se alzaba el poblado de la Torre del Villar de Orcheta, hoy totalmente desaparecido, aunque con frecuencia se encuentran objetos que denotan la vida de este poblado.[16]

La partida de Los Villares, frente a la Ermita es un lugar propicio para el establecimiento de un poblado, toda vez que se halla en un altozano sobre la huerta, encarada al este y sureste y próximo al río Turia, propiamente situado a la vera de un antiguo camino como es el Camino Viejo de Ademuz a Teruel. Según el autor la ermita es de nueva construcción, aunque ya se cita en el Testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque, en 1638, al igual que el Molino Viejo (de Abajo o del Señor), como hitas en la delimitación de su señorío.[17] Asimismo, el cronista refiere que “con frecuencia se encuentran objetos que denotan la vida de este poblado”. Los objetos a que alude el relator los hallaban los agricultores que aran los campos frente a la ermita, básicamente restos de cerámica.


Detalle de álamo blanco en el Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), 2020).

Paisaje miocénico: arcillas, areniscas, conglomerados (Era Secundaria) en el Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), con detalle de álamo blanco en otoño (2020).

A finales de los años cincuenta (1959), Agustín Chicharro Navarro (Ademuz, 1944), hijo de Antonio y de Agustina, trabajaba como aguador en las brigadas que reforestaban el monte de La Dehesa, frente a Torrebaja. En una entrevista evoca una anécdota en la que se menciona el Camino de las Vueltas, pues era el que seguían los trabajadores de Ademuz cada madrugada camino del tajo:


  • Recuerdo que en cierta ocasión me desperté más temprano de lo habitual, serían las cinco de la madrugada: Era una noche de invierno despejada, con una luna llena que iluminaba como si fuera de día, y como no teníamos reloj en casa pensé que la cuadrilla ya habría pasado y no me habían llamado… Cogí la merienda –medio pan con dos tajaditas, una tortilla y medio tomate restregado-, salí de casa y eché a correr hasta llegar al molino nuevo y continué carretera adelante hacia El Soto, sin encontrar a nadie, hasta que llegué a Las Vueltas: ¿Y ahora qué hago?, pensé… Claro, yo apenas tenía 15 años, iba solo y tenía miedo de un fantasma que decían se aparecía por allí en forma de cabra, y mucho frío. Llamaba pero nadie me contestaba, así hasta que llegué a la ermita: Allí no vi a nadie, ni las bicicletas de los compañeros, entonces me di cuenta que no habían llegado todavía, que yo había salido de Ademuz antes de la hora… Encogido de frío bajé hasta el molino y me senté en el portal, porque me daba apuro llamar tan temprano: Yo oía los ronquidos del molinero, que era un hombre gordo… Allí estuve sobre una hora, hasta que llegaron los compañeros a su hora… Aquella madrugada pasé mucho frío y mucho miedo, no se me olvidará nunca…[18]


El relato de Agustín muestra a un adolescente ingenuo y responsable, que al despertarse temprano y observar el claror de la noche, iluminada por la luna llena, piensa que los de su cuadrilla ya han debido pasar y no le han llamando. En su casa carecían de reloj. Coge su merienda y echa a correr, a ver si alcanza a los compañeros. Llega al molino nuevo y no ve a nadie, continúa carretera adelante hasta El Soto, sin encontrar a nadie tampoco. Llega al Empalme, donde sale el Camino de las Vueltas que lleva a Torrebaja. Parece que allí se detiene un momento, acordándose de los relatos que había oído referentes a “un fantasma que se aparecía por allí en forma de cabra”. No obstante el miedo, y el frío de aquella madrugada invernal, sigue adelante. Durante el trayecto llama a sus compañeros, pero nadie le contesta; así hasta llegar a la Ermita de San José, en cuyo zaguán dejaban los de la brigada las bicicletas, los que la tienen, pues la mayoría van andando. 

Aterido de frío baja hasta el Molino de San José, allí se sienta acurrucado en el escalón de la entrada, le da apuro llamar tan temprano; el molinero, un hombre gordo, ronca a placer… no nos extraña que el joven Agustín no haya olvidado nunca aquella madrugada, pasó mucho miedo y mucho frío -probablemente tampoco iba muy abrigado, y se acordaba de su padre, que había fallecido hacía poco. En aquellas circunstancias el frío ambiente de las madrugadas en invierno constituía un protagonista en sí mismo; de hecho nuestro joven aguador, además de acarrear y servir el agua a las cuadrillas tenía -entre otros cometidos- el de encender una hoguera para calentar los astiles de los picos y azadas, únicamente así podían asirlas los trabajadores. No, entonces no se utilizaban guantes y todo era a base de pico, pala y azadas; los bueyes para arar las laderas vinieron más tarde, ya avanzada la década siguiente, esto es, en los primeros años sesenta.

Posteriormente, a Agustín le asignaron un borrico para transportar el agua. Ello le permitía salir de Ademuz después que sus compañeros; además, ir montado. En cierta ocasión, yendo por el Camino de las Vueltas vio que en el suelo había un billete de 25 pesetas cubierto de escarcha, rápidamente bajó del burro y lo cogió. Aquel día triplicó el jornal en el Camino, pues su sueldo era de 10 pesetas diarias. Menciona Agustín el mito del fantasma de Las Vueltas, que según la tradición se aparecía por aquellas lomas, en forma de cabra, las noches de luna llena. La leyenda la recoge también el escritor y poeta Ricardo Fombuena Vidal, al referirse al caserío del Villar de Orchet, que sitúa frente a la Ermita:

  • […] y cuenta la leyenda corroborada por los más ancianos del lugar que, en las noches de luna llena, por “Las Vueltas” del camino que conduce a Ademuz, solía aparecer una cabra blanca desrriscándose por los cortados de “La Loma” y que la gente achacaba a un espíritu del poblado derruido, compuesto mayoritariamente por habitantes musulmanes, otros más incrédulos, la relacionan como propiedad de la “tía Castellana” que tenía una venta o mesón de caminantes por aquellos lugares.[19]

En su escrito, Fombuena alude al mito del fantasma de la cabra de Las Vueltas y lo vincula con el poblado del Villar de Orchet, la antigua Torrefondonera, un lugar de moros. Asimismo, relaciona la leyenda con la “tía Castellana” (otros la mencionan como la “tía Catalana”), una mujer “que tenía una venta o mesón de caminantes por aquellos lugares”. Aquella venta o mesón de caminantes no era más que un chamizo adosado a la ladera del monte, del que todavía quedaban algunos restos en forma de vasares toscamente labrados en la misma roca y lucidos con aljez. La anécdota, con ser insignificante en sí misma viene a decirnos, sin embargo, que el camino era muy transitado por agricultores y braceros de la zona, y por viajeros en tránsito. De lo contrario no tendría sentido haber establecido en el lugar un puesto de bebidas (vino, anís, cazalla…), por humilde que fuera.


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección Ademuz, detalle de paisaje  miocénico: arcillas, areniscas,  conglomerados (Era Terciaria), 2020.

Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección Ademuz, detalle de paisaje  miocénico: arcillas, areniscas,  conglomerados (Era Terciaria), 2020.

Pocos años después, a comienzo de los años sesenta (septiembre de 1964) hallamos otro caminante ilustre por el Camino de las Vueltas, aunque tampoco en este caso el relator menciona su nombre. Probablemente ni siquiera lo conocía. Se trata de Francisco Candel Tortajada (1925-2007), nuestro entrañable Paco Candel, célebre escritor casasaltense afincado en Barcelona, que en su periplo por la comarca pasó por aquí en compañía de sus amigos catalanes: Javier Fábregas y Antonio Orihuela. En su Viaje al Rincón de Ademuz, obra escrita y publicada algunos años después de haber realizado el viaje (un viaje al Rincón de Ademuz, no un viaje por el Rincón de Ademuz, aunque lo recorrió parcialmente), el autor y sus amigos entraron en la comarca por Mas del Olmo, procedentes de Riodeva. Subieron después a Puebla de San Miguel y llegaron hasta Sesga, bajando después a Casas Bajas, y continuando hasta Casas Altas, su pueblo natal, donde hicieron noche en casa de unos familiares. De Casas Altas partieron hacia Ademuz -en la iglesia de Ademuz estaban cambiando las vigas del templo, siendo cura don Jesús Eced, que “tiene setenta años y una úlcera de estómago desde 1914”-. Escribe Candel:

  • A media tarde salimos de Ademuz. Al llegar a la carretera nos detenemos un rato, a fin de contemplar el panorama. Nos sentamos en unos troncos. Las montañas proyectan largas sombras y no nos da el sol. Estamos cerca de un prado y un vado seco. No se ven carros ni tractores. Sólo mulos, como ya dijimos. Los hombres tiran de ellos. Algunos mulos son cabezones. Se detienen y se atascan. Es como en el viejo Oeste, pero en lugar de buscadores de oro son buscadores de manzanas./ Llegamos a Torrebaja al cabo de dos horas. En lugar de seguir la carretera echamos por un atajo que nos han indicado, bordeando la huerta feraz, verde y lujuriosa. Ahora ya no es como los días anteriores en que no nos encontrábamos a nadie por los caminos. Ahora continuamente encontramos grupos de hombres que vienen de los campos o de otros trabajos. Nos saludamos y nos miran como a pájaros raros y a mí esto me azora, pero a Javier Fábregas y Antonio Orihuela, no.[20]


Los caminantes (Candel y sus amigos) salieron de Ademuz a media tarde y llegaron a Torrebaja dos horas después, ello hace pensar que caminaron despacio y contemplando el paisaje a placer, pues de Ademuz a Torrebaja, caminando ligero, apenas hay tres cuartos de hora. Resulta evidente que salieron por el sur, dejando a su mano derecha el molino nuevo, buscando la carretera N-330. Al llegar a la carretera se detuvieron, sentándose en unos troncos para contemplar el paisaje. A media tarde el sol de septiembre estaría ya avanzado, razón por la que no pudieron disfrutar del sol, que ya iba camino de su ocaso. Dice de “un prado y un vado seco”, aunque no menciona ningún puente. Al decir de un “vado seco” podría estar refiriéndose al que cruza la rambla de Val de la Sabina antes de abocar al Turia. No está claro. Más adelante dice que “En lugar de seguir la carretera echamos por un atajo que nos han indicado, bordeando la huerta feraz, verde y lujuriosa”. Como tampoco menciona en ningún momento el caserío de El Soto podríamos pensar que tomaron el camino del río, siguiendo aguas arriba por la margen derecha del Turia. Este camino acaba en una costanilla de fuerte repecho, por donde entra en el Camino de las Vueltas. Todo es especulación, porque el autor no menciona topónimos ni describe con detalle geográfico el paisaje. Es su estilo y no cabe más que respetarlo. Pero de haber pasado por las Casas del Soto es muy probable que hubiera descrito el lugar, mencionándolo al menos, ya que entonces la carretera pasaba por medio del caserío, entre un pajar y la Casa Grande, notable edificio de mediados del siglo XVII (1661).


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia),
detalle de farallones miocénicos: arcillas, arenisca, conglomerados (2020).

Detalle de farallón miocénico: arcillas, areniscas, conglomerado (Era Terciaria), en el Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), 2020.

Asimismo, resulta poco probable que siguieran el camino de Ademuz a Torrebaja por las Casas de Guerrero, pues de haberlo hecho hubiera descrito, siquiera mencionado, el caserío, el puente de Guerrero y el molino de Abajo. Pero no es probable que siguiera este trayecto, ya que resulta mucho más largo. Contra mejor opinión estimo que fueron por la carretera N-330, vía El Soto, y que al decir que echaron “por un atajo” que les indicaron se refiere al Camino de las Vueltas.

En cualquier caso, no observaron “carros ni tractores”, “Solo mulos”. Y hombres tirando de ellos, “Algunos mulos son cabezones”, pues “Se detienen y se atascan”. En los primeros años de la década de los setenta se está produciendo en el Rincón de Ademuz el tránsito hacia la modernidad, que por esta tierra siempre ha ido retrasada con respecto a otras del país. En aquellos años había pocos tractores, aunque sí había carros; estos, sin embargo, se utilizaban menos, pues en plena fiebre del acarreo de manzanas los más frecuente para sacarlas de las fincas y llevarlas al pueblo eran los machos (mulos, burros) aparejados con samugas y cargados con hasta cinco cajones de manzanas. ¡Pobres animales! En todo caso, la economía local no daba para tractores; estos finalmente aparecieron, pero ya en las décadas siguiente.

Es pues más que probable que Candel y sus compañeros de caminata, en su trayecto de Ademuz a Torrebaja siguieran el Camino de las Vueltas. Aunque el escritor no se reconoce poeta, resulta sorprendente que no haga mención a los cantiles arcillosos que bordean el camino por la parte del monte. No los menciona pese a su notabilidad, por el contrario de Cavanilles, que destaca las “lomas y cerros arcillosos” que encuentra al paso. Y no es de extrañar que el botánico las destaque, ya que resultan de gran belleza al contrastar el rojizo de las arcillas con el verde feraz de la huerta. A su paso por el lugar el panorama debía ser doblemente hermoso, a las rocas arcillosas y al verde de las huertas se añadiría el amarillo oro de los chopos de la riberas, ya que por estas latitudes el otoño comienza a pintar a mediados de septiembre.

Candel y sus amigos entraron en Torrebaja “por la parte de abajo del pueblo y por un lugar frondoso y rumoroso, un rumor de agua que por lo que se ve se deslizaba por allí cerca oculta por el follaje”.[21] Resulta evidente que entraron en Torrebaja por el actual Paseo de la Diputación, entonces una camino de tierra a nivel de las fincas colindantes, atravesando el puente sobre el Ebrón. Tuvieron que pasar ineludiblemente frente a la Ermita de San José y por el Molino de Arriba (Molino de San José), aunque tampoco los menciona. Cabe pensar que ni la ermita ni el molino llamaron la atención del autor. Tampoco llamó su atención el nuevo edificio de las Escuelas Nacionales, construido un par de años antes. Lo que sí llamó su atención fue el aroma a manzanas: “No. Pero es verdad -escribe-. En Torre Baja se huele a manzana. Es un olor persistente. No te cansas de respirarlo”.[22]

Hoy Torrebaja ya no huele a manzanas y al paso que vamos hasta los manzanos desaparecerán. Pero no solo de Torrebaja, también del Rincón de Ademuz. ¡Y si no, al tiempo!

Camino de las Vueltas en Ademuz, dirección Ademuz, farallones miocénicos en la ladera meridional del Montecillo (2020).

Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección Ademuz, farallones miocénicos: arcillas, areniscas y conglomerados en la ladera meridional del Montecillo (2020).

Un paseo por el Camino de las Vueltas.

La orientación noreste-suroeste del Camino de las Vueltas hace que sea una vía muy agradable de transitar para estirar las piernas y tomar sol, particularmente en primavera y en otoño. Aunque los lugareños no son aficionados a las caminatas, ni parecen disfrutar de la naturaleza y paisaje. Para nuestra excursión partimos de Torrebaja por el Paseo de la Diputación, cruzamos el puente sobre el Ebrón y continuamos por el Camino Viejo de Ademuz. A la mano derecha encontramos una acogedora área de recreo, el popular Merendero la Ribera, más conocido como “El Chiriguito”, con zona de estar y de restauración, bancos y mesas bajo árboles de sombra y zona deportiva, incluida la piscina municipal. En dicho conjunto se halla el “Pabellón Cavanilles”, denominación particularmente bien traída, en recuerdo del insigne botánico y naturalista valenciano Antonio José de Cavanilles, que como se dice arriba pasó por la zona un día de principios de septiembre de 1792, para herborizar, no obstante estar ya la estación bastante avanzada.

Siento una profunda admiración por el botánico valenciano y cuando paso por aquí suelo acordarme de él y de su ingente obra. Cavanilles se había formado como botánico en los jardines del rey en París, siendo preceptor de los hijos del duque del Infantado, a la sazón embajador de Carlos IV en la corte francesa (1777). Cavanilles permaneció en París más de una década. Me gusta imaginármelo por estos lugares, caminando o a lomos de alguna caballería. ¿Qué pensarían nuestros coterráneos al verle por estos parajes? Obviamente, pocos serían los que supieran del personaje. ¿Qué pensaría de nuestros humildes pueblos y lugares, él que había frecuentado los elegantes salones del París prerrevolucionario? El contraste entre el París de finales del Setecientos y las villas, lugares, caminos y parajes de la España interior debió ser absoluto. Contra lo que pudiera pensarse, la primera publicación de Cavanilles no fue de tema botánico. Fueron unas “Observations de M. l'abbé Cavanilles sur l'article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie” (1784), en respuesta a un texto que el escritor y enciclopedista francés Nicolás Masson de Morvilliers (1740-1789) había incluido en la Nouvelle Encyclopédie, en el que se cuestionaba la aportación de España a la ciencia y la cultura europea.[23]


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección Ademuz, paisaje miocénico: arcillas, areniscas y conglomerados (Era Terciaria), 2020.

Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), dirección Torrebaja, paisaje miocénico: arcillas, areniscas y conglomerados (Era Terciaria), 2020.

Continuamos el camino, a ambos manos encontramos fincas de cultivo, la mayoría abandonadas: las de la derecha en alto, las de la izquierda en un plano inferior. De ahí que las de la parte alta sean conocidas como “Encima del Camino”, las otras “Bajo el Camino”. El camino lo es todo, no en vano se trata de un tramo del antiguo camino de Ademuz a Teruel. El firme está asfaltado, siendo relativamente transitado por personas y vehículos. Poco más adelante ya vemos al fondo derecha el edificio del Molino de san José, se trata de una construcción de planta alargada, orientada de este a oeste, con una inscripción en ladrillos cerámicos azules y blancos en la parte frontal en los que puede leerse el nombre del molino y la fecha de construcción (1887). El molino se edificó dos años después de la epidemia de cólera de 1885, que se llevó la vida de 41 vecinos de Torrebaja, de los 62 que fallecieron aquel año. El número total de fallecidos por cólera en el Rincón de Ademuz superó los 195: no se incluyen los datos correspondientes a Ademuz y sus aldeas, por haberse destruido los libros parroquiales de esa época, así como los del registro civil, una cosa más que debemos "agradecer" a los revolucionarios de 1936.[24] La parte posterior del edificio corresponde a corrales y descubiertos. El Molino de san José se halla prácticamente abandonado, sin uso desde hace décadas.

Al arribar al molino vemos una vía asfaltada que nace a la derecha, se trata del Camino de los Albares que lleva hasta La Presa del Ebrón, allí se une al camino que lleva de Torrebaja a Ademuz por El Montecillo. Junto al camino, entre éste y el edificio del molino discurre la acequia del Molino (en realidad de ambos molinos), que toma su caudal del río Ebrón, en el azud de La Presa. Dejamos el edificio de la antigua industria maquilera a la mano derecha y continuamos por una somera costanilla hasta la Ermita de san José, emplazada a la derecha del camino -en la partida conocida como Los Villares-, lugar que parece coincidir con la antigua Torre Orcheta o Torre del Villar de Orcheta de las crónicas. El edificio se halla en alto, posee planta rectangular, en orientación este-oeste, con un pórtico cubierto con arco rebajado, vanos laterales y escalinata de acceso. El aspecto “achaparrado” de la construcción con el que la describe el escritor y periodista valenciano, Luis B. Lluch Garín (1907-1986), proviene quizá de los altos machones o contrafuertes laterales que posee.[25] 

Por lo demás, la ermita ha sido restaurada en distintos momentos de su historia, aunque sin perder su aspecto, al menos en el último siglo. Durante la guerra civil fue saqueada y su interior desmantelado. En la posguerra fue restaurada y respuesta la imagen del titular, todo ello a cargo de una familia local. Carece de ornamentos propios, así como de objetos de valor artístico u ornamental. Poseía un retablo de pincel en estilo neoclásico que se perdió por efecto de la humedad (los huertos circundantes se regaban hasta hace unas décadas, lo que contribuyó al deterioro.), y del descuido de la parroquia y de la feligresía. Desde el punto de vista arquitectónico y constructivo, sin embargo, lo más valioso es la techumbre, basada en el típico artesonado mudéjar de las construcciones a dos aguas, basadas en armadura de parhilera con tabicas, tirantes, estribos y pendolones.


Ermita de san José en Torrebaja (Valencia), vista meridional (2020)

Casa de campo en Torrebaja (Valencia), al comienzo del Camino de las Vueltas (2020).

Desde la ermita el camino continúa en llano, a la derecha unos muros de piedra arenisca sirven de sujeción al abancalamiento; a ambas manos, los huertos de cultivo están abandonados. Tras un corto tramo recto encontramos una construcción rehabilitada (por José el Chavo, de Ademuz) en estilo rural como casa de campo. Hasta hace unos años servía como almacén (parte superior) y corral de ovejas (parte inferior). El edificio posee planta cuadrangular y cobertura a dos aguas, con la fachada principal en posición meridional, mirando hacia Ademuz. Propiamente, la casa se halla en Torrebaja, a escasos metros de la linde con Ademuz. Podría decirse que en este punto comienza el Camino de las Vueltas. Frente a la casa nace un camino de tierra que asciende en fuerte pendiente, en dirección noroeste, esto es, hacia la carretera N-330a por la Loma del Montecillo.

Merece la pena detenerse en este punto, al comienzo del Camino de las Vueltas, para contemplar el hermoso panorama que se extiende ante nosotros, desde oriente hasta poniente, con el Turia discurriendo por la vega de Ademuz hasta la Villa, cuyo caserío tapa parcialmente el Pico Castro (897 m). Este mismo paisaje es el que nos describe Cavanilles a su paso por el lugar. Quiero evocar unas palabras del gran retórico y estilista romano Marco Tulio Cicerón (106-46 aC), cuando dice: Si apud bibliothecam hortulum habes, nihil deerit. Lo que viene a significar: ¿Qué más quieres si tienes una biblioteca que se abre a un pequeño jardín? En este sentido me considero una persona muy afortunada y no pido más, porque tengo una pequeña biblioteca que abre a un pequeño jardín: mi jardín es esta vega del Turia, el cambiante paisaje del Rincón de Ademuz. En su obra De natura deorum (Sobre la naturaleza de los dioses), Cicerón asimila el término "Dios" a "universo", afirmando que "el conocimiento de Dios surge de la contemplación de la naturaleza"; entiendo que esto pueda ser así porque la naturaleza contiene un reflejo de Dios, aunque ese conocimiento sea tal vez más espiritual, íntimo y visceral que intelectual, emocional. No hay que temer a los clásicos, siempre nos sorprenden. A propósito, el teólogo belga Charles Moeller (1912-1986) cuenta que la filósofa y mística francesa Simone Weil (1909-1943)  pasó unos días en Asís, en 1937. Estando en la pequeña capilla románica de Santa María Degli Angeli, "maravilla incomparable de pureza, donde san Francisco oró muchas veces", sintió algo más fuerte que ella que la obligó a ponerse de rodillas por primera vez en su vida. Probablemente sintió la presencia de lo divino, del misterio absoluto. Quien conozca la vida y obra de esta singular mujer, "el único gran espíritu de nuestro tiempo", como la calificó Albert Camus (1913-1960), entenderá mejor el valor de aquella genuflexión. Pero sigamos adelante en nuestro paseo. Desde la casa de Paco Esparza el camino desciende suavemente hasta el primer farallón arcilloso. A lo largo del trayecto a la mano derecha veremos en todo momento las rojizas laderas meridionales de la Loma del Montecillo, mientras que a la izquierda se extiende profusa y generosa la vega de Ademuz.

En este punto, inmediatamente por debajo de la casa de Paco Esparza encontraremos la acequia Hondonera. Se sabe por el testimonio de los lugareños que a comienzos del siglo XX se construyó aquí una pequeña central hidroeléctrica para servicio local, aprovechando el desnivel de la acequia con la huerta. La historiografía demuestra que en Torrebaja ya disfrutaban de luz eléctrica en la primera década del siglo. Prueba de ello es que en la sesión del Pleno Municipal del 9 de septiembre de 1906 puede leerse:

  • Con el fin que se halle alumbrada la plaza pública durante los días de la festividad de los patronos de este pueblo Santa Marina y San Roque, se coloquen cuatro focos de luz eléctrica en la expresada plaza para darle más vista y para que la música pueda ejecutar sus escogidas piezas y al mismo tiempo el público pueda aprovecharlas bailando los más y sirviendo de distracción a los otros; que el gasto de estas luces se paguen del capítulo de imprevistos.[26]

El acta de aquella sesión municipal viene a demostrar que Torrebaja fue con seguridad el primer pueblo de la comarca en disfrutar de luz eléctrica para el alumbrado público, varios años antes de la puesta en marcha de la Teledinámica Turolense de Castielfabib, cuyas obras comenzaron en julio de 1913.[27] Es de pensar que el alumbrado público consistía en bombillas de poco voltaje, colocadas en distintos puntos de las principales calles del pueblo. Asimismo puede verse que las fiestas patronales (Santa Marina y San Roque) se celebraban entonces en septiembre, antes de comenzar la recogida de la manzana y la vendimia.


Vega de Ademuz desde la ladera meridional de la Loma del Montecillo, con detalle del Camino de las Vueltas en Ademuz (2020).


Detalle de farallón miocénico: arcillas, areniscas y conglomerados en el Camino de las Vueltas en Ademuz (2020).


Caminamos despacio, disfrutando del singular paisaje que se ofrece a nuestra contemplación, las aguas del río discurren con cierta violencia a nuestros pies, en este punto no podemos por menos que evocar las palabras de Cavanilles, pues tras las últimas lluvias la “tierra roxa, [...] tiñe y carga sobremanera las aguas” del Turia. Camino de su cenit, el sol comienza a calentar tímidamente el fresco ambiente matinal. Los chopos (lombardos, blancos) y sargas de la ribera han comenzado a perder sus hojas, reflejando no obstante el intenso colorido que las tiñe.

Al aproximarnos al primer farallón observamos que el camino se estrecha sobremanera, el muro que forma la enorme masa de tierra y piedra cae cortado a pico hasta la misma base, por donde discurre la acequia Hondonera, un ramal de la acequia del Molino que riega todas las huertas de la margen derecha del río por esta parte. Poco antes de arribar al farallón vemos que la acequia ha cruzado el camino, de la parte izquierda del camino ha pasado a la derecha, porque no puede pasar por otra parte. Parece que la comunidad de regantes cubrió la acequia Hondonera con grandes losas de cemento, para evitar que con las lluvias su cauce se llenase de tierra y piedras de la ladera. Pero no ha debido resultar favorable el intento, pues las losas han sido levantadas y puestas en los márgenes del camino. Tal vez hubiera sido mejor entubar este tramo con tubos de cemento o corrugados del tamaño adecuado, lo que tal vez hubiera permitido el ensanche de la vía.

Los afloramientos que observamos en toda la margen derecha del Camino de las Vueltas (margen derecha del Turia), están formados por areniscas, arcillas y conglomerados, lo que nos indica que nos hallamos ante terrenos de la Era Terciaria, específicamente miocénicos (este periodo comenzó hace 23 millones de años y terminó hace unos 5 m.a., antes de la glaciación cuaternaria). Es decir, se trata de terrenos de formación relativamente reciente, si los comparamos con las areniscas, calizas y yesos del Triásico (Era Secundaria), frecuentes en otras zonas de la comarca, cuya antigüedad es notoriamente mayor ya que este periodo comenzó hace unos 240 millones de años y concluyó hace 208 m.a. No hay duda, comparados con semejantes estructuras geológicas, los humanos somos unos invitados de última hora en el planeta Tierra, unos advenedizos. ¡Es por ello que deberíamos respetar más la naturaleza y el medio ambiente: nos va en ello la supervivencia como especie!


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), desde uno de los farallones rocosos
que jalonan el camino (2020).



Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), desde la ladera meridional (2020).


De los paneles del Punto de Interpretación Geológica del Montecillo en Torrebaja,[28] tomamos los datos técnicos que nos permiten identificar y comprender estos afloramientos miocénicos de la Era Terciaria existentes en el Camino de las Vueltas:

** Arcilla del Mioceno: se trata de rocas sedimentarias clásticas escasamente consolidadas, formadas por agregados de silicatos de aluminio hidratados, que proceden de la descomposición de minerales de aluminio. La coloración de estas arcillas depende de las impurezas que posee: blanca cuando su composición es pura. La arcilla pura es la “arcilla china”, que resulta blanda y maleable. Las propiedades dúctiles de la arcilla hace que pueda ser moldeada al humedecerla, endureciéndose cuando es sometida a altas temperaturas.

** Arenisca del Mioceno: estas rocas se caracterizan por su tacto áspero y aspecto rojizo, fácilmente reconocible, pues es la típica arena de playa cuyos granos están unidos (cementados). Este tipo de piedra es muy abundante en la zona, lo podemos ver en la construcción de muchas de las casas y pajares de las Casas del Soto, por ejemplo, así como en tapiales y muros de los abancalamientos. No obstante su abundancia, no da lugar a grandes formaciones rocosas, pues suele estar entremezclada por otras rocas detríticas de mayor tamaña de cantos, conglomerados, margas, arcillas. Las arenas que dan lugar a las rocas de arenisca pueden proceder y se acumulan en muchos ambientes sedimentarios: abanicos aluviales, ramblas, ríos, lagos, zonas literales, fondos marinos, desiertos, etc.

** Conglomerados del Mioceno: se trata de rocas sedimentarias clásticas, formadas en ambientes fluviales. Están compuestos por fragmentos de distintas rocas (los llamados clastos), unidos por cemento natural. Los conglomerados se caracterizan por el tamaño de los fragmentos que los forman (mayores de 2 mm), incluyen cantos redondeados de tamaño variable, su aspecto varía según la zona de erosión de las rocas de procedencia. La diferencia entre los conglomerados y las brechas está en que las últimas están formadas por piedras angulares (mayores de 2 mm), con aristas, mientras que en los conglomerados las piedras que las constituyen son redondeadas.

Con este somero bagaje teórico podremos identificar los afloramientos que iremos encontrando en nuestro paseo, siendo característico de este tipo de terreno su disposición en capas, alternando las arcillas con los conglomerados, de potencia variable. Paisajes terciarios miocénicos similares a los del Camino de las Vueltas podemos encontrarlos en muchos lugares del Rincón de Ademuz, por ejemplo, en la Dehesa de los Terreros, en la margen izquierda del Turia, frente a Torrebaja y en la Muela de Los Santos (entre el antiguo aserradero y el molino). Por su monumentalidad, cabe mencionar también los existentes en Villel, antes de entrar en la villa (yendo por la carretera N-330, dirección Teruel), frente a la Casa Rural de El Molino. Lo cierto, sin embargo, es que Cavanilles ya dice de las arcillas, areniscas y conglomerados, aunque con su particular terminología -siempre poética, bella, sugerente-:

  • Desde las cercanías de Castielfabib hasta el mismo Ademuz, esto es, por espacio de dos horas, y al norte de esta última villa entre los montes y el rio por algunas leguas se ven elevados cerros, que las aguas han desmoronado y cortado de varios modos. Todos ellos desde la raiz hasta la cumbre se componen de zonas ó capas perfectamente horizontales de un pie de grueso, con corta diferencia, arregladas de este modo: la inferior ó base es de tierra roxa arcillosa con porcion de cieno, sobre la qual descansa otra tan dura como la misma piedra; síguense otros como bancos sobrepuestos de la misma substancia, que suelen alternar con algunas capas de cantitos rodados, cubiertos últimamente de tierra, y sobre esta una almendrilla, ó bien sea hormigón, de algunos pies de grueso, compuesto de cantitos engastados en piedra endurecida. Todas aquellas moles térreas separada hoy dia por arroyadas y valles debiéron formar un cuerpo unido, vista su uniformidad en posicion y naturaleza; pero las aguas que baxáron sucesivamente de los montes ablandáron y robáron las partes que ménos resistian: hacian surcos, que iban ensanchando al paso que destruian lomas y parte de los cerros, y con el transcurso de los tiempos apareciéron llanuras sembradas de cerros desmoronados. En estos se ceban aún las aguas abriendo nuevas brechas y robando las bases, por cuya falta cae la tierra sobrepuesta. Continúa la destruccion, y continuará sin duda hasta que todo quede llano.[29]


Resulta difícil sustraerse a tan acertada como bella descripción.


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), las laderas miocénica a la izquierda, la vega a la derecha, la Dehesa de los Terreros al fondo (2020).


La vega de Ademuz, en la margen izquierda del Turia, desde las laderas meridionales del Camino de las Vueltas, con las Casas de Guerrero al fondo (2020).


Tras el primer afloramiento hallaremos varios más, todos ellos majestuosos, aunque quizá sea este primero el más espectacular. El Camino discurre plácidamente, serpeando en curvas más o menos cerradas. Durante todo el trayecto, a la mano derecha veremos las vertientes arcillosas de la Loma del Montecillo, en las que se abren profundas barranqueras. En algunas de ellas la mano del hombre ha ido levantando muros para sujetar el abancalamiento y contener el agua de las escorrentías. Todavía pueden verse restos de antiguos cultivos en las paradas, con higueras y almendros en las márgenes. Muros de este tipo pueden verse por toda la comarca, su longitud, de ponerse en hilera, sería de cientos de kilómetros, incluso miles. Se levantaban en invierno, cuando la presión del trabajo en el campo era menos intensa. Para su construcción se utilizaban los materiales más inmediatos, en unos lugares lajas de piedra caliza, en otros conglomerados de arenisca, como es el caso. Los portillos se levantaban para sujetar el talud y aprovechar el terreno donde cultivar un puñados de trigo, cebada, centeno, viña, una higuera, un almendro… en ocasiones son tan estrechos que apenas caben un par de surcos, incluso los burros tenían dificultad para dar la vuelta. El aprovechamiento de las laderas para el cultivo manifiesta la escasez de terreno y la pobreza del mismo; la roturación de las tierras más pobres se llevó a cabo en los últimos momentos del siglo XIX y primeras décadas del XX, cuando la presión poblacional de la comarca alcanzó su clímax: 11.194 habitantes en 1920.[30] Desde ese momento el censo del Rincón de Ademuz no ha hecho más que disminuir -con la excepción de un pequeño repunte que hubo en la posguerra inmediata-, hasta el punto que hoy hay menos gente en la comarca que en el siglo XVII, esto es, en la etapa ganadero-forestal, previa a la de expansión agrícola.[31]

A la mano izquierda el talud se profundiza hasta el nivel del río, que discurre mansamente por la vega de Ademuz, hasta la misma villa. Durante todo el trayecto puede verse hacia levante el despoblado de Guerrero (Casas de Guerrero). La antigua masía se halla en la ladera del monte frontero, mano izquierda del Turia, entre la vega y la variante de la carretera N-330 (de Manzaneruela a Torrebaja). Al mencionar las Casas de Guerrero no puedo evitar acordarme de mi abuelo paterno, al que no llegué a conocer, pues falleció antes de que yo naciera: Román Sánchez Garrido (1875-1942), hijo de Manuel (1844-1927) y de Carmen (1847-1897), nacido en la Masía de Guerrero el 4 de octubre de 1875. Mi bisabuelo, Manuel (a) el Román procedía de Casas Altas y mi abuela Carmen de Torrebaja. ¿Qué hacía mi bisabuela en Guerrero para que mi abuelo Román naciera en esta masía? Mi familia no ha tenido nunca propiedades por esta partida de Ademuz, cabe pensar que tal vez estaban allí de medieros, aunque lo dudo. He llegado a pensar, incluso, que tal vez iba la familia de camino y los dolores del parto cogieron a la bisabuela en la zona. Esta hipótesis es la más probable, pues el Acta de Bautismo se conserva en los registros parroquiales de Torrebaja. Lamento desconocer este extremo en detalle, mi padre nunca me habló de ello y ya no queda nadie de la familia que pueda informarme al respecto. Mi consejo a los padres es que hablen con sus hijos, que les cuenten la historia familiar; por mucho que les digan nunca será suficiente. Y lo mismo digo a los hijos, que pregunten a sus padres y abuelos por sus ancestros; cuanto más sepan de sus predecesores, mejor.


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), desde los cantiles de la ladera meridional (2020).


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), cara suroccidental del último farallón del camino con detalle del revoco de yeso correspondiente al chamizo de la tía Castellana (2020).

 

El último farallón que guarnece el Camino, de menor potencia que los anteriores, se halla en el tramo final de la vía, antes de que ésta enfile su salida a la carretera N-330a. Su característica principal es que su base sobresale, a modo de pico sobre el Camino, provocando una aguda curva. Al bordearlo observamos que en su cara meridional posee un remozo de aljez en su parte media, aunque coloreado en tonos rojizos por la arcilla. Cabe preguntarse, ¿qué hace aquí un remozo de yeso adosado al farallón? La explicación más plausible es que se trate de los restos del chamizo de la tía Catalana (otros dicen de la tía Castellana), donde parece que aquella mujer servía bebidas a los arrieros, braceros y viandantes que por allí pasaban.

Sobrepasado el último farallón nos encontramos en el tramo final del Camino, a mano derecha los taludes meridionales del Montecillo, a la izquierda la acequia Hondonera, las fincas de cultivo y el río Turia. El desnivel entre el Camino y la acequia con respecto a los cultivos es considerable. Desde antes de sobrepasar la estrechez del último farallón vemos que lo que denominamos fincas de cultivo constituye aquí una gran finca, propiedad de los herederos del difunto Roque Licer "el de las Bebidas", de Ademuz. Este vecino comenzó a construir una caseta con bloques en el extremo distal de la finca, por debajo de la acequia. La construcción se mantuvo inconclusa durante décadas. Hoy sus herederos la han terminado y techado, las paredes remozadas con cemento monocapa en color térreo, acorde con los tonos predominantes en el entorno, la cubierta con chapa metálica verde. La construcción ha quedado perfectamente integrada, por el contrario de tantas otras basadas en bloques sin enlucir. No cabe más que felicitar a sus dueños por el acierto que han tenido en terminar la construcción, y por la solución estética que le han dado.

La finca de los herederos de Roque Licer es bastante grande, superior a la media de las que pueden verse por la zona, entorno a las dos hectáreas. Está plantada con manzanos de distintas variedades, pero las manzanas no han sido recogidas. El fruto permanece en los árboles, ya sin hojas. El hecho de que los manzanos mantengan el fruto cuando ya las hojas han caído produce un efecto estético considerable, aunque penoso. Uno no puede por menos de preguntarse, ¿por qué no se recogen las manzanas, aún siendo buenas para su comercialización? Antaño se recogían todos los frutos, incluso los del suelo, para los cerdos, para la sidra… hoy ya no hay cerdos en las casas y a falta de gorrinos tal vez sea más gravoso cosecharlas que dejarlas perder. ¿Qué otra explicación puede haber? Ello me lleva a pensar que algo grave está sucediendo, que la crisis de la agricultura es insuperable y que tal vez nuestra generación vea incluso cómo desaparecen los manzanos del Rincón de Ademuz.


Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), con detalle de abancalamientos en las laderas meridionales (2020).

Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), desde la ladera meridional (2020).

Especular sobre los orígenes y la solución o soluciones de la crisis agrícola territorial en la zona y su vinculación con la emigración y el vaciamiento de nuestros pueblos llevaría muchas páginas, esto es, tiempo y espacio. No es la cuestión ni el momento. Aunque resulta penoso observar el estado de estancamiento económico de la comarca, antaño tan dinámica y activa. Cuando sobrepasamos el ecuador de nuestra existencia carecemos del brío y la fuerza emprendedora para sacar adelante proyectos de futuro. En el otoño de la vida nos quedan los recuerdos, por más que atesoremos conocimientos y experiencias, incluso ideas. Observando la realidad de nuestro entorno (social, económico, vital...) uno se pregunta por qué no hay nadie que ponga un rebaño de ovejas y haga quesos, o cultive frutas y hortalizas ecológicas para comercializarlas en forma de mermeladas, o se dedique a la apicultura, a la producción de polen e hidromiel, a la cría de gallinas ponedoras de corral… y quien dice esto dice cualquier otra cosa que podamos imaginar: proyectos turísticos, industriales, etc. Aunque la cuestión no está tanto en el qué hacer sino en el cómo hacerlo. Porque al faltar gente faltan también ideas, iniciativas, ilusiones... además de medios: recursos materiales y económicos, capacidad de trabajo, etc. Me pregunto si habrá jóvenes dispuestos a desarrollar un proyecto vital (personal, familiar, profesional...) en el medio rural, llevando una vida sencilla, productiva, en contacto con la naturaleza. Aunque no es nada fácil llevar una vida "sencilla, productiva, en contacto con la naturaleza". Propiamente es tan difícil como poner en práctica las "tres  máximas" de Domicio Ulpiano (170-228): vivir honestamente, no dañar a nadie, dar a cada quien lo que le corresponde. Preceptos fundamentales que al genial jurista romano no le sirvieron de mucho, pues murió degollado a los pies del emperador Alejandro Severo (222-235). Ello no significa que no debamos intentarlo. En cualquier caso, el Rincón de Ademuz sigue siendo la tierra de "aguas abundantes y cielo despejado" que fue siempre, pero resulta evidente que estos valores no son suficientes para salir adelante en este mundo global, injusto, competitivo, exigente.

Parece que nos hallamos en ese círculo vicioso en el que la pescadilla se muerde la cola. En los pacientes que sufren algunas enfermedades hay un punto de no retorno, asimismo ocurre en una comunidad, en las sociedades, en las culturas y los imperios. ¿Acaso el Rincón de Ademuz se encuentra en ese punto de inflexión en el que ya no cabe retorno posible? Todo parece indicarlo, toda vez que la comunidad no se renueva y la despoblación se agudiza con el paso de los años. Paradigma de esta situación son estas fincas de manzanos llenas de frutos que nadie recoge. Una pregunta, ¿si no se recogen las frutas, para qué cultivar los árboles? Más valdría arrancarlos y aprovechar su madera para leña. Lo que sucede es un sinsentido. Cuando pregunto a mis convecinos por esta situación, qué será de nuestros pueblos, de sus gentes y sus campos, nadie parece conocer la respuesta. Se limitan a encoger los hombros, con expresión de tristeza en el rostro. Es cierto, el futuro no está escrito; pero en esas estamos, desde hace más de medio siglo... Hace unos días me llegó un correo de la Universidad Estacional del Rincón de Ademuz (UERA), "una de las grandes iniciativas académicas de la Cátedra de Participación Ciudadana y Paisajes Valencianos, resultado de la estrecha colaboración entre la Universidad de Valencia, la Mancomunidad del Rincón de Ademuz, la Diputación Provincial y Caixa Popular". Esta IV edición tiene como lema "Planificación y gestión del paisaje y el territorio; desarrollo local y bienestar" -título absolutamente sugerente, y esperanzador. Nunca estarán de más los análisis sesudos de los técnicos e intelectuales a la hora de afrontar un problema. Pero entiendo que volvemos a lo que se anotaba al final del párrafo anterior...


Vista general del Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), desde el talud de la carretera N-330a, con detalle de la casa de campo situada en el tramo final del camino (2020)


Podría decirse que el tramo final del Camino de las Vueltas comienza a partir de la casa rural de los herederos de Roque Licer. Cabe decir, sin embargo, que unos pasos más adelante de la casa, a la misma mano izquierda nace el camino de la ribera, que en este punto baja hasta nivel de las huertas mediante una somera pendiente: el camino es de tierra y -vía el puente del Botiar- lleva hasta la citada carretera nacional, abocando a la misma justo antes del puente del Sotillo, en la entrada meridional de Ademuz. No obstante, para concluir nuestro paseo por Las Vueltas nosotros continuamos por el camino asfaltado, que tras una pequeña curva a la derecha y otra a la izquierda enfila una recta ascendente, para abocar finalmente a la carretera. Este último tramo es más estrecho que el resto del camino hasta ahora recorrido, y en su parte final -propiamente denominado El Empalme- hace un repecho. Digamos que El Empalme es el punto del Camino (y la zona circundante) donde éste se une a la carretera nacional.

En el quitamiedos de la carretera podremos ver de forma permanente un ramo de flores, en recuerdo de un joven ciclista descendiente de Torrealta que se precipitó por el terraplén hasta los huertos, perdiendo la vida (2006).[32] Un accidente trágico, lamentable, incomprensible!


Casa de campo en el tramo final del Camino de las Vueltas en Ademuz (Valencia), 2020. 


"Lamentablemente, nuestra generación verá como desaparecen los manzanos del Rincón de Ademuz.  ¡Y si no, al tiempo!" (2020).

 En la imagen, manzanos llenos de manzanas sin recolectar en una finca de Las Vueltas, en Ademuz (Valencia),  2020.

Palabras finales, a modo de epílogo.

El Camino de las Vueltas constituye un camino histórico, toda vez que forma parte del antiguo Camino Viejo de Ademuz a Teruel, vía Casas del Soto y Torrebaja.

Lo recorrió el ilustrado botánico y naturalista valenciano Antonio José de Cavanilles y Palop a principios de septiembre de 1792, en su excursión de Vallanca, Castielfabib, Los Santos, Torrebaja, Ademuz y Vallanca. El firme del camino era entonces de tierra y no resulta difícil imaginarnos al insigne personaje, caminando o a lomos de alguna caballería, y a los que le acompañaban en este trayecto, observado el paisaje, recolectando plantas y minerales… prueba de ellos son sus magníficas Observaciones (1795), todavía vigentes.

Durante la guerra civil (1936-1939) el Camino fue mejorado para facilitar la comunicación entre Torrebaja y Ademuz; en las obras participaron presos nacionales (procedentes de Valencia y Castellón), que a modo de trabajos forzados acarrearon la grava: residían en las Casas de Guerrero, iban mal vestidos y estaban peor alimentados. Asimismo, consta por testimonios que la construcción hoy rehabilitada existente al comienzo del Camino, justo en el mojón entre Torrebaja y Ademuz, sirvió como almacén de municiones del XIX Cuerpo de Ejército (Ejército Republicano de Levante) durante la contienda civil, ello tras el bombardeo y la destrucción de la caseta que servía de polvorín en Los Santos: ésta se hallaba junto a la carretera N-420, entre el puente del Ebrón y el antiguo aserradero. Igualmente sucedió con el que hubo en la Ermita de la Virgen de Valdeoña, situada junto al río Cabriel en Salvacañete, Cuenca.

Entendemos que por este mismo camino pasaron Francisco Candel y sus amigos catalanes en su recorrido por esta parte del Rincón de Ademuz (trayecto de Ademuz a Torrebaja), en septiembre de 1964. Y por aquí transitaron durante siglos arrieros, trajinantes, agricultores, braceros… así como las brigadas de Ademuz que trabajaron en la reforestación de los montes de La Dehesa en los años cincuenta y primeros sesenta del pasado siglo XX. Por este mismo camino íbamos los muchachos y mozos de Torrebaja a las fiestas de Ademuz en los años sesenta; algunos en bicicleta, la mayoría caminando.

El Camino de las Vueltas sigue siendo una vía relativamente transitada, en particular por los vecinos de Ademuz y de Torrebaja, pues acorta considerablemente el tiempo de viaje entre ambas poblaciones. De lo contrario hay que ir bien por Los Santos, bien por La Presa y El Montecillo o por la nueva carretera de Manzaneruela a Torrebaja. El Camino, sin embargo, deja mucho que desear: por la estrechez del trazado en algunos puntos, por sus numerosas y cerradas curvas… aunque podría mejorarse ostensiblemente de haber interés en conservar esta vía alternativa. De hecho, se han dedicado muchos dineros en arreglar accesos y caminos en el monte, vías escasamente transitadas que, por decirlo pronto y rápido, no llevan a ninguna parte.

En suma: el Camino de las Vueltas constituye un trayecto histórico, que forma parte del patrimonio natural y cultural de la comarca; es por ello que merecería la pena conservarlo, cuidarlo, mejorarlo. Además, el panorama del monte y de la Vega de Ademuz que puede contemplarse al paso reúne elementos (naturalísticos, geológicos, paisajísticos...) de gran belleza, un recurso en absoluto despreciable. Vale.



© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).



Véase también:

** CARRETERAS Y CAMINOS EN EL RINCÓN DE ADEMUZ.

** RUTA GEOLÓGICA DEL PARQUE NATURAL DE PUEBLA DE SAN MIGUEL.

__________________________________________

[1] CAVANILLES, Antonio Josef (1797). Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, de Orden Superior, en Madrid en la Imprenta Real, siendo Regente D. Pedro Julián Pereyra, Impresor de Cámara de S.M., tomo II, párrafo 107, página 77.

[2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Referido a la demolición del viejo puente del Ebrón: sin tiempo para la nostalgia, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 371-372.

[3] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2002). Noticia de los moros en Torrebaja (1425), en Aportación al conocimiento de la Encomienda de Montesa en el Rincón de Ademuz, Valencia, pp. 82-86.

[4] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007).Análisis del testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque, señor de la Torre Baja del Villar de Orchet, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 341-351.

[5] PERALES, Juan Bautista (1879). Décadas de la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reino de Valencia, por el licenciado Gaspar Escolano, Rector de la parroquia de S. Esteban, Coronista del Rey Nuestro Señor en el dicho Reino y Predicador de la Ciudad y Consejo, Segunda Parte, dirigida á los tres Estamentos, Eclesiástico, Militar y Real y por ellos á los Diputados, por D. Juan B. Perales, Tomo II, Valencia/Madrid, p. 374.

[6] SÁNCHEZ GARZON, Alfredo (2007). Iglesias y ermitas del Rincón de Ademuz, origen y desarrollo histórico, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 145-152.

[7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). El puente de Guerrero, pasadero secular, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 353-354.

[8] MATEU BELLÉS, Juna F (1995). Introducción: Cavanilles y el oficio ilustrado de viajar, en Las Observaciones de Cavanilles doscientos años después, Edita Fundación Bancaja, Valencia, Libro Primero, p. 20.

[9] Ibídem, p. 32.

[10] MADOZ, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid [Ademuz (1845): tomo I, pp. 82-83], [Torrebaja (1849): tomo XV, p. 72].

[11] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Censo eclesiástico de 1878 en el lugar de Torrebaja, en Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 24 de octubre de 2011. 

[12] PERALES (1879), Tomo II, pp. 373-374.

[13] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). Acerca del bombardeo de Torrebaja del 26 de noviembre de 1938, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 18-19.

[14] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). La Guerra Civil Española en el Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, p. 151.

[15] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Mapas y planos del XIX Cuerpo de Ejército durante la Guerra Civil, en Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 17 de octubre de 2017. 

[16] BADÍA MARÍN, Vicente y PÉREZ TARÍN, José Alejandro (1953). Torre Baja, mi pueblo, Libro de lecturas geográfico-históricas, redactado por Don Vicente Badía Marín (parte geográfica) y Don José Alejandro Pérez Tarín (parte histórica) por encargo del Ayuntamiento de Torre Baja y con destino a las Escuelas, papelería Vila, Valencia, p. 22.

[17] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Análisis del testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque, señor de la Torre Baja del Villar de Orchet, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 341-351.

[18] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Agustín Chicharro Navarro, guardia civil retirado (I), en Desde el Rincón de Ademuz, del domingo 10 de febrero de 2013. 

[19] FOMBUENA, Ricardo (s/f). Torrebaja, historia de un mayorazgo, pp. 12-13.

[20] CANDEL, Francisco (1977). Viaje al Rincón de Ademuz, Plaza-Janés, S.A. Editores, Barcelona, p. 141.

[21] Ibídem, p. 143.

[22] Ibídem, p. 141.

[23] LÓPEZ PIÑERO, José M (1995). Pervivencia y actualización de un clásico científico: Las “Observaciones” de Cavanilles, en Las Observaciones de Cavanilles doscientos años después, Edita Fundación Bancaja, Valencia, Libro Primero, pp. 11-12.

[24] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Estudio epidemiológico del cólera de 1885 en el Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 123-132.

[25] LLUCH GARÍN, Luis B (1980). Ermitas y paisajes de Valencia, Edita Caja de Ahorros de Valencia, Valencia, tomo I, pp. 511-512.

[26] Archivo Histórico Municipal de Torrebaja, Libro de Actas del Ayuntamiento, 9 de septiembre de 1906.

[27] CARRASQUER ZAMORA, José (2011). Los comienzos de la electricidad en Teruel (1889-1936), Edita Fundación Teruel Siglo XXI, Teruel, pp. 49-57.

[28] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Geología, Orografía y Paisaje del Rincón de Ademuz, en Desde el Rincón de Ademuz, del viernes 14 de marzo de 2014. 

[29] CAVANILLES (1795), tomo II, párrafo 106, pp. 76-77.

[30] RODRIGO ALFONSO, Carles (1998). El Rincón de Ademuz. Análisis geográfico comarcal, Edita Asociación para el Desarrollo del Rincón de Ademuz (ADIRA), Valencia, p. 54.

[31] Ibídem, pp. 52-53.

[32] Se trata de Raúl Blasco Lahuerta, que falleció el 12 de octubre de 2006, a los 25 años. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Iconografía funeraria en el cementerio de Torrealta (y II), en Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 31 de marzo de 2012. 


GALERÍA FOTOGRÁFICA: PAISAJES MIOCÉNICOS.

Paisaje miocénico (Era Terciaria) a la entrada de Villel (Teruel), 
junto a la carretera N-330 (2020).

Detalle de paisaje miocénico (Era Terciaria) a la entrada de Villel (Teruel),  
junto a la carretera N-330 (2020).
 
Detalle de paisaje miocénico (Era Terciaria) a la entrada de Villel (Teruel), 
junto a la carretera N-330 (2020).

Puente sobre el río Ebrón en Los Santos (Castielfabib), con paisaje miocénico (Era Terciaria) al fondo (2020).

Vega de Los Santos (Castielfabib), desde la carretera N-420, con paisaje miocénico (Era Terciaria) al fondo, en la margen izquierda del Ebrón (2020).

Subida de Las Monjas en Los Santos (Castielfabib) -carretera N-420-, con paisaje miocénico (Era Terciaria), en las vertientes nororientales del cerro frontero (2020).


Detalle de paisaje miocénico (Era Terciaria) en la Dehesa de los Terreros en Ademuz (Valencia), con Torrebaja al fondo (2020).

Detalle de paisaje miocénico (Era Terciaria) en la Dehesa de los Terreros en Ademuz (Valencia), con Torrebaja al fondo (2020).


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